Secretos Arrastrados por el Viento

El interior de la camper desprendía un encanto acogedor, con delicados toques femeninos que contrastaban sorprendentemente con su apariencia exterior, revelando una amplitud insospechada. Me encontraba reclinada en la parte trasera, mi cabeza estaba apoyada suavemente contra la ventana, observando cómo las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer del cielo, dibujando senderos caprichosos sobre el cristal. En ese momento, traté de vaciar mi mente, buscando un respiro a mi agotamiento emocional.

En el extremo opuesto Tayde yacía en un estado de aparente tranquilidad, su respiración profunda y rítmica sugería un sueño profundo. La observé discretamente por unos instantes. Incluso en su estado despeinado y con rastros de suciedad, había en ella una belleza serena e indiscutible. Su presencia ofrecía un tipo de consuelo silencioso en medio de la tormenta de emociones que me embargaba.

Marlen y Dalia se apresuraron a entrar en la parte delantera de la camioneta arrancándome de mis ensoñaciones al compás de la lluvia. Seguidas por Andrea que tomó el asiento del piloto. Volví a cerrar los ojos por un momento, permitiéndome relajar mis músculos tensos mientras la adrenalina se desvanecía gradualmente de mi sistema.

La calma no duró mucho. Mi tranquilidad fue interrumpida por un suave murmullo de voces provenientes del frente de la camioneta. Mis oídos se aguzaron, y la curiosidad me impulsó a levantarme con cuidado. Con un movimiento discreto, me incorporé, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento, lo justo para escuchar mejor sin ser vista. Las voces, aunque bajas, eran reconocibles: Dalia y Marlen discutían en susurros, llenos de agitación y frustración. Ignoraba la naturaleza exacta de su discusión, pero la tensión en sus tonos era inconfundible.

Andrea intercedía con su habitual serenidad, su voz era un hilo de calma en medio del conflicto, tratando de mediar entre ellas. Aunque me resultaba difícil descifrar todas las palabras, estaba claro que la conversación giraba en torno a la situación que estábamos enfrentando y los posibles pasos a seguir.

Movida por la intriga y el deseo de comprender, me deslicé silenciosamente hacia los asientos del medio, apoyando cuidadosamente mi espalda contra la puerta. Desde esta nueva posición, podía entender mejor lo que decían, manteniendo mi presencia inadvertida.

–Aún no te entiendo, Marlen. ¿Por qué lo hiciste? – La voz de Dalia era un susurro cargado de confusión y reproche.

–Lo lamento mucho, de verdad. Actué sin pensar... –respondió Marlen, abrumada por el arrepentimiento y la vergüenza.

–Me queda claro –replicó Dalia, con un tono lleno de resignación y disgusto.

–Ya basta –interrumpió Andrea con firmeza, aunque su voz mantenía la calma. –Hablaremos de esto más tarde. Ahora, enfoquémonos en lo que sigue. Daniela llegará en cualquier momento y debemos estar listas para salir de aquí.

Un silencio pesado cayó sobre nosotras, roto solo por el rítmico golpeteo de la lluvia. De pronto, Dalia emitió un sonido sorpresivo.

–No me digas que te sientes atraída hacia... –comenzó Dalia, pero Andrea la interrumpió rápidamente.

–Shhh, Karen está despierta –susurró Andrea, con una voz apenas perceptible.Atrapada en mis propios pensamientos, reflexioné sobre la imprudencia de Marlen y su misteriosa atracción. Quería respuestas, entender qué había impulsado su comportamiento.

–Me pregunto cuándo Karen despertará sus poderes – murmuró Marlen.

–Será cuando se sienta plenamente cómoda con nosotras. Tendrás que ser paciente– respondió Andrea, con un tono suave y tranquilizador.

–No es así, pasará cuando no tenga otra opción, en unos meses– concluyó Dalia de manera enfática.

¿Meses? pensé. ¿Qué haré con ellas conmigo todo ese tiempo? Seguiré siendo una completa inútil y seguramente me echarán del grupo. Si realmente tomará meses para que mis poderes despierten, seré una carga para ellas y si me echan, todo volverá a ser como antes... borrarán mi mente. No puede ser.

