Capítulo 4

Jamás pensé que la foto llegaría a tanto, pero era obvio que subestimé el poder de un meme. Al llegar al restaurante, nos sentaron en una mesa junto a una pared debajo de un televisor en donde pasaban las noticias. Había una fiesta de jubilación, así que era el único sitio en donde podíamos estar sin colarnos en aquella reunión. El camarero, un chico más o menos de mi edad, nos tomó la orden. Incluso, pude jurar que solo le sonreía a Val. Todo iba bien hasta que fue mi turno de hablar, su expresión cambió a una que no pude descifrar.

—Yo quiero unas papas fritas cargadas —dije y le sonreí. Me percaté de mi error cuando abrió la boca sorprendido.

—¡Eres la del meme! —exclamó y acto seguido dejó su libreta y bolígrafo sobre la mesa para sacar su celular—, jamás me había encontrado a un meme andante.

Se volteó sin darme un momento para reaccionar y se tomó un selfie. Miré a mis amigas, ellas con tan solo leerme la cara entendieron que tenía un conflicto de emociones. Por un lado, estaba enojada por la foto, por otro, tenía la sensación de que ese era mi fin. El miedo seguía ahí, abrazándome e intentando crecer a como diera lugar. Ignoré los pensamientos antes de que me dejaran paralizada por el temor. No tenía idea de que tan grande era la situación, pero ya me hacía una idea.

—Borra la foto —comentó Val, pero el camarero miraba embobado su celular. Mi amiga alzó la voz—: Borra la foto o esto se pondrá feo.

—Tengo derecho a tomarme una foto —dijo guardando su celular y agarrando su libreta—, ¿desean algo más?

Esta vez Liv se levantó y recogió sus cosas, Val la imitó y yo, aunque sentía que me iban a fallar las extremidades si me ponía de pie, también. Ella me agarró del brazo mientras salimos del restaurante a la par que Liv, insultaba al camarero. Los que celebraban su jubilación se quedaron callados, observando la escena mientras sostenían sus bebidas. Eché un último vistazo antes de salir del sitio, un hombre cuatro veces mayor que el chico le reclamaba. Me hubiera gustado sonreír ante aquello, pero no podía; mi cara estaba entumecida.

Tomé una bocanada de aire muy grande y al mismo tiempo mis oídos abrazaron los ruidos de la calle. Caminamos en silencio, no me atreví a decir nada y por suerte, ellas sabían que me costaba expresarme cuando me ocurrían cosas impredecibles.

El día se había ido a la mierda desde que me desperté, de eso no había duda. Lo que más me molestaba era que no respetaran mi privacidad. ¿Tan difícil era preguntar si quería tomarme la foto? No. Aunque igual me hubiera negado, ser buena gente no era tan complicado. No. Esta persona decidió que yo tenía el mismo valor que una cosa y punto. Me detuve en seco. El entendimiento me dejó atónita. Sí, ellos solo me veían como un meme y el ciclo de uno no era predecible porque dependía de lo que la sociedad definiera qué era lo que causaba gracia en el momento; así como también tenía que ver cuánto duraba siendo relevante. Paré en seco.

—¿Estás bien? —preguntó Liv dando unos pasos hacia mí, no se había dado cuenta de que me detuve.

—No, ahora soy un chiste con patas —respondí y para que se quedaran tranquilas añadí con la vista fija en el suelo—: podré esperar a que la gente me olvide.

—Eso servirá a la larga, pero esto no puede seguir así —intervino Val quién seguía a mi lado—, te reconocen Mara, puede que el meme muera, pero mientras te seguirán señalando.

Asentí. No añadí nada, porque era la cruda verdad.

—Ella tiene razón. —Liv se había acercado a mí y colocó sus manos sobre mis hombros—, buscaremos una solución.

Alcé la cabeza y un par de lágrimas rodaron por mi mejilla. La miré a los ojos y dejé que el llanto saliera de mí.

—¿Cuál solución? —Me limpié las lágrimas con el costado de mis manos—. Estoy desempleada, me van a echar del piso, soy un meme, ¿cuál solución?

