Capítulo 14

—¡Rápido! ¿Qué esperan? —insiste la mujer alta y esbelta, vestida con ropa de safari mientras abre la puerta trasera de su vehículo para nosotros.

Aunque ambos estamos igual de sorprendidos y confundidos, Kat y yo subimos rápidamente y el hombre que conduce se pone rápidamente en marcha.

—¿Cómo están los dos? Espero que hayan disfrutado su estadía en nuestra isla —dice la mujer de unos treinta y tantos de cabello rojo amarrado en una coleta, de ojos verdes y rostro amable—. Yo soy Rhonda Smith y él es mi esposo, Albert Smith —señala al conductor de pelo canoso de, unos veinte años mayor que ella.

—Mucho gusto, yo soy Taylor Evans y ella es Katherine Manson —nos presento.

—¿Cómo que su isla? —pregunta Kat confundida—. ¿Qué no estamos en una isla desierta?

—Bueno, tal vez estaba desierta cuando ustedes llegaron porque no estábamos aquí —dice sonriendo—, pero está isla nos pertenece.

—¿Y cómo nos encontraron? —pregunto intrigado.

—Llegamos hace dos días de Europa y me puse a revisar la cámara, entonces vi el video de su aterrizaje —responde Albert—. Al principio creí que eran contrabandistas pero luego de ver un poco más el video me di cuenta de que solo se habían quedado varados y con la amenaza del huracán no podíamos dejarlos allí por más tiempo, ¿y ustedes porqué aterrizaron aquí?

—Fue un aterrizaje de emergencia, a nuestro avión lo golpeó un rayo —contesta Kat.

Mientras el auto avanza por el bosque la lluvia cae cada vez con más violencia y parece que los árboles nos van a caer encima. Afortunadamente este auto es lo suficientemente fuerte para atravesar ágilmente los caminos fangosos llenos de piedras y ramas.

En un movimiento brusco producido por la turbulencia del vehículo Kat y yo no podemos evitar chocar el uno con el otro y ella cae estrepitosamente en mis piernas.

—Lo siento —dice ella sonrojada, levantándose de mis piernas y acomodándose en el asiento.

«Rhonda es una persona alegre y parlanchina, se pasa casi todo el trayecto hablando de cómo ella y Albert se conocieron, ignorando por completo el panorama mientras que nosotros estamos aterrados. Su esposo por su parte es más reservado y solo asiente con la cabeza y responde "sí cariño" a todo lo que dice su esposa; a  pesar de la diferencia de edades parece una pareja feliz.»

Después de casi cuarenta y cinco minutos de trayecto nos detenemos frente a una gigantesca pared de arbustos, ésta se abre lentamente permitiéndonos visualizar una enorme mansión de diseño moderno, rodeada por un inmenso jardín con un círculo de aterrizaje para helicópteros en el centro.

Estoy literalmente sin palabras, esta casa es más impresionante que la casa de mis padres, jamás pensé que un lugar como este pudiera estar escondido en esta isla; Kat por su parte está a punto de gritar del asombro, estoy seguro de que nunca ha visto algo ni remotamente parecido a esto.

Albert conduce hacia la entrada y la pared de arbustos vuelve a cerrarse detrás de nosotros. Una vez en la puerta salimos corriendo del auto, escapando de la lluvia, y entramos en la casa con Rhonda mientras Albert conduce el auto a la cochera.

—Espero que se sientan cómodos, no recibimos muchos invitados pero la casa es muy acogedora. Pueden sentarse junto a la chimenea para calentarse mientras yo busco algo de comer, tienen estar hambrientos. Debió ser horrible estar viviendo en ese avión por más de dos semanas. —Rhonda desaparece en lo que asumo es la cocina y nos deja solos en el enorme salón.

La casa está decorada con un estilo rústico exquisito con muebles de caoba fina. Veo a Kat alejarse de mí temblorosa para frotarse los hombros frente al fuego de la chimenea, se ve tan frágil y delicada que me dan ganas ponerme detrás de ella y calentarla yo mismo, pero no creo que esa sea una buena idea así que solo me siento junto a ella.

