II. Hay una primera vez para todo

Me detuve un momento para planteármelo, esa chica era desconocida y podía traerme más problemas, después de todo la había encontrado en una estación de policías. Menuda delincuente. Mis hermanos desaparecieron y una extraña decía que sabía por qué razón no podían regresar, si mis padres la veían no estarían muy contentos. Aunque ellos no pensaban que habían desaparecido, creían que habían huido. Pero sinceramente no se me ocurría cómo podía empeorar la noche. No tenía nada que perder.

Salí de mi habitación y bajé las escaleras de puntillas procurando hacer el menor ruido posible. Mis padres estaban en la sala tomando un café. Hicieron el café pero ninguno se dignó a probarlo. Solo podía ver a mi madre, tenía los ojos empapados de lágrimas, la punta de la nariz con un leve matiz rojo y el semblante alborotado.

-Hicimos mal en traerlos aquí -estrujó un pañuelo húmedo en sus manos.

Había estado llorando. Mi madre no era de las que lloraban, eran de las que reían.

-Deja de repetir eso -masculló la voz de mi padre.

-Es la verdad -susurró ella con un hilo de voz, no tenía fuerzas para decir más-. Narel tenía amigas allá, Eithan y Ryshia amaban Australia a ellos no les importó mucho porque son pequeños pero los más grandes... es nuestra culpa. Están solos en la nieve...

No quise escuchar más y subí las escaleras. Se encontraban solos pero no estaban en la nieve, esa idea me derrotó y por poco olvidé que la chica estaba esperando afuera. Necesitaba que entrara pero no podía pasar por el desván, la verían. Fui al cuarto de Eithan y Ryshia y saqué las sábanas de su cama dispuesto a hacerlas una soga. Entré a grandes zancadas en mi habitación con las sábanas en las manos y casi choqué con ella.

Se encontraba inspeccionando mis historietas con el ceño fruncido como si fuera la primera vez que viera una de ese tipo. Me dirigió una mirada rápida y al ver mi expresión perpleja las dejó rápidamente y jugueteando con sus dedos dijo:

-Lo lamento, pero es que afuera hace frío y eres muy lento. De verdad no fue mi intención. Estuve mal.

-¿Co-cómo subiste?

-Hay una enredadera seca incrustada a la pared -observó las cajas con aire de inspector-. Pero suponiendo que tienes todas tus cosas en cajas apuesto a que no lo sabías y que eres nuevo aquí. Ah, por cierto vine con un amigo, espero que no te importe. Está en tu baño.

Dijo señalando la puerta que conducía al pequeño cuarto donde se encontraba un minúsculo y personal baño. Como si su compañero hubiera estado esperando la señal salió del baño con el sonido del agua escurriéndose por el retrete.

-¿Q- qué? ¿Qué haces aquí? -pregunté azorado.

Ella revoloteó los ojos como si le diera dolor de cabeza.

-Te ayudo, tonto.

-¿Cómo escapaste de la policía?

-Pedí usar el baño -Se encogió de hombros-. Había una ventana y me fui.

No me la tragué pero de todos modos asentí.

-Que lindos -dijo el chico con una sonrisa burlona señalando mis lentes, le dio unos leves golpecitos al cristal y deambuló por la habitación como si buscara monedas.

Él adolescente tenía la misma edad que la muchacha o que yo. Era enjuto y largo, de cabellos secos, mal cortados y castaños como la corteza de un árbol que le raspaba los hombros. Los ojos azules, de un azul oscuro casi negro, y sus incontables pecas le resaltaban del rostro. Y es de la forma más bondadosa que puedo describirlo porque a pesar de aquellos rasgos no había nada de bonito en ese muchacho en comparación con su acompañante. Tenía una nariz chueca, ojos saltones y rasgos desgarbados incluso su andar era un tanto chueco. Arrastraba una pierna como si no fuera suya. Todo en él te obligaba a desviar la mirada. Estaba vestido con unos pantalones remendados, una remera de mangas largas y una chaqueta muy similar a las que vestían los aviadores antiguos.

