Etapa 7: La bestia de Casia

Más allá de las cuatro paredes que encerraban la locura de Casia, el mundo solo era una sombra de lo que fue aquel horus. Lo que para los demás serían solo unas cuantas horas del horror al final de mes; para ella sería toda una vida de incertidumbre, donde no confiaría ni en la vida ni en la muerte.

Casia se había abandonada así misma, ¿cómo no?, si ella era como mi amada Danae: fuerte pero jamás capaz de soportar lo que no era humano, lo que no podíamos comprender. ¿Qué podía hacer un ente vacío como yo? Solo observar desde un segundo plano intangible.

Pasó lo inimaginable en aquel cuarto donde se encontraban ocho velas derretidas que alguna vez alumbraron vida. Tanto Casia como yo pensábamos que las risas enfermizas, los rostros agusanados que sonreían malévolamente, el avistamiento de cosas que iban y venían por las paredes junto al dolor de la carne troceada y la delicada piel descarnada serían suficiente para coronar la macabra realidad. Fuimos muy ingenuos, como siempre les pasa a aquellos que son buenos.

Casia fue poseída por algo superior; quizá la Noche que le arrebató la vida hace tantos años quería jugar con una pobre pieza rota y vacía. Jaló sus cabellos hasta el punto en que el cuero cabelludo se convirtió en una fuente sanguinolenta de hebras oscuras. Casia estaba consciente, lo sabía, lloraba por su condena mientras tocaba su rostro con aflicción tratando de apartar algo invisible que recorría sus facciones demacradas. Con un andar salvaje y feroz, se acercó gritando a un espejo de aspecto sucio que colgaba en una pared de aquel infierno.

Jamás imaginó convertirse en el terror de aquel horus. Ella solo esperaba resguardarse entre sus sábanas y esperar que el mañana llegase. Cuando Casia observó lo que reflejaba el espejo, los ojos de la criatura se clavaron en los suyos.

Eran rojos, sin ápice de poseer un alma dentro suyo, pero eran sus ojos. Los ojos de mi querida Casia encerraban a la bestia, ese ser que no era ni Noche ni Alba, ni del mundo de los vivos o los muertos. Eran los ojos de la bestia que existía en cada uno y que temíamos con cada fibra débil de nuestro ser...

Lo desconocido.

E iba más allá de cualquier espanto conocido alguna vez en todos los años de la miserable existencia humana. Aquello era lo único que movía al hombre.

En el plano espectral en el cual me encontraba, salí en búsqueda de alguien, que no podría salvar a Casia pero si contar su historia.

Acurrucada en una esquina de su hogar, se encontraba una arrugada figura a la cual los años le habían arrebatado la belleza que da la juventud. La vieja Euria reconoció mi aparición al instante y con temor pronunció mi nombre:

—Andra...

—Ve y cuenta la historia de Casia, por favor. Salvemos su recuerdo, al menos. 

Palabras: 485

¡Ya esta muy cerca el final de Las Noches de Casia! Esta experiencia ha sido grata para mí, ¡me da escalofríos de solo leer! Deseo mejorar continuamente en este camino de la escritura y creo que desafío como La hora del terror II propician la creatividad. 

¡Ahora solo queda sobrevivir un horus más! O en el caso del desafío, ya solo queda la etapa 8. De la etapa 7 (que es esta) quedan los finalistas del desafío y solo algunos sobrevivirán. ¡Veremos si Las Noches de Casia se convertirá en una leyenda de horror! 

¡Gracias por leer! 

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