3. Junio, 1997
Fueron unas pocas palabras primero. Tentativas, inseguras, caminando sobre hielo frágil que podría quebrarse en cualquier momento. Tomó varios intentos hasta que esas palabras se convirtieron en conversaciones cortas, y tanto más para que estas se transformaran en el tipo de charla que uno podría tener por horas.
Los martes y jueves dejaron de ser suficientes y decidimos intercambiar números de teléfono para continuar con lo que habíamos iniciado casi de casualidad. Y así fue como el tiempo empezó a esfumarse entre nuestros labios, contando anécdotas y llenando los silencios con bromas que solo nosotros comprenderíamos. A veces, en aquellos días en los que recaían los ánimos, hablábamos de nuestros demonios. Los pintábamos de colores para que ya no causaran tanto daño.
Las llamadas ya no alcanzaban a contener nuestro universo. Porque era nuestro, Isaac. Construido con un mar de letras apiladas y emociones que no llegábamos a comprender. Emociones que todavía no comprendo del todo, pero que siguen allí, alimentando mis deseos.
Al final, decidiste invitarme a salir. Recuerdo que tuve que convencer a papá con siete argumentos distintos y una lista de razones que todavía no olvido. Día, tarde y noche le insistía. Volvía al ruedo mencionando lo mucho que tu presencia me había ayudado en estos tiempos. Cómo te habías convertido en el único amigo que tenía a mi lado, después de todo lo que había sucedido y de todo lo que había sido destrozado. Que tú sabías exactamente por lo que estaba pasando y que eras el único que lograba hacerme sonreír, a pesar de todo.
No sé si fueron los motivos o si se cansó de escucharme hablar de ti, pero me dio el permiso por el que había estado rogando. Corría noviembre de 1995, una época turbulenta para ambos. Pero para diciembre era oficial: ya no éramos más extraños. Por fin, nos habíamos encontrado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top