Al ocaso nos alejamos
—Te noto disperso, Datell —dijo Throbas Wag.
Un hombre con la misma edad que Ragda, pero con una apariencia más joven. Aunque sus huesos no dolían tanto como para mantenerse por sí mismo y su vista, aun fallando al leer, podía ver con claridad a quien tuviera en frente o por lo menos era lo que él siempre decía. La realidad era que se sentía incluso peor que Ragda y este lo sabía. Sin embargo, ser el número uno en la orden tenía sus reglas implícitas. Miró con preocupación a Datell quien solo negó con la cabeza y cerraba los ojos con fuerzas como si de alguna forma pudiera borrar lo visto o vivido.
—Es la presencia de la nébula. Le ha marcado incluso más que la madre —alegó Ragda.
Wag resopló. Sus labios se hicieron una línea, su mente buscaba las palabras correctas. Aquellas que sirvieran de aliento pero que también le dejará saber cuál es la posición de la orden al respecto.
—La señora Gothiel ha dejado una marca, no solo en ti, Gogen, también lo hizo en la orden. Perder a Vises Oginis ha sido una de las mayores catástrofes que hemos tenido que pasar. Nadie ha podido ocupar el puesto que dejó, ni siquiera yo —Recordó—. Pero como la orden de Altier tenemos un deber con nuestros alumnos y con nosotros mismos de la misma manera en que la hija de Vises Oginis y Wiragyen Gothiel lo tiene consigo y su especie.
—¿Aunque no sea una nébula por completo? —inquirió Datell frustrado—. Una parte de ella le pertenece a esta orden, eso no puede ser negado y tampoco se puede dejar pasar.
—Aunque no lo sea. Las mitades no existen, Datell. Somos un complejo de diversas situaciones, genes y filiales. Ella creará una nueva especie empezando por sí misma. Un sitio donde no debe ser nebula o maga, si no donde es algo más y queramos o no, tomará lo mejor y lo peor de ambas partes para hacerlo.
—Será la primera mitad de nébula que es aceptada por el resto de su especie —comentó Akali.
—Es la primera mitad maga aceptada por una academia como la Universidad Omoplatense —Recordó Ecos.
—Sin embargo, aún tiene desafíos que atravesar y los debe hacer sola. Tu protección terminó en el momento en que Naheim Ecknar le mostró el mundo Inverso y este la aceptó como su hija. Desde este instante ella debió mostrar lo que vale. Lo único que podemos hacer es enseñarla y guiarla. —Terminó Throbas Wag, palmeó el hombro de Datell con toda la amabilidad que podía mostrar—. Amigo mío, aun eres joven y quizás esa sea la principal razón por la que no te das cuenta. A Vises también le costó verlo, pero al final lo hizo: las nébulas, sea como sea, están ahí para mostrarte un instante de fascinación y luego caminan de vuelta a sus destinos porque no están hechos para quedarse.
Volvió a palmear el hombro de Datell y se fue.
Evy dio media vuelta en la cama solo para notar el rostro caído de Naheim quien yacía dormido en la silla. Se levantó en cuanto lo vio, preguntándose cuánto tiempo llevaba ahí. Después de la visita a la orden se fue directo a su habitación y el sueño la venció de formas en que antes no lo hacía.
No sabía si llamarlo cansancio o deceppeción, o si era por tristeza, pero sentía la necesidad de cerrar los ojos por largas horas. Despertar y encontrar que Naheim hacía lo mismo solo la alertó. Caminó hacia él, se acuclilló hasta estar frente a frente con su rostro. Podía verlo respirar así que no se había ido como imaginaba. Era un segundo lleno de complejos sentimientos que querían salir expulsados de sus cápsulas.
—Naheim —susurró.
Él no despertó. El hombre que nunca dormía, lo hacía. Era confuso. Lo atribuía a su falta de fuerza, algo que terminaría en unas horas.
—¿Estás seguro de lo que haces? —preguntó ella.
No esperaba una respuesta, solo hablaba en voz alta para despejar su mente. Quizás si las decía se dispersarandispersarán y dejaría de pensar en ello.
—No —escuchó.
Naheim la veía con un ojo abierto a duras penas. Se inclinó y acomodó en la silla mientras frotaba sus ojos. Le parecía extraño conciliar el sueño y la pesadez sobre su cuerpo era un agobio del que nunca antes había tenido idea.
—¿Por qué lo haces? —inquirió ella.