Mis pensamientos se tornaron oscuros, una tormenta interna de inseguridades y miedos se agitaba en mi interior. La idea de no poder aportar nada hasta que mis poderes despertaran, me atormentaba. Me sentía como una inútil en un mundo al que apenas comenzaba a pertenecer, y la posibilidad de ser rechazada era una sombra que se cernía sobre mí. La angustia crecía en mi mente y se extendía por mi cuerpo, dificultando mi respiración. Justo entonces, Andrea interrumpió mis pensamientos, dejándome helada.

–Nos escuchó– dijo en voz baja después de soltar un suspiro exhaustivo. Por unos segundos hubo un silencio tan profundo que pareció estirarse hasta el infinito.

–Karen, sabemos que estás ahí, levántate– ordenó Dalia con firmeza. Mi corazón se detuvo por un instante. Me quedé inmóvil, con la esperanza de que hubiera sido un error el haberme hubieran descubierto husmeando en su conversación. Me sentí expuesta, como si mis pensamientos más íntimos hubieran sido desvelados a la luz del día.

–¿Qué pasa Karen, por qué te sientes tan incómoda? Parece que estás a punto de sufrir un ataque de ansiedad.– dijo Andrea con voz baja y calmada. Me incorporé lentamente y Andrea se giró ligeramente hacia mí, sus ojos verdes revelaban una mezcla de preocupación y comprensión. Fui consciente de que sus palabras eran ciertas, no había notado hasta entonces que mi corazón latía más rápido de lo normal y mis manos comenzaban a adormecerse. –No tienes que preocuparte tanto– continuó en voz baja, intentando infundirme algo de calma. –Todos tenemos nuestro propio ritmo para despertar nuestros poderes. No te presiones demasiado–

–Además, tu valor para nosotros no se mide por lo que puedes o no hacer. Eres parte de este grupo por quien eres, no por lo que puedas ofrecer, y serás elemental para nosotras. No te desesperes –terminó de decir Dalia con un tono cálido y reconfortante.

Antes de que pudiera responder, Andrea inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera escuchando algo en la distancia. –Creo que Daniela ya viene –con un matiz de alerta. –Váyanse para atrás.

Casi al mismo tiempo, la puerta del copiloto se abrió y Daniela apareció, trayendo consigo una sensación de urgencia. –Tendremos que escondernos por unos días –anunció decidida.

Marlen se acercó, su rostro reflejaba preocupación. –¿Cómo te fue? –preguntó, tratando de averiguar la gravedad de la situación en los ojos de Daniela.

–Los confundí. Piensan que fue una fantasía y logré que borraran el video, pero no sé cuánto tiempo tardarán en hacer conjeturas. Fue un evento muy llamativo –dijo Daniela, a regañadientes, lanzando una mirada acusadora a Marlen. Su frustración se reflejaba en su rostro, una mezcla de enojo y preocupación. –Vamos a la guarida; ahí hablaremos y estaremos a salvo.

Marlen bajó la mirada, visiblemente afectada por la reprimenda de Daniela. Su expresión mostraba un rastro de arrepentimiento y culpa.

Estuvimos en silencio durante todo el camino, hasta que la camper se detuvo en un campo solitario, un rincón del mundo que parecía olvidado por el tiempo. Frente a nosotros, bajo la sombra de un árbol retorcido, yacía un viejo coche con pintura descascarada y neumáticos desinflados. Más allá, oculto entre arbustos y maleza, se abría un pequeño claro. Andrea maniobró hábilmente hacia ese espacio, camuflando el transporte entre la vegetación. Desde fuera, quedaba perfectamente oculto, como si se fusionara con el paisaje natural.

