El flujo de un corazón
En su mente había un entramado de situaciones que no había podido abordar porque el tiempo le había jugado en contra. En cambio, en esas horas tan largas como le había parecido, pudo analizar uno a uno los hilos que lo habían enredado. Y analizar era algo que había requerido hacer desde hace mucho tiempo, incluso desde el mismo instante en que le pareció que todo empezaba a salir mal.
Entre la maleza que daba hacia el patio de la casa de Petunia notaba el aroma de las flores emerger y el ruido de un riachuelo a lo lejos. Le recordaba a momentos en que junto con Tern y Kabuto viajaban por el mundo Inverso bajo las ordenes de Grad Nebul, a pesar de que sus misiones eran nefastas, no podía borrar de su mente los momentos en que compartía con compañeros. Temía que hasta esos momentos se borraran cuando la energía de Nebul escapase de sus dedos.
Sacó los guantes que ocultaban con esmero lo que él no deseaba que Evy u otro viera. En el dorso de su mano las líneas negras se expandían y recorrían sus dedos hasta la mitad, su palma había sido consumida y el dolor que le provocaba aumentaba con los días. Entendía que pronto consumiría su mano y empezaría a hacerlo con su antebrazo. Tragó hondo con solo imaginarlo.
Una parte de él se moría y aun no llegaba a su destino.
Escuchaba las palabras de sus allegados: nunca debía volver. Sabía el motivo tras ello, pero no creyó padecerlo. El favoritismo de Nebul por él lo hizo creerse inmune. Sonrió ante la tontería que acababa de pasar por su mente y rio entre dientes cuando el dolor lo aprisionó por breves momentos.
—Duele.
Alzó la mirada a los rosáceos ojos de su compañera; abstraído en esa necesidad de no demostrar más de lo que debía no escuchó los pasos silentes de Evy. Ella se acercó a él como quien se acerca a un animal indefenso y teme que salga corriendo. Quiso tomar su mano entre los suyos, pero él no lo permitió.
—No. Puedes contagiarte —murmuró.
—No lo haré. He visto esto antes —respondió—. Cuando la noche caía y el silencio se apoderaba de mi hogar, mamá abría una ventana y dejaba que el aire entrara. Pedía a la luna más tiempo... siempre le pedía tiempo. Una noche supe por qué, ese mismo día quiso alejarme de ella. Su deseo nunca fue concedido.
»Mamá se contagió con la traición ¿Cómo lo hiciste tú?
Naheim no tenía por qué meditarlo, y aun así lo hizo.
—Supongo que igual.
Entre las manos de Evy, los largos dedos de Naheim parecían tan claros como para desvanecerse si no fuera por la gran mancha azabache que se apoderaba de él. Tocó con la suavidad que podía conferir a la zona, temía que el solo roce pudiera lastimarlo, pero Naheim no se movió. No varió su rostro afligido ni su mano se movió de su lugar. El dolor era tan interno como una infección que solo puede sentir quien la crea.
—Debe haber una forma...
—La hay, pero no puedo tomarla. No ahora —musitó.
—¿Por qué no? ¿Por qué dejas que siga cuando tienes la posibilidad de detenerla? —preguntó inquieta
—Porque dejaría de sentirlo... a él, a todos los que nos siguen.
Evy frunció el ceño, no entendía ni un ápice lo que él en tan corta frase revelaba. Hasta que lo vio. Era una sombra que lo tomaba desde la espalda y se inclinaba sobre él con la firme intención de devorarlo.
—¿Qué es...? —Se cohibió de preguntar.
—Uso la energía de Nebul para ubicar a las sombras. Nunca lo dejé atrás, después de todo nací de él —respondió con una sonrisa fingida.
El silencio imperó entre los dos. El viento rugió entre los árboles con fuerza, sin embargo ni siquiera su presencia logró que alguno de los dos se movieran de sus lugares.
—Evy ¿lo has sentido? —preguntó—. A Nebul.
