Cuentan...
Cuentan que hace mucho tiempo un terrible sultán fue maldecido al nacer por una vieja horrible. La vieja, envidiosa de los padres del sultán, maldijo al hijo que en un futuro heredaría el trono con una maldición que no podía romperse con nada: al cumplir los dieciséis años el muchacho desarrollaría una libido insaciable. Buscaría por todos los rincones del reino a todo hombre y a toda mujer para saciar su apetito sexual, así sería por toda su vida hasta su muerte.
Tal y como la vieja dijo se hizo, y el sultán al cumplir sus dieciséis años no paraba de llevar a su cama a todo hombre y toda mujer que pasara cerca de su palacio. Tanto era el fuego en la entrepierna del gran señor que normalmente no terminaba satisfecho luego de una noche entera de placeres carnales. Era tanto su coraje por no poder apaciguar su deseo que culpaba a su compañero de copulación diciéndole: "tu no sirves para el sexo, por ello te sentencio a morir mañana temprano".
Y dicho y hecho. Todas las mañanas, temprano, en el patio del palacio, un hombre o una mujer eran decapitados por culpa del insaciable sultán.
Fueron al palacio gentes conocedoras del arte en la cama, sabios de las treinta y cinco posiciones, cocineros ilustrados en los alimentos afrodisíacos, mujeres del áfrica, hombres del norte, parejas y grupos completos, no había nadie que pudiera apagar el fuego del sultán.
Pasaron los años...
Vivían en el reino un par de hermanas tan bellas como la luna clara en el cielo, una se llamaba Ranizetin y la mayor era Sherezada. Las dos hermanas habían escuchado sobre lo que le sucedía al sultán y por ello evitaban acercarse mucho al palacio. Pero un fatídico día un grupo de guardias reales irrumpieron en la casa de ambas hermanas y dijeron con voz tronante:
-¿Son ustedes mujeres de bien, servidoras del sultán y de sus pies?
Ellas dijeron:
-Sí somos.
Ellos decidieron llevarse entonces a Ranizatin para que copulara con el sultán aquella noche, pero, su hermana Sherezada, les impidió la intención a los guardias con las siguientes palabras:
-No se lleven a mi hermana, pues ella tiene piojos allá en dónde no llega la luz y podría contagiar al sultán.
Claro, que lo que decía Sherezada era una mentira, pero era necesaria para salvar a su hermana.
-Tenemos que llevarle una mujer a nuestro señor el día de hoy, si no llevamos a una, nos cortará la cabeza y se la dará de comer a los leones.
Sherezada entonces les dijo que ella iría con ellos en lugar de su hermana. Los guardias aceptaron, Ranizatin lloró mucho pero nada impidió que los guardias levaran a la inteligente Sherezada al palacio del rey.
Llegaron los guardias al palacio y procedieron a hacer lo que tenían que hacer: llevaron a la joven y bella Sherezada a la cámara del sultán y cerraron la puerta para que no pudiera escapar.
-¿Quién eres tú?
Preguntó el rey al ver a la hermosa joven.
-Oh gran señor, rey de la tierra y la luna en el cielo, soy tu sierva Sherezada, y vengo a servirte.
El sultán entonces, poseído por un deseo sexual incontrolable saltó sobre la mujer con el deseo de quitarle la ropa, pero esta le detuvo diciéndole:
-Perdonadme, oh hermoso rey de oro, pero esta noche vengo a ofrecer un servicio aún mejor que el sexo carnal.
El rey se rió de forma ruidosa, su risa se escuchó hasta afuera del palacio.
-¿Qué puede ser mejor qué el sexo carnal?
Preguntó. Sherezada que era muy inteligente le dijo:
-Si me hace el favor de sentarse, y prestar atención a lo que contaré, veréis muchas y vastas delicias mil y una veces mejores que el sexo carnal, que el sexo carnal es más para los animales y la gente común, hay en mi conocimiento relatos y cuentos que son la delicia solo de reyes y sultanes brillantes y hermosos como su majestad.
-¡Ea pues, mi buena Sherezada! Muéstrame esos relatos que dices que estoy impaciente de oirlos. Pero escucha bien, si uno de esos relatos me aburre o no ayuda a apagar el fuego que hay en mi palote, juro por tu belleza que te lanzaré a los cocodrilos.
Sherezada sonrió tras su velo.
-De lo único que debe preocuparse, mi señor, es de no mojar mucho sus finos ropajes.
Dicho esto, Sherezada empezó con su primera historia.
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