6.- Hacia Navarra (2/2)
Esperó hasta bien entrada la noche para salir con Poli. Había poca gente por las calles, pero de todas formas debía tener cuidado. Alfa los ignoró y siguió su rumbo hacia el puerto.
Había estudiado el lugar, los botes amarrados y a sus dueños. Había investigado suficiente como para saber qué naves tenían mejores sistemas de seguridad que otros. Ella se dirigió a una de las más rápidas que se sentía segura tomando. En eso, Poli se puso a llorar.
Alfa rápidamente lo apretó contra su pecho para calmarlo y callarlo a la vez. Luego miró alrededor, pero no encontró a nadie cerca. Esperó un poco a que Poli se calmara para regresarlo a la mochila de bebés en su espalda y saltar sobre el bote. Rompió una ventana sin pestañear, entró rápidamente y se aseguró que no hubiera nadie adentro. Luego dejó a Poli en un lugar seguro y acolchado y se dirigió al panel de control para activar la embarcación sin su llave. En menos de cinco minutos de entrar, zarpó y se marcharon de Anseca.
Todo se veía tranquilo bajo las estrellas. Había un par de botes navegando, pero estaban muy lejos para representar un peligro. Alfa pensó que estarían bien, hasta que de pronto oyó una alarma a lo lejos. La guardia de Coriní la había pillado.
—¡No puede ser!— exclamó.
Aceleró el bote hasta el máximo. La ciudad se perdió rápidamente de vista, pero cuando pensó que había dejado al imperio detrás, una nave modelo Halcón, rápida, pequeña y con buen poder de ataque, se apresuró a seguirla y la encandiló con potentes focos.
—¡Deténgase ahora mismo! ¡Esta es la marina del imperio!— ordenó una voz autoritaria— ¡Nadie está autorizado a zarpar! ¡Abriremos fuego si no se detiene!
Alfa tuvo que pensar rápido.
Están buscando a Poli. No se atreverán a matarlo.
Era un riesgo más grande que jugar con su vida, pero era lo único que podía hacer para llevarlo a un lugar seguro. Terminó parando el bote y se escondió. Tuvo que dejar a Poli donde estaba y esperó con todas sus fuerzas que los marines no le hicieran nada. El halcón, por su parte, descendió hacia el agua hasta que algunas de las olas alcanzaron a tocarlo por debajo. Un equipo de marinos entonces salió para subirse al bote.
Entraron a la cabina con sus armas listas, pero no encontraron nada más que a Poli llorando por el ruido del halcón afuera. Los soldados se reunieron en torno a él, confundidos. Se dispusieron a buscar a quien hubiera llevado a ese bebé ahí, pero entonces Alfa les saltó encima. Mató a los primeros dos en un instante, antes que se dieran cuenta que estaba ahí. Otros dos sujetos alcanzaron a verla, pero murieron antes de poder levantar sus armas. Finalmente el último que quedaba vivo consiguió apuntarle con su pistola. Alfa estiró la mano para quitársela, pero él disparó directo en su pecho.
La androide retrocedió un paso y se llevó una mano a la zona de impacto. El disparo le dolió como los mil demonios, pero ella estaría bien. Era un robot, después de todo. El dolor pasó a segundo plano al instante, su pensamiento lógico retomó su mente. En un parpadeo rajó el cuello del último soldado, con eso acabó la pelea.
Su mirada regresó de inmediato con Poli, el cual seguía dormido. Él estaba bien; todo estaba bien. Alfa podía respirar tranquila.
Era una nana horrible, arriesgándolo de esa forma.
No, ella nunca podría llamarse su mamá.
Seguidamente se fijó en el halcón flotando en el aire, junto al bote. Aún había un sujeto adentro, el piloto. Ella saltó desde el bote hacia el halcón, rompió el parabrisas de un golpe y mató al piloto antes que este pudiera reaccionar. Luego les robó las armas y provisiones que tuvieran y apagó el halcón antes de dirigirse al bote de nuevo. La nave voladora, sin energía que la mantuviera a flote, se hundió en el mar.
Más tarde Alfa echó los cuerpos de los soldados al agua también, guardó las provisiones, se aseguró que Poli estuviera bien y se marchó hacia Navarra. Habría llegado más rápido usando el halcón, pero esto la habría expuesto demasiado. El bote serviría.
------------------------------------------------
El resto del viaje fue largo y monótono, pero fácil. Tenían suministros de sobra. Alfa no tenía que preocuparse más que por el mar, el cielo y Poli. Alfa no necesitaba a nada más que ese niño para ser feliz.
