Etapa 2: Gritos del horus.
Con los últimos rayos de luz de un atardecer muriendo en el horizonte, la oscuridad es la única capaz de encontrarte.
Las velas resultan estrellas en la tierra, colocadas por las ventanas y puertas del pueblo. Allí parpadeantes, protegiendo a niños y adultos de pesadillas de muerte y sueños tranquilos que nunca llegarán.
El horus más oscuro había iniciado en cuanto el sol expiró entre las tinieblas.
Y ahora, en la absoluta soledad de paredes frías y un techo que imita ruidos de rasguños, suspiros y lamentos, son ocho las velas que representan mi única compañía. Cuando entro en el catre de hierro donde descanso, el contacto con las sábanas provoca un escalofrío por todo mi cuerpo, como si una mano muerta diera un paseo por toda mi piel.
Espero, solo espero caer dormida entre sueños que resultan una eternidad en aquel horus. Esperando que sea la inconciencia la que me tome antes que los gritos horripilantes de las Noches. Siento repentina desesperación cuando el silencio es tan fuerte que sobrecoge a mi persona. Deseo escuchar la canción de Euria para tranquilizar el miedo; suave y alegre, pero con tormento obligatorio sin razón evidente.
El juramento de las Albas sale de mis labios repetidas veces, como una súplica incansable:
"La oscuridad está alrededor, pero nunca en mi ser
Y como el alba, emergeré del oscuro horus y renaceré como luz
Y mi muerte no será para las Noches".
Palabras que se vuelven vacías e inútiles cuando el primer grito desgarra la fingida calma del horus, dando inicio a un coro inquieto y continuo de gritos provenientes de la garganta de la misma muerte.
Las Noches están aquí.
Las luces de las velas tiemblan, como si fuesen capaces de percibir el horror de las Noches, y quizás lo hacen.
Repentinamente, entre los gritos y risas siniestras como una sinfonía macabra, el silencio inusual cae sobre la habitación. Y ahora más que nunca el silencio es un ente vivo que se materializa frente a mí; primeros como varias manos, luego con formas corpóreas, y por último en aquel escenario, se presentó un grito de martirio.
La imagen de una mujer aparece y con horror solo puedo mirar. Ella grita, llora y su dolor es tan palpable que quien sufre soy yo. Ella lucha contra algo, y los gritos y alaridos son fuertes, pero ella se calma un momento, comprendiendo el misterioso peligro invisible a mis ojos.
La escena es funesta y dolorosa y, en el momento, cuando se dio cuenta ya era muy tarde, se rindió con un último suspiro de vida.
Las formas desaparecen y ante mi está una única Noche, con su aspecto fantasmagórico y el rostro en una mueca grotesca cubierta de sangre.
¡La hora más terrible continua! Muchísimas gracias por leer Las Noches de Casia.
Etapa 2: 454 palabras
¡Que siga el desafío!
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