Miedo
—¿La has puesto a dormir? —Folg preguntó divertido.
Naheim enarcó una ceja y sacó a relucir una sonrisa sardónica.
—Sabes que no tengo esa clase de don.
Tomó asiento en las sillas dispuestas en la proa del barco. La noche empezaba a alargarse y muy pocos eran quienes deseaban seguir allí cuando el frío los embargue. Valquicio era una zona templada. Podía incurrir en temperaturas menores a tres grados o llegar a los diez grados. Siempre variaba y el mar se tornaba una bestia ante la templanza, pero en esa ocasión lucía manso. Estaba tranquilo para ser un viaje a la tierra blanca.
—No, pero lo añoras —Recalcó.
Folg veía el otro extremo del mar. Allá donde un par de animales sobresalían con sus largos picos. De piel suave con varias capas que los protegía del clima y sus ojos rojizos y rasgados veían la embarcación. Las luces no parecían molestarlas. Sonrió recordando viejas anécdotas de Corin sobre las Toni. Muy inteligentes, fieles y risueñas.
—No voy a mentirte —respondió Naheim. Miró a su amigo con la vista fija en el horizonte y en las criaturas—. Les agradas.
—Cualquier lorne que se precie de ser alguien admirable tendrá el aprecio de una toni. Es lo que Corin solía decir. —Bajó la cabeza.
Naheim tomó la bola de cristal en sus manos. La sacó de su bolsillo de un momento a otro. Debería haberla regresado, pero allí estaba. Un amplificador natural de la magia había caído en las manos de Evy, sin embargo él aun no lo regresaba. Quizás si hubiera podido tener algo como eso hacía años atrás todo fuera diferente. No lo sabría nunca, tampoco debía indagar en el pasado.
—¿Cómo sucedió? —preguntó Naheim—. ¿Cómo la perdimos?
Folg lanzó su vista hacia atrás; aquel seguía jugando con la bola de cristal en sus manos, ahora falto de color y brillo. Parecía una masa negra en vez de un amplificador.
—Diez días después de que marcharon el clima arreció fuerte contra el puerto. La llovizna comenzó en cuestión de nada, ni siquiera había nubes sobre ella, pero cuando empezó a llover todo se volvió imposible. El puente de llegada quedó destrozado, la locomotora siguió su camino ante eso. No se detendrían a exponerse.
»Corin estaba a las afueras, con un par de familiares. Los invitaba a ingresar a la posada. Nos ocultaríamos bajo el suelo, en el búnker que habíamos construido. Nunca creí que llegaríamos a usarlos por una tormenta. Al salir de la posada para hacerla entrar, me di cuenta que ella se había quedado muda. Demasiado quieta. Seguí el camino de sus ojos y los vi: nébulas.
»No eran sombras, no eran enviados de Grad Nebul, Naheim —Negó con la cabeza destrozado—. Nébulas. Los olía, los intuía. Caminaban hacia el puente con la destrucción en sus manos. Halé a Corin, corrimos hacia la posada, pero antes de que pudiéramos entrar uno de ellos nos encontró. Ella dio su vida por mí. —Fijó su mirada en el suelo.
»La cargué el último tramo y entré. Junto con un par de vecinos sellamos las puertas y nos fuimos al búnker. Ella temía por ti cuando regresaste. Yo también, pero sabía que a donde ibas no querías tenernos a tu lado, por eso no insistí. Actué como cobarde. Si tan solo hubiéramos hecho este viaje contigo...
Folg se desplomó en el suelo, destrozado, su llanto era silencioso y doloroso. Era la combinación de sentir la frustración y la pérdida al mismo tiempo.
—No te habría dejado venir —respondió Naheim—. Ni a ti ni a Corin. Creí que no habría mejor lugar para ustedes que estar en casa. Seguir sus vidas como si nada.
—No puedes seguir por este mundo cuando él está allá arriba. Nos vigila, tuerce nuestras vidas con solo chasquear los dedos y lo hace gustoso de ello.
Naheim tragó fuerte. Volteó su mirada hacia el otro extremo porque sentía real cada palabra de Folg. Nadie mejor que él para saber que no había mentiras en ellas, que decía la verdad como si también lo hubiera vivido aun cuando no fuera así. Solo pocos tendrían la desgracia de conocer el amor que Grad Nebul profesaba.