—Porque si no lo hago no habrá forma de que siga... —respondió. Alzó la mirada para enfrentar las dudas de la nebula—. Debí seguir solo, pero tenía miedo y me aferré a ti y a tu ímpetu. Ahora ya no temo tanto, puedo hacerlo por mí. Puedo no depender de ti ni de tu voluntad. No quiero quitarte nada, Evy, ya te robé muchos días. Prefiero que a partir de ahora seas tú quien decida por sí misma.
—Llevo mucho tiempo decidiendo por mí —respondió—, no hace falta que hagas esto. Incluso poner mi energía a tu disposición es mi decisión. Nadie me ha dicho que lo haga, ni siquiera mi constelación que está inconclusa en algún paraje que no conozco —dijo frustrada.
—¿Inconcluso?
Aquel dato llamó la atención de Naheim quien se acercó a ella, buscaba sus ojos renuentes, al final ella lo observó decepcionada.
—¿Lo viste? ¿Dónde termina, Evy?
—Ese es el problema. La flecha no está terminada, Capricornio me abandonó en algún instante y no sé por qué —susurró—. Solo sé que hay cosas que debo hacer y una de ellas es terminar lo que empecé antes de que llegaras.
—Yo te estaré esperando —dijo simple, pero seguro.
A Evy no le costó nada lanzarse al abrazo de Naheim quien la recibió sin problema alguno. Al contrario, le encantaba esa muestra de soltura que antes no había sido capaz de hacer.
..
En la plaza secundaria se alzaban cuatro columnas forjadas en piedra caliza. Su suelo estaba dibujado una estrella de siete puntas rodeada por un círculo y un elipse. Alrededor de la plaza arbustos y árboles hacían del lugar un poco más íntimo. Era lo necesario para realizar el rito del que Emur Jenar habló.
Él, estando al frente de Naheim, aguardaban por el momento en que una chica de ojos pequeños y cabellera radiante se posicionara en medio. Era quien generaba esa clase de lazos entre los nuevos hombres y Jenar.
Extendiendo su mano, la chica pidió la mano de Naheim por un lado y por el otro pidió la mano de Jenar. Se encargó de juntarlas al punto de verlos unidos y empezó a proclamar con voz firme la misma frase que alguna vez Evy escuchó en los labios de Naheim.
Ella respiraba profundo. Se mordía la mejilla y, con los brazos cruzados, se aferraba a sí. Sintió la mano de Forany sobre su hombro quien le mostró una sonrisa condescendiente seguido de un asentimiento leve. Ella la imitó, pero no estaba nada de acuerdo. Cuando miró una vez más al par, notó la mirada de Naheim sobre ella, mientras aquella chica menuda que parecía no sería capaz de dañar alguien alzaba la voz al punto de que la energía de ambos era visible, Ecknar solo tenía ojos para la nebula en su lateral izquierdo quien lucía incapaz de aguantar un segundo más de pie.
Evy tragó profundo, tanto como para lastimarse la garganta.
—Debes mostrar tu apoyo —escuchó en un susurro desde su lateral derecho.
Forany dejaba en claro cuál debería ser su posición, pero Evy batallaba con ella. Quiso negarse una y otra vez, de forma tan rotunda como para detener aquel lazo que Emur Jenar jamás deshacería porque ella lo había visto en su mirada. Aunque solo ver la manera en que los ojos de Naheim pedían confianza la desarmaban.
Emur y Naheim, Emur y Naheim, Emur y Naheim.
Cerró los ojos con fuerza. Sintió el apretón fuerte de Forany sobre su hombro y la mano entrelazada de Petunia a la suya.
Si eso era el amor que Evy estaba dispuesta a dar, Petunia no lo entendía. Ella, en contraparte, hubiera detenido todo lo que Naheim planeaba, pero ella no era la indicada para realizar tal hazaña. En cambio, quien era la elegida, luchaba contra ella misma para mostrar la confianza que con tanto ahínco Naheim le pedía. No, Petunia no entendía esa clase de amor que entre los dos se formaba, y no sabía si algún día lo haría.
Con el enlace de la energía de Jenar a la de Naheim, un color violeta se mostró alrededor del último. Era la fuerza que Emur le entregaba con condiciones que ambos habían aceptado. Naheim fijó la vista en el gobernador ahora líder de la resistencia, asintió con la cabeza para demostrar su apoyo mismo que Emur aceptó y la energía desapareció.
—Denle la bienvenida al nuevo miembro de la familia ¡Naheim Ecknar! —exclamó Jenar y los soldados gritaron con alegría como respuesta—. Señores, preparen todo, partiremos el día de mañana. —dijo.
