El viaje del fragmento

Naheim llevaba un plato de comida adelante; con Folg a su derecha comentando sobre sus aventuras, aquellos dos lanzaban carcajadas tan fuertes y estruendosas que lograban contagiar al malhumorado etol, un gato al que le habían robado ya unas cuantas vidas. En primera Naheim lo hacía para competir con Folg, y el segundo para demostrarle que nadie le ganaba. Resultaba tan cómico como penoso para Corin que debía verlos y pedir perdón a la clientela que llegaba a la posada.

—Dejémonos de las risas, Naheim ¿A qué has venido? Y trayendo contigo a una maga. Sabes que no puedes tocar las tierras del Inverso —musitó mirando a los lados—. Deberías volver allá arriba.

—Es importante. No puedo irme sin antes llegar a mi destino.

Folg arqueó la ceja izquierda, bebió de su vaso y lo dejó en su lugar. Se saboreaba el pico cuando fijó la mirada en Evy quien recién bajaba.

—Tan importante como para que te encierren —lanzó en un tono apenas audible.

—Sé que no te ha agradado, pero lo es —murmuró—. Evy es una chica importante.

—Tengo la impresión de que mientes solo para que lo acepte.

—Lo hago.

Folg bufó.

—Cobarde, tampoco lo niegas. —exclamó.

—No podría hacerlo, no a ti mi buen amigo. —Sonrió. 

Miró por encima de su hombro viendo a Evy perdida en la amabilidad de Corin.

—Sucede que no es una maga como imaginas, Folg, pero tuvo la suerte de vivir entre ellos —comentó.

Para Folg, que todos los seres de arriba les parecía igual a menos que algo los diferenciara, saber que era algo más le hizo abrir los ojos y mirar a Naheim como siempre le miraba, con esa aura azulada a su alrededor que por momentos empezaba a tornarse negra. Era allí cuando creía que su amigo era un verdadero sujeto de bien, con un corazón como pocos pero que se guiaba por parámetros extraños y eso, más que a nadie, no le agradaba.

—Naheim —murmuró—. Pronto... —Se calló.

El mar lo observaba inquieto. Miedo era lo que se paseaba por Naheim con una tranquilidad que se colaba en sus huesos y bailaba en ellos, lograba ponerlo intranquilo. Sin embargo su cuerpo no se movía más sí sus ojos. Esos ojos mostraban toda clase de emociones que eran fáciles de ver para el lorne.

—Debo marchar ahora, si  llego a tiempo a Valquicio es probable que encuentre algún vehículo que nos lleve hasta Las Marinas —murmuró.

Folg suspiró, cansino, agotado, miedoso y hasta inquieto, misma que se elevó cuando al abrir los ojos vio a Evy de frente. Los observaba con preocupación.

—Valquicio estará llena de gente por la caída de Emur Jenar, Naheim. No quería comentarlo, pero por acá ha habido muchos cambios.

—Lo sé mi buen amigo, pero debo ir.

—¿Iras en bote, no es así? —preguntó.

Naheim hizo un simple sonido con los labios sellados que Folg pudo interpretar. Él se levantó de la silla y caminó hacia Evy sin dejar de mirarla. Para ella aquel lugar no era igual a ningún otro, y demostraba simple y llanamente sus actitudes después de crecer en Verena.

Necesitaba que fuera más abierta al mundo, y dejara la barra del bar, la casa que ocupó y las personas que conoció.

—¿Has tenido un buen sueño? —preguntó.

Evy miró a Corin trabajar de un lado a otro, a Folg mirarla con la intensidad de mil demonios, su rostro fue a dar contra el suelo.

—Admito que no —respondió.

—No te preocupes, el primer día es así.

—Debo volver...

La sonrisa en el rostro de Naheim desapareció, se esfumó en esas dos palabras.

—Estarás a tiempo. —Respondió Naheim.

Y lo lamentó.

—¿Has desayunado?

—¡Claro que sí! —gritó Corin desde el fondo—. Le he preparado mi mejor platillo y se lo ha comido todo ¡La hubieras visto! Se ve que hace mucho no comías nada —exclamó con risa jocosa emergiendo de ella, algo parecido a un volcán que en Evy causó un leve rubor.

—Agula de mar —murmuró Naheim—. Es muy bueno, si no uno de los mejores, pero deberemos hacer una parada antes si salimos ahora. —Se acercó a ella susurrando la última frase.

Evy quedó prendada en la afirmación, ni entendía ni hizo algún atisbo de entender; el poco tiempo que llevaba con Naheim le había demostrado que buscar lógica en sus palabras era perder el tiempo, él no las daría y ella había estado tan exhausta de todo lo que la rodeaba como para enfrascarse en una sola cosa, u hecho... O lo que fuera eso.

—¿Pero es que ya se van? —exclamó desilusionada Corin—. ¡Si apenas acaban de llegar! No pueden irse todavía...

—Basta, Corin. El tiempo de Ehknar es corto, lo sabes bien —exclamó acercándose a ellos. 

Fijó la vista aguda en la muchacha, misma a la que le recorrió un escalofríos por el cuerpo. Se acercó a ella, tanto como para quedar frente a frente aunque haya supuesto tener que agacharse a la altura de Evy. Se quedó un tiempo así, observándola, mirándola con aquellos ojos sin fondo al que la luz de las lámparas apenas iluminaban. Evy se quedó quieta, casi como si se lo hubiera pedido; estaba insegura de si debía hacer o decir algo, hasta que se volvió irritable para ella la forma en que había cruzado su espacio personal y su ojos se quedaban ahí, como si estuviera viendo a un ladrón de poca monta al que debía ver para que no se robara nada; o como si fuese el príncipe que se robara a la doncella, solo que ella no era un príncipe y en realidad era a ella a quien se habían robado ¿O no?