—Vamos a tu casa —sugirió Val, al caer en cuenta de que estaba alterada.

Mis amigas sin más pidieron un taxi. Mientras tanto, pensé en Pedro y me pregunté si él había corrido por la misma suerte. No se lo deseaba a nadie, incluso a él, que ya me caía un poco mal y no solo por lo de anoche. No sabía a ciencia cierta quién subió la foto o la hizo viral, así que no podía descartarlo como posible culpable. Tampoco me sentía capaz de buscar a quién señalar, era absurdo, e incluso reconocía que todo podía haber sido una mera casualidad. El problema con esas cosas era lo impredecible que podría llegar a ser; si hubiese intentado hacerme viral, no lo hubiera conseguido.

Cuando cerré la puerta del auto, ya había dejado de llorar. Me tenté en contarles a detalle sobre lo ocurrido, pero no lo hice porque no quería que el conductor se metiera en la conversación o me reconociera. Tenía ese miedo que ahora crecía dentro de mi cabeza, no me gustaba y la verdad era que rompía con ese sueño tonto de la infancia de volverme famosa que descarté cuando cumplí quince.

El trayecto a mi edificio se hizo largo y la radio no ayudaba a quitar el fastidio. Quería llegar a mi casa y hablar con mis amigas lo más pronto posible, sabía que al hacerlo me sentiría mejor o, por lo menos, me convencería de estar más cerca a solucionar todo esto.

Una vez en mi apartamento, me senté en el medio del sofá y ellas se sentaron a mi lado. Suspiré en un intento de agarrar fuerzas para contarles todo. Les dije lo de Pedro, desde que lo conocí y la fiesta, luego añadí el detalle del flash y mis sospechas de que, en aquel momento, alguien decidió fotografiarnos. Aproveché para mencionar las pesadillas con mis padres, porque ya que estaba no me iba a caer mal soltarlo todo. Ambas me escucharon con atención y sin interrumpirme.

—Por lo que veo el meme es solo una gota más en el vaso de agua —dijo Liv una vez terminé de hablar—, pero eso no quiere decir que es el fin del mundo.

—Sé que no es el fin del mundo. —Suspiré con pesadez—, es solo que no me gusta todo esto y, siendo honesta, no le veo salida. Esperar a que me olviden es la única solución.

—¡Tengo una idea! —gritó Val de la emoción—. Sigo a varias cuentas de memes, así que puedo ver si ya han publicado la foto y así intentar entender mejor la situación.

—Si te parece una buena idea, dale —acepté insegura.

En parte, tenía razón, todavía no entendíamos la magnitud del problema. Existía una alta probabilidad de que fuera cosa del azar, pero lo que me preocupara era lo que el destino tenía guardado debajo de la manga. Miré ansiosa a Val, con mi corazón martillándome el pecho. Para mi desgracia, no tuvo que buscar a ninguna cuenta, ya que desde su página de inicio había varios memes con mi foto.

—Amiga eres famosa —comentó casi riéndose y abrió la página de alguien al azar—, esto empezó desde la mañana, porque lo publicaron a las siete y media.

Agarré un cojín y me tapé la cara. No grité, pero se sintió reconfortante sentir la tela en mi cara. Val continuó revisando otras publicaciones, mientras intentábamos armar una posible línea de tiempo. Era difícil porque unos publicaban tarde, otros hacían spam y el resto copiaba el mismo chiste. Llegamos a la conclusión de que todo ocurrió temprano esa mañana, pero no teníamos ni la más mínima idea de cómo. Nadie, según las cuentas que seguía Val y sus comentarios, mencionaba el posible origen. Tampoco lo esperaba, me sorprendió lo rápido que se había viralizado la imagen. No había pasado más de un día.

—¿Por qué no lo aprovechas? —soltó Liv de pronto—, digo, hay gente que se vuelve viral y lo aprovecha para tener fama.

—¡Estás loca! —dije horrorizada—, ¡si lo que quiero es desaparecer!

