9, Felicidades, encontraste una familia.

 Los habían esposados en la baranda de la borda del barco. Arabella estaba entre desmayarse por el mareo, o salir a patearle el trasero a aquel joven brujo. Por suerte Hisirdoux estaba pegado a ella, murmurando que se mantuviera calmada. La única que no estaba inmovilizada era Peach. Ella veía a Blake ir y venir, hablando de mas.  

—Tarde o temprano Grace se va a enterar de esto —dijo Peach—. No entiendo porque de repente esta rebeldía sin sentido. Vete y listo, nadie te detiene. 

—Si, pero si no dejo un mensaje claro, Grace no va a saber porque lo hago —dijo Blake y se detuvo frente a ella. 

—El mensaje es claro. Esta claro que eres un imbécil —dijo Peach—. Tientas mucho a tu suerte, es por eso que no se te confía grandes tareas. 

 Blake se encogió de hombros, y continuó haciendo lo que estaba en su deber. 

 Sacaron al aire libre todas las cajas que podían llegar a tener algo interesante. Ella no sabía que buscaban, ni tampoco para que quería el rastreador. Estaban allí vaciando un cargamento entero, tranquilos, como si no supieran que estaban traicionando a la última persona que debían hacerlo. Grace podía ser muy tranquila, y permisiva en cuestiones que no tuvieran que ver con el grupo, pero cuando esto se acercaba mas ella de lo que se debía, sus reacciones podían ser mucho mas intensas a que solo hacer levitar los objetos con su magia. 

 Pero Blake parecía no importarle, o no lo tenía muy presente.

—Bien, le cambié el modo según lo indicado, ahora debería buscar objetos mágicos —dijo Blake—. Energía mágica inanimada.

—¿Todo esto por un diamante? —preguntó indignada Peach.

—Si, con un alto precio en el mercado mágico —respondió Blake—. Los rumores dicen que iba a ser pulverizado, no podemos permitirnos eso.

—Suena ridículo —Peach se cruzó de brazos.

Blake rodó los ojos, y activó el dispositivo. Este comenzó a brillar, aún así, no señalaba nada. Mientras mientras esperaba una reacción a lo que estaba buscando, llevó la vista a su compañera. Peach seguía refunfuñando en silencio.

—Vamos, relájate un poco —dijo y le sonrío.

—Ridículo —murmuró Peach.

Blake se detuvo en su búsqueda y se acercó a ella. La vio fijo a sus brillantes ojos azules. Estos tenían algo en particular nuevo. Se encontró asombrado al ver cierta esperanza en aquel trozo de color que por años no hacía más que verse opacado por los disgustos del pasado.

—Ya se lo que sucede acá —dijo y sonrió con disgusto—. Claro, ya veo. Ahora que encuentras lo que por años buscabas, y supuestamente te lo dábamos nosotros, te parecemos ridículos.

Peach lanzó una carcajada y lo apartó de un golpe en los hombros.

—No hables por los demás, solo tu siempre me pareciste un ridículo —dijo Peach—. No sabes de lo que hablas, mantén tu boca cerrada.

Blake negó con la cabeza, y sin darle la espalda, se fue acercando a Hisirdoux y Arabella. Ellos dos veían atentos la discusión, mientras buscaban desatarse las ataduras.

—Creo que nadie más que yo notó esto.

Se acercó a Arabella, y sin soltarle las manos, la alejó de Hisirdoux. La rubia no estaba para nada segura de lo que sucedía, pero esperaba una oportunidad para darle un golpe en la boca del estómago.

—Ey, déjala en paz —exclamó Hisirdoux—. Nosotros no tenemos nada que ver con sus asuntos personales.

—No, no, no, creo que tienen mucho que ver —dijo Blake, de manera graciosa. 

Alzó el rostro de Arabella, desde el mentón y la vio fijo a sus ojos marrones, que se iban tiñendo de rosa.

—No sabes con quien te estás metiendo —murmuró Arabella—. Si no nos dejas en paz, y nos das ese maldito artefacto, juro que lo vas a lamentar.

—Eso crees tu —respondió Blake, por lo bajo—, ¿Quién no sabe quien carajo eres tu, Arabella Pericles, hija de Morgana?

Blake sonrió con sorna ante el silencio que se generó. Giró el rostro de Arabella en dirección a Peach.

