El trinar de las aves al amanecer
El dirigible yacía listo en un amplio solar donde el verdor de los arboles no alcanzaban a llegar. Las turbinas estaban encendidas y el movimiento de hombres entrar con cajas y salir con las manos vacías demostraba que sería un viaje largo. Por qué rellenar el almacén si no.
Gogen miraba el ajetreo con los brazos cruzados, sus ojos se fijaban en la autoridad con la que Petunia daba órdenes a diestra y siniestra. La maga que había entrenado se había transformado por completo gracias a ellos, sus decisiones y sus sanciones. Respiró profundo cuando notó la presencia de Evy en aquel cuadro. Vestía con una cazadora negra con ornamentas plateadas, pantalones ajustados y zapato adecuado. Era el uniforme de las nébulas al entrar en la academia cuando Grad Nebul aún no había dispuesto que la academia rescindiera la aceptación de nébulas en su núcleo.
No pudo evitar sonreír con nostalgia. Imaginaba a la chica correteando por La Torre de la misma forma en que lo hacía en la universidad omoplatense. Evy caminó hasta él al notar aquella distracción tan poco frecuente. Lo miró por unos segundos mientras meditaba cómo proceder. Tragó saliva sin encontrar palabra alguna que lo reconfortara.
—No digas nada —murmuró Gogen.
Evy lo observó dubitativa.
—Ya habrá tiempo para hablar —continuó.
—No lo hicimos. En ningún momento.
Datell bajó la mirada; ella estaba en lo correcto. No sabía si por miedo o porque como él se había dicho por buscar una forma de hacerla razonar. Cualquiera que fuera la razón, la verdad era que, al final, no había hecho ninguna de las dos cosas: hablar y pedir. Se fijó en los dedos temblorosos de Evy y la tomó. Su antebrazo daba una pequeña silueta de una luna a punto de emerger.
—Falta poco —comentó él.
Pasó sus dedos por sobre la silueta en su piel y poco a poco emergió de la manera en que pareciera que Gogen la creó.
—¿Señor Gogen?
—¿Ya sabes cómo las obtienes? —preguntó.
—Tengo una idea —confesó ella.
—Bueno, sabes porqué apareció. Evy, es hora de que uses tu magia. La vas a necesitar y aunque me arriesgo a decirlo, prefiero que lo hagas a que estés indefensa —dijo.
—No estoy indefensa, no aquí. Cuento con Naheim y con Folg y aunque Petunia se haga la ruda, incluso cuento con ella... pero no niego que a veces me habría gustado ser de ayuda —Suspiró y negó con la cabeza—, es solo que...
—En el mundo Inverso la magia se siente —comentó Gogen, aquello atrajo la mirada de Evy a él—, no pretendas darle palabras si no sientes la energía que te rodea. Aquí, tu deseo se transforma y genera aquello que anhelas, es posible que una emoción muy fuerte pueda generar una fuerza mayor, pero eso solo depende de tus capacidades, destrezas y falencias. Aun así, solo por esas lunas, no dudo que puedas hacer muchas cosas. Como atraer el viento y dar un poco de aire —dijo.
Con su mano al viento generó una corriente leve que envió hacia Evy y removió su cabellera plateada.
—Gracias —murmuró.
—Llegaré a ustedes, no se atrevan a hacer nada descabellado hasta que la orden llegue. —Pidió vehemente.
—Entendido —respondió.
—Evy...
Forany se acercaba con lentitud hasta ellos. Esperaba por ese instante en que pudiera despedirse, hasta que desistió de la idea.
—¿También iras? —inquirió ella.
La maga observó a Gogen y luego a Evy para bajar la cabeza y negar al mismo tiempo.
—Es un poco complicado de explicar, pero al igual que el señor Datell, llegado el momento, allí estaré —dijo. Trataba de dar algo de alivio.
—Seguro que sí. Nos vemos —exclamó Evy, dudaba de las palabras de forany y aun así prefirió no ahondar.
...
Naheim observaba el cuadro desde el dirigible. Dentro, el movimiento de personas era abismal. Iban de un lado a otro, arreglaban cuanto detalle hiciera falta como tener un control del fuego que mantenía la gran cúpula del dirigible inflado. Ataban cada cajón alrededor de varios mástiles y en el fondo, cada caja era debidamente clasificada. Notó cuando Petunia entró en la proa, descansaba sobre el barandal que dividía la zona de pilotaje del resto de la sala.
