Capítulo 10
¿Qué diablos fue lo que comí?
Desde que caí desplomado al suelo, de la forma más humillante posible, solo puedo sentir dolor y náuseas.
Estoy tan aturdido que apenas si siento mi cuerpo y hago todo lo posible por no depositar todo mi peso sobre Kat mientras me arrastra por el sendero de regreso al avión. Mi visión está borrosa y todo a mi alrededor da vueltas, ni siquiera con la peor de mis resacas me he sentido tan mal.
—¿Estás bien Taylor? Ya casi llegamos —me dice preocupada. Yo intento responderle pero mis labios no me lo permiten.
En poco tiempo llegamos al avión, hago un esfuerzo sobrehumano para ayudar a Kat a recostarme en uno de los asientos.
—Bien, ya llegamos —anuncia, colocándome los pies encima del asiento para quedar totalmente acostado—. Supongo que faltaste a la clase de bayas venenosas en los Boy scouts —me dice con un tono del que no estoy seguro si es enojo o sarcasmo, mientras revisa mi temperatura con el reverso de su mano—. Estas ardiendo en fiebre, iré a buscar el botiquín y unas compresas de agua fría para bajartela.
Muy a mi pesar se aparta de mi lado y sale del avión; el toque de sus manos se sentía cálido en mi rostro... Con dificultad alzo mis manos para acariciar la parte que ella había tocado y noto que mis labios están mucho más hinchados de lo que deberían. Busco un pequeño espejo en el bolcillo de mi camisa y lo pongo a la altura mi cara para ver la magnitud del daño que habían causado las malditas bayas en mí.
«Ojos rojos, pupilas dilatadas, ojeras, piel pálida; parece que fumé todo un kilo de marihuana; y mis labios, ¡oh por Dios, parezco Angelina Jolie!»
Escucho a Kat entrar nuevamente al avión, así que guardo el espejo otra vez en mi bolsillo.
—Bien Taylor —«Me encanta escucharla decir mi nombre»—, toma estas pastillas. —Me echa las pastillas en la boca y me acerca un vaso de agua para que pueda tragarlas—. Ahora a enfriar tu cuerpo para que te baje la fiebre.
Desabrocha los botones de mi camisa hasta dejarla completamente abierta, puedo ver el rubor el sus mejillas al ver mi torso desnudo, eso me hace sonreír; internamente claro ya que mis labios aún no responden; pero a la vez me siento incómodo por su escrutinio.
Estoy acostumbrado a ver el deseo en las mujeres al ver mi cuerpo y me gusta la sensación que eso me causa, pero también estoy acostumbrado a verme mucho más atractivo en esas situaciones. En este momento solo soy un saco de papas hinchado del que todas se alejarían, todas menos ella, la dulde Kat. En este momento me arrepiento de lo estupido que fui desde el principio, ¿cómo pude haberla confundido con un niño la primera vez que la vi cuando es obvio que es una mujer en toda la extencion de la palabra?
Me estremezco un poco al sentir las compresas frías rozar mi frente y mi pecho mientras mi mirada sigue fija en Kat.
No puedo creer que una chica tan insoportable y testaruda pueda ser tan inocente y tierna a la misma vez; si pudiera la besaría en este instante.
—¿Y tú que me miras? —me pregunta al percatarse de mi escritinio—. No te equivoques, esto no significa nada. Tengo cinco hermanos así que estoy acostumbrada a ver hombres semidesnudos. —Lo dice tan rápidamente que apenas puedo entenderla, una clara señal de que está mintiendo y no está acostumbrada en lo absoluto a esto.
Continúa remojando las compresas y poniéndolas en mi cara y cuerpo, con la mirada sigo cada movimiento y me estremezco con cada roce de sus dedos. Si pudiera la observaría por días, pero desgraciadamente mi lucha con el efecto adormecedor de las pastillas que me dio hace unos minutos ha culminado y el sueño está a punto de vencerme.
—¿Te estás durmiendo, cierto? —me pregunta con voz suave y una media sonrisa los labios—. Eso está bien, es buena señal. Duerme un poco y cuando despiertes te sentirás mucho mejor. —y así lo hice.
Debo decir que tenía toda la razón, después de unas horas durmiendo me despierto totalmente renovado; mi cuerpo ya no se siente caliente por la fiebre y la hinchazón de mis labios desapareció.
—Creo que ya hasta puedo... —«¡Oh por dios, puedo hablar!—. ¡Sí! —exclamo emocionado.
—Veo que alguien ya se siente mucho mejor. —Kat entró al avión en ese instante.
—Todo gracias a ti. —Aprovecho que se acerca a tomarme la temperatura para acariciar sus mejillas ahora sonrojadas.
—Yo... yo... —Su nerviosismo me hace sonreír, está claro que no está acostumbrada a este tipo de aproximaciones, no me sorprendería que aún fuera virgen.
Cambio mi posición de acostado a sentado sobre el asiento para poder mirarla mejor a los ojos y sostener su cara con mis dos manos.
—A pesar de que intentas ocultarlo por todos los medios, es inegable que eres la chica más dulce que he conocido en toda mi vida. No sé cómo pagarte lo que hiciste por mí. —Poco a poco me voy acercando más y más mi rostro al suyo mientras ella se queda inmóvil—. ¿Puedo besarte? —Estoy a punto de tocar sus labios con los míos cuando siento que sus dedos forman una barrera que lo evita.
—¡Espera! —La preocupacion y la angustia invaden y expresión.
—¿Qué pasa? ¿No quieres besarme? —le pegunto confundido. ¿Acaso fui muy brusco? ¿La he asustado?
— Sí, sí quiero, pero... lo que pasa es que...
—Acaso ¿Nunca has besado a alguien antes?
—¡Qué! ¡Claro que sí he besado antes! he besado muchos chicos... algunos chicos... bueno dos chicos, pero esa no es la razón por la que no puedo besarte. —Ella baja un poco la cabeza.
—Y entonces ¿por qué? —Pongo mis dedos en su barbilla y la insto a volver a mirarme.
—Taylor es que yo... no se suponía que fuera tu piloto —dice con un dejo de culpabilidad.
—¿Y qué? No me importa si los itinerarios se confundieron o lo que sea, que tú hayas piloteado mi avión fue lo mejor que me pudo haber pasado —digo animado.
—No, es que tú no entiendes. —Se aleja de mi y empieza a dar vueltas por todo el lugar como si estuviera buscando las palabras correctas para explicarme lo que sea que este pasando, mientras yo la miro sin evitar sonreir al ver lo hermosa que luce cuando está nerviosa. al final se decide y vuelve a hacercarse a mi—. Taylor, no se suponía que yo fuera tu piloto porque "técnicamente" no soy piloto.
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