Constelaciones conectadas en la adversidad
El portal se abría a los pies de Evy. Datell y Forany habían hecho un llamado desde el patio trasero de la casa de Gogen después de que Evy pidiera a gritos ir de inmediato al mundo Inverso. Seguía presurosa, deseaba ayudar de alguna forma a Naheim; tenía los elementos, no sería la misma Evy Gothiel que una vez fue a ese lugar. Sentía en sus manos la capacidad de ayudar en más de una manera y era esa necesidad la que la mantenía con la respiración agitada mientras veía el portal abrirse como luces frente a ella.
Datell fue el primero en dar un paso adelante al ver que estaba al completo abierta. Miró hacia atrás y, con un leve movimiento de cabeza, invitó a Evy a entrar. La nebula no esperó ni un segundo para verse dentro. El tiempo desapreció.
El viento volvia. Soplaba contra su rostro con la misma intensidad que lo hizo la primera vez que se vio en el mundo Inverso. Vio el césped y su verdor, su mirada brilló con intensidad y un atisbo de alegría se removió dentro de ella. Notó que tanto Datell como Forany ya se encontraban cerca del suelo, así que se movió lo más rápido posible para llegar a ellos.
Y, en la lejanía, pudo ver las campañas de las que Forany hablaba.
Su corazón se estremeció. Fue como un terremoto, o un volcán. Estaba extasiada de verse tocar el suelo y caminar hacia los magos. Volver a tocar el suelo del mundo inverso y removerse bajo sus pies.
Forany volteaba la mirada para encontrar el rostro emocionado en la nebula, le agradaba pero también le preocupaba, la alcanzó solo para darle un leve codazo.
—Recuerda que nada es igual —susurró.
Ella aisntió con la cabeza.
Las campañas estaban cercas unas de otras, había un comedor por un lado, una enfermería, por el otro parecía un sector de recreación, pero muchos de los hombres de Emur estaban reunidos cerca de fogatas. Reían de una manera nerviosa. Evy podía sentir la presión en el aire. Se relajaban antes de empezar cualquier ataque. El trío les causaba curiosidad. Se notaba en las vestimentas que portaban que se trataba de magos de la orden y ese solo hecho generaba cierto desdén en los rostros de algunos de esos hombres.
—No dejes que te intimide. Aunque ayudaremos a Emur, sus hombres son escépticos de nuestra presencia. —Comentó Datell.
—No le agradamos —resumió Forany encogida de hombros.
El camino terminaba con una campaña de mayor tamaño. Tenía dos banderines apostados a los lados y su color rojizo lo hacía evidente ante el resto del lugar. Datell fijó la mirada en ambas antes de entrar en el lugar, el leve asentimiento de Forany le dio el indicio para hacer a un lado la tela que cerraba la campaña.
Emur Jenar estaba al frente de la mesa. Sus manos sostenían un par de mapas contra el escritorio y su vista se aferraba a ellos, solo cuando Datell entró seguido por Forany y Evy, su mirada se alzó y respiró. En cierto modo agradecía la presencia de Gogen en el lugar, sin embargo fue la esencia de la nebula la que alejó su mirada del mago para verla a ella y luego a naheim quien estaba de espalda a la entrada. La sola mirada de Jenar le advirtió que debía girar.
Se asfixiaba.
No se había dado cuenta de ese hecho hasta que se obligó a respirar, pero no podía parar de mirarla. Frente a él estaba la nébula con la que había viajado por todo el mundo Inverso; hizo promesas que nunca se cumplieron para llevarla frente a un hombre al que ninguno pudo acabar.
—Gogen Datell. Es bueno tener a la orden aquí. Era hora —exclamó Jenar.
Sacó a Naheim de su mundo y de los ojos violáceos de Evy.
—Lamento la espera, Jenar, el resto se reunirá en breve. Yo me adelanté —exclamó—. Hay noticias nuevas, si te interesa.
—Entiendo, hablemos. —respondió—. Tern, Naheim, alisten a todos. Cuando se de la orden, nos moveremos.
