La Torre

Observaba las incontables camelias que nadaban sobre el agua. Allí, en medio de ese gran agujero donde el agua caliente se vertía por un canal de bambú y pétalos llenaban el baño, Evy se sentía pequeña. Se apoyó de las rocas y miró hacia las afueras donde no había nadie más que ella, su mente solo escuchaba el grito exasperante de Datell. 

—Él no cederá —escuchó y se alarmó. 

Solo cuando vio que se trataba de Forany, bajó su guardia.

—¿Desde cuándo estás allí? —preguntó.

—No mucho. Te llamé pero no respondiste, supuse que estabas navegando —dijo y se rio—. Siempre lo haces; a veces te hablaba y no respondías, me enojaba al principio, luego supe que era parte de tu forma de ser. Solo como consejo: deberías oir más tu alrededor, no imaginas lo que escucharás allí afuera.

—Las negativas del señor Datell —murmuró.

Ambas se vieron y las risas le precedieron.

—Wira, tu madre, le pidió que te cuidara y eso hará, sin importar qué —exclamó Forany.

—Conoce nuestros designios; mamá no pudo haberle dicho que me protegiera incluso de mi constelación —chilló—. No hay forma de hacerlo, todos estamos atado a ella.

—Porque sabe eso, es porque te protege. ¿Sabes lo difícil que fue estar en Las Espigas sin ti? Creí que le iba a dar algo; saber que no aparecías en ningún lado y luego enterarnos de que se había abierto una entrada al mundo Inverso justo al lado del hotel nos puso en alerta. Tu cuidado estaba a la orden de los Magos de Altier, perderte de vista era inadmisible. 

—Pero él consiguió entrar —zanjó Evy.

Forany suspiró. 

—De entre todos ellos, Datell jamás imaginó que el sujeto de tu constelación era Naheim Ecknar. De haberlo sabido tu seguridad se hubiera cuadriplicado —exclamó burlona— ¿Te imaginas? No hubieras podido ni poner un pie fuera de casa sin que él no se enterara.

—Solo hay dos probabilidades con él. O lo odias o lo amas; no parece haber grises, debe ser muy triste —susurró ahogando sus voz dentro del agua.

A esa simple verdad, Forany no tenía como debatirla pues al final de cuentas era así.

—No tardes mucho, es probable que Gogen desee hablar contigo sobre la partida —dijo Forany.

—La partida... Me llevarà de vuelta ¿no es asi? —preguntó y el silencio en su amiga le respondió.

—¿Seré juzgado como a un mago más? —preguntó Naheim en medio de la sala.

Llevaba un rato allí, acompañado únicamente por una luz que iluminaba las columnas de grandes y antiguos magos, él se veía diminuto en la imponente habitación. Sin embargo no le causaba ninguna sensación de minusvalía, para él la intimidación que trataran de causarle era superflua.

—No eres un mago de la orden para que podamos de hacerlo —respondió Datell. 

Caminaba hacia Naheim sin prisa; había aparecido detrás de las grandes puertas de madera que daban la entrada a la sala.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Naheim.

—Que te resignes y regreses a donde sea que tengas que regresar. —Confrontó Gogen—. No permitiré que tomes la habilidad de Evy para tus asuntos.

—No son solo mis asuntos y aunque quisiera no creo que pueda resignarme y abandonarla —contestó.

—No lo será. Evy cuenta con la Orden de Magos de Altier. Estará a mi lado hasta que regresemos a Verena.

—No es lo que ella quiere

—Es lo que se hará, le guste o no —zanjó.

—Evy es una nébula muy especial. Crece como la espuma, ha absorbido tanto del mundo Inverso que dudo que se sienta igual regresando a casa. Creo que no sabría cómo actuar luego de tanto tiempo aquí. No importa lo que usted quiera, Datell, ella está clara en sus objetivos...

—Las nébulas se pierden por seguir los designios de sus constelaciones; no será igual para ella, no dejaré que la constelación tome lo único que Wira me ha pedido proteger. —dijo en tono decidido.

—Es usted su padre —afirmó Naheim.