Mas adelante los esperaban las defensas de Navarra. Alfa no se iba a arriesgar a confrontarlos directamente, por lo que se detuvo junto a un bosque antes del primer puerto y se perdió sin que las autoridades la encontraran. Desde ahí cargó a Poli por la intemperie, defendiéndolo y ateniéndolo por varios días. Como apenas había gente que se atrevía a pasar por las montañas que unían a Navarra con el resto del mundo, los pasos fronterizos eran escasos y fáciles de evitar, más un centro de rescate de alpinistas que otra cosa. De esa manera, Alfa llegó al primer pueblo que veía en ese país, donde descansó y vendió las pieles de animales que había cazado para obtener algo de dinero.
Viajó y viajó, esperando que el imperio no la estuviera buscando ahí. Nunca sabía dónde podría haber espías, pero las probabilidades estaban de su lado. Fue de pueblo en ciudad y ciudad en pueblo, nunca deteniéndose por más de un día en ningún lado, hasta que llegó a una villa cerca del centro físico de Navarra, un poco al noreste. Ahí, donde había poca gente, muchos animales de ganado y campos verdes donde pastaban, se hallaba el pueblito de Cuna.
Se veía como un lugar tranquilo, sin naves, apenas con algunos autos viejos, gente humilde y viejas casas de madera. Apenas si había un par de edificios. Apenas llegar, Alfa buscó entre las calles peladas una posada donde pudiera quedarse y comer algo. Sin embargo, mientras buscaba tranquila con la mirada, oyó de pronto un rugido poderoso y lejano. Desconcertada, se giró a la fuente del ruido y reconoció a un furioso, ahí mismo en una avenida.
La gente alrededor reaccionó como de costumbre; huyendo en todas direcciones a esconderse y esperar que la bestia no se les acercara. Alfa estaba a punto de hacer lo mismo, preocupada por Poli, cuando notó gritos de auxilio.
Rápidamente miró a los alrededores y advirtió que aquel pueblo era muy precario y pobre, tanto que la única comisaría estaba constituida por un hombre entrado en edad con una pierna maltrecha que apenas le servía para caminar, menos para correr. El hombre pasó junto a Alfa a paso dubitativo, meditando si debía ir y enfrentarse en vano al monstruo o dejarse llevar por su sentido común y huir como el resto. Alfa lo detuvo en sus pasos.
—¡¿No hay nadie más que se enfrente a ese monstruo?!— alegó.
—¿De qué hablas? ¡Ponte a salvo, tonta!— exclamó el policía.
Alfa miró alrededor, pero no había más gente armada.
—¿Dónde están tus compañeros?
—¡¿Cómo que dónde?! ¡Soy el único aquí, así que haz lo que te digo y déjame manejar esto!
Eso dijo, pero no parecía muy dispuesto a marchar hacia donde se oía al monstruo matando gente. Finalmente Alfa se quitó la mochila y le pasó a Poli.
—Toma, asegúrate de que no le pase nada— le pidió— yo iré a matar a ese furioso.
—¡¿Qué?!— saltó el hombre.
Alfa le agarró la cara con una mano.
—Él es mi vida, debes protegerlo a toda costa mientras yo lidio con el monstruo ¿Entendido?
El policía, confundido, miró a Poli de reojo y luego a Alfa. Esta no esperó su respuesta y se giró hacia donde oía al furioso. En ese corto tiempo la bestia había acortado gran parte de la distancia y se dirigía directo hacia ellos, como si hubiese olido al oponente más fuerte en las cercanías.
Alfa echó a correr hacia él a toda velocidad, sacó dos pistolas y le disparó en la cara para que se diera cuenta que era ella a quien debía poner atención. La bestia la miró, iracundo, y la arremetió con sus enormes manos.
Ella esperó hasta el último momento para esquivarlo. Luego lo rodeó, se dirigió a su espalda y lo escaló rápidamente. Así llegó hasta el dorso de su cuello, donde arrojó las pistolas para sacar una escopeta. Sin perder tiempo, apuntó directamente a la base de la nuca y disparó. El monstruo gritó, pero no murió con eso. Despavorido y encolerizado, se arrojó de espaldas al suelo para aplastar a su enemiga. Alfa alcanzó por poco a rodearlo y encaramarse a su pecho para eludir el golpe. Sin embargo, en esa posición el furioso aprovechó para agarrarla.
Alfa se vio inmovilizada. El monstruo entonces se la acercó a la boca para molerla con sus dientes mutados, pero en vez de amedrentarse, Alfa vio una oportunidad. Con la escopeta apuntando hacia su hombro izquierdo y la unión entre el pulgar y el índice del demonio, disparó. El impacto le hizo trizas el hombro robótico, pero también soltó el pulgar de la mano del monstruo lo suficiente para dejarle escapar.
Sin esperar más, Alfa le metió la escopeta por la boca y apuntó a su columna desde adentro. Entonces disparó una tercera vez, y la bestia de la furia cayó muerta.