-Hola, me llamo Sobe -Se presentó con una mano vacilante-. Sé que tienes muchas preguntas.

-De hecho sí -respondí ofreciéndole asiento (mi cama) la muchacha se sentó y el chico hizo lo mismo.

Mi pulso se aceleraba, jamás había tenido a alguien en mi habitación y mucho menos los había invitado de esa manera. La idea de una chica sentada en mi cama me puso nervioso. Narel se habría burlado de aquello. La chica se cruzó de piernas con aire formal.

Eran completos desconocidos, no tenía idea de qué iban a decir, estaba preparado para lo que fuera, un asalto, secuestro o hasta la felicitación por haber ganado un concurso. Me apoyé en una pila de cajas y elevé las cejas, él se aclaró la garganta.

-Bueno empecemos por las personas -dijo Sobe con un tono diplomático y juntó las manos-. Hay dos clases de personas en este mundo, las normales y nosotros.

La muchacha rió.

-Y no se refiere a las normales y los sosos.

-¡No me interrumpas Petra, por eso nadie quiere enlistarse con nosotros! Vamos despacio.

Ella levantó las manos en señal de paz y se retiró de la conversación con una sonrisa que no podía comprimir, se recostó en la cama con el cabello abriéndose alrededor de su cabeza como una flor y cruzó las manos sobre el vientre. Tenía la punta de sus levis húmedos por la nieve, pensé en traerle una toalla pero la voz del muchacho acaparó mi atención.

-Te resultará extraño -prosiguió el muchacho con el mismo tono solemne pero esta vez me clavaba la mirada como si deseara que no existiera otra interrupción- pero hay personas que tiene la capacidad de... -vaciló un instante como si buscara la forma más idónea de decirlo- irse a otro sitio. Se los llama Abridores, porque abren puertas a lugares que no se puede llegar tomando un tranvía o no sé... una nave espacial. Lugares a los que sólo se puede llegar cruzando esa puerta que ellos abren. En el mundo hay millones de puertas que están escondidas, algunas conducen a pasajes fríos, otras a tierras pobladas, mares infinitos o mundos tan complejos como en el que vivimos. Los mundos que encierran esas puertas se los llama pasajes ¿Me sigues hasta ahora?

-N-no -dije arrastrando las palabras-. No entiendo algunas cosas.

-¿Cómo cuales?

-¿De dónde vinieron? -Tenía la mente embotada no pensaba con claridad-. Estuvo... ¿viajaron bien?

Sobe frunció el ceño.

-Eso no creo que importe, pero estuvo bien, únicamente hace frío en este lugar.

-Lo que quiso decir, antes -apuntó Petra irguiéndose y mirándome con sus ojos polícromos, retomando la conversación-, es que tú eres una de esas personas. Lo que sucedió en el sótano fue completamente culpa tuya.

Me quedé paralizado, completamente paralizado. No podía darme el gusto de no creerles, ya había visto lo que sucedió esa noche, no podía ser mentira. Pero de todos modos mi lengua se ancló al cuerpo y no pude moverla a pesar de todo el empeño que hice.

-Eso no es todo -aclaró Petra-. Hay Abridores que pueden abrir puertas a otros lados contra su voluntad, pero también hay gente que sólo cierra puertas que ya están abiertas. A ellos se los llama Cerradores, pero como es un nombre muy vulgar la mayoría se hacen llamar Cerras. Los Cerras la única capacidad que tienen es cerrar las puertas que alguien más abrió. Y eso es lo que sucedió.

-Tú eres un Cerra -dijo Sobe pero no parecía muy convencido, dudó al pronunciarlo, comprimió vacilante los labios y volvió a hablar- y seguramente uno de tus hermanos era un Abridor, tal vez dos. Lo que sucedió en el sótano fue que el Abridor sin darse cuenta habrá abierto la puerta. Como él estaba presente la puerta continuó abierta todo el tiempo que él estuvo, luego cruzó el portal y tú te alejaste, hasta ahí no hubo complicaciones. El problema fue haberte dejado solo. Cuando volviste cerraste la puerta. Así de simple.