Los soldados se dispersaron. Eran un grupo grande el congregado como testigos y de lo que solo quedó los cinco de la orden, Forany, Petunia, Evy y las diosas Serinthya y Amilava. La presencia de las últimas dos tomó por sorpresa a la Orden de Altier y Jenar, no así a Naheim quien sonrió al verlas.
—No tenía idea que vendrían —murmuró Forany.
—Pero no te sorprende —respondió Petunia.
Forany se encogió de hombros.
—Ha pasado un largo tiempo desde la ultima vez que nos vimos —comenzó Serinthya—, creí que la próxima vez que lo haríamos sería en otras circunstancias.
—Eso deja mucho que decir —respondió Jenar—, ustedes siempre están un paso adelante. No esperaba tener el agrado de conocer a las diosas de nuestro mundo.
—Tampoco esperabas tener el agrado de recibir a Naheim, pero lo lograste —respondió Serinthya— y tu Naheim ¿Estas seguro de lo que haces?
—Gracias por preocuparte siempre, Serinthya. Puedes contar en que he pensado muy bien lo que acabo de hacer —contestó Naheim con una expresión de alegría ironica.
—No me decepciones, pequeño trujan—murmuró a su oído la diosa.
Ragda caminó hacia el par, ladeó la cabeza y aun con el ceño fruncido tosió un poco para captar la atención de ambas. Amilava fue la primera en girar, notaba en la posición erguida pero franca de Ragda lo que deseaba así que ella, como una diosa tolerante, solo esperó a que este iniciara.
—Nos agrada conocer a las diosas del mundo Inverso. Mucho hemos escuchado de sus proezas, aunque sería una redundancia decir que no las esperábamos en lo absoluto. Imaginamos que habría más cosas por hacer sobre este lugar que ver un simple cambio de energía —profesó Ragda.
—Usted y yo sabemos que se trata más que eso. Además, cómo no venir cuando una de nosotras está aquí. No crea que no observamos los pasos que dan quienes son similares a nosotras —exclamó Amilava.
—Por favor, yo sí que no me esperaba eso —Reclamó Forany.
Amilava le lanzó una mirada furica.
—Siempre en contra corriente —expresó la diosa.
—¡Basta, Amilava! Ya tendrás tiempo de ponerte en contacto con Forany. Sé que tus pequeñines te esperan con mucha impaciencia —dijo Serinthya guiñando un ojo.
Forany sonrió en respuesta.
—Pero no solo estamos aquí por Naheim, primer señor de la Orden de Altier, también lo estamos por Evy. Sabemos que está tomando un camino fuera de estas paredes. Queremos llevarla al lugar a donde desea ir —dijo Serinthya.
—Si eso es lo que quieres —Terminó Amilava.
Evy quiso responder, pero dudó. Sí, había tomado un camino, uno lejos del mundo Inverso ¿Pero era ese el momento?
—Yo... —parpadeó varias veces y tartamudeó muchas más sin tener una respuesta clara.
—Acéptalo —exclamó Naheim—, Los magos podrían llevarte pero se tomará más tiempo. Para ellos siempre toma más tiempo —exclamó con la vista fijada en Datell. Caminó hacia ella y tomó de sus manos—. Te pude traer hasta aquí porque Serinthya me ayudó, yo no podría generar un agujero de esos con mis manos, ahora te está ofreciendo la oportunidad de regresar. Acéptalo y recuerda lo que te dije hace un momento.
—Es muy rápido.
—Sí. Siempre. En todo momento. Lo harás bien.
—¿Qué dices? —preguntó extrañada.
—Trato de responder a tus preguntas. —contestó sonriente—. Ve. Nos volveremos a ver.
—Vendré, lo haré.
Evy tragó y él la dejó entrar entre sus brazos una vez más donde ella se sentía confortable y segura. Se separó por un momento en el que las miradas dijeron todo lo que sus corazones querían gritar y Evy caminó hacia Serinthya.
—Gracias por todo —murmuró.
—Gracias a ti —contestó la diosa.
Evy volvió la mirada al trío detrás de ella y en su lateral derecho a la Orden de Magos. Vio a Datell inestable. Incapaz de ver a la nébula que protegió por tanto tiempo empezar a andar. Sí, Throbas tenía razón, le costaría entender que ellos no están hechos para estar en un solo lugar. Evy estuvo frente a él, depositó un beso en su mejilla y un susurro en su oído y se alejó.
El agujero que alguna vez la había llevado al mundo Inverso, se abría en ese instante para devolverla a Verena. A la ciudad que alguna vez conoció y que dejó por un hombre de pañuelo magenta, cabellera rubia y una misteriosa sonrisa.
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