—No nos hace falta nada, podemos empezar a subir —exclamó la gata.
—Aguarda —pidió Naheim.
—¿Por qué, qué sucede? —preguntó. Se lanzó al vacío para correr hasta él.
—Es Evy. Aun no aborda.
—Sí, la vi hablando con Gogen Datell —murmuró—. Ellos se llevan muy bien.
Naheim no respondió, sabía que era una incitación de Petunia; prefirió guardar silencio.
—El próximo lugar al que iremos será el pueblo de Yare. Estamos en fechas patronales, probablemente veamos todo muy concurrido —exclamó ella para cambiar de tema.
—¿Qué quieres decir?
—Podemos usar eso; si lo recuerdas, los danzantes suben hasta Ehorla'hum y bailan en la plaza principal para luego bajar de nuevo. Podemos mezclarnos, aunque si queremos que salga bien, tu tendrías que dejar de usar la energía de Nebul. Él debe estar enterado de tu ubicación. En cuanto salgamos de aquí, ellos aparecerán.
A él no le costó mucho aceptar la propuesta, era una forma de entrar. Dudaba que fuera seguro, pero no estaría demás, sin embargo desligarse de Nebul era la idea que aun no podía contemplar. En sus pensamientos era una buena forma de saber cuando actuar, pero en el fondo sabía que había una razón más.
Al ingresar Evy al salón, la gata se movió hasta la zona de pilotaje.
—¡Hora de irnos! —exclamó.
...
Folg descubrió uno de los asientos y se sentó en frente para alejarse un poco del trío. Se había sentido perdido durante la estadía en La Torre y aun más en ese instante en el que solo resoplaba y buscaba una forma de asegurarse de que todo lo que estaban haciendo estaba bien, que era lo más conveniente. Aunque la vena de la inseguridad volvía cual sombra de tanto en tanto para exclamar sus dudas aun cuando él no las expusiera.
Notaba en Naheim un halo de tristeza que no había visto durante el camino y suponía que esa era la razón por la que en muchos momentos se mostró distante, él empezaba a dejar salir sus preocupaciones cuando antes las exclamabas en susurros durante sus conversaciones nocturnas. Naheim iba a desaparecer en algún momento. Una parte de él dejaría de existir, lo sabía desde antes de juntarse a ellos en su cruzada, sin embargo era un hecho que el mismo Naheim no expresaba y ocultaba sobre todo de Evy.
Cada vez más las palabras de Corina se mezclaban con sus propias ideas. No era el lorne más valiente, aunque decía con total orgullo que seguiría a Naheim por todo el mundo Inverso. Pensó en algún momento quedarse en La Torre y ese pensamiento fue el que trajo la imagen de Corina a sus pensamientos. Ella no lo hubiera permitido, se conocía todos y cada uno de los regaños que recibiría si se quedara atrás, pero cómo ser valiente cuando no tienes nada para serlo más que a ti mismo y el temor de ser eliminado está presente en cada paso. Si muriera, Folg sabría que su lugar al lado de Corina estaría seguro, aunque su cobardía no le daba paso a ese deseo. El instinto de supervivencia podía más; debía morir, estaba seguro de eso, solo que no sabía cómo ni cuando o si dolería, si dejaría de sentirse un cobarde.
Gimoteó al sentir la brusca sacudida del dirigible. Se aguantó del asiento y el panel a su lado. Los oídos le pitaban y el tambaleo le hizo mirar hacia atrás.
—¿Qué sucede? —exclamó Petunia.
Corrió hacia la zona principal donde las ventanas le daban una visión del exterior, en su interior sabía bien lo que ocurría. Ya lo había presumido, sin embargo anhelaba que no fuera así y que el tiempo se detuviera lo suficiente para darles chance de volar lejos.
—Naheim —Lo llamó.
Él salió de la habitación con miras al exterior, dispuesto a enfrentarlos como lo habían hecho ya una vez. Recorrió las escaleras que le permitían llegar a la parte superior del dirigible y, al abrir la puerta, el fuerte viento pegó en su rostro, cerró los ojos por breves instantes en lo que se acoplaba a la poca visibilidad y al aire. El humo de las sombras lo rodeó en segundos. Escuchó el clamor de los seguidores de Nebul, sintió un golpe fuerte en su cuerpo en cuestión de minutos y buscó la mejor manera de enfrentarlos en el aire con su propia magia.