—A ver Mara, piénsalo, pudieras sacar algo de la situación, aunque sean seguidores —colocó su mano en mi hombro y volteé a verle la cara—, si te funciona, podrás obtener los beneficios de las redes sociales y si ese no es el caso, habrás dominado la situación por completo.

Apreté los labios para evitar hacer algún movimiento que me delatara. No quería aprovecharme del meme, porque mi mayor deseo era ser la Mara tranquila que buscaba trabajo y necesitaba pagar su alquiler. Hacer algo así equivalía a añadir un problema más a esas dos cosas que ya eran graves por sí solas. Sería demasiado para mí. Era como si agarrara un piano y me sentara a tocar solo para tapar el ruido que me aturdía. Me entretendría, sí, pero no arreglaría nada. Incluso, me sentiría peor.

Por otro lado, estaba Pedro y aunque me molestaba admitirlo, él también aparecía en la foto. Su opinión contaba también y no me imaginaba convenciéndolo para que nos aprovecháramos de alguna forma. Ni siquiera lo conocía, mucho menos sabía si nos llevaríamos bien a la larga. Hacerlo sola me obligaría a esforzarme y a malgastar energía que guardaba para mis problemas.

—No lo sé —respondí después de un minúsculo momento de silencio, aparté la vista para ver de nuevo a Val—, no me gustó que me reconocieran y hacer algo así me traería más cosas malas a mi vida.

—No te cierres Mara, déjanos a Liv y a mí ver qué más hay en internet —dijo Val y entendí que me escuchó a medias—, piénsalo.

Ella siguió indagando en otras cuentas que habían publicado su propia versión del meme, como si mi opinión al respecto no tuviera ningún valor. Volteé a ver a Liv, me sonrió al sentir que la miraba. Hacía lo mismo que Val y eso me molestó. Exhalé un poco fuerte.

El miedo se vio opacado por el enojo que crecía en silencio en mí. Estaban tomando una decisión asumiendo que cambiaría de idea y, aunque lo hiciera en algún momento, no me estaban dejando la opción. Podía pedirles que se fueran y me dejaran sola, pero no deseaba añadir más cosas a la pila de problemas que estaba acumulando.

Pensé por un momento sacar mi celular y ver todo con mis propios ojos. Quizás así lograra calmarme y encontrarle la gracia al chiste. Sonó un poco alentador el pensar en reírme de mí misma junto a los que se burlaban, pero yo no era de esas.

El timbre sonó. Con apuro, me levanté del sofá y abrí la puerta. La cara pálida de Pedro me tomó por sorpresa. Supuse que ya se había enterado del meme, así que lo dejé pasar haciéndome a un lado. Apretaba su celular y sus pasos eran rápidos, echó un vistazo en dirección a mis amigas y con la mirada fija en Val. Luego, sacudió la cabeza y se dio la vuelta para darle la espalda. Confundida, cerré la puerta. A pesar de que ignoré aquel detalle, supe que lo que iba a ocurrir sería un tremendo desastre. Mierda.

—Liv, Val, él es Pedro —dije apoyándome en la puerta—, lo viste, ¿no?

—Mucho gusto —saludó Liv y le dedicó una sonrisa.

Pedro asintió, ignorándola.

—Sería perfecto Mara —comentó Val, cómo si la presencia de mi vecino le diera igual—, si te quitaras un poco el miedo a usar las redes lograrías mucho.

—¿Me vas a dejar pensar? —Rodé los ojos y luego me referí a Pedro—, fuiste un poco imbécil en subir esa foto.

Con eso último, el enojo se apoderó de mí. Iba a explotar como una olla a presión. Estaba molesta con Pedro y Val no ayudaba mucho. El desastre lo iba a traer yo si seguía así. Me abracé a mí misma mientras fruncía el ceño, tenía que haber alguna solución en algún sitio.

—¿Y si fingen ser pareja? —sugirió Liv de la nada.

Sentí como se me acababa el mundo ante aquella sugerencia, fingir ser pareja de Pedro, sería como golpearme con chanclas a mí misma. En definitiva, era un no.

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