Aeroplanos de papel

La seguridad de aquellos dos empezaba a ser lo más importante para Amilava; si él no sería capaz de escucharla, por lo menos debía intentar darle todo lo que sea necesario y eso incluía un pequeño aeroplano con asiento para dos personas que el mismo Galo había estado planeando hasta aterrizar.

Naheim advertía con complicidad las habilidades del mozo quien con una leve sonrisa mostró su agrado por el cumplido del mago.

—Está de más que te siga advirtiendo —susurró.

—Agradezco su ayuda, Alteza —respondió sincero.

—¡Vaya mentira la que acabas de soltar! Tu boca está llena de palabras vacías —exclamó irónica. A ambos le había ocasionada gracia—. Sabes qué debes hacer ¿no es así? ¿Cuánto más pretendes dejarla al aire? 

—Lo suficiente.

—Temes que no te vea igual.

La aseveración le sacó una sonrisa llena de sorna. Temía más que eso, pero no lo iba a comentar en ese momento.

—Sea como sea, necesitarás de esto —Amilava extendió su mano hacia él. un frasco apareció en vuelto entre las corrientes de agua que se formaron en el momento—. Tu viaje es más largo que tu tiempo.

—Amilava...

—También necesitarán un fragmento  —Sentenció al mismo tiempo en que una de sus pequeñas hadas cobraba la forma de una piedra de tonalidades verdes.

Naheim notaba el regalo que le ofrecía la diosa con cierto desdén. Estaba recibiendo aquello por su propio bienestar pero acostar de poner en peligro a otros y no es que alguien como Amilava no fuera capaz de defenderse por sí misma. Conocía perfectamente las capacidades de la diosa de los mares, lagos y ríos. Sabía de su poderío capaz de torcer el agua en los cuerpos vivientes. Podía contra un par de sombras si contaba con la ayuda de Serinthya, pero aquello solo se volvía un dolor de cabeza para quienes le rodeaban. ¿Hasta qué punto estaba dispuesto a irrumpir en la tranquilidad de los suyos por una idea descabellada? Nadie lo obligó, lo tomó porque así lo quiso, mas nunca tomó en cuenta a los demás ¿Había sido egoísta?


Evy caminaba por el sendero de piedras donde las flores se abrían y mostraban su centro buscando la luz que en poco minutos iba desaparecer. El rocío del atardecer era su alimento en ese momento; ella prefería pensar en eso, en las plantas, en ese lugar, lo idílico de su construcción, sin embargo su mente solo albergaba miedo y angustia. Ver a Naheim al lado de Amilava a quien el rostro parecía llenársele de súplicas no lo hacía mejor. Al contrario solo lo empeoraba, pero ¿qué podía hacer ella para hacerles sentir seguras? Amilava mostraba todo tipo de preocupación en su rostro, contrario a Serinthya quien parecía llevarlo mejor. Nada le decía que fuera así.

—¿Lo ves? —Ella le pregunto, pero Evy no sabía a qué se refería—. El aeroplano.

Evy parpadeó varias veces, no veía nada. Negó reiteradamente con la cabeza lo que provocó que Serinthya se detuviera y tomara su rostro con ambas manos. No le dijo nada, tampoco susurró o llamó algún cántico. Tan solo la observó.

—Inténtalo ahora —ordenó.

Extrañada, Evy dirigió la mirada hacia el par. Detrás pudo ver una maquinaria de tonos cobrizos, un par de alas y un ventilador al frente con un motor que parecía expuesto. Dos asientos, uno al lado del otro y un par de palancas que le daban curiosidad.

—No soy del aire así que no gusto de esa clase de maquinarías, pero para ustedes será de provecho —comentó.

—Puedo preguntar... ¿Por qué lo hacen? —Fijó su mirada en la Gerena. 

Hasta ese momento no había conocido a Serinthya; se había mostrado como una persona muy amable, con actitudes extrañas, pero sincera. Solo había hecho falta una pregunta para que la seriedad y prepotencia fuesen visibles en ese instante.

—Hay caminos oscuros que no deben ser caminados, pero de todas formas lo hacen. Y hay otros caminos llenos de personas como tú, capaces de engañar y corromper —murmuró.

—No he engañado a nadie.