No tenía nada de simple. Asentí. La idea de ser un Cerrador me decepcionó un poco y alarmó, como un terremoto que provoca un derrumbe. Mi derrumbe estaba comenzando.

-¿Quieren decir que ellos están encerrados en un lugar desconocido por mi culpa?

Ambos sonrieron.

-Exacto - dijeron al unísono, felices de que lo entendiera

Comencé a caminar nervioso por la habitación, intentando canalizar mi creciente frustración en otra actividad que no fuera explotar y gritar a los cuatro vientos. Intenté asimilar la idea.

-No, no, no, no- no era muy bueno asimilando.

El muchacho se incorporó y esbozó una sonrisa como un vendedor de bienes raíces que ofrece una casa que ni él mismo aceptaría regalada.

-Mira, las cosas funcionan así. Hay millones de puertas en todo el mundo. Tal vez a veces haya cinco por calle o puede que no encuentres una en kilómetros. Incluso puedes cruzar una puerta, entrar en un pasaje y hallar otra a otro pasaje que sólo se encuentra en ese mundo y en ningún otro. Hay millones. No fue completamente culpa tuya. Siempre sucede con la presencia, es contra nuestra voluntad. Si eres un Abridor sólo basta pasar donde está la puerta para abrirla. Y lo mismo sucede con un Cerra.

-¡Yo no soy un Cerra! - grité tal vez más de lo debido.

Escuché como mis padres arrimaban rápidamente las sillas contra el suelo de madera y subían a grandes zancadas los peldaños de la escalera como una avalancha en sentido contrario.

Petra se incorporó de un salto y con una agilidad felina se escondió debajo de la cama, deslizándose sobre el suelo. Sobe se fue hacía el baño arrastrando su pierna no tan ágil, chocándose con algunas cajas en el camino. Yo me recosté en la cama rápidamente y me cubrí con lo primero que encontré: la sábana de los mellizos. Mis padres entraron sin tocar y no los culpé, hasta hubiera entendido que plantaran cámaras de seguridad en el pasillo. Me miraron unos segundos cuando atravesaron el umbral. Mi papá fue el que más me observó, tenía el ceño fruncido como si estuviera viendo algo asqueroso y me arrebató la sábana con la que me cubría. Fingí confusión y desconcierto.

-Estás sudando -Me dijo antes de irse y comprimió la sábana como si fuera mi pescuezo.

Hubo algo raro en ese gesto, un atisbo de emoción, mi padre se veía confundido como si tuviera que arrojarse de un acantilado para escapar de llamas. Parecía acorralado y dubitativo. Yo también me encontraba así, a la deriva, pero él desconcierto de mi papá era mucho más profundo. Casi enigmático.

-Estoy muy decepcionada -Me recordó mi madre cuando cerró la puerta.

Se parecía a Narel, ambas necesitaban pocas palabras para tirarme abajo.

-Lo sé -murmuré cuando volví a quedarme solo.

Petra asomó su cabeza debajo de la cama, el cabello sedoso se le escurría por el suelo, deslizó lentamente su cuerpo:

-Auh. Sí que están enojados -Me dijo mientras sacudía su camisa y sus levis sin saber que estaban más sucios que el suelo. Estaban vestidos con ropa manchada, ajada, desgastada y muy ligera para el clima, Sobe tenía unos guantes sin dedos en las manos. Se veían como unos vagabundos.

Escuché unas voces ahogadas del piso inferior, eran mis padres peleando el uno con el otro. Reprimí un sollozo recordando lo que me dijeron. Mis papás nunca eran de enojarse o regañarme mucho, así que unos leves golpes y esas rotundas palabras eran para mí muestra suficiente de que me odiaban en ese momento.

-Creen que les miento -susurré vacío.

Me froté la frente y noté como estaba empapada de sudor, pequeñas gotas se escurrieron de mi palma pálida y temblorosa. Sobe salió del baño restregándose las muñecas y oliéndolas cada unos pasos.