—Nada más me alegraría que eso, pero no lo soy. Sin embargo sí lo conocí. Era parte de los cinco en la orden. Un cargo elevado que tuvo que dejar por Wira —dijo con tristeza.

En los ojos de Datell se mostraba la dificultad que le generaba hablar del pasado familiar de Evy. Había tantas cosas ocultas en esos tiempos tan turbulentos que solo rememorarlos le generaba dolor en el pecho. Wira había sido tan especial para él como el mismo mago de la Orden y ahora ambos había dejado una hija atrás. En Evy encontraba tanto de ellos dos que sabía cuán difícil sería llevarla de regreso, pero no había otra opción. De continuar adelante dudaba de que pudiera verla una vez más.

—Naheim, si realmente te importa, necesito que la convenzas de lo contrario. Hazle saber su error y que si decide seguir podría ponerse peor. —Pidió.

Aquello había desconcertado a Naheim. Recordaba al gogen datell que lo humilló e hizo sangrar hasta que Berthi intercedió y no había lugar a comparaciones. Ese hombre se había esfumado delante de quien ahora le suplicaba que intercediera. Sin embargo, ya conocía la respuesta de Evy porque ya había intentado detenerla.

—Ella hizo una marca; se unió a mí en una promesa. Sabes que cuando eso sucede, no hay vuelta atrás.

Datell hizo una mueca. Respiró hondo y paseó la mirada por el grupo de imágenes que se alzaban en las paredes de la habitación.

—Haz que lo rompa. Solo ella puede hacerlo y solo lo hará si tú intercedes. Naheim, nadie mejor que tu conoce el poder de Grad Nebul ¿Crees que ella tiene la capacidad de enfrentarlo? ¿Realmente crees que ella será capaz de siquiera tocarlo? Solo es una nébula que vivió toda su vida en otras tierras. No es una heroína. 

—No puedo prometer nada. —contestó Naheim.

—No quiero promesas, deseo que lo intentes. Si no lo logras, encontraremos la forma de que su opinión cambie. —exclamó convencido.

—Quisiera creer que esas formas de las que habla no son similares a lo que sucedió conmigo.

Petunia se movió hacia una columna donde un jarrón vio el suelo en un santiamén, sin embargo a ella no le interesó. Ese lugar le había quitado tanto que no sentía ni una pizca de dicha por volver allí. Mucho menos por ver a la persona que había causado su maldición.

—Ese era un jarrón antiguo —Recordó Datell.

—Desde ahora es un jarrón destruido —exclamó soberbia—. Como muchas de las cosas que deberían ser destruidas por aquí...

—Petunia, no es el momento —zanjó.

—La orden es la única que puede decidir qué hacer en estos casos, si no mal recuerdo. Aunque lo desees, no puedes pasar por encima de los cinco y recordando que se trata de una nébula, dudo que deseen tener algo que ver con Grad Nebul o los suyos. —Recalcó—. Yo diría que no tienes formas de poner las reglas a tu favor en esta ocasión.

—No se trata de poner las reglas a mi favor, se trata de proteger a Evy. —farfulló.

—¿Por qué? ¿Por qué es tan importante que debe ser protegida, qué la hace especial?

—Es la hija de Wira...

—Debe haber algo más que ser la hija de alguien, aunque no seas su padre actúas como uno. Deseas tanto resguardarla que pasas por encima de sus decisiones, nunca antes lo habías hecho, ni siquiera conmigo...

—No hay comparación, Petunia ¡Basta! Esto no se trata de secretos o lo que creas que está sucediendo...

—¡Si, trata de eso exactamente!

—¡Calla!

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué debería morderme la lengua cuando se trata de Evy?!

—¡Porque es una nébula mayor! —exclamó y solo dos segundos después se dio cuenta de lo que había dicho.

Miró el suelo frustrado. Podía ser tan tonto como para revelar esa clase de detalles con solo dejar escapar la ira a cumulada. Se sentó en una silla antigua que estaba ubicada a un lado de la gran sala. Dejó caer su rostro y aferrarlo en sus manos. Una nébula mayor... no creyó repetir alguna vez ese título. Pocos eran los que tenían ese cargo y entre ellos Wiragyn Gothiel destacaba como una flamante estrella en el firmamento.