—Fagne ahte —exclamó y el humo se electrificó.
Uno de ellos corrió hacia él en una pelea cuerpo a cuerpo que Naheim supo esquivar, con solo tomarlo de su brazo y chaleco dejó que cayera al vacío. Volvió a electrificar el humo, de esa forma lograba ver dónde estaban, cuán cerca estaban de él y la cara de Kabuto entre cientos de ellos en el final del camino, esperaba por Naheim con una sonrisa irónica y petulante.
—¡Naheim!
Giró hacia atrás la escuchar la voz de Evy llamarlo; la angustia al saber que ella estaba ahí lo dejó paralizado.
—¡No vengas!
Como el recorrido de una serpiente que se enrosca en un cuerpo débil y asustado, Kabuto se apróximo a él. Aprovechó la distracción, tomó partido en una pelea mental cuando notó la presencia de la chica en el lugar.
—Eso que veo, es una debilidad... —murmuró tan bajo, pero tan audible para Naheim.
—No te acerques a ella —respondió.
—Nunca ha sido la prioridad.
El humo se condensó, en la oscuridad apenas podía notar la cabellera rubia de Naheim dispersándose en el aire. Corrió hacia él aun cuando no tenía idea del camino que tenía que tomar, importaba poco si sus pasos no resonaban contra el metal cuando quien se supone estaba frente a ella se iba entre las sombras.
—¡Naheim, Naheim!
Estiró su mano, buscaba alcanzarlo a pesar de ni siquiera verlo mientras que el humo se dispersaba y las sombras se alejaban del dirigible. Al final, notó un pequeño deslizador donde Naheim se encontraba observándola con los ojos desorbitados.
Evy se perdía en el aire, en el camino con un fin de metal y tachuelas por tomar la mano de Naheim.
—¡¡Evy!!
...
Lo último que recordaba era la mirada aterrada en los ojos de Naheim, el clamor con el que la llamaba y el vacío la llevaba al suelo, después de eso la oscuridad sobrevino hasta que vio la madera contrachapada que dejaba asomar una lámpara con una escasa luz. Su mente estaba abotagada, no tenía idea donde se encontraba ni que había sucedido hasta que recordó esa imagen donde él se perdía entre el humo. Se sentó inquieta, dejó caer uno que otro aparato que se encontraba en una mesa a su lado; se sentía como si hubiera perdido el aire por un segundo y necesitara levantarse para respirar.
Fijó la mirada en la puerta al notar que una mujer se asomaba desde la entrada. Evy se removió y salió de la cama con prisa, ni sabía quien era ni deseaba investigar. Sea quien fuera ya había recibido tanto golpes como para confiar.
—Calma —exclamó ella levantando las manos de manera en que evy pudiera verlas—. No pasa nada, no te haré daño.
Evy dio dos pasos hacia atrás, la mujer se detuvo de seguir adelante al ver ese minúsculo acto.
—Mi nombre es Isadora. Soy la señora de esta villa —comentó—. Los hombres te vieron caer desde el cielo, yo también te vi. Creí que morirías, caías con mucha rapidez.
—Por qué...
—Esa es una buena pregunta, pero no tengo respuestas. —dijo y negó benevolente—. Detrás de ti hay un armario, puedes usar la ropa que está ahí. Con toda la evolución que hiciste la tuya ha quedado hecha jirones.
Evy se miró el blusón lila que portaba; no se había dado cuenta de que la ropa que llevaba ya no era suya. Solo cuando tiró la vista a un costado y vio el chaleco azul destrozado su rostro cambió. Estaba deshecha. Había portado ese uniforme con mucho orgullo, le gustaba, como ningún otro uniforme que hubiera usado antes.
—Es importante, lo veo. Puedo pedir que lo vuelvan a coser si eso quieres, pero demorará un par de días. Por el momento, lo mejor que podemos regalarte son las ropas del armario. Vístete y cuando te sientas disponible, sal a saludar —dijo Isadora.
—Mi nombre es Evy...
La nebula aun miraba el uniforme dolida, sin embargo quiso demostrar un poco de cortesía por el trato agradable de Isadora.
—Bienvenida al Cayado, Evy.
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