-Que delicioso perfume ¿Puedo quedármelo?

-¿Eh? Sí, como quieras, ve a buscarlo -murmuré sacudiendo una mano.

Se encogió de hombros.

-Ya lo guardé, me lo iba a llevar de todos modos.

No sé si fue por el perfume, la desaliñada manera en que estaban vestidos o por mera coincidencia pero me abordó un pensamiento siniestro.

-¿Cómo me encontraron? ¿Por qué quieren ayudarme?

Petra suspiró y abrió la caja más alta de una pila, hundió las manos en ésta y hurgó su contenido con desinterés.

-Bueno, verás. Estábamos buscando a alguien en el pueblo cuando te encontramos, no estabas planeado, al menos no del todo -Me dedicó un semblante de disculpa y le pedí que continuara-. Como te dijimos existen los Abridores y Cerradores. Pero hay una razón por la que es la primera vez que escuchas de ellos, aunque seas uno de ellos. Y esa razón se llama La Sociedad.

Sacó una de mis remeras favoritas la volteó, me miró y volvió a colocarla en el mismo sitio.

-La Sociedad es un grupo de éticos que cree que los Abridores son un problema para el mundo. No les gusta la idea de que vayan abriendo puertas a mundos extraños o visiten pasajes informándoles a otros mundos que existe uno como el nuestro. Temen que un día se abra una puerta que no se debe abrir y salgan criaturas atroces o seres viles. Su principal actividad es matar Abridores y secuestrar Cerradores.

-Nadie sabe qué le hacen a los Cerras una vez que los tienen pero cuando los sueltan no son los mismos. Parecen máquinas, marionetas que le sirven. Deambulan como sicarios por la ciudad cerrando puertas y matando a todo Abridor que se tope en su camino. Por suerte hay más Abridores que Cerradores, se dicen que de cada diez que abren hay uno que cierra.

-Vaya...

De repente me sentí más extraño de lo que me sentía. Si era cierto que en realidad era un Cerrador me pregunté por qué nunca me había cruzado con La Sociedad, incluso si uno de mis hermanos era un Abridor por qué nunca antes había abierto un portal. Preferí reservar las dudas hacia el final pero por el momento oír hablar de La Sociedad me daba escalofríos.

-La Sociedad es una organización compuesta por muchos países, dirigida y mantenida por inversores confidenciales...

-Funcionarios del gobierno -aclaró Sobe fingiendo tener toz.

-...que trata de prevenir lo que ellos llaman «un caos» -recalcó las comillas con sus dedos-. La realidad no es esa. Sólo no les gusta la idea de que hay algo que no pueden controlar.

-Lo que lleva a cómo te encontramos -prosiguió Sobe-. Nosotros estábamos siguiendo a un agente de La Sociedad, lo último que supimos de él era que vivía en Grand Forks, Dakota. Fuimos a buscarlo y te encontramos a ti.

-Y lo seguíamos porque en parte te buscábamos. Los agentes de La Sociedad no tienen vacaciones...

-Prestan toda su vida a un honorable servicio -ironizó Sobe poniendo una mano en el corazón y un semblante impertérrito como un soldado que jura devoción.

- Sí, son tan nobles que no descansan nunca- dijo Petra fingiendo lástima por ellos-. Y si ese agente vivía aquí entonces estaba en el pueblo por una misión. Estaba buscando a un Abridor o a un Cerra que se escondía muy bien. Si no veníamos por ti entonces lo haría él. Lo seguíamos para encontrar al trotamundos que quería capturar. Nosotros vinimos por un Abridor pero no estás mal.

-¿Por qué me ayudan? -Volví a preguntar- ¿Cómo saben que soy un Cerra si me veo como todos los demás?

-Porque una vez que estás tanto tiempo entre Abridores y Cerradores sientes su presencia, es como cuándo te acercas al mar, no sólo hueles su olor salado también notas algo diferente en el aire. Ahora acabas de enterarte de nuestra existencia, eres nuevo en esto, luego sabrás de qué hablo.