—No lo sé. A veces siento que hay algo detrás de mí, pero solo puedo pensar que son las sombras y nada más. No tendrían por qué seguirme... No a mí —murmuró.
—La energía es como una presencia. La llamaré.
Evy lo observó dudosa, pero él no dijo nada y en un par de segundos sus manos se veían entrelazadas.
—Cierra los ojos.
—¿Por qué? —inquirió ella miedosa.
—Porque la energía se siente, Evy, por eso —Recordó.
Ella cerró los ojos aunque luchaba por no hacer caso de tal petición; se decantó por imitarlo cuando lo vio con los ojos cerrados. Respiró hondo y se concentró en aquello que sentía desde hacía tiempo atrás.
Escuchó la voz de Naheim murmurar cosas en una lengua que no entendía. Abrió los ojos insegura de que fuera lo correcto, pero al hacerlo no pudo cerrarlos más. Entre ellos la energía flotaba como una serpiente que los rodeaba, era neblina o viento; no tenía forma de saber. Lo que sí sabía era aquel bello color zafiro que los rodeaba con una intensidad desbordante. Sin embargo, franjas negras se interponían a ese color.
—Esa es tu energía —comentó Naheim.
—Nunca antes... no...
—No lo habías visto antes ¿No es así? —pregunto.
—Mamá no me dejó intentarlo jamás —confesó—. Las franjas...
—Sí, lo veo. Has empezado a usar la energía de Nebul.
—No, yo no...
—Evy, no te preocupes —dijo con su mirada puesta sobre ella—. Todos en el mundo inverso usan la energía de Nebul en mayor o menor medida, pero hay personas que no lo hacen en absoluto y eso haremos. No dejaré que tu energía sea mezclada con la de él.
—¿Está mal que se mezcle?
—Para una nébula no, pero tú no eres una nébula normal ¿o sí?
Evy sonrió y negó con la cabeza.
—Bien, ahora escúchame y repite mis palabras.
Ella respiró hondo y se preparó.
—«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na» Repítelo, Evy.
—«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na»
«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na»
«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na»
«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na»
«Evy egna ggoudai inawa wasshi emu Na»
Las franjas se desvanecieron poco a poco entre el tono zafiro que volvía a refulgir y en ello, un dorado en un tono muy bajo se mezclaba serpenteando como si aquellos dos tonos se unieran.
—Dorado.
—Ese es el color de mi energía —dijo él—. Aunque uso la energía de Nebul, al darte mi energía no te entrego la de él. Solo la mía. Así estarás a salvo.
—Entiendo —murmuró—; deberías poder dejarlo.
—Debería.
—Puedes usar la mía —lanzó con una sonrisa en su rostro.
Tenía una idea que había surgido de aquel cambio de palabras y lo pondría a prueba.
—No, Evy...
—Si usas mi energía podrías dejar a Nebul fuera de esto. Podemos acercarnos a Ehorla'hum sin miedo a que sepan que ya estamos ahí y... quizás, la lesión en tu mano cese por un tiempo —dijo expectante.
—No —respondió simple.
—¡Naheim!
—¡Si lo haces estarás unida a mí! —exclamó.
—¡Ya hice un hechizo de compromiso! Esto no será nada, comparado con eso...
—No hablo de esa clase de unión, Evy, hablo de la clase en la que dos personas se unen emocionalmente —dijo.
Tomaba fuertemente de ambos brazos de Evy, quería hacerla entrar en razón y lo hizo. Tan pronto como lo entendió se alejó de él y dio varios pasos hacia atrás. Su mente se nublaba por la forma en cómo todo había dado un giro tan inesperado para ella; solo podía pensar en que el mundo Inverso seguía siendo tan extraño e inverosímil.
—Lo siento.
Terminó por decir ella. Él solo negó con la cabeza y carcajeó.
—¿Estas bien? —preguntó ella.