—Lo siento —murmuró Folg.
Se dejó caer sobre la silla al lado de su viejo amigo.
—Nadie lo sabe mejor que tu —Se rio— o que el tal Kabuto.
—Es extraño que aún lo siga —murmuró.
—¿Por qué? A mí me parece extraño que alguien lo siga, pero míralo. Algunos aún están ahí pululando a su alrededor —comentó Folg lleno de ira.
—Sí, pero como yo, Kabuto vio más allá. Aun así no parece importarle y sigue sus órdenes a rajatabla.
—Es igual a él —siseó Folg—. Eso es lo que significa seguir a Grad Nebul.
Naheim se quedó en silencio. No tendría formas para rebatir esa verdad que dolía cada pensamiento. Más allá de la situación en la que se encontraba tanto Kabuto como Tern estuvieron a su lado por largos años. Habían comido juntos en la misma mesa de la misma institución; eran el trío del diablo. Así les conocían todo aquel que supiera de ellos, pero todo había acabado una noche eterna cuando las luces desaparecieron y las explosiones se sintieron en una de las alas de la ciudadela. Un grupo de insurgentes se habían hecho con lo necesario para escapar y era el deber del trío hacerlos desaparecer.
No los encerrarían. No tendrían un juicio, eran traidores y los traidores, a los ojos de Nebul, solo tenían una suerte. Después de aquel fatídico día las cosas habían cambiado tanto como para desgastarlos, romper aquella admiración sublime que tenían. Sin embargo, solo había sido distinto para Tern y Naheim según lo que veía. Frente a él, Kabuto seguía órdenes sin importar nada. Ni siquiera la vida de un viejo compañero.
—¿Crees que sea diferente? —preguntó Folg.
La pregunta lo sacó de sus pensamientos. Observó al lorne dudoso, trataba de comprender qué quería decir sin lograrlo.
—Evy —respondió a las dudas de Naheim—. La llevas como animal a su muerte, pero pareces confiado en que eso no sucederá. ¿Crees que será diferente? —Volvió a preguntar, esta vez cerca de él.
—En principio lo creí —musitó y sus ojos dieron al suelo una vez más—, ahora no lo sé. Cuando conocí a Evy no lo pude creer... Tenía una nébula frente a mí. Era todo lo que pensaba. Alguien la había alejado del mundo Inverso, era tan ajena a este lugar como una pequeña. Creí que eso jugaría a nuestro favor, no tiene lazos con Nebul por lo que no cedería. Tampoco tiene lazos con el mundo Inverso, así que este lugar le sería indiferente.
»Hace poco dijo saber de mí. Sabía que alguien iría por ella porque estaba escrito en su constelación. Ahora temo que también sepa qué sucederá si fallamos y aun así decidió seguir. Pudo haber renunciado, volver atrás. No lo sé. Solo sé que no lo hizo.
—Buscabas una guerrera, pero ella no lo es. Aunque su constelación le habló de ti —farfulló preocupado—. Y aun así no le importó seguir. Si supo de su constelación, sabe lo que le depara el final de esta travesía. —Resopló—. Es más valiente de lo que aparenta.
—No me interesa su valentía, Folg —gruñó el otro—. Durante los días que la vigilé, no parecía alguien de carácter. Era fácil de dominar, solo pensé en eso.
—¿Y ahora cambió?
Folg terció el rostro tanto como su pico le permitía.
—Ahora tengo miedo —confesó.
La sorpresa no se borró del rostro de Folg tan fácil. Miedo. Esa no era una palabra que Naheim expresara, no, Naheim era un sujeto audaz con miles de cartas bajo su manga. Tan capaz y manipulador como lo fue con Evy para traerla hasta el mundo Inverso. Folg sabía que la forma en que ella había llegado no podía ser de ninguna otra manera que bajo los engaños de los que Naheim disponía cada tanto. Así era él; largo tiempo le tomó saber tratarlo, llevarlo por el camino más honesto, pero al final los restos de lo que alguna vez fue estaban ahí. No podía ocultar que era una parte de Nebul y no dudaba que una parte de él siguiera usando la energía de Nebul, como todas las nébulas y los amigos más allegados a ese ser.