-Y te ayudamos -añadió Petra volviéndose hacia mí- porque siendo sinceros no tenemos nada mejor que hacer.

-Además de otras razones poco importantes que tal vez luego comentaremos.

Me senté en mi cama con la mente bullendo pensamientos, ignorando las últimas palabras, me sentía desorientado como si hubiese estado dando vueltas sin parar por una hora, mis pies no podían anclarse a la tierra. Sobe se recostó en la pared con las manos en los bolsillos de su pantalón.

-No entiendo mucho... -dije al cabo de un rato- ¿Cómo van a ayudarme?

-Para tu desgracia hay dos portales en el sótano y no sabemos en cuál de los dos están tus hermanos.

-En el castillo...

-Sí, pero no funciona así -Se apresuró a aclarar Petra.

-Sé que sonará desesperante -previno Sobe- pero puede que no se abra exactamente en el mismo lugar. Imagina que fuera un portal hacia este mundo, tal vez tus hermanos terminaron en China y nosotros si entramos a buscarlos puede que entremos en el Polo Sur o en Tierra del Fuego ¿Entiendes? Se abre en el mismo mundo pero en lugares diferentes. No me mal entiendas, puede que se abra en el mismo sitio, pero hay muy pocas posibilidades de eso cuando viajas con un Cerra. Además de que no podrás venir con nosotros o cerraras el portal.

-Si vienes con nosotros puede que cruces al otro pasaje, estaremos todos en el otro mundo pero no podrás volver a tu casa, cada vez que lo queramos abrir tu presencia lo cerrara, tendríamos que esforzarnos el triple para abrirlo, concentrarnos en lugar de hacerlo involuntariamente y tal vez aun así no podríamos- noté que había algo más que no me estaban diciendo pero me encontraba demasiado aturdido para cuestionar.

Dejé caer mis hombros derrotados hasta que escuché las mejores palabras del mundo. Era como si acabaran de darme la noticia de que era un enfermo a muerte pero había una cura.

-Pero...

Una campanilla comenzó a resonar en mi habitación y me sobresalté. Él sonido se elevó retumbando por el aire; Sobe deslizó fuera de su pantalón un temporizador de cocina donde la aguja se había detenido en el número diez. Su cara se tornó pálida y hundió el temporizador debajo de mi almohada para que mis padres no lo escucharan. La cama estaba revuelta, lo único que alumbraba el ambiente era una lamparilla que despedía una luz amarilla la cual maximizaba las sombras.

-Tenemos que irnos -dijo observando de reojo a Petra, ella asintió solicita- fue un gusto conocerte este...

-Jonás -respondí viendo cómo me estrechaba la mano como si hubiésemos cerrado un contrato y se alejaban hacia la ventana, los detuve a medio camino-. Esperen ¿Ya se van?

Petra se volvió y me besó en la mejilla con ternura a la vez que me deseaba buena suerte. Sus dedos suaves tocaron mi barbilla lo cual me hizo sentir incómodo, el cosquilleó de sus dedos perduró en mi piel después de unos minutos. Yo continuaba entorpeciéndoles el paso, totalmente desorientado como si tratara de nadar en un huracán.

-¿Qué? No. Alto ¡Dijeron que iban a ayudarme!

-Sí pero llevo más tiempo de lo planeado -objetó Sobe corriendo la ventana, una brisa de aire gélido me perforó la ropa y la luz plateada de la luna nos empapó-. Mira amigo, somos dos Abridores y un Cerrador, si es verdad que hay un agente de La Sociedad en Grand Forks entonces ya está viniendo por nosotros. De hecho vendrá y lo hará en diez minutos si no nos dispersamos. Ellos no tardan más de una hora en localizarte.

Me vadeó del camino y estuvo a punto de irse pero me interpuse nuevamente en su paso, no iba a dejar que se fueran tan rápido, eran mi única posibilidad de recuperar a mis hermanos. Si estaban en otro mundo solo ellos podían hacerme llegar hasta allí.

-Dijiste que había un pero ¿Pero qué?

-Escucha es largo, si quieres que te ayudemos ven con nosotros.