—Las dos hablan igual cuando se enojan —dijo el brujo—. ¿Cómo nadie notó lo idénticas que son? Bien hecho Peach linda, encontraste una familia.

Un fuerte dolor de cabeza hizo que Arabella se retorciera sobre sus rodillas. Era una puntada que la atravesaba entre los ojos, y no le dejaba ver con claridad. Sin embargo, múltiples imágenes abordaron su mente. Podía sentir las lágrimas calientes de rabia y tristeza como si fuera de ese mismo día.

Una gran serpiente albina saltó encima de Blake, y Arabella quedó de rodillas en el suelo, tratando de calmarse y ver con claridad.

—White, ¿Dónde estabas? —preguntó Arabella.

—Lo siento, pensé que podíamos encontrar a rizos por nuestra cuenta —respondió White—. Ella no está por ningún lado.

Hisirdoux forcejeó un poco más con las sogas hasta que logró romper con el nudo que unía sus muñecas. Se acercó, casi desesperado, hasta donde estaba Arabella, y se arrodilló a su lado. La tomó de las mejillas con cuidado, y con la mirada turbada la examinó.

—Estoy bien —dijo Arabella y sonrió.

Hisirdoux chasqueó la lengua, y continuó su búsqueda de algún malestar reflejado en su rostro.

—¿Qué te ocurrió recién? —preguntó.

—La cabeza, solo eso, nada de que preocuparse —respondió Arabella con suavidad.

La ayudó a ponerse de pie, y la revisó de la cabeza hasta el suelo. Sus ojos, una vez mas, volvían a ser marrones, y su piel recuperaba aquel sueva tono rosa de siempre. Ambos se acercaron a Peach, quien los veía estática a su lugar. Las pupilas dilatadas hacían que el azul de sus ojos sea casi transparente. 

—¿Estas bien? —le preguntó Arabella. 

 La veía mas pálida, y algo temblorosa, como su hubiese visto alguna clase de fantasma.

—¿Quién es ella? —preguntó, viendo a un costado. 

 Señaló a White que estaba enroscada a Blake, mostrándole sus fauces bien abiertas, y chorreantes de saliva. Arabella la vio con enojo y llamó su atención. No podía permitir que su familiar se comiera a alguien, menos cuando prometió que dejaría de hacerlo. 

—Ella es White, mi familiar —contó—. Normalmente no come personas, pero creo que Blake ...

—La conozco —le interrumpió Peach. 

 Arabella e Hisirdoux se vieron, y luego a Peach. No estaba mejor que antes. Las lágrimas que no caían eran evidentes en el azul de su mirada asustada, y el temblor se redujo a solo mover sin control su boca pintada de rojo. 

—¿De dónde? —preguntó Hisirdoux. 

—Ella —dijo con voz temblorosa—, ella era mi familiar. 

 Arabella abrió los ojos con sorpresa, y el poco color que recuperó momentos atrás lo volvió a perder, al igual que una leve jaqueca. Abría y cerraba la boca, tratando de decir algo, y no lograba hacerlo. La situación empeoró, cuando sintieron magia desconocida aparecer cerca de ellos. 

 El llanto de una niña, los hizo volver a la realidad del momento. No iban a detenerse a desenterrar secretos, estaban allí para encontrar a Cecili. La tenían cerca, y no estaba sola. Para Arabella era un rostro desconocido quien sostenía a una joven brujita desesperada, tratando de escapar de sus brazos, pero Hisirdoux lo había visto antes. Era quien una vez tomó la mano de su hija, cuando mas rota estuvo, y terminó por romper lo poco que quedaba de ella. 

—Tu —murmuró Hisirdoux—. Maldito, hijo de ...

—Ah, ah, ah, ah —negó quien tenia presa entre sus brazos a Cecili—, no digas malas palabras frente a la niña. 

—¿Quién es? —preguntó Arabella. 

—Es una lastima que la mugre familiar quede oculta bajo la alfombra —dijo burlón—. Me presento, soy Jeremía, el ex prometido de Olivia. Imagina, si esta niña fuese mía, no dejaría que nada de esto pasara. 

 Arabella abrió la boca, frunció el ceño con enojo. 

—Oye idiota, no hables de los padres de la niña así —exclamó furiosa. 

