Las aves ya no vuelan
Gathas caminaba al frente lo que le servía a Evy para hacer introspección sin que él la mirara. Desde el inicio no habían tenido nada más que decir y solo podía recordar las palabras de Isadora antes de marcharse:
—Estoy segura que en el futuro nos volveremos a ver, tendremos el tiempo que no tuvimos ahora.
En todo su viaje solo había una meta y era llegar a Ehorla'hum ¿Volver sobre sus pasos? No, eso no estaba estipulado. Si seguía el camino de su constelación el recorrido la llevaba hasta Nebul y ahí se perdía. No sabía si eso significaba que ahí moriría, pero no estaba cerrada a otras opciones. Después de todo su madre había sido enfática en varias cosas y una de ellas era que, cuando la constelación terminara, podía nacer otra estrella. Sin embargo su situación no era parecida a la de Naheim ni ningún otro en el mundo Inverso.
Gathas se detuvo en seco y Evy lo imitó con el ceño fruncido. Parecía haber percibido algo que estaba fuera de su entendimiento.
—Gathas...
—Sh —siseó—. Algo se acerca.
—Deberíamos ocultarnos —murmuró Evy.
El chico la observó con una media sonrisa y acto seguido como si su cuerpo se convirtiera en polvo nació el jagar. Gathas rodeó a Evy, pero estaba en posición para atacar a cualquiera que se acercara. Era la primera vez que ella veía que alguien se transformara a su antojo. Estaba embelezada, respiró hondo y apartó la mirada solo cuando escuchó el ruido de las ramas cuando se rompen.
—Gathas, por ahí—siseó, señalaba su izquierda y el jagar caminó hacia donde ella señalaba.
Entre las hojas verdes y la maleza, aparecía Folg con una mirada peculiar que se llenaba de sorpresa al verla. Creía que demoraría aun más en ubicarla, pero no fue así, lo cual lo hacía mucho mejor pues el tiempo corría en contra.
—Folg...
El jagar estaba a punto de atacar hasta que escuchó a Evy nombrarlo. Gathas la observó confundido y de la misma manera en que se había convertido en aquel animal, deshaceía la transformación para verla de frente.
—¿Lo conoces? —inquirió.
Evy asintió y corrió hacia él. Se perdió en un abrazo que tomó por sorpresa al Folg.
—¡Hey! También me alegra verte, pero no creí que fuese para tanto —exclamó el lorne en tono burlón.
—¡Lo siento, lo siento! —exclamó Evy en llanto—. Lo perdí, Folg.
—No lo perdiste, niña tonta. Ese imbécil se dejó llevar, no me cabe la menor duda, pero tenemos que alcanzarlo. Ahora más que nunca. ¿Bien? —inquirió. Evy tragó y respiró profundo—. ¿Y quién rayos es él? ¿Cómo haces para conocer gente tan rápido? —volvió a preguntar mofándose.
—Él es Gathas Tows. Es un nebula —dijo—. Gathas, el es Folg. Un compañero de viaje.
—¡Ah! Genial, no tendré que llevarte hasta el pueblo más cercano —dijo desmotivado.
—Aun puedes hacerlo, no tengo ni la peor idea de dónde estamos y llegar a un lugar más civilizado nos ayudaría —espetó Folg.
—En ese caso, sigamos la ruta. Llegaremos al pueblo más cercano y podrás seguir tu camino, Evy
—Agradezco todo lo que has hecho —dijo convencida.
Para Folg algo no estaba bien. Aunque pretendía que no había problema alguno, no podía despegar la vista del nebula. No tenía nada en contra de la especie de Evy, pero pocas eran las veces que los había visto y la cordialidad no era su primera impresión. Quizás al tratarse de alguien como Evy eso cambiara, pero no podía imaginarlo. Decidió así que estaría dos pasos por detrás de ellos. Vigilaría cualquier movimiento desde esa posición y hasta el momento no veía sentido a su mala intuición.