—Esta casa es hermosa —comenta impresionada—. Aunque esto no debe ser nada para ti —dice volteando la mirada hacia mí.

—La verdad esto es mucho más impresionante que cualquiera de mis propiedades.

—Traigo chocolate caliente —anuncia Rhonda en tono cantarín entrando al salón con una bandeja con dos tazas con crema batida encima.

Después de tomarnos el delicioso chocolate de Rhonda, ella nos encamina hacia arriba, abre la puerta de una de las habitaciones y nos invita a entrar.  La habitación en cuestión es enorme con una cama matrimonial con sábanas de seda y un balcón con puertas de cristal.

—Esta habitación es bellísima —dice Kat totalmente maravillada.

—Me alegra que les guste, ahora los dejo solos para que se refresquen.

—Espere, ¿este dormitorio es para mí o para él?

—Pero yo pensé que ustedes estaban...

—¡No! —ambos décimos al unísono.

—Oh, como lo siento, mi error —exclama Rhonda avergonzada—. Le dejaremos este cuarto a la señorita y tu Taylor ven conmigo. —Me guía hacia la habitación continua a la de Kat, que es exactamente igual pero con una cama más pequeña.

Le agradezco por su hospitalidad y cierro la puerta en cuanto se despidió. Después de darme un terapéutico baño caliente me pongo una bata de baño azul que veo colgada; me siento al pie de la cama y mientras me seco el pelo me doy cuenta de que hay una puerta que conecta ambos dormitorios, me acerco a ella y giro la perilla; para mi sorpresa no tiene seguro así que se habré al instante, puedo ver a Kat cubierta con una bata de baño blanca parada frente al balcón observando la insistente tormenta, de repente un estruendoso trueno acompañado por relámpagos retumba en la habitación haciendo que Kat lance un grito asustada.

—¿Estás bien? —le pregunto entrando estrepitosamente al cuarto.

—Sí, sí, claro, no me asuste ni nada —dice tratando de disimular sus nervios—, espera, ¿cómo entraste?

—Oh, es que estoy en la otra habitación y hay una puerta que nos conecta —le digo señalándola—, pero si quieres me voy.

—No, entra —me invita, le tomo la palabra y ambos nos sentamos al lado de la cama—. ¿Y qué piensas de los Smith? —pregunta.

—Bueno creo que son un poco excéntricos, pero fueron muy amables al ayudarnos.

—Yo creo son lindos y que son muy felices juntos. —De pronto se queda pensativa—. Al fin saldremos de aquí y tú irás a las Bahamas como querías.

—Así es...

—Espero que no me demandes —dice sonriendo.

—Descuida, no lo haré.

De repente otro relámpago estalla ruidosamente y Kat se lanza hacia mí de forma instintiva; yo la sostengo entre mis brazos y ambos nos quedamos mirando fijamente el uno al otro por unos segundos.

Miro sus labios entreabiertos y todo lo que pienso en este momento es en besarlos, me inclino despacio hacia ella, dándole tiempo a que me de alguna señal de que no está interesada, como un golpe o un movimiento, pero ella se queda intacta.

Empiezo rozando mis labios con los de ella tiernamente tentando el camino, probando su delicioso sabor, luego empiezo a explorar un poco más, ella pone sus brazos alrededor de mi cuello y se pega a mí lo suficiente como para poder sentir sus pequeños senos contra mi pecho a través de nuestras batas.

Me sujeto de su cintura mientras me abro paso en su boca con mi lengua. Ella intenta seguirme el ritmo pero es muy inexperta y eso me divierte un poco, el beso se prolonga por unos minutos que me parecieron horas, acaricio la curva de su cintura por unos instantes y dejó que mis manos suban por su cuerpo hasta colocarse en el nudo de su bata.

Un pequeño diablillo en el hombro izquierdo me dice que desate el nudo mientras que un pequeño angelito me dice que me detenga; por desgracia le hago caso al estúpido ángel y termino el beso abruptamente antes de cambiar de opinión. Kat abre los ojos lentamente y se queda mirándome jadeante.

—¿Mucho mejor que los otros dos chicos? —le pregunto con una media sonrisa y las cejas levantadas.

—Tal vez...

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