Folg lo contempló temiendo que fuera una mentira, pero no lo era. Ese signo de debilidad tan característico pero que muchos temen expresar estaba ahí y estaba generando más dolor del que habría imaginado.
—Temer por una chica que solo es la mitad de una nébula —murmuró parsimonioso. Buscaba sacarlo de su mundo.
—Temo por ella y por mí. Sí. —Contestó. Alargó una sonrisa que no le generó ningún placer a Folg—. Qué puedo hacer si no es continuar el rumbo que ya tracé —Se encogió de hombros.
—Puedes regresar a Verena. Estoy seguro que quien te ayudó antes, lo volverá a hacer.
Naheim negó. Caminó hacia la proa, justo donde la baranda los detiene de una caída inminente.
—¿Lo harías, Amilava? ¿Me darías una segunda oportunidad? —preguntó al mar, pero no la encontró.
En cambio una toni se movió con rapidez, salió fuera del mar en un salto inigualable que al caer el agua le salpicó en el rostro.
—Supongamos que eso es un no —dijo Folg en tono divertido, misma que se fue de su rostro en un santiamén—. Cuando te acercaste a mí, decidido a enfrentar a Nebul con nada a tu favor, me reí. Lo confieso.
—Te vi hacerlo —Aclaró Naheim
—Y lo seguí haciendo. Corin me daba golpes en la cabeza por ser tan... estúpido. Porque tú estabas claro en tus deseos, mismas que tenían otros y yo me burlaba porque me rendí incluso antes de intentar hacer algo. Sabías que contabas conmigo, aunque me pareciera una tontería. Lo que no sabías es que si las cosas se ponían difíciles te hablaría de desistir —Negó y resopló cansado—. No soy tan valiente como Evy o como tú... O como el mismo Emur Jenar. A quien en algún momento tendrás que ver. Enfrentémoslo de una vez, ir por Nebul solos es una tontería.
—Si lo veo lo llevaré al frente de Nebul aún en contra de mi voluntad —Susurró.
—Sería la mejor forma de llegar a Ehorla'hum —contestó el lorne.
—No si Evy está a mi lado.
Naheim lo miró con la pesadez en su rostro.
—De igual forma pensabas ir con ella hasta Ehorla'hum. ¿Qué creías que iba a hacer? No la conocías de nada ¿o sí?
Naheim negó con la cabeza, estaba decaído. ¿En qué momento creyó conveniente arrastrarla a ese mundo donde había un sujeto con tanto poder como para acabar con razas enteras.
—Era una nébula. Una nébula que no estaba al servicio de Grad Nebul, solo en eso pensé —musitó consternado de su tontería
—Llevabas un sacrificio —zanjó Folg.
Naheim alzó la mirada, sus ojos desorbitados mostraban cuan había entendido las palabras de Folg y que no pudo ver antes de invitar a Evy al mundo Inverso. Él solo vio una posibilidad y la tomó, sin preguntar, sin investigar más allá de lo que veía. Solo usó lo que creyó conveniente para atraerla y resultó. Si podía odiarse por eso, ese era el momento. Lo hacía cada vez que la veía, con Folg a su lado ese dolor se incrementaba. Al final era tan parecido a Grad Nebul que no podía evitar odiarse. Resentía cada palabra, cada sonrisa, cada acto hecho o no que la había atraído.
—Debo hacer que regrese.
—Tiene una marca en su mano producto de un pacto, y tienes su palabra de que irá contigo hasta Ehorla'hum pese a todo ¿Crees que te seguirá de regreso? No pareces saber de nébulas aun cuando has vivido toda tu vida entre ellos —razonó Folg—. Todos son unos tercos, moralistas, adaptados en su muy pequeño cerebros y sus mundos casi perfectos. —suspiró—. ¿Por qué volvemos a caer en lo mismo? No pararemos en nada concreto.
Naheim sonrió con pesadez.
—Pero es bueno tener a alguien con quien hablar y soltarlo todo.
—Ya tenías a alguien. Solo temías que te enfrentara y dijera la verdad en tu cara. Que te diera la espalda y se marchara aun cuando lo lógico que alguien podría hacer era eso. En cambio obtuviste una respuesta ilógica —refutó Folg.
El par se miró a la cara y se echaron a reír. Sí, era tal como Folg lo decía. Él había encontrado una reacción ilógica, por eso seguían ese rumbo hacia Valquicio.
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