El viaje, en cambio, era bastante a meno para Evy. Gathas se encargaba de relatarle como era la sociedad de las nébulas antes de que todo colapsara, cuando convivían con otras especies y era permitido el libre paso entre ciudades. Por supuesto para ella eso sonaba como un lugar idílico, algo inesperado que no se vería en ningún lado. La forma en como Gathas lo relataba parecía atemporal y eso también lo llenaba de nostalgia, misma que Evy notaba sin mucho esfuerzo.
—Una vez tuve que ir desde Ehorla'hum hasta Valquicio ¿Te imaginas? —dijo sin parar de reir—. Es un viaje extenuante, pero papá tenía una serie de vehículos que se movían por toda la ciudad. Aunque no teníamos mucho, él consiguió todo lo que se propuso con tan solo tres de esos. Durante ese viaje tuvimos que pasar la frontera, los butaqui lo vigilaban, fue extraño porque ellos nunca se encargan de eso. Solo los ecorle, pero ese día había uno y estaba bastante agresivo. En cuanto papá le mostró un manjar de frutas y vegetales, se calmó. El pobre llevaba tiempo en vigilancia sin probar bocado. Después de ese día cada vez que pasábamos papá le llevaba algo.
»Cuando él llegó, al butaqui lo cambiaron. Había sido dado de baja —Su mirada había cambiado—. Era pequeño en ese entonces, no lo entendía hasta que, él decidió que todos debían ser reemplazados. Todos perdieron algo importante. Material o sentimental, o personas. A todos nos tocó de alguna forma.
»Evy, tu no pareces ser de aquí ¿Eres bastante joven o simplemente creciste en una burbuja? —preguntó burlón.
—Yo...
—¡La sobreprotegían mucho! Cosas de nébulas, sabes, después del gran declive nada fue fácil para ninguno de ustedes —lanzó Folg antes de que Evy pudiera develar de dónde provenía.
El lorne asintió con la cabeza, como si aquello le diera más aceptabilidad a la mentira. Evy en cambio prefirió callar y solo ver a Gathas quien esperaba una respuesta afirmativa. No la encontró, en cambio Evy bajó la mirada y siguió su camino.
—Entiendo, eso suena muy bien —dijo. Le mostró una sonrisa nostálgica y volvió la vista al frente—. ¡Oh, ahí esta! —señaló.
Folg observó una casucha abandonada donde la madera estaba corroída por el paso del tiempo y la naturaleza se había tomado la molestia de rodearla.
—¿Esta es la ciudad? Es un poco... ¿pequeña? —exclamó Folg mofándose.
Gathas observó el lorne sorprendido y echó a reír.
—¡Claro que no! Para ir hasta allá debemos movernos en algo más rápido. Aquí es donde guardo el único vehiculo que podría usarse —respondió.
El auto era viejo, estaba lleno de tierra y telas de araña; parecía que nunca había sido usado, pero en cuanto Gathas lo encendió la apariencia desapreció. Después de todo, lo más importante era que encendiera. El nebula les hizo señas para que entraran en él.
Entre las paredes del aeroplano donde viajaba, podía notar las insignias, rasgaduras y magulladuras de los que antes habían sido encerrados en aquellas celdas. Las conocía bien, de hecho conocía los mil y un trucos para deshacer su protección y salir de ahí. Sin embargo había preferido mantenerse quieto para no alarmar a las sombras, su energía estaba por el suelo. Deseaba descansar de una vez por todas y solo al notar el avance de la lesión en su brazo, entendía por qué.
Por otro lado no paraba de ver el rostro de Evy entre sus recuerdos. Iba y venía como una balanza, le dejaba sin aire por momentos. Al final había hecho lo que se detestó por pensar. No podía imaginar como estaría la nebula ni donde, solo podía esperar que se encontrara mejor que él.
Kabuto tenía al menos varios minutos observándolo, silencioso y expectante, su rostro tenía una sonrisa que podía cortar la respiración a cualquier otro. En cambio Naheim esperaba a que fuera él quien iniciara la conversación, sus ánimos no eran los indicados y bien sabía que tendría que tener fuerzas para enfrentar a Kabuto.
—¿Te gusta la decoración? No ha cambiado nada desde que te fuiste —exclamó Kabuto por fin.