------------------------------------------------
Los habitantes del pueblo salieron poco a poco de sus escondites, desconcertados. Nadie entendió bien cómo, pero todos comprendieron que Alfa había matado al monstruo. Estaban alegres, pero tan sorprendidos que apenas podían moverse. Ni siquiera conseguían procesar que seguían vivos y el furioso no. Era sobrecogedor.
Poco después, apareció el policía cargando a Poli, curioso al notar que los gritos del monstruo habían cesado. Alfa le explicó que ella lo había matado y le pidió de vuelta a su bebé, pero el policía se rehusó al principio.
—¡Estás herida! Ven conmigo, yo te ayudaré con eso.
Alfa se miró el hombro: un claro agujero se había abierto. No podía mover su brazo y era una suerte que contara con sangre artificial, puesto que sus circuitos estaban al aire libre, y de no estar teñidos de rojo, alguien con vista aguda podría haberse percatado de lo raro que se veía. Pero eran todos campesinos desconcertados y contentos, y el cadáver del monstruo llamaba mucho más la atención que una mujer con una herida en el hombro, así que nadie lo notó además del policía.
Alfa se cubrió la herida con una mano.
—Estoy bien... pero si quieres recompensarme, me puedes dar un lugar donde descansar.
—¡¿Estás loca?! ¡Acabaste tú sola con esa cosa! ¡Pensé que estábamos muertos, pero tú nos salvaste! ¡Mi casa es tuya, quédate cuanto quieras, por favor!
Alfa sonrió. Estuvo a punto de pedir de nuevo a Poli, pero con el hombro así, era de esperar que aquel policía se negara. Entonces vio al niño; advirtió que parecía cómodo en los brazos de aquel sujeto. Luego miró al adulto: un tipo entrado en edad, de ojos verdes y pelo casi completamente blanco. Su quijada estaba bien definida, su mentón partido y se le notaba en el cuello que su masa muscular no era lo que fue en su día. Su cara estaba llena de arrugas y sus expresiones eran cómicamente exageradas.
—¿Cómo te llamas, policía?— le preguntó Alfa.
—¿Ah? Gastón, Gastón Pernol... ¿Y usted...
—Alfa— contestó— solo Alfa. Este es mi niño, Poli.
Gastón los llevó a la comisaría, donde intentó curar la herida de Alfa, pero esta le aseguró que prefería hacerlo sola, que un lugar donde dormir y un poco de comida era más que suficiente. Con eso, pasaron la noche en la casa de Gastón.
------------------------------------------------
Su morada era del mismo tamaño de las demás, una casa común para una familia de tres a cuatro personas, solo que él vivía solo. Además, la cama era algo dura, la luz pobre y decadente, la calefacción también dejaba que desear y la decoración era casi nula. Gastón se sintió algo avergonzado de llevar a una mujer a una casa así, pero Alfa no se mostró más que agradecida con el gesto.
El día siguiente era un feriado, por lo que Gastón y Alfa se despertaron más o menos a la misma hora y se pusieron a charlar mientras el policía preparaba el desayuno. Alfa le explicó que ella y Poli estaban huyendo del imperio, aunque no le dijo por qué, y que estaban buscando un lugar donde pudieran vivir.
—No me imagino que habrá una casa abandonada que nadie quiera en este pueblo ¿O sí?— inquirió la androide.
Gastón negó con la cabeza. Le comentó que había un par de ciudades no muy lejos de ahí, que seguramente tendrían viviendas para ofrecerle.
—Aunque sería un alivio que tuviéramos una casa para ti— comentó— así podrías quedarte y quizás hasta ayudarme a defender el pueblo, si te interesara el trabajo, claro. Serías muy bienvenida. Yo ya no soy el oficial ejemplar de antes.
—¿Qué te pasó en la pierna?— quiso saber Alfa.
—Un accidente tonto, un día mientras andaba en bicicleta me caí sobre unas piedras— se afirmó el muslo algo decepcionado, como si hubiese preferido que fuese una herida de guerra.
Alfa se lo quedó mirando, un tanto confundida.
—¿Entonces te gustaría que nos quedáramos más tiempo en el pueblo?— quiso confirmar.
—Sí, sería excelente.
—Pero no hay ningún lugar donde pueda quedarme por aquí.
—No, lamentablemente no.
—¿Y nadie vive aquí contigo?
Gastón negó con la cabeza.
—Perdí a mi familia hace años.
Alfa suspiró.
—Lo siento, no quería recordártelo.
—Descuida.
Alfa observó que Gastón parecía acostumbrado a lidiar con aquel recuerdo, como si de verdad ya lo hubiese aceptado, por lo que simplemente evitó mencionarlo más y continuó a lo que iba.
—¿Te molestaría si nos quedamos unos días más?
Gastón se la quedó mirando, sorprendido.
—Oh, no. Claro que no, quédense todo el tiempo que quieran.
Y eso hicieron.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top