-¿Qué? ¿Ir a dónde?

Sobe habló deprisa como si estuviera lleno de palabras y quisiera vaciarse. Me encontraba desconcertado, mi cabeza era un remolino tormentoso de información, pero aun así escuché cada cosa que dijo.

-Hay un lugar donde puedes encontrar un mapa, hay mapas de todos los pasajes. Los pasajes se dividen en importantes y no tan importantes. Larga historia -dijo y prosiguió-. Hay un lugar donde hay centenares de mapas de casi todos los mundos.

-¿Dónde es? Iré -dije resuelto, haría cualquier cosa para recuperarlos.

-¡No está en este país!

Vaya, esa noche las cartas no estaban todas a mi favor. El mundo se desmoronó a mis pies, sentí que las rodillas me temblaban. Sobe pasó una pierna sobre el alfeizar y la otra la mantuvo en mi habitación, montado sobre el marco de la ventana continuó hablándome. El viento que se deslizaba hacia la habitación agitaba ligeramente sus cabellos castaños mal cortados.

-Ese lugar es un sitio donde los Abridores y algunos Cerradores encuentran refugio. Allí están los mapas, es como un asilo donde viven voluntariamente los que quieren estar protegidos de La Sociedad. Se llama el Triángulo.

-¿Dónde está? -pregunté reprimiendo el impulso de gritar y comprimiendo la mandíbula hasta que mis dientes rechinaron.

- ¿Dónde más? ¡Cerca de Cuba! ¿Recuerdas el famoso Triángulo de las Bermudas? Es ahí, los aviones y barcos desaparecidos son desgraciados que cayeron en pasajes. Al concentrarse todos los Abridores en una zona abren cada portal a la redonda. E irónicamente nos ubicamos en el sector del planeta con más puertas a pasajes, son muchos portales abiertos, de allí viene el mito que todo desaparece.

Sobe se hallaba completamente fuera colgado de las rugosas ramas que se encontraban adheridas a la pared. Petra comenzó a sacar su ágil cuerpo por la ventana y yo me quedé mirándola.

Pensé en lo que me habían dicho. En los Abridores y en los Cerradores pero sobre todo en las puertas y los pasajes. Si mis hermanos habían terminado en un pasaje inhóspito entonces era mi responsabilidad buscarlos, mis padres los buscarían en estas calles, con la policía pero jamás aparecerían porque estaban más lejos de lo que ellos podían imaginar. Si yo no los buscaba entonces nadie lo haría y si no me habían creído que desaparecieron detrás de una puerta en el sótano entonces tampoco me creerían que había sucedido porque era un Cerra. La mera idea de no volver a verlos me descorazonó, sentí que todas mis tripas se comprimían en el interior. Las manos me sudaron como si fuera verano pero también temblaban como en invierno. Estaba a punto de colapsar.

Estaba desesperado, quería gritar y llorar al mismo tiempo, quería tener allí mismo a Narel y mis hermanos. Sentí que millones de problemas y temores giraban y se revolvían a mí alrededor.

Sólo esas dos extrañas personas podían llevarme a mis hermanos. El plan no había sido bien explicado pero estaba la posibilidad de obtener un mapa, y una vez con el mapa solo tenía que encontrar una manera de cruzar el portal. Era un plan ridículo con pocas posibilidades de triunfo pero estaba cargado de esperanza y las personas con esperanza siempre se aferran a la más remota posibilidad.

Había estado toda la noche pidiendo que alguien me creyera y cuando dos personas lo hacían y no sólo eso, también me explicaba lo que sucedía, dudaba en seguirlos. Estaban yéndose y sabía que una oportunidad así no se presentaría dos veces, si los dejaba ir entonces dejaba ir la única posibilidad de encontrarlos. Hubiera preferido que me asaltaran, secuestraran o me dieran la felicitación por haber ganado un concurso.

Con mis padres no podía contar, tenía que valerme por mi mismo. En el momento pareció sencillo, buscar y encontrar mapa, buscar y encontrar manera de cruzar, buscar y encontrar hermanos.