—¿Qué es una nébula mayor? —preguntó Petunia desconcertada.

Sin embargo la misma pregunta de Petunia lo desconcertó a él. Siendo Petunia una maga de la orden creía que debía saber esa clase de detalles. No era un titulo extraño entre las nébulas ni entre los magos de jerarquía.

—Una nébula mayor es un titulo que se le da a aquellos que tienen lazos con los gobernantes de Ehorla'hum. Eran nébulas de gran poder, adquirían sus lunas con facilidad y su fuerza de compatibilidad y destreza era mayor a la de una nébula cualquiera —Razonó Naheim—. Sus lunas...

—Ha sido muy fácil para ella, ¿no es así? —inquirió Gogen.

Naheim asintió con la cabeza y tragó saliva.

—Nebul asesinó a la mayoría...

—¿Qué crees que hará cuando la tenga en frente? Es de las pocas nébulas con ese título —comentó.

—¿Pocas? ¿Hay más? —preguntó la gata. 

Se acercó hasta el mago con su vista felina puesta fervientemente en él.

—Sí. Ocultos, como Evy.

Naheim salió de la sala dando grandes zancadas, presuroso por sus pensamientos y por las revelaciones. La verdad estaba a la vista y en la mirada de Gogen estaba palpable. El mago no tenía razón alguna para mentir frente a él. Recorrió todo el pasillo de ventanales amplios y arbustos verdes, de hombres vestidos con el traje propio de los magos y amplias columnas rodeadas de lianas doradas; al final del camino se encontró con una puerta de vidrios que daba a una sala de suelos de porcelana y una cúpula de cristal que daba paso a la luz del sol. Evy estaba allí, vestida de blanco con su cabellera amarrada y la vista fija en las enseñanzas de un mago que hablaba sobre las propiedades de una flor amarilla.

Antes de que él llegara a su vida como un fisgón que entra sin tocar a la puerta, esa era la vida de Evy. El estudio, las horas sin dormir para leer sus apuntas y cientos de libros de los que jamás había visto. Él fue un ladrón que se llevó el secreto mejor guardado de la orden de Altier, y aunque una parte le decía que debía hacerla volver, otra parte de él le decía que no la dejara ir. ¿Cómo dejas ir a alguien que está dispuesto a sacrificarse por ti? Después de todo, el camino que habían recorrido lo habían hecho por él.

La mirada de Evy se posó en él. No le tomó mucho acercarse y notar las idas y venidas que en su mente se estaban dando. Estaba absorto en ello que la presencia de Evy le había sorprendido. Ella lo miró curiosa de su rostro afligido, pero consciente de que aquella mirada solo podía deberse a lo que sea que Datell le haya dicho. No dudo ni un segundo en mostrar la marca que se había hecho en su piel el día en que creó un compromiso que no podía ser deshecho si no es por ella.

 —Estoy contigo —murmuró.

—Lo sé —suspiró—, pero quisiera que lo reconsideraras.

—También me diste tu energía —rememoró.

—Eso se puede deshacer —respondió.

—Pero lo que yo hice no. No voy a deshacer nada hasta cumplir mi palabra y de ahora en adelante espero eso mismo de ti, Naheim. Necesito tu palabra. —zanjó.

Él ladeó la cabeza. No usó las mismas palabras que Gogen, pero allí estaban. Le pedía que siguiera ¿cómo podría hacerlo?

—Yo no pienso detenerme, aunque el señor Datell lo intente y espero que estés a mi lado, si no, no habrá valido nada de lo que hemos hecho ni de lo que Folg ha hecho —musitó.

Naheim no pudo hacer más que asentir y preguntarse si, como Evy, estaba dispuesto a sacrificarlo todo. La respuesta no se hizo esperar. En su mente resonaba con fuerza y dejaba a un lado todo prejuicio o regla que pudiera conocer, por Evy, seguiría delante de la misma manera en que ella lo haría por él.


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