Capítulo 7
Cuando la refulgencia era intensa y la percibía frente a mí, abrí los ojos sin siquiera pensarlo. Que arrepentimiento, preferí en ese instante arrancarme los ojos y así salvarme de ver la postal de espanto. Frente a mi estaba el rostro destrozado de Stoker Filligan sosteniendo el luminoso material. Su cráneo abierto me dejaba ver que detrás de él estaba la cuadrilla de mineros desaparecidos, en sus ojos blancos, ciegos por la ausencia de luz pude ver como un albor les bañaba el rostro y despejaba las tinieblas; lentamente a mis espaldas, la boca de la mina se volvía a abrir. Corrí desesperadamente hacía la luz. A trompicones me alejaba de la imagen de miedo que había atestiguado, salí de la mina corriendo a zancadas exageradas sin siquiera reparar en los desaparecidos que la cueva convirtió en demonios. Cuando por fin pude ver la claridad del día, me dejé caer sobre mi humanidad y me levanté con rapidez solo para voltear y darme cuenta de que la mina lucía tan aterradoramente normal como cuando la vi a través de la reja. Lloré sobre las palmas de mis manos con marcado ahogo. Volví a caer, pero esta vez sobre mis rodillas, traté de tranquilizarme y me levanté una vez mas solo para sacudir mis polvorientas ropas. Observé que sobre el camino por el que había recorrido hasta la boca de la mina, se encontraban latas de comida percudidas. Reparé que mi mochila se había rasgado y los alimentos se habían regado a lo largo de la entrada a la cueva, los infelices de la tienda me habían vendido comida echada a perder (pensé). Crucé por debajo de la reja para continuar mi camino por la vereda, antes de partir volteé a ver la mina por ultima vez. Lo que me había pasado aplacó mis ganas de viajar, quería volver a casa. Caminé a lado de la mansión la cual lucía un poco mas tétrica y sombría. El enorme cristal de la oficina en donde Stoker se voló los sesos, me hizo recordar el desfigurado y abierto rostro del escoces.
Creo que lloré gran parte del camino de regreso al hotel. La advertencia del viejo se había cumplido, no volví siendo el mismo, había quedado marcado. Mi salud mental estaba en ese momento inestable. Creí que enloquecería y perdería por completo la razón. Antes del anochecer salí del bosque y me fui directo al hotel. Mi mirada estaba clavada en mis pasos, sobre el pavimento húmedo de las calles, sin embargo; noté algo extraño que no podía explicar en la pequeña ciudad a mi regreso, sentí como la gente me observaba con temor y asombro. Se alejaban de mí y murmuraban como si fuera una especie de espectro. Me detuve en un aparador para mirar mi reflejo y este no me decía nada fuera de lo habitual, podía ver claramente mi rostro y mi figura. Todo en completo y vil orden. No comprendía el extraño comportamiento de los pueblerinos. La sorpresa de los eventos que a continuación narraré me tiene en un estado de completa confusión, pues no hay explicación posible, y la redacción de este escrito me ha sido encomendada por un grupo de gente que estudia mi caso, y los cuales, me tienen recluido en un sanatorio mental al no creer la versión de mis hechos. Prosigo con la narración de los eventos. Después de ser examinado de forma por demás incomoda por los habitantes que me topaba en el camino de vuelta al hotel, decidí apresurar mi andar, recoger mis cosas y esa misma noche salir de HumbleMount. En ese momento entendí los rumores acerca del porque su gente era extraña y de formas poco decentes, pero he confesar también que no sabía sus razones y ahora los comprendo.
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