—¿Estas segura? —preguntó—. ¿Acaso no te has engañado lo suficiente ya? ¿Cuántas veces has visto tu reflejo y creído que es distinto? Tus vidas los hicieron en incontables ocasiones, lo sé. 

—¡Evy! —escuchó llamarla.

—Evy Gothiel, ¿estás dispuesta a continuar? Mi compañera solo les ha dado una herramienta porque él decidió continuar. Tú, sin embargo, pareces dudar.

—No estoy dudando.

—Puedes decir eso cuántas veces quieras. Repetirás las palabras hasta la saciedad, pero al final un corazón afligido no podría creer en ellas —musitó.

Evy dio un paso hacia Naheim sin dejar de mirar a Serinthya, sus palabras se clavaban cual estacas en su mente. Empezaba a generar todo tipo de reacciones contradictorias que no sabía cómo resolver y que tampoco deseaba hacerlo; corrió hacia Naheim cuando sus pies lo desearon pues su mente seguía agitada como el mar embravecido. Observó a Amilava darle una sonrisa nostálgica llena de sentimiento que le causaba dolor en el pecho. Llevó su mano hacia ese lugar donde otras estacas empezaban a clavarse una por una. 

—Cómo odio esas cosas —exclamó Serinthya con un tono ácido—, espero que lleguen bien a su destino.

—No sé si pueda creer en esas palabras al tratarse de usted, Gerena —comentó él divertido.

—Qué bien nos conocemos —Se rio.

—A diferencia de mi buena y muy sincera compañera, yo sí espero ello, y espero mucho de ti, Evy —dijo observándola—. Deben marchar antes de que...

Amilava no pudo culminar aquella frase. Antes de que lo imaginara ya ellos habían tocado el suelo de Mireza. Como sombras formadas en vueltos en auras oscuras se acercaban hasta el lugar donde se encontraban. Serinthya se interpuso y Estve la acompañó tomando su lugar a su lado.

—No es propio de ustedes tocar suelo divino. Tampoco es propio importunar de esa forma la casa de una diosa. —Expresó solemne.

Los sonidos que provenían de ellos eran tétricos, graves, con golpeteos en sus voces huecas. El miedo se apoderó de Evy quien se acercó a Naheim temerosa, no los había visto de cerca más allá de la primera vez y aquellos no se parecían en nada a quienes ahora se mostraban frente a ellos. el miedo que la embargaba traspasaba cada poro de su cuerpo, tanto como para hacer que Naheim tomara su mano con convicción. Un gesto tan simple pero comprometido que Amilava no pudo dejar pasar inadvertido.

Cuando las sombras quisieron atacarlos, pasando por encima de Serinthya, esta les detuvo. Un gesto leve les detuvo por instantes en que golpeaban severamente una muralla trasparente. Serinthya giró a mirar al par.

—Si han de irse, este es el momento. Les permitiré la ventaja, luego seguirán solos. Espero que encuentres lo que tanto anhelas, Naheim —comentó.

Naheim ingresó en el aeroplano y se acomodó en el asiento del copiloto, se preparó para iniciar el vuelo con una mirada hacia atrás para luego fijar la vista en el horizonte. Recorrió la pista hasta donde el linde entre el vacío y Mireza se encontraba y justo ahí alzó el vuelo. Serinthya había presenciado aquello con la esperanza de que el artefacto llegara tan lejos como fuera posible mientras los detenía. Algo que duró tan poco como hubiera querido. En un par de segundos se habían desvanecido en el aire.

—Una tregua —murmuró Amilava.

—Vaya consideración —comentó irónica.

—Sabe que no ha debido llegar hasta suelo sagrado y en consecuencia podemos llamarlos —Amilava observaba a la Gerena con fijeza, convencida de lo que decía.

—Sería más problemático de lo que ya lo es, Amilava. Llamar a un concilio porque hemos intervenido en las peleas de Grad Nebul no es una buena idea —refutó.

—No, por tocar suelo fértil. Por mancillarlo con sus sombras. ¡Serinthya! Este lugar es nuestro.

La gerena inspiró hondo. 

—No basta con lo que Naheim está haciendo, también deseas formar parte. Recuerda tus normas, Alteza. 

