14

—Es...

El detective Gaël veía con asombro lo que los oficiales sacaban del estudio de pintura de Bestia. No podía creer lo que llevaban inconsciente entre sus brazos.

—Es una niña.

—No es solo una niña, señor —informó la detective Rosa, una mujer morena con un hermoso afro de color rojo sangre y un pañuelo verde atado al cuello. Esta le tendió un portafolio al oficial a cargo del caso—. Ahí conseguirá las declaraciones tomadas a la servidumbre. La que se hace llamar Escoba asegura que la niña es hija de la mujer... —confirmó la información en su propio portafolio una última vez—. Tetera. El traje a juego apunta a que es cierto. Sin embargo, he encargado ya una prueba de ADN. La madre viene para acá.

—Que hable con otro, no quiero cruzar palabra con ella hasta que haya pasado la histeria.

—Bien, señor. ¿Está al tanto de lo demás?

—¿Hay más?

—Siempre hay algo más, señor.

En ese momento la madre apareció, consternada al ver el estado de su hija, casi cayendo al ser informada de los signos vitales de su niña. Un paramédico le dijo que no se trataba de muerte sino de un estado que se asemejaba mucho.

—Catalepsia, señor. Una bastante grave, al parecer. Inmóvil totalmente y sin signos vitales. Pero no muerta, o eso estiman. Sin embargo... esto no está sirviendo de mucho para aliviar el escándalo nervioso de la madre.

—¿Se pondrá bien? —preguntó Gaël a la detective.

—¿La niña? No lo sé, señor. No soy doctora.

—Pero estuviste junto a ellos en el análisis. ¿Qué dijeron?

—No se adelantaron a nada, solo dijeron que tenía al menos diez horas en esa especie de coma. Sin signos de trauma de ningún otro tipo.

Gaël miró a la madre con los ojos entornados, misma que entonces se había dejado caer derrotada al suelo, mirándose las manos mientras sus lágrimas arrastraban los restos de su maquillaje blanco a ellas. Estaba en un prístino estado de negación que le consumía el alma y la consciencia como una gangrena ominosa. Solo sus manos parecían reales en ese momento, solo en ellas se enfocaba; no existía nada a su alrededor. No existiría jamás nada después de lo sucedido.

—¿Sabes qué me parece raro, detective Rosa? —preguntó Gaël sin dejar de ver a la madre.

—¿Qué cosa?

—Que todos notaron la desaparición de Bestia, pero nadie preguntó por la niña. Ni siquiera sabíamos que existía una hasta ahora que apareció medio muerta.

—Tiene razón, detective. Es muy extraño.

Gaël decidió guardar su interés en el asunto para más tarde y en ese momento se giró con expresión renovada para cambiar de enfoque.

—Entonces dígame, detective Rosa, ¿qué más hay que no se me haya informado todavía?

—Se consiguió semen... ¡No! No en la niña, no ponga esa cara de horror... Abajo, en un mueble.

—¿De quién era?

—Suponemos que de Bestia. Faltan los resultados... No pareces sorprendido con esto último.

—No lo estoy. Eso confirma la historia de la reportera... Luego te explico —añadió al ver que la detective abría la boca—. Por ahora no aporta mucha información, solo que la Bestia estaba más ligero antes de ser atacado. O lo que sea que le haya ocurrido.

—Oh, bueno. Si no es muy útil el hecho de que el semen apareciera al menos proporciona una buena muestra de ADN.

—Sí, esas nunca están de más.

Ambos avistaron la llegada apresurada del oficial joven que antes había avisado a Gaël del descubrimiento de la niña.

—¿Noticias? —interrogó Gaël sin darle tiempo a recuperar el aliento.

El chico asintió.

—¡Dilas ya!

—Tenemos los resultados...

—¿Del ADN? —interrumpió Rosa.

—No, esos se tardarán más. Este es de toxicología.

—¿Por qué...? —Gastón miró a Rosa—. No sabía que esperábamos resultados de toxicología.

La detective se encogió de hombros igual de confundida.

—Es por algo que encontraron los médicos —explicó el chico—. La niña estaba llena de pintura y por algunas reacciones sospecharon que... El punto es que ellos tenían razón. La pintura estaba envenenada. Este veneno penetra en la piel por los poros y se aloja en la sangre. Ni está muerta ni tiene catalepsia porque sí, la niña está en proceso de muerte por envenenamiento. Ya... ya está recibiendo solución salina por vías para limpiarla. —El chico hablaba a toda prisa—. Si la hubiésemos encontrado un par de horas después no la habríamos podido salvar.

El rostro de Gaël era un caos de información que se arremolinaba sin dar cabida al descanso. Todo —pistas, hechos, conjeturas—, se apretujaba en su cerebro sin piedad. Los engranajes de su mente trabajaban a tal velocidad para conseguir un orden a todo aquel desastre que casi podía oírse su sonido metálico de las piezas y su chirrido oxidado menguar a medida que las ideas engrasaban el mecanismo.

La detective Rosa lo miró como si lo comprendiera, y segura de que era así manifestó sus pensamientos:

—Esto deja claro que Bestia no solo desapareció en ese cuarto. Fue asesinado ahí, con esa pintura que encontramos desparramada en el suelo. Esto pasa de ser una desaparición a un caso de homicidio.

—Peor, detective Rosa, peor —habló Gaël con la vista enfocada en pensamientos que no estaban al alcance de los demás presentes—. Bestia solo fue un contratiempo que alguien tuvo que limpiar. El veneno en la pintura no iba para él. El asesino falló. La verdadera víctima siempre fue la niña.

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