 Jeremía rodó los ojos, y volvió la vista sobre la bruja enojada. Luego vio a Hisirdoux, y también a Peach, quien seguía en shock detrás de ellos. 

—Veo que ustedes tampoco han perdido el tiempo —dijo, y sonrió—. ¿Cómo me vengo a enterar ahora que tienen una hija? Si algo no me perdía en la cárcel era sobre estos rumores. 

 Hisirdoux llevó la vista a Arabella, quien se veía tan confundida como él. Cuando ella sintió la mirada de su esposo, lo ignoró. Era un tema que tendría que esperar, teniendo la oportunidad de salvar a Cecili de las manos de un prófugo de la cárcel mágica. 

 Fue rápida en formar su arco con las flechas, y tirarle una. Jeremía se hizo a un lado con reflejo veloces, y miró con furia a la bruja. 

—No creo que quieras hacer eso —exclamó. 

 Hizo flotar a Cecili frente a él, usándola de escudo. Y con la misma velocidad en que hizo su arma mágica, esta desapareció. No podía atacar si no veía con claridad, y aun seguía con los dolores de cabezas, y en un grado de confusión que hacia que su ceguera por el enojo sea aun mayor.  

—Así me gusta —Jeremía sonrió—. Escuche muchos rumores sobre ti, como la vez que peleaste contra un brujo como tú, estando embarazada. 

—¿De que hablas? Nunca estuve embaraza —exclamó furiosa.

 Y mientras Arabella trataba de pensar en algo, Jeremía se acercaba al montón de cajas agrupadas. Hisirdoux estaba paralizado, entre el temor de hacer un movimiento en falso, y confundido por lo que estaba oyendo. Estaba seguro que nunca olvidaría haber visto a la bruja de vasija embarazada. 

—Obvio que no lo sabes, eres la mayor experta en borrar memorias —dijo—. Bueno, tu y la otra aprendiz de Morgana. No me gusta dejarme guiar por rumores, pero creo que es cierto eso de que son un peligro andante. 

—Ya cállate, hablas demasiado, tu voz me irrita —exclamó Arabella enojada. 

 Alzó las manos por encima de su cadera, y estas comenzaron a brillar a medida que sus ojos se fueron tiñendo de rosa que rosaba el rojo encendido. Hacía siglos no formulaba un hechizo guiado por la esencia, pero estaba tan enojada con lo que Jeremía hablaba que dejó de pensar en lo que sea. 

—¿No tienes miedo de hacerle daño a Cecili? —preguntó Jeremía y sonrió con sorna—. No, si siempre fuiste una bruja despiadada.

 Pese a querer demostrar su punto, no la dejó actuar. Ni a nadie encima del barco. Dio un fuerte golpe sobre la cubierta, una ola azulada que se fue expandiendo, brillante y helada los cubrió a todos, dejándolos paralizados en sus lugares. 

 Jeremía caminó, acercándose a Arabella, y pasó una mano por su mejilla. 

—Me gustaría divertirme mas, pero no me puedo permitir que dañen a la niña, ni menos irme sin el diamante —dijo. 

 Se acercó a la cajas, y tomó un cofre que brillaba por encima del resto. De madera lustrosa, y oscura, decorada con cintas de oro. Rompió el candado, apenas oxidado, y dejó al descubierto su interior de terciopelo azul oscuro. De entre tanta profundidad, brillaba con los suaves rayos del sol, la joya que alguna vez iba a usar para hacerse con la magia de cualquiera, principalmente con las visiones de Olivia. 

—Ah, extrañaba esta hermosa y delicada piedra —dijo, y vio a Cecili. 

 Tenia la nariz y las mejillas rojas de tanto llorar, y los rizos dorados desarmado por la falta de un peinado adecuado. Sus ojos grises eran opacados por la tristeza y el miedo que tenía. 

—Quiero a mi mamá y papá —balbuceó—. No me gusta este juego. 

—Oh, pequeña —dijo Jeremía—. Esto no es un juego. 

☆☆☆

Hola mis soles, ¿Cómo les va? Espero que bien.

He salido de tremendo bloqueo con esta historia, y ya estoy a nada de finalizarla.

Ufffff, igual, creo que se veía venir esta revelación, ¿será realmente lo que dicen que es? Bueno, lo sabremos pronto.

Bueno, eso no más, sin las que decir ✨besitos besitos, chau chau✨



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