Resuelto me dirigí corriendo a la ventana y vi sus siluetas resaltando negras entre la nieve.

-¡Alto, voy con ustedes! -grité más alto de lo esperado.

Sobe asintió apresurado y indicó con la mano que no me hiciera tardar. Petra estaba a medio camino entre la ventana y el suelo, sonrió iluminada cuando me escuchó y volvió a trepar cuesta arriba sin ningún problema como si fuera una gimnasta profesional.

Me dirigí rápidamente a una caja y la hice pedazos, saqué la mochila que iba usar a la mañana siguiente en mi primer día de colegio y la llené de dos pantalones y dos buzos que Narel llamaba ropa de ñoño, busqué la linterna que usábamos los días de tormenta, de alguna manera había llegado a mi bolsillo, también la guardé en la mochila; de todos modos no iba a usarla en el colegio la mañana siguiente, ni la siguiente, ni tal vez nunca. Me llevé la campera más liviana y cobijadora que encontré para soportar el frío y huir y después cogí las siguientes en la lista para Sobe y Petra.

Sobe tenía una chaqueta de aviador pero no le serviría de mucho en la nieve.

Descargué mis ahorros en la mochila cuando Petra cruzó la ventana y se sentó con calma en el alfeizar, observando con ojos curiosos, su silueta completamente negra siguió mis movimientos. Su mirada tenía un resplandor en la penumbra como dos luces opacas en mitad de la noche. Agarré mi teléfono celular pero ella hizo una mueca.

-La Sociedad rastrea esas cosas -dijo señalando el móvil, me pareció chistoso que una adolescente se refiera a un teléfono por cosa.

Lo pensé rápidamente y supe que después de todo Narel tal vez nunca me llamaría. No creí que pudiera encontrar señal en otro mundo. Dejé vacilante el teléfono móvil sobre un escritorio desordenado.

Me hubiera gustado llevarme mi diccionario pero no lo necesitaría a dónde iba y de repente las palabras ya no me parecían tan importantes, no cuando no creen lo que dices.

-¿Listo? -preguntó poniéndose de pie y recogiendo unas cuantas historietas del piso. Las introdujo en la mochila y la cerró apresurada con una sonrisa nerviosa-. Quiero leerlas luego.

«Oh, es perfecta» pensé mientras la seguía hacia la ventana.

-Jamás vi alguien huir de su casa -me confesó antes de bajar, alzando su mirada policroma, motas de color celeste, canela y verde se llenaron de expectación, humedeció los labios-. Siempre los encontré huyendo.

No supe muy bien a qué se refería y no teníamos tiempo para sacar conclusiones, pero contesté intentando esbozar una sonrisa:

-Hay una primera vez para todo.

Escuché ruidos en el piso inferior, una luz se encendió e iluminó la nieve que bordeaba el piso de abajo, Sobe retrocedió a las sombras, cerca de unas plantas congeladas. Sus pisadas crujieron y dejaron unas huellas misteriosas en la nieve. Alguien preguntó por mí. Tal vez mis padres habían captado ecos del alboroto que se había librado en mi cuarto. Todavía no habían subido las escaleras, supuse que tenían el cuerpo pesado del sueño o tal vez no estaban seguros de lo que habían escuchado. Pero yo estaba seguro en algo, cuando entraran a mi habitación no iban a encontrarme, ya me habría ido. La seguridad y resolución con la que había empacado comenzaba a escaparse de mis manos.

Petra salió primero y antes de descender me miró profundamente a los ojos y preguntó:

-¿Estás seguro? -titubeó-. Si bajas conmigo por esta ventana estoy segura de que nada volverá a ser como antes. Nada Jonás.

- S-sí -contesté lo más resuelto que pude.

Observé por última vez la habitación y entonces supe que nunca había sido mía. No había nada que quisiera a excepción de una fotografía familiar que reposaba en la mesilla. La cogí obedeciendo el impulsó y la doblé dentro del pantalón. Supongo que presentí que no iba a regresar en mucho, mucho tiempo.

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