—Sí, lo estoy. —Enarcó una ceja ante la pregunta
—Yo... no me alejé porque no crea... bueno, esa clase de unión es distinta.... No me esperaba que... ¡¿Tu lo entiendes?! En Verena las personas se unen ante el consejo, dictan sus votos y celebran en la plaza de los enamorados. Ese es el rito normal. Aquí... cómo... puede ser así...
—Lo entiendo. Aquí es un poco más fácil. No necesitan de consejos, ni de promesas y si se celebra, bueno, es algo muy íntimo. ¿Estás bien con eso? —preguntó acercándose a ella—. Si alguna vez decides unirte emocionalmente con alguien todo lo que tienen que hacer es intercambiar su energía, porque uno se merece tener la fuerza del otro y complementarse para ser una pareja.
—¿Y si solo uno entrega su energía, como tú lo hiciste? —inquirió
—Los padres suelen entregar su energía a sus hijos hasta que estos tengan la fuerza para valerse por sí mismos. Es parecido a lo que acabo de hacer —confesó—. La energía es un flujo extraño, pero hermoso al mismo tiempo.
—¿Tienes miedo?
La pregunta dejó mudo a Naheim. No era lo que esperaba luego de la situación que para él resultaba cómica. Si se había hecho esa pregunta hace días atrás, la respondía a duras penas. Solo cuando tocó puerto con la mano de Evy sobre la suya, perdió de vista ese sentimiento tan aterrador. Aunque volvía y se incrustaba en él.
—Sí. Todos los días, a cada hora. Temo morir antes de llegar a Ehorla'hum. Temo defraudarte y dañarte al mismo tiempo. Nunca antes había sentido tanto miedo como ahora y eso me agota.
Evy se acercó para estrecharlo entre brazos. El gesto había calado como una semilla en el interior de Naheim. La dulzura en los actos de Evy era otra razón para temer, con el tiempo esa clase de gestos se marchitan y ya él había visto a muchos perderse entre la maleza y el aroma rancio que destilaba Ehorla'hum. A pesar de que creía que aceptar ese gesto dolería, la rodeó con sus brazos y el aroma a vainilla lo inundó.
—Yo también tengo miedo —confesó Evy—. Cuando llegó a Las Espigas comencé a dudar de que el destino fuese tan cruel como llevarlo cuando estaba a punto de lograr mi objetivo. Aun así me dispuse a seguirlo y a partir de entonces no he dejado de sentir miedo.
—No debí acercarme.
—El destino me había dicho que llegaría por cualquier medio, señor desconocido. —dijo, contempló la tristeza y la sonrisa perdida en aquel rostro afligido.
—Ustedes creen demasiado en el destino. Todas las nébulas.
—Mi constelación no mentiría. Decía que no había forma en que yo lo evitara. Sea como fuere, este sería el camino que tomaría.
—Lamento no haber sido sincero —susurró.
—No he notado mentiras, solo oculta cosas y seguirá ocultándolas por temor así como yo o Folg o Petunia. Todos ocultamos algo —comentó ella.
—¿Qué hiciste con Evy Gothiel? —exclamó burlón.
Ella se rio por segundos en los que buscaba las palabras adecuadas.
—Solo estoy siendo yo. La verdadera yo. Además tu dijiste que debía salir del demostrador. Lo recuerdo.
—Lo hice —Rememoró—. Debemos entrar ya, Petunia llegará en cualquier momento y nos asesinará si no estamos dentro de la casa.
Evy asintió con la cabeza. Miró por última vez las columnas, los arbustos y las flores que adornaban esa parte de la casa y que daba paso a un horizonte verde. Decidió seguir los pasos de Naheim al verse lejos. El mundo Inverso era tan verde como ningún otro lugar, sin embargo entre sus hojas circulares y ovaladas encontraba tintes de un color semejante al marrón que obtienen cuando están a punto de morir. Todas y cada una de las plantas allí afuera lo portaban y si podía señalar por qué sucedía, solo pensaba en las palabras de Naheim, en la lesión en su mano y su cercanía con Nebul. Como Madame Berthi alguna vez le advirtió: debía proteger a Naheim.
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