Capítulo 26


Hace unas semanas que me despedí de Kat en el aeropuerto, bueno de ella y de sus mascotas Peguie y Max. Juro que traté de convencerla de que no los aceptarían en su nuevo departamento, pero fue inútil. Todo lo que me dijo fue «si no los ven no estaré rompiendo ninguna regla». Solo pude sonreír y decirle adiós. A los pocos días de eso viajé a Londres para encargarme del nuevo hotel.

Por ahora hemos continuado nuestra relación a distancia, sin embargo, cada día tenemos menos tiempo para hablar debido a mi trabajo y sus entrenamientos.

Mis padres también vinieron para inspeccionar la construcción del hotel, que gracias a dios ya está casi terminado.

Desde que llegaron hemos ido juntos a varios lugares históricos y galerías de arte de Londres en busca de inspiración para la decoración del hotel, pero yo solo puedo pensar es en los comentarios graciosos que haría Kat al ver las pinturas o lo mucho que le gustaría ver estos paisajes.

Hoy me encuentro en la Tate Modern, el museo nacional de Gran Bretaña de arte moderno y contemporáneo, justo a orillas del río Támesis observando algunas pinturas y esculturas hasta que una en específico llama mi atención.
Es una fotografía en blanco y negro de una famosa acróbata aérea de los años treinta. En la foto el avión está en el aire y la mujer va sobre este vestida con un traje de baño de la época, con los ojos cerrados y las manos extendidas intentando tocar las nubes.

Me recuerda mucho a Kat, su audacia y su amor por el cielo. Pienso en las veces que hablamos sobre lo libre y feliz que se siente cuando está allá arriba y eso es justo lo que quiero transmitir en el hotel. Saco mi teléfono móvil y llamo a papá.

—Padre. Tengo la idea perfecta para el concepto del hotel. Nos vemos en la oficina en veinte minutos.

Con una sonrisa salí de la galería y busqué mi auto. En poco tiempo llego al edificio donde se encontraba la oficina de mi padre. En cuanto nos encontramos procedo a explicarle mi visión.

—¡Me encanta! —exclama orgulloso, dando una palmada en la mesa—Creo que es una idea fresca y novedosa, definitivamente a los clientes les encantará.

—Estoy muy feliz de que te guste —digo emocionado—. Ahora solo debemos encontrar un diseñador capaz de hacerlo realidad.

En mi mente contemplo los posibles candidatos. Debe ser alguien verdaderamente talentoso para convertir un concepto tan abstracto en algo tangible.

—Yo creo que ya tengo a la persona indicada —anuncia mi padre. Lo miro expectante—. ¿Recuerdas a Rebecca Mineli, cierto?

—¡Rebecca, claro! —dije nervioso.

Es la primera vez que escucho ese nombre en mucho tiempo. Rebecca es la hija rebelde de los Mineli, una importante familia de Londres, dueños de una franquicia de tiendas de moda. Ella y yo solíamos salir intermitentemente, siempre que no estuviera de viaje. Era muy divertida; siempre llevaba el pelo de colores y usaba ropa extravagante.

Confieso que llegué a enamorarme de ella, pero cuando intenté formalizar nuestra relación ella me rechazó. Sí, me rompió el corazón, pero no la culpo, solo teníamos veinte años. Luego de eso ambos seguimos nuestros caminos.

—Por supuesto que la recuerdas picaron. Pues está aquí en Londres y resulta que es diseñadora de interiores.

Me quedo extrañado al escuchar eso. Rebecca siempre fue una Hippie moderna. No creía en estudiar una carrera, más bien decía que el mundo era la una escuela que necesitaba. Por eso viajaba tanto. Al parecer su madre la convenció de obtener un título en algo.

—¿No pensaras en contratarla a ella o sí papá?

—Por supuesto. Hace unos meses, cuando su madre me mostró sus trabajos me parecieron muy futuristas y excéntricos. Pero ahora que he escuchado tu idea creo nadie más que ella podría llevarla a cabo.

—¿Y crees que será una buena idea? La Rebecca que recuerdo no solía tomarse nada en serio.

—Oh, ella a cambiado mucho hijo, ya lo verás. —Toma su teléfono y me muestra las fotos de algunos de los trabajos de Rebecca que su madre le envió. Asiento sorprendido, la verdad es que son muy buenos—. Ves. Ahora mismo voy a coordinar una cita entre ambos.

Mientras mi padre hacia unas llamadas para organizar el encuentro yo aun tengo mis dudas. Es cierto que Rebecca parece ser una muy buena diseñadora pero hay una cosa que me preocupa: ¿Cómo le explico a Kat que voy que trabajar con mi ex?

Cuando estoy en casa espero a que sean más de la media noche para hacer una video llamada a Kat. Con la diferencia de horarios debo procurar que sea una hora apropiada para ella. Luego de varios timbrazos contesta.

—¡Hola amor! —me saluda sonriente.

—¡Hola cariño! ¿Cómo te fue en el entrenamiento hoy?

—Fue muy agotador. Definitivamente esto no es como en Texas —se quejó.

Noté que volvió a cortarse el pelo. Hace unos días lo tenía más largo y sé cuánto odia tenerlo así. En lo personal creo que se ve hermosa con cualquier estilo. Mientras me habla toma un tazón de cereal con leche la cocina y toma asiento en el comedor para estar más cómoda.

—¿Y tú como vas con el hotel? —me pregunta al tiempo que se echa una cucharada a la boca.

—Genial. Ya tengo el concepto para la ambientación. Escucha esto: Hotel Blue Sky. Ven a tomar unas vacaciones en las nubes. ¿Qué te parece?

—¡Me encanta!

—Pues que bueno que te guste porque tú lo inspiraste.—Veo que se ruboriza cuando le digo esto. Lo hace siempre que la halago.

—Imagino que ya tendrás todo preparado.

—Sí. Ya tenemos a la diseñadora perfecta que me ayudará a llevar a cabo el proyecto y…

—¿Diseñadora? ¿De quién se trata? —En cuanto me pregunta me dio cuenta de que metí la pata. No quería hablar de eso con ella aún, pero tal vez sea lo mejor no tener secretos.

—Es una antigua amiga. Aunque aún no sabemos si tomará el proyecto —me apresuro a decir.

—Así que una amiga, eh. ¿Y que tan cercanos son?

—Bue… bueno, hace un tiempo salimos, pero no fue nada serio —confieso nervioso.

—La última vez que saliste con una amiga resultó ser una lagartona que solo quería ponerte las garras encima ¿Recuerdas? —dice en un tono muy serio.

De solo pensar en el incidente con Victoria me da escalofríos.

—Esto es totalmente diferente. Hace años que no veo a Rebecca.  Además sabes que eres la única para mí, no tienes que ponerte celosa.

—¡Yo no estoy…! Sabes qué, debo ir a dormir. Hablamos otro día —dijo terminando la llamada.

En ese momento supe que metí la pata.

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