Jenar salía de la tienda acompañado de Datell, miró a Forany con complicidad y notó en Evy su deseo como el fuego avivado por el viento. Sabía que la nébula había esperado por tanto tiempo a ese día, no lo desperdiciaría.
—Tern...
—No te preocupes, puedo hacerme cargo —dijo él con una sonrisa.
—No, espera...
Mucho antes de que Naheim pudiera seguir, Tern ya había salido de la tienda con una sonrisa picara en su rostro.
La seriedad desaparecía de la mirada de Naheim, ese rostro sombrío que portó por tantos años era algo que no deseaba que ella viera y sin embargo sabía que tarde o temprano eso sucedería. Aunque no en ese momento. Se acercó a ella con sigilo, como un felino buscando no asustar a su presa, pero Evy no se inmutaba, lo veía a los ojos con tal intensidad que dolía. Él tomó un mechón de su cabello cortado al ras de su mentón. Las trenzas que salían detrás de su nuca, sus labios entre abiertos, su cuerpo formado bajo las ropas de tonos negros y aquella capa de gamuza con hilos dorados.
—Es hermosa —susurró.
—Sí —contestó ella, bajó la mirada para tomar entre sus dedos parte de la capa.
—Me refiero a ti —aclaró.
Evy se sonrojó.
—Datell dijo que muchas cosas habían cambiado aquí —comentó—. Decía la verdad. Ya no hay sonrisas en tu rostro, tus ojos parecen muertos, incluso tu cabello... te pareces más a Emur Jenar que a Naheim Ecknar... ¿Quieres volver? —preguntó.
Aunque no habría una respuesta de él, esa interrogante se quedaría en el aire.
—Fue sincero —murmuró él.
Como la primera vez, tomó desprevenida a Evy, pero ella lo esperaba. Su respiración se había cortado al esperar ese momento en el que sus labios se unían y ella, ansiosa por ellos, envolvía su cuello con sus brazos. Recordaba la sensación que le había provocado una vez; volvía a ella con tanto ímpetu que dolía. En esos segundos los recuerdos regresaban y uno a uno le decían cuánto extrañó al señor desconocido.
—Eso también fue sincero —comentó ella.
Naheim sonrió complacido por verla y escucharla hasta que tomó en cuenta que ese no era el lugar para verla.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Naheim.
Su ceño se fruncía y su garganta se oprimía.
—Dije que volvería. —Respondió.
—Debiste quedarte en Verena.
—Debía regresar...
—No, Evy, aquí y ahora no es el momento... Tu...
Si podía conectar sus pensamientos con sus deseos podría decir lo que debía y no lo que sentía, pero no podía. En algún momento de su viaje con la nebula su corazón empezaba a latir desesperado por ella y ese sentimiento no se había deshecho a pesar de los años. No quería que desapareciera en tal caso.
—Yo prometí volver, Naheim. Yo cumplo mis promesas...
—A diferencia de mi —Se burló de sí mismo.
Evy se acercó cuando él había dado un paso atrás.
—Mi deber siempre fue estar aquí —continuó ella.
Y esa frase hizo que él se detuviera de seguir hacia atrás.
—Tu constelación...
—La pude ver. —dijo. Una mueca se vislumbró en sus labios—. Cuando vine, no era el momento, yo no estaba lista aunque quería creer que sí. Quería ayudar, sabes que lo intenté, pero no...
—Evy, te obligué a venir, te obligué a creer y caíste. No tienes porqué darme excusas, no son necesarias cuando ambos sabíamos que, pese a todo, no lograríamos nada. Ninguno de los dos estaba listo —dijo Naheim. Resopló y vio una de las sillas en su lateral como una opción para dejarse caer—. Lo pensé durante todos estos años y volví a escuchar las voces de todos a quienes nos encontramos en el camino. Tenían razón, yo solo pensé en mí. No hice nada para alejarte. Por eso no voy a dejar que hagas lo que quieras esta vez, me importa muy poco tu constelación, Evy. Ya no interesa.
—¿Por qué? ¿Qué hay de nuevo aquí que pueda funcionar? —preguntó ella.