—¿Cómo estas, Kabuto? Veo que sigues siendo un perro faldero —Se bufó.
—Me va muy bien, a diferencia de algunos por aquí —resopló—. Lo tenías todo, tu y Tern, podían hacer lo que desearan, pero se fueron por otras cosas que en realidad jamás regresarán.
»Hogar, familia, sociedad, tonterías. Me desilusionan. Creí que estaríamos hasta el final, no fue así.
—Aun puedes salir. Escapa como lo hicimos nosotros, no es necesario que te sigas arrastrando a él...
—La diferencia es que yo no me siento como una herramienta, Naheim —Se burló, miró las rejas del lugar como si buscara las respuestas en ellas y luego fijó la vista en su prisionero—. Yo siempre me he sentido muy a gusto con lo que hemos hecho. A diferencia de ustedes, mi consciencia se siente en paz.
—En ese caso no hay nada más que hablar —zanjó Naheim.
—Yo creo que sí. Después de todo si estoy aquí es porque debo hablar contigo ¿O no? —Se mofó—. Nebul me pidió que te llevara al gran salón una vez toquemos la ciudad. No habrá una gran recepción. No es que le gustara todo lo que hiciste, pero te quiere ver, lo ansía con tanta vehemencia que me enferma. Creo que esto es lo único que me da arcadas. Que te necesite tanto...
»Tern también estará allí o bueno, lo que quede de ese costal de huesos —La mirada de Naheim se endureció—. No, no lo pienses, hace mucho que salió de Valquicio. Traicionado por los suyos, terrible hecho y es muy probable que Nebul espere a que llegue tu compañera de viaje. Esa... nebula, que ha estado bloqueando mis registros. Él parecía muy interesado cuando le comenté cómo me habías evadido.
—Kabuto, si aun queda algo de nuestra amistad, preferiría que la usaras para mantenerla a ella alejada.
Se acercó hasta las rejas pidiendo aquello exaltado.
—No. Después de todo, ustedes venían hacia acá —Se burló.
—No de esta forma.
—Nunca es la forma.
...
Petunia llevaba horas intranquilas. No podía controlar el pálpito de su corazón, mucho menos la rigidez de su peluda cola. Pasaría algunas horas antes de llegar al publo de Yare donde se alojaría para luego hacer la distinguida caminata hasta Ehorla'hum, y en ese tiempo buscaría la forma de contactar con Folg. Esperaba que la capacidad del lorne para buscar y guiar fuese tan buena como le habían hecho creer sobre la especie de Folg, de lo contrario temía por el paradero de la nebula.
—¿Petunia? —uno de los magos de la nave la llamó.
La gata alzó la mirada, la intensidad del color de los ojos del mago la dejó sin aire pues se había escapado de sus pulmones en un instante. No sabía si había sido por verlo o porque su rostro delataba el miedo que sentía.
—¿Alguna noticia de Folg? —preguntó ella.
—No, señora, pero hay un cambio en los cielos del pueblo al que iremos. Parece un llamado —dijo el muchacho y tragó hondo. Tanto como para que Petunia lo escuchara.
—Cuando los diablos bajan el cielo cambia de color, es muy común en esta época del año —Refutó.
El mago negó varias veces.
—No es esa clase de cambio —contestó.
Petunia corrió hacia las escaleras con mira al centro de pilotaje donde los ventanales mostraban lo que el mago menor le decía. El cielo estaba inundado por la energía de Nebul de una forma en que no la había visto antes.
—¿Cuánto falta para llegar a Yare? —inquirió.
El mago la observó y respiró profundo, lo soltó como un soplido incesante.
—Estamos sobre él —exclamó.
—Sigamos, iremos directo a Ehorla'hum. No podemos esperar a que los danzantes suban. Y comuníquenme con La Torre —lanzó.
—¿Qué significa eso?
Petunia observó al mago y luego a los ventanales, esa sensación de intranquilidad se intensificaba con cada segundo que pasaba.
—Significa que Nebul sabe que vamos en camino. Probablemente nos esté esperando ahora.
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