—Está bien —lanzó Folg volviendo a erguirse—, Naheim, buena suerte. ¿Recuerdas cuál es el primer fragmento? —preguntó.

—Lo sé —farfulló convencido.

—Bien, ahora llévate al mago de mi posada. Hemos estado teniendo problemas con el agua, no quiero pensar que es por eso —exclamó.

Evy frunció el ceño ¿Ella culpable de sus problemas de agua? Quiso responderle y decirle lo que creía, sin embargo a Naheim le bastó con levantar su dedo índice y llevarlo hacia sus labios. Evy suspiró, escuchó la risa traviesa de Corin tras ella, tan particular como el sonido burlesco de un payaso antiguo.

—No lo tomes mal, en el fondo Folg es un lorne muy amable, solo que le desagrada lo nuevo. Con el tiempo termina acostumbrándose —murmuró ella.

Evy sintió los pequeños dedos llenos de plumaje, la voz dulce y elocuente de Corin la hicieron desistir, pero a Folg no le importó.

—Deja de murmurar mentiras —lanzó agitado y se fue.

Había alguien en el mundo al que ella le desagradaba, en realidad habían más; para Folg era porque era una maga, para el resto en Verena era por su descendencia de nébula. No hizo ningún ademán para sacarlo de su equivocación y Naheim menos. 

—Corin —murmuró Naheim, hizo una reverencia y acto seguido se enfundó en su abrigo—. Agradezco tu hospitalidad.

—¡Oh! Muchacho, cuidado con el fuego azul —exclamó dándole un abrazo—. En estos días se han escuchado muchas cosas.

—Las de siempre —espetó.

Que Evy no tuviera nada que decir era extraño, no había preguntas, no había asombro. Era más una marioneta que el chico que había conocido; ella se había perdido entre las luces del día anterior que seguían apagadas. En quienes caminaban de un lado a otro, conversaban, reían o peleaban: tan humano, tan parecido.

—Evy...

—Lo siento. 

Dijeron al mismo tiempo.

—¿Qué lamentas? —preguntó.

—Lo de ayer, lo que dije, hice o dejé de hacer. Incluso tú estabas enojado —Respondió ella.

—No, no lo estaba. —Se removió en el asiento hasta estar frente a ella—. Estoy preocupado, no sé si pueda convencerte de pensar distinto a como antes.

—No puedes convencer a alguien de hacer eso, es como manipularlo para que piense como tú. No puedes pedir que abra la mente a algo que no me parece familiar y tampoco obligarme a ello.

—Lo sé, pero no te he obligado a nada —respondió.

—Me has traído hasta acá.

—Tú has venido siguiéndome.

—¡Porque no conozco este lugar! —exclamó frustrada.

—¿Y si empiezas a conocerlo? 

Ella parpadeó varias veces; sí, debía empezar a conocerlo, hacer un paso al lado, ir por el camino largo y esperar o emocionarse. ¿Cuándo iba a empezar a vibrar? Como lo hacía Forany con las abulas o el Señor Gogen con la correcta puntualidad del hotel; ellos vibraban, ella los había visto, y lo hacían con lo que más amaban. Se dejó caer sobre el descanso del asiento.

—Folg sigue creyendo que soy una maga —murmuró al final, el cambio de tema no despistó a Naheim. Pero sí que lo puso a pensar.

—Es cierto —terminó por decir—. No es que deba preocuparnos, a Folg no le gusta las cosas nuevas.

—Me veía como un bicho de mala suerte —espetó.

—Es natural, para ellos nosotros no traemos nada bueno —Ironizó—. No dudo que crean que los problemas en Valquicio sean culpa de nuestra llegada.

—Pero apenas llegamos, y aún no hemos ido hasta allá ¿O ya estamos? —preguntó viendo por la ventana, buscaba algo que le dijera que se encontraban allí.

—No, el viaje a Valquicio es largo. Tardaremos en llegar, y estos animales se mueven un poco lento, seguro haremos algunas paradas —comunicó.

—¿No hay otra forma de llegar? Como un auto, o locomotoras.

—Sí, claro que lo hay. El mundo Inverso no está tan atrasado en tecnología.

—¡Y por qué no tomamos uno! 

Naheim sonrió.

—Porque no disfrutarías de los paisajes en el camino si no es por este método —dijo. Evy enmudeció—. Además debo buscar un fragmento de camino, en una de las tantas paradas.

—¿Un fragmento? —preguntó.

Y Naheim sonrió porque volvían las preguntas aunque pueda parecer extraño, prefería ver el rostro de intriga, curiosidad y ansias de saber que aquellos ojos apagados y bailando en la lejanía.

Sacó un pedazo de papel viejo, olía a humedad y polvo, le causó un estornudo al que Evy le contestó con un simple "Veedad". Naheim aclaró la garganta y recitó:

—"De la colina de las gerentas, hasta el camino de la simple serpiente, entre ambos yace una luz violeta encapsulada de manera incipiente". —Terminó.

—¿Qué es? —preguntó de nuevo.

—Una luz, debemos encontrar la luz.

—¿Por qué? 

—Lo necesitarás. —Indicó él—. Nuestro destino final necesita muchas cosas, Evy.

—¿En algún momento sabré cuál es nuestro destino final? —preguntó en un murmullo que él escuchó.

—Ehorla'hum —respondió.

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