Epílogo reportaje
Todos quieren que hable de los sucesos dentro del castillo de Larem; yo misma quise, durante muchos días, correr a escribir cada detalle de sus sucesos. Pero nunca estuve preparada para afrontar los traumas que hasta ahora habían estado represados por mi ignorancia.
Lo general lo sabrán por la prensa, el noticiario y los cotilleos. Sé que compraron este artículo con mis palabras porque muchos quieren saber qué sentí, y todos quieren que hable de lo que presencié allá, y saber si he conseguido entrevistar a los protagonistas del crimen.
Solo puedo decirles que, contrario a lo que muchos alegan, Bestia no era un vampiro. Bestia fue un hombre con sed de poder, enfermo —que tal vez se creyó su propia historia—, pero perecedero como cualquier otro.
Pero necesitaba mantener su servidumbre bajo control, así como quería que sus prácticas murieran dentro de su castillo, y para ello se inventó una inmoralidad de la que todos carecemos.
Si no, ¿por qué pagaría a un miembro de su distopía para hacer de guía a sus supuestos invitados? Supe que el tipo extraño que me condujo a las puertas de aquella pesadilla era el mismo Candelabro cuando escuché a Tetera llamarlo "Cande" una vez. Tuve que haberlo sabido antes, eran igual de delgados, y pese a la diferencia de acentos una actuación del estilo podría hacerse sin mucho esfuerzo. Tuve que saberlo porque ese guía nunca salió del castillo. Bestia jamás iba a dejar entrar a alguien a quien no pudiera someter.
Sé que ustedes no quieren saber esto, ustedes vienen por el morbo, los detalles sucios, los secretos que la policía omitió. Vienen por la trágica historia del oficial abnegado que sacrificó su libertad por la justicia eterna e inmediata a un monstruo que no va a ser extrañado más que por una niña inocente y muy manipulada.
Vienen para saber qué hacía yo casi desnuda en la escena del crimen y por qué decidí confesar esto a último minuto.
La verdad es que no lo recuerdo, mi lucidez esa noche acabó en un punto que no deseo recordar. Había estado demasiado ebria, no sería extraño que deambulara el resto de la madrugada más de la cuenta. Me alivia saber que no pude hacer más que eso, que soy inocente.
Sin embargo, hubo alguien que me ayudó a huir de las sospechas de los policías, alguien a quien hace tan solo unas horas le pregunté sus razones y estas me llevaron a completar este desafío de una vez.
Escoba me encubrió por pura empatía, llámenlo sororidad si quieren. No lo hizo porque confiara en mí, lo hizo porque sospechó que era culpable, y no podía juzgar a nadie —que haya pasado por lo que ella en ese castillo— por asesinar o dañar de alguna forma al monstruo que lo dominaba.
Por eso me atrevo a dar voz a esta historia, por aquellos quienes tomamos esta tragedia como justicia, por la Tetera que lloró su Tacita, por el Candelabro de llama vacilante que nunca supo dónde alumbrar, por el Reloj que odiaba a todos porque no podía amarse a sí mismo, por la Escoba que ayudó a otra a lograr lo que ella solo se había atrevido a fantasear, y por el villano tras las rejas que resultó ser el héroe de esta historia.
Si alguna otra versión de este cuento te dijeron que el guapo francés Gaël era el malo de la narración, todo lo que te contaron fue una mentira.
Toma asiento, yo te voy a narrar la verdad.
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Nota final:
Muchas, muuuuchas gracias por leer.
Por favor, no se vayan sin decirme qué les pareció el reportaje, o el comienzo de este, si algún detalle aquí les sorprendió o gustó, y qué opinión tienen ustedes mismos de quiénes fueron los héroes, las víctimas y cuáles fueron las intenciones de cada quien. No se olviden que estas palabras son solo el punto de vista de Bella, no un veredicto.
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