6
—¿Dónde está la chica? —preguntó Candelabro al ver que Reloj se acercaba al vestíbulo.
No quería admitirlo, pero temblaba, y no por el ardor de sus brazos extendidos ni por el peso de las velas encima, era más por la sensación de que su compañero podía atravesar sus ojos y desnudar sus mentiras. Tetera era mejor ocultando sus pensamientos, simplemente los reemplazaba con otros y todos los aceptaban como genuinos.
—Cambiándose. Creo que lloraba cuando cerré la puerta.
—Ay, pobre chiquilla —dijo Tacita a quien su madre le trenzaba el cabello. Esta le pegó con la taza que solía llevar la niña por sombrero en la cabeza para que no se metiera en conversaciones de adultos.
—¿Tan rápido llora? —inquirió Tetera—. Madre mía, qué drama. No durará dos noches aquí.
—Tiene lógica, me parece —señaló Reloj, aprovechando la oportunidad de hacerlos sentir inferiores por no poder hacer un simple psicoanálisis—. Es una periodista en un mundo de hombres. Jefes, editoriales, reporteros, editores. Todos hombres. Ha tenido que hacerse un lugar y un nombre que se respete a pesar de ser mujer. O sea, lucha contra el patriarcado y no se deja pisotear, o eso intenta. Aquí se ve reducida a lo que Bestia quiere que sea y no puede hacer nada, ese descenso la humilla y la hace sentir una impostora ya que, para conseguir surgir en su mundo de hombres, tiene que cumplir los deseos de uno peor: una bestia.
—¡No digas «una bestia»! —chilló Tacita—. Así suena como si fuese un animal, un monstruo. Es solo Bestia, un nombre, no «una bestia».
La madre le tapó los oídos y dirigió una mirada fulminante a Reloj. Este gesto bastó para traducirle sus pensamientos, no hizo falta que emitiera en voz alta el implícito «no debes decir ese tipo de cosas delante de la niña».
—Lo siento, Taza —Reloj se arrodilló ante ella, el único ser en el mundo al que no consideraba digno de asco—. Te contaré un cuento para compensarlo, ¿te parece?
—Sí, llévatela, necesito hablar con Candelabro en privado. Por cierto, ¿qué hará ahora la chica?
—Bestia la invitó a cenar.
—Será a cenársela —agregó Candelabro en un voz baja. De todos modos Tetera consiguió oírlo y lo amenazó con una de sus miradas.
—En serio que me causa curiosidad saber cómo va a arreglárselas Bestia para "comer" delante de ella —Reloj tuvo que reprimir una sonrisa que apareció de tan solo imaginar a Bestia en ese apuro.
—Reloj... —llamó Tacita mientras caminaban al cuarto de cuentos, lejos de los oídos sagaces de su madre—. ¿Es normal que tenga un mal presentimiento?
—Tenemos eso en común, Taza. Algo malo se inició desde el momento mismo que esa chica decidió venir al castillo, lastimosamente no te puedo decir qué es porque yo tampoco lo sé.
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