Mi cabeza no tiene devoluciones
Habíamos avanzado las cuatro calles a través del atajo sin interrupciones ni contra tiempos. Hasta que el semáforo cayó sobre el capó.
El aire olía a pólvora y combustión; se escuchaban gritos de ambas partes muy cerca. Explosiones detonaban a lo lejos y se escuchaban como fuegos artificiales en año nuevo, cubriendo el cielo.
El atajo nos separó un poco de la batalla pero nos dirigíamos nuevamente a ella en el auto rosa que aumentaba la velocidad. Berenice estaba un poco cabizbaja por haber abandonado a Wat pero rápidamente recuperó su compostura y su cara de póker impidió a las emociones dejarse ver. Un estallido aún mayor atronó y toda la estructura sobre nuestras cabezas crujió como si gruñera ante el ataque.
—Acaban de derribar el muro este —informó Petra.
—Pero creí que los rebeldes estaban peleando cerca del Faro —cuestionó Dagna frunciendo el ceño.
—Sí, pero dijo que se habían desplegado, eso significa que están desparramados en muchos lados, alrededor de la ciudad —explicó Sobe como si hablara con una niña.
—Sé lo que significa —gruñó ella.
—Ahora sí lo sabes —le respondió él feliz de encontrar a una nueva víctima para hacerla rabiar.
Fue entonces cuando el semáforo, no solamente caja con luces más bien todo el conjunto con poste y concreto incluido, cayó sobre el capó reventando los cristales de los focos delanteros y rebotando hacia el suelo como un balón demasiado pesado y estrepitoso. Un vapor oscuro onduló fuera del motor. Esa cosa había descendido del cielo, si analizabas su trayectoria, parecía que fue arrojada por algo detrás de nosotros.
—¿Qué demonios? —aulló Dante asomándose molesto hacia el cristal trasero, sus ojos se humedecieron y se abrieron como platos— ¡Acelera, un medium! ¡Viene por nosotros! ¡Arranca! ¡ARRANCA!
Petra ahogó un gritó y Sobe aulló como si de repente su aburrimiento constante se hubiera esfumado. No tenía idea de lo que era un medium pero al parecer no eran buenos porque Walton aceleró tan rápido que las ruedas chirriaron y se quemaron en el asfalto. Las casas transcurrían a nuestro alrededor como manchas fugaces. Pasos atronadores resonaron detrás como si una cosa de muchas toneladas estuviera persiguiéndonos. Intenté ver lo que sucedía pero sólo divisé una silueta de seis metros de altura acercándose a pasos agigantados por la calle.
Comenzó a subir más calles, lo que era bueno porque nos estábamos acercando al Faro pero la cosa continuaba aproximándose, sus pasos estrepitosos se oían como bloques de hormigón arrojados al suelo. Alguien chilló como una niña y estoy seguro de que no fue ninguna de las chicas.
—¿Qué es un medium? —pregunté alzando la voz.
Cam, Miles y yo éramos los únicos que no teníamos idea de lo que era un medium. Porque éramos nuevos en eso del plan trotamundos y porque Miles no parecía ser de las personas que agarraran un libro sobre esos temas en su vida.
—Un médium —dijo Sobe volteándose totalmente amedrentado, su piel estaba pálida lo que resaltaba las profundas ojeras debajo de sus ojos—. Son los monstruos que vienen de un pasaje llamado Alczem. En ese lugar viven cosas que se parecen a personas... si no tomas en cuenta el cincuenta por ciento de su cuerpo que es igual a un animal. Hubo un tiempo en la antigüedad que se abrieron muchas puertas a ese pasaje. Entonces se crearon los mitos de los hombres lobo, sirenas y...
—¿Sirenas? —Preguntó entusiasmado Cam, dando un brinco sobre el asiento—. ¡Detengámonos quiero ver uno!
—¡Son completamente agresivos! —agregó Sobe—. Odian a los trotamundos pero sobre todo a los Cerras por haber cerrado todos sus portales en la antigüedad y detener la expansión de su raza en nuestro mundo. Y saben cuando están cerca de un trotamundos, lo sienten en la sangre, nos creen embusteros, engreídos o asesinos.
—Linda clase de historia —dijo Miles— pero la cosa ya se fue.
Miré hacia atrás y el monstruo de pasos agigantados desapareció. Petra suspiró de alivio y se dejó caer contra la ventanilla que rodeaba la parte trasera. Walton se relajó ante el volante, es decir la pantalla.