Naheim tragó. Si él pudiera decir qué era, sería una mentira. No había nada, incluso creía que los planes de emur no resultarían. Serían otra gran perdida de recursos, personas y poder. Sin embargo si quería creer que ya no era el mismo Naheim Ecknar que hace años atrás, debía hacer que Evy no se inmiscuyera.
—La magia de Emur y la organización de Tern —susurró estando muy cerca de ella—. Regresa a Verena. No quiero verte. —zanjó y se retiró.
Forany llevaba un par de minutos con la vista en el horizonte. El resto de la Orden de Altier empezaba a llegar a la campaña de Emur Jenar y a juzgar por sus facciones no tenían una buena cara. Lo había visto antes, cuando la Orden se componía de otros seres e incluso ella sabía que el mundo Inverso estaba en peligro, volvía a suceder. Esperaba que para la ocasión, la noticia fuese buena, pero también sabía que casi por norma la Orden nunca traía nada bueno.
Escuchó a alguien acercarse, esperó que estuviese a su lado para contemplar la forma en que las puertas se iban abriendo. Era mágico, como si la esperanza retornara en medio de la tormenta. Aunque no siempre terminara bien.
—¿Estas bien? —Con solo sentir su respiración supo que se trataba de Evy.
—No —respondió.
Forany giró y lo notó.
—No salió como esperabas ¿Verdad? —inquirió.
Evy negó con la cabeza.
—Sea lo que sea que haya dicho, no lo creas —respondió Forany—. No es un secreto para ninguno lo mucho que deseaba verte. Además ¿acaso solo regresaste por él?
—No, mi constelación está completa —musitó.
—¿Qué pasará cuando hagas lo que tengas que hacer? Desconozco qué signifca para las nébulas tener una constelación finalizada —comentó Forany intrigada.
—Tampoco lo sé —musitó—. Lo averiguaré.
—No me gusta eso —murmuró Forany.
Forany fijó la mirada en el horizonte, allá donde los portales se abrían y daban paso a hombres y mujeres de La Torre. Solo cuando vio a Akali Mirana avanzar con paso decidido la impresión se asomó a su rostro. Sabía que la orden tramaba entrar en escena más no creía que los cinco entrarían en esa ecuación, siempre estaban ausentes. La siguió con la mirada hasta dar con Gogen Datell y Emur Jenar. El par yacía desde hacía rato allí en una conversación que parecía tensar a quienes estaban a su alrededor.
—¿De qué crees que hablarán? —preguntó Evy.
—De lo que se viene, cómo organizarse y cómo escaparse —musitó Forany. La nébula la observó intrigada y ella no pudo hacer más que resoplar—. No creas que la Orden estará durante todo el encuentro, Evy. Hace tiempo que están en desventaja. Este mundo no acepta a los magos ni ellos lo dejan entrar por completo, vivir de la energía que haces por ti mismo es difícil. Así que, si nada va bien, serán los primeros en retirarse y no dudo que eso sea lo que Datell le esté diciendo en este instante a Jenar.
—¿No hay más nada que podamos hacer? —preguntó Evy—. Solo depender de quienes se unieron a Emur Jenar y de la orden... ¿No hay más nadie que quiera hacer algo?
Forany tragó. En su mente un nombre resonaba con tanta fuerza y algarabía pero sus labios se sellaban con toda la fuerza que se podía permitir.
—¿Forany?
Evy lo vio, y presionó.
—Si la hay, deberíamos poder hacer algo.
—Isadora. —Soltó la maga.
—¿Qué?
—Isadora, la guerrera del bosque. La mujer que cuida a los desaparecidos. Ella sabe donde esta el resto de los tuyos.
—Eso es obvio ¿No? En Ehorla'hum
—No. —Forany negó con la cabeza—. No, hablo de los tuyos. Los nobles, los de mayor rango. Son pocos, pero pueden ayudar.
—Naheim siempre me decía que había más como yo —Recordó—, pero solo llegué a conocer a alguien y... No resultó bien.
—No todos están podridos. Entre tu raza hay nébulas que ansían salir de Grad Nebul. Solo hay que buscarlos.
—¿Isadora? —Evy volvió a preguntar incrédula y Forany asintió una vez más convencida.
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