Amilava se contuvo porque tenía razón y le desagradaba, porque lo debía dejar pasar y eso le disgustaba aún más. 

—Espero que Naheim obtenga lo que busca. —musitó. 

El cielo se abría a su paso, pero no era la invitación que ambos estaban esperando. Tan oscuro como pudieran ser las joyas de la Gerena, apenas se rompía cuando los relámpagos caían y en ese vislumbro los podía ver. Las sombras acechaban entre las nubes, aguardando el momento correcto para atacarlos. Naheim temía que no pudieran ir más allá de Aleteo en el aeroplano, no si ellos estaban cerca. Maniobró el aeroplano con agilidad aunque no la necesaria. Recibió un duro golpe en el lateral izquierdo logrando desprender parte del caparazón. Evy había visto su vida depender de ese instante; su corazón agitado no lograba calmarse por más que su cerebro se lo pedía. 

Sentía la incesante necesidad de hacer algo, de moverse, de poner aprueba lo aprendido si era que lograba recordarlo. No sucedía. Su cabeza estaba vacía, los hechizos se habían evaporado y solo predominaba su temor. Miró a Naheim tratando de esquivarlos tanto como le era posible, pero el movimiento brusco producto de las sombras decían lo contrario. 

—Naheim... —murmuró Evy como una súplica.

Por un segundo que la observó pudo notar su miedo sintiendo lo mismo en el fondo.

—Tómalo.

—¿Qué? —inquirió sorprendida.

—Nunca he sido bueno para los aeroplanos, Evy —comentó con tono alegre—, prefiero volar.

Sacó el caparazón de vidrio que los mantenía protegidos, salió volando por los aires como una pluma. Evy observó aquello como una tragedia, pero no era suficiente para su compañero quien se levantó y acercó a la parte trasera no sin antes hacer que sus manos tomaran el control del aparato. Un grito de terror se coló en la voz de Evy y el miedo se acrecentaba. Si su corazón había latido como una locomotora, en ese instante iba a peor. Estaba segura que sufriría de un paro cardíaco en cualquier segundo.  

—¡Naheim! —gritó furiosa. 

Su vista iba al frente, pero eso no la eximía de voltear y ver a su compañero con los brazos al aire y los ojos cerrados. ¿Estaba loco? Seguro que sí y apenas lo empezaba a notar. Algo malo debía haber con él, aunque ese no era el momento para averiguarlo.

Cuando sintió un leve movimiento en la parte trasera, su vista fue directa a buscarlo. No estaba.

—¡Naheim! —exclamó angustiada.

Otro empujón desde la zona baja le hizo pegar un chillido soltando por un segundo los controles. Los tomó tan rápido como pudo, y planeó como nunca lo había hecho. la sensación de que algo andaba mal le estrujaba cada parte de su cuerpo hasta que notó el dragón sobresalir en medio de la oscuridad. Apenas alumbrado por los rayos que le otorgaban un color platino con sombras azules. Sus ojos amarillos le observaban inquietante, pero lo había averiguado como una corazonada. Él era Naheim. 

Un rayo del color de las estrellas emergió de él apuntó a las sombras las cuales se dispersaron en él. Se movió hacia el frente, embistió cada uno de ellos con su largo cuerpo, y rasgó las partículas que quedaban inconexas en el aire.

Sin embargo un último ataque de las sombras da contra el motor del aeroplano. Los intentos de Evy por mantener el control se hacen insuficientes, sentir a Naheim cerca le hace tomar una decisión. Deja el control de la máquina y se levanta con la única intención de caer sobre la espalda del animal. Lo meditó tanto como le era posible, hasta que en un momento se lanzó hacia el dragón con las manos extendidas y el deseo de conseguirlo con los ojos cerrados.

Verse sobre él le hace gritar de emoción, misma que se esfuma al ver el aeroplano chocar luego de caer sin dirección alguna. 

Naheim sobrevuela el cielo por minutos; Evy solo podía recostarse y escuchar los latidos de su corazón, tan tranquilos y suaves como una canción de cuna que empezaban a adormecerla. No sabía si era eso o si era Naheim quien de alguna forma empezaba a dormirla por alguna razón.

En ese momento, no lo sabría.

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