Bajamos y seguimos a Daniela hacia el coche antiguo. A simple vista, el vehículo parecía una cápsula del tiempo, abandonada y devorada por el óxido, pero su apariencia engañosa ocultaba un secreto. Daniela se acercó al coche y pasó su mano por el capó, sus dedos trazaron con delicadeza una serie de símbolos casi imperceptibles en la pintura desgastada. Con un gesto preciso, activó una secuencia específica. El suelo alrededor del coche comenzó a vibrar sutilmente y una sección del terreno bajo el vehículo se abrió, descubriendo una escalera de metal que se adentraba en las profundidades de la tierra. Descendimos con cautela, cada paso nos llevaba más lejos del mundo exterior. Una vez abajo, el terreno se cerró silenciosamente sobre nosotros, devolviendo al campo su apariencia de tranquilidad y abandono.

Descendimos en fila por unas escaleras de metal. Cada escalón resonaba con un eco metálico, aumentando la sensación de que nos adentrábamos en un refugio secreto y seguro.

Daniela se dirigió hacia una entrada discreta, una puerta casi imperceptible en la pared del sótano. La abrió con un movimiento rápido y nos guió hacia el interior. El pequeño recibidor subterráneo estaba iluminado tenuemente, con solo un perchero y un tocador de madera desgastada ocupando el espacio. Las demás dejaron sus bolsas, mochilas y chamarras sobre los muebles con una familiaridad que denotaba rutina.

–Las quiero a todas en la sala común –dijo Daniela, su voz sonaba severa mientras se perdía por el corredor sin mirar atrás. El pasillo era estrecho y ligeramente húmedo, con paredes de piedra que reflejaban la luz de las lámparas empotradas en el techo.

A medida que avanzábamos, el sonido de nuestros pasos resonaba suavemente en el corredor. El pasillo nos condujo a una puerta más sólida y pesada. Daniela la abrió con, revelando finalmente la guarida. El ambiente cambió drásticamente: Las paredes, revestidas de paneles luminosos, emitían una luz suave y reconfortante, creando un ambiente acogedor. La tecnología avanzada se entrelazaba con elementos de diseño que hacían ver la guarida un lugar único y reconfortante. Al reconocer el espacio donde había despertado el día que fui reclutada, un sentimiento de familiaridad y asombro se entremezcló en mi interior.

En la sala común, Daniela se había acomodado en un sofá de piel oscura. Sus pies descalzos descansaban sobre el mueble, y su rostro se iluminaba parcialmente bajo una lámpara de luz cálida. Aunque su expresión era serena, se adivinaba una tensión subyacente, como si portara un mensaje importante. Mi estómago se retorcía mientras me adaptaba a ese ambiente. Las demás chicas tomaron asiento alrededor de Daniela, mirándola con atención y preparadas para escuchar lo que tenía que decir.

El contraste entre el corredor sombrío y la calidez de la sala común era casi surrealista. Las paredes, adornadas con estanterías llenas de libros y decoraciones personales, creaban una atmósfera de intimidad y seguridad. La suave música ambiental y el murmullo distante del sistema de ventilación añadían una sensación de paz, aunque la tensión persistía


Daniela, con su postura relajada pero ojos atentos, dominaba la escena. Su voz, cuando finalmente habló, tenía un tono tranquilo pero autoritario, capaz de capturar la atención de todas nosotras.

–Tenemos mucho que discutir –comenzó, su mirada recorrió el círculo de rostros expectantes–. No les voy a mentir — dijo e hizo una pausa — la situación allá afuera es complicada, y necesitamos estar más unidas que nunca.

Mientras hablaba, sentí respeto y admiración hacia ella, pero también temor. Daniela hasta ahora, me parecía que era el pilar del grupo, su firmeza y compasión eran lo que mantenía al clan juntas. Hoy, había algo más en su voz, una urgencia que resonaba en el ambiente.

Las chicas escuchaban en silencio, sus expresiones reflejaban la misma mezcla de preocupación e incertidumbre. Miré alrededor, buscando algún signo de consuelo en los rostros de mis compañeras. Andrea, siempre serena, mantenía su mirada fija en Daniela. Marlen, a pesar de su usual seguridad, mostraba una ligera inquietud. Dalia, con su semblante protector, asintió levemente, como si ya conociera parte de lo que Daniela estaba por decir.

–Quiero que todas sepan que estamos aquí no solo como un equipo, sino como una familia. Cada una de nosotras tiene sus propias fortalezas y desafíos, y es importante recordar que nