Capítulo 2

Me dirijo a la oficina de papá y, cuando por fin llego, noto que la puerta está entreabierta y se pueden escuchar algunas voces; al parecer mi padre esta con un cliente. No puedo evitar acercar mi oreja a la puerta para escuchar lo que dicen.

—He escuchado que sus aviones son los más seguros señor Manson. —La voz del futuro cliente pertenece a un hombre.

—Así es, mis aviones son los más seguros del negocio, pero somos una compañía familiar bastante pequeña.

—Esa precisamente es la razón principal por la que los he elegido a ustedes.

De pronto noto que Peguie empieza hacer ruidos con el hocico.

—Shh, cállate, nos van a descubrir —le susurro, pero no me obedece y sigue haciendo ruidos, empezando a moverse inquieta.

Veo que está intentando atravesar la puerta y trato de detenerla agarrándola, pero es inútil, es bastante fuerte para su menudo tamaño y me arrastra hacia dentro de la oficina.

—¿Pero qué...? —Mi padre me mira estupefacto mientras intento ponerme de pie y calmar a Peguie al mismo tiempo—. ¿Se puede saber qué estás haciendo Kat?

—Es que vine a buscarte; la puerta estaba abierta y Peguie se puso como loca —balbuceo.

—Ya basta, sabes que tienes que controlar a ese cerdo —espeta mi padre—. Te presento al señor Taylor Evans, nuestro nuevo cliente.

Por un momento me olvidé de que tenemos público presente; me giro para enfrentar al hombre con toda la dignidad que pude acumular, con Peguie más calmada entre mis brazos, y la apariencia del nuevo cliente me dejó sin palabras.

Ese hombre es la personificación de un dios griego con traje de etiqueta. Lo veo reírse, seguro por mi humillante entrada a la oficina, mostrándome sus perfectos dientes blancos. Es casi tan alto como mi padre, tiene el pelo oscuro y ondulado, solo un poco más corto que el mío, una nariz romana y los ojos negros y profundos. Es verdaderamente encantador y sin ninguna duda el hombre más guapo que he visto en mi vida.

En ese momento mi Amelia imaginaria hace acto de presencia en mi mente y me mira con el ceño fruncido, obviamente indignada por mi reacción ante el señor dios griego, es decir, Taylor Evans.

—¿Quién es esta pequeña niña? —dice divertido y de pronto el dios griego no me parece tan encantador.

«¿Cómo qué pequeña niña? Para empezar, yo no soy una niña ni tampoco soy tan baja; bueno si soy más baja que todos mis hermanos, pero soy más alta que Stephanie.»

—Ella es mi hija, Katherine Manson —responde mi padre.

Veo como el dios griego idiota acerca su mano para saludarme y en ese instante, antes de que yo pudiera o quisiera evitarlo, Peguie le clava sus afilados dientes en los dedos. Él emite un gemido de dolor y retira su mano del hocico de mi cerda mientras yo intento no estallar de la risa, ¡te lo mereces!

—¡Kat saca a ese cerdo de aquí!

«¿Por qué nadie entiende que es una hembra

—Lo siento, no sé qué le pasa —mentí parcialmente.

«En realidad, no sé qué le pasa a Peguie, pero no lo siento en absoluto.»

Me voy al otro extremo de la habitación y comienzo a acariciar a Peguie tratando de ubicar el problema y después de unos minutos doy con él; una diminuta y regordeta garrapata está atormentando al pobre animal. Busco un poco de papel para no tocarla con mis manos, la arranco de la piel de Peguie y siento cómo se relaja en mis manos; exprimo el desagradable parásito en vuelto en la servilleta y lo tiro al bote de basura. Suelto a Peguie y me voy al servicio a lavarme las manos. Cuando regreso a la oficina el dios griego ya no está.

«Perfecto, por fin sola con mi padre.»

—¿Y tu cliente ya se fue? —le pregunto fingiendo interés, en realidad espero no volver a verlo nunca.

—Sí, y diste una pésima primera impresión. —Mi padre me mira resignado y se sienta detrás de su escritorio. Yo hago lo mismo y me siento en la silla que antes ocupó el dios griego idiota frente a mi padre.

—Bueno olvidémonos de eso, padre en este momento tenemos que tratar un tema mucho más importante: mi futuro.

—¿Cómo que lo olvidemos? Tu cerdo casi le corta un dedo y pudimos haber perdido un gran negocio por ello —me grita enojado.

—¡Peguie es una hembra! Y no fue mi culpa, ni de Peguie tampoco, una garrapata la estaba mordiendo, además no le pasó nada y tú pudiste cerrar tu trato —le digo haciendo gestos en el aire para dar por terminado el tema—. Y siguiendo con lo importante, ¿sabes qué día es hoy?

—Por supuesto que lo sé —dice mirándome tiernamente—, es el cumpleaños de mi princesa.

—No solo es mi cumpleaños papá, es mi cumpleaños número 21, ¿sabes lo que eso significa?

—La promesa que te hice hace diez años.

—Sí, exactamente eso, la promesa de que hoy me nombrarás miembro oficial de la flota de aviones.

—Así es hija, te lo prometí y pienso cumplir mi palabra. —Lo veo abrir un cajón del escritorio para sacar una llave.

«¡No lo puedo creer, las llaves de mi propio avión!»

Veo que las extiende hacia mí, estiro mis manos y cuando las contemplo emocionada... no son llaves de avión.

—Papá, estas son las llaves de la oficina —le digo mientras frunzo el ceño.

—Así es, ya no serás una simple ayudante de medio tiempo, ahora serás oficialmente mi secretaria y obtendrás un salario justo por tu trabajo —me dice con una sonrisa en los labios.

«¡¿Qué?! ¡Secretaria! ¡¿Todo mi esfuerzo, paciencia y dedicación para que me nombre su secretaria?!»

Puedo oír el crujido de todos mis sueños cuando se rompen en mil pedazos y, como ellos, también mis ilusiones y esperanzas sufren el mismo destino. Pero no, ¡no lo acepto, no quiero aceptarlo y no pienso aceptarlo nunca!

—¡Pero tú me prometiste que me nombrarías piloto tal como todos mis hermanos! —Estoy consciente de que estoy gritando pero no me importa.

—¡Katherine Mary Anne Manson cuida el tono en el que me hablas! —Odio que me llame por mi nombre completo—. Yo nunca dije que serías piloto, dije que serías un miembro más de la flota y eso serás. —Ahora su tono es más calmado, hasta podría decirse que tierno pero que ni piense que voy a ceder tan fácil.

—¿Entonces para qué me enseñaste a volar? —lo digo tratando de fingir un sollozo, recurriré a la lastima si es necesario.

—Bueno porque eres mi hija y volar está en tu sangre, pero una cosa es que vueles un avión bajo mi estricta supervisión y otra muy distinta es permitir que arriesgues tu vida volando sola. Además, hay algo que no sabes. —Lo veo tomarse de las manos nerviosamente mientras su mirada parece sumergida en el mundo de los recuerdos—. Antes de perder a tu madre le prometí que nunca te pondría en peligro. Tú, tus hermanos y esa promesa son lo único que me queda de ella.

«No puedo creerlo, otra vez con eso.»

—Papá, deja de hablar de mamá como si estuviera muerta, sabes que vive en Boston con su esposo.

—¡¿Y tienes que recordármelo?! —Inquiere con un tono que no logro descifrar, entre molestia y cansancio.

—Esto es inaudito.

Me levanto del asiento y ubico a Peguie, que estuvo dormida durante toda la conversación, tomo a mi mascota en brazos y antes de salir furiosa le dedico una última mirada a mi traidor padre.

—Serás una excelente secretaria hija.

Me doy la vuelta y salgo de la oficina con ganas de matar a alguien.

—¿Puedes creerlo Stephanie? ¿Yo una secretaria? ¿Me imaginas como una secretaria?

—Pues la verdad es que no.

—¡Por supuesto que no! ¡Nadie puede!

—Kat, trata de calmarte y deja de comer pollo frito, vas a ponerte como una vaca.

Paro de caminar de un lado a otro por un segundo, miro a Stephanie como si hubiera perdido el juicio y me aferro a mi balde de Kentucky fried chiken, como si de él dependiera mi vida. Dudo mucho que engorde. Mi madre siempre me dice que tengo el don divino de comer montañas de comida y no engordar ni una libra, además es lo único que puede calmar mis nervios en este momento.

Stephanie como siempre está ahí para aguantar mis rabietas. Es mi mejor y única amiga, aunque al vernos nadie lo creería porque somos como el agua y el aceite. Ella con su larga melena rubia, sus ojos azules y sus pomposos vestidos con diseños de flores, y yo con mi pelo negro, tan corto que ni siquiera puedo hacerme una coleta, mis ojos color ámbar y siempre vestida con blusas deportivas y jeans.

Nuestros gustos también son muy diferentes; ella adora las bandas de chicos, las películas románticas y las revistas de moda; yo prefiero los deportes, las luchas y el rock; como dije antes, como el agua y el aceite.
Pero nuestras diferencias nunca han sido un obstáculo para nuestra amistad.

Nos conocimos en las clases de cotillón de mi madre a la tierna edad de 7 años, mamá me regañaba por haber devorado, con las manos, yo sola el pastel que se supone era para servirle a todas al final de la clase mientras que aplaudía los perfectos modales de la dulce Stephanie, al principio la odie como a todas, pero cuando todas las niñas se burlaron de mí por estar embarrada hasta las medias de pastel, ella fue la única que me defendió y hasta me ayudó a limpiarme o a intentarlo.

Para mi sorpresa resultamos ser vecinas; ella vivía a cuatro kilómetros de mi casa y además su papá también era piloto, en definitiva, nuestra amistad estaba predestinada.

Ahora estoy en su habitación rosa, rodeada de sus posters de modelos y personas famosas, y deseando por primera vez   en mi vida ser huérfana.

—En todo su matrimonio nunca se pusieron de acuerdo, pero cuando se trata de arruinarme la vida son como Batman y Robin.

Mis padres se divorciaron hace casi 10 años. No fue una gran conmoción para nadie, la verdad mis hermanos y yo hasta oramos para que así fuera, se pasaban todo el tiempo discutiendo y volviéndonos locos a todos. Cuando nos dieron a elegir con quien queríamos vivir todos elegimos a papá, eso le sentó muy mal a mamá a al principio, pero entendió que no lo podíamos dejar solo.

Papá no se tomó también como ella la separación, no porque aún la amara, sino porque para él el divorcio era un fracaso, y como ex militar, los fracasos no son aceptables.

Al final mamá se mudó a Boston donde fundó una escuela de modales para señoritas y se volvió a casar. Siempre vamos a visitarla en vacaciones y navidad. Papá por otro lado se niega a casarse de nuevo, todos sabemos que tiene miedo de fracasar otra vez, pero él no lo acepta, dice que nadie querrá unir su vida a un viejo cascarrabias y, aunque lo de viejo cascarrabias no lo discuto, aún es muy atractivo; Loretta está loca por él, pero es muy tímida para decírselo y él muy tonto para notarlo. Pero la vida sentimental de mi padre no es lo que me preocupa sino cómo convencerlo de que mi lugar está dentro de un avión y no de una oficina.

—Cálmate, dando vueltas por toda la habitación y comiendo pollo hasta la muerte no conseguirás nada. Mejor toma estos días que tu padre estará fuera para pensar mejor las cosas —me dice Stephanie desde la cama.

—¡¿Calmarme?! No puedo calmarme estoy furi... ―Me quedo paralizada con la frase inconclusa y un muslo de pollo suspendido en el aire, miro a Stephanie con el ceño fruncido―. Un momento, ¿cómo que fuera?

—Sí, mañana nuestros padres viajarán a Nueva York para la convención de pilotos como cada año, ¿acaso lo olvidaste?

Claro, la convención ¿cómo pude olvidarlo? Papá estará fuera unos días, los suficientes para hacerle cambiar de opinión. Lanzo el balde ya vacío de pollo frito por los aires y corro a sentarme en la cama justo al lado de Stephanie con una sonrisa en mi rostro, ella palidece al instante.

—No me gusta esa mirada —me dice temblando.

—Tengo una excelente idea —le digo con la sonrisa aún más amplia.

—No me gustan tus ideas.

—Ésta te encantará, ¡es perfecto! Mientras papá esté fuera yo pilotearé uno de los vuelos programados y cuando vea el buen trabajo que hice abandonará esa absurda idea de hacerme secretaria y me hará piloto, ¡es brillante!

No puedo evitar chillar de la emoción, aunque Stephanie no se ve tan entusiasmada como yo y esto quizás se deba a que la mayoría de mis ideas no terminan muy bien.  Pero la ignoro y me paro de la cama de un brinco para hacer el baile de la victoria.

—¿Estás totalmente segura de que funcionará?

—Cien por ciento.

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