—Creí que era uno de los monstruos que habían traído para luchar contra los rebeldes.
—En realidad era uno de esos —apunté.
—¿Quién fue el que gritó como niña? —preguntó Sobe volteándose con una sonrisa nerviosa.
—El que oyó lo hizo —dijo Miles.
—¿No es el que lo olió? —preguntó Dante sin captar el chiste.
—Oigan me adelanté unas calles —prosiguió Walton más entusiasmado pero todavía alerta mirando por el espejo retrovisor, su quijada marcada se elevó ligeramente procurando observar todo lo que el espejo podía reflejar, negó ligeramente con la cabeza—. Estamos a unas tres cuadras del Faro.
La unidad todavía estaba rígida por los gritos anteriores, había sido un grave jadeo. Sólo Sobe y Petra habían combatido con monstruos y unos cuantos tenían experiencia teórica, pero ahí se acababa todo o al menos eso creía yo. Me asomé hacia la ventana y vi el Faro o la torre eiffel ocupando casi todo el cielo.
—Sólo tenemos que acercarnos más, estamos en una calle subsecuente —explicó Walton—, la principal está más al...
De repente una maza oscura de seis metros se cernió sobre nosotros y todo sucedió demasiado rápido como para reaccionar. Una garra dentada, oscura y maciza atravesó el cristal delantero y su extremo salió por el trasero. Con un estridente crujido arrancó el techo del automóvil de cuajo arrojándolo detrás de su espalda. La camioneta se sacudió al desprenderse del techo, las ruedas casi reventaron contra el suelo. La criatura se irguió y dejó ver su forma.
Lo que veía no tenía sentido para mí, parecía tan irreal que me eché a reír. Una parte casi humana se erguía seis metros hacia arriba, observándonos con unos ojos totalmente negros, saltones y redondos como canicas, tenía el cabello aceitoso rosándole los hombros descubiertos. Su pecho estaba completamente lampiño y debajo le crecía una coraza oblonga y achatada que también era parte de su cuerpo. De aquella coraza le crecían cinco pares de patas, cuatro arqueadas en diferentes extremos y un par lo suspendía sobre nosotros como brazos. Ese par eran dos garras dentadas y delgadas similares a dedos, o al menos eso pensé hasta que separó las garras y noté que eran tenazas.
Lo que tenía frente a mis ojos era un hombre que se parecía a un crustáceo. Además de las tenazas que salían debajo de su tronco y comprimía con furia tenía unos brazos humanos en su torso. Era totalmente negro y su piel membranosa brillaba como la brea líquida.
—Hola —susurró Cam, tragó saliva y extendió una mano—. Soy Cam, encantado de conocerte.
Sobe bajó lentamente la mano de Cam, sin desprender los ojos de la criatura. Walton salió de su estupor, retrocedió con el automóvil que de alguna manera increíble continuaba funcionando y se alejó de la bestia de seis metros.
La cosa se desplazó con sus numerosas patas hacia nosotros cerniendo su parte humana como si deseara tragarnos de un bocado. Walton retrocedió esquivando trozos de concreto y autos estacionados mientras Berenice y Sobe disparaban al monstruo con las armas de los soldados en el nuevo descapotable. Las detonaciones de los láseres que se veían como diminutos puntos antes de volar en un pequeño globo de combustión que no parecían hacerle mucho daño. Sólo lo enfurecía aún más.
—¡Agáchense! ¡Todos abajo! —gritó Walton y obedecí la orden cubriéndome y protegiendo a Cameron con mi cuerpo. Después de todo yo tenía un uniforme de metal y él sólo una capa gris.
Escuché la fractura de un plástico, todo se movió por una sacudida brusca, la parte posterior del auto se hundió y largó chispas contra el suelo, todo se sumió en tinieblas, luego hubo una sacudida que me elevó en el aire por unos segundos, acompañada de cristales chasqueando y el metal chirriando. Volví a caer sobre el asiento de cuero y lo sentí contra mi mejilla como si fuera un látigo, arriba tenía el cuerpo de Cameron temblando pero en una pieza. Me encontraba aturdido y en plena oscuridad, el aire allí estaba más viciado que de costumbre pero no había humedad como en el drenaje. Me dolía todo el cuerpo, sentía que el cuello casi se me salía del lugar y mis articulaciones crujían como si estuviesen marchitas.
La risa se me había ido, ya no me parecía tan gracioso. El auto había chocado dentro de un edificio. Estábamos en una especie de subsuelo.
—¿Estamos muertos? —preguntó la voz de Miles en la oscuridad gimiendo y corriendo algo pesado encima suyo.
—Ya quisieras —respondió Sobe descendiendo del vehículo, empujando una puerta atascada, encestándole una patada que sonó corta y seca. La puerta cayó al suelo emitiendo un gruñido metálico y los pies de Sobe le siguieron, pisando cristales.
—Estamos en el estacionamiento del primer edificio al que me pude meter —murmuró la voz de Walton amodorrada y arrastrando las palabras como si estuviese despertando de un gran trance.
Al parecer habíamos chocado con otro auto estacionado. Intenté no hacerle caso a mi cabeza que daba vueltas alrededor de la habitación como si dijera «Ja, Ja, no me atrapas» Si hubiera habido luz estaba seguro de que habría visto doble.
La estructura del edificio vibró a punto de colapsarse. Escuché como el techo crujía sobre nuestras cabezas, despidiendo hilos de polvo que sisearon al derramarse hacia el suelo. Un rugido se coló a través del subsuelo, la bestia estaba fuera. Aquel bramido era una mezcla humana, parecido al de un oso feroz lo que no tenía mucho sentido, teniendo en cuenta que esa no era su combinación.
—Tenemos que alejarnos del subsuelo —urgió la voz de Dagna.
—Ven Cam, saca eso de ahí. Sí. Dante, ayúdame —pidió la voz de Petra en la oscuridad y oí como abandonaban el auto que estaba completamente destruido.
Aunque no podía esperar más del todoterreno, el auto había aguantado bastante bien hasta el final. Escarlata resopló en la oscuridad, sus ojos rojos se veían como dos puntos pálidos que andaban inquietos de aquí para allá, como si siguieran un partido de tenis.
Caminamos a ciegas hasta que Sobe encontró las escaleras que nos conducían a un complejo de oficinas. Avanzamos agazapados por los pasillos de cubículos mientras veíamos transcurrir fuera de las ventanas el torso negro del hombre que inspeccionaba dentro, buscándonos con sus ojos de canicas. Una tenue luz se filtraba por la calle, cada cubículo tenía un color concorde a la persona que lo ocupaba. Nos metimos en uno completamente blanco y abrimos un círculo dentro.
—Muy bien, necesítanos un plan —urgió Walton hincando una rodilla.
—Las explosiones parecieron no hacerle mucho daño —apunté.
Miles resopló descubriéndose brutalmente su capucha.
—¿Por qué esa cosa nos persigue a nosotros? Hay muchos otros rebeldes ahí afuera.
—Porque él es Gastonia —explicó Petra, sus rasgos en la oscuridad se veían borrosos, se colocó debajo de un haz de luz y pude ver un pequeño color acalorado en sus mejillas—. La criatura que mandaron para cazarnos, de él hablaron en la reunión.
Sentí como en mi mente todo se conectaba. Todavía estaba con la cabeza un poco embotada por la reunión y por haber sido atacados por Wat y luego por un monstruo. Jamás me había puesto a pensar en Gastonia, la bestia que habían mencionado los aliados de Gartet, ni siquiera advertí que no había visto en toda la noche a los monstruos que salieron del portal, tal como había dicho el testigo del sector pescador.
—Vaya creí que para este paso las cosas marcharían mejor —se lamentó Dagna.
—Pues sigue esperando —le respondió Sobe.
—Siempre espera eso —intervino Dante.
—¡Pues perdónenme por tratar de ser positiva!
Una ventana fue derribada, cubículos más lejos fueron demolidos como dominós, se escucharon las computadoras caer contra el piso, muebles siendo partidos y algunos archivos desparramados de aquí para allá. Gastonia estaba derribando partes del edificio, buscándonos. En realidad lo que más quería era hallarnos a Sobe y a mí, esa era su principal tarea, luego tener algunos rehenes para que nosotros nos viéramos obligados a colaborar. La idea de que los usen a ellos contra mí me dio náuseas.
—No podemos destruir a esa cosa, al menos no con estas armas —reconoció inquieta Petra, sólo podía atisbar ligeramente sus siluetas y algunos rasgos aislados, ella tenía las rodillas flexionadas debajo de sus muslos—. Sólo podemos desorientarla.
—¿Cómo? —preguntó Cam susurrando.
Se escuchó un estruendo similar a un derrumbe en los pisos superiores, como si hubiese tirado abajo una esquina del edificio. Toda la estructura se sacudió inestablemente, amenazando con desmoronarse. El techo crujió y las ventanas que no había destruido se cubrieron con escombros o cubículos revueltos. Una repisa cayó sobre la cabeza de Miles.
—¡Ay!
Y Berenice se echó a un lado para que un pedazo de techo no cayera sobre ella. Retrocedió arrastrándose y el cascote del tamaño de un melocotón estalló donde ella se encontraba antes.
—Todo sería más fácil sin esta oscuridad —se quejó Dante.
Sobe chasqueó los dedos en la penumbra y rió.
—Eso, es. Ya sé. Esta ciudad está encerrada en una caja, no hay cielo, lo único que alumbra todo son las farolas de la calle. Si no hay luz entonces el monstruo no podrá ver y por ende no nos podrá seguir.
—Gran idea —congratuló Walton dándole a Sobe un golpe amistoso que lo tumbó.
—Pero nosotros tampoco podremos ver —protestó Dante.
—En realidad sí, el casco tiene un modo de visión nocturna. Yo sí estoy viendo ahora, por eso encontré las escaleras en este edificio y la caja de fusibles en la polvoreria, creí que ya lo sabían.
—Gracias por avisar —gruñó Dagna molesta.
—Sólo hay cinco cascos —informó Petra mientras yo intentaba encender la visión nocturna en el mío, sin tener idea de cómo entrar y manejar la función.
Hubo una sacudida más en el edificio y Gastonia rugió como un oso-crustáceo-hombre en la calle, totalmente enervado y fuera de sí, golpeando el edificio como si fuera un saco de boxeo. No teníamos mucho tiempo para planear algo ni podíamos otorgarnos el lujo de darle detalles al plan.
—Bien —dijo Petra hablando mientras pensaba—. Necesitamos dos personas con buen tiro en la terraza, así disparan a los faroles y... otro par debe entretener a Gastonia como carnada humana, de ese modo él no notará que la luz disminuye. Mientras tanto Walton fíjate si puedes hacer funcionar un auto del subsuelo o si milagrosamente el convertible Barbie continúa en marcha. Ahí se suman cinco personas, cinco cascos.
El plan parecía poder tener resultado. Walton aplaudió en silencio. Dagna y Miles se ofrecieron voluntarios para disparar a los faroles en la terraza, eran los que mejor puntería tenían pero en cuanto a la carnada humana nadie respondió.
—Uno a la vez, no se peleen —bromeó Sobe mientras la otra ventana se convertía en añicos y las tenazas de Gastonia revolvían todo el lugar—. Yo seré un voluntario —se ofreció rasgando el silencio—, después de todo, Gastonia me quiere vivo para Gartet, no creo que me mate o que lo haga queriendo.
Comprendí lo que en realidad estaba diciendo Sobe. Era un mensaje tácito: Nosotros deberíamos ir. Porque Gartet nos quería a ambos y si el monstruo estaba allí para cazarnos entonces no nos lastimaría demasiado. Debía llevarnos con vida ante Logum así el remendaría su error, tal vez, suponiendo que conozca nuestras caras. Estaba dispuesto a hacer el sacrificio, tenía miedo y el pánico aumentaba en mi interior como una olla hirviendo pero estaba aprendiendo a controlarlo.
—Yo también iré —dije.
—Muy bien no se discuta más —exclamó Petra poniéndose de pie—. Yo me quedaré en la entrada del edificio por si necesitan ayuda inmediata.
—Suena bien —nos repartimos los cascos y las armas y la unidad se dispersó.
Corrí entre los pasillos que antes eran rodeados por cubículos, ahora sólo eran montones de plástico y metal abollados como entrañas, tenía un aspecto similar al basurero cerca del río. Encontré unas escaleras que indicaban Exit en la parte superior y las bajé a zancadas con Sobe y Petra a mi lado.
El edificio tenía una sala de espera, con sillas bordeando los lados de una mampara en el fondo de la habitación que guardaba un escritorio de consultas como si fuera un trofeo. Volteé la gema de anguis y pensé en una espada entonces el arma se desdobló fría y despidiendo un aura amenazante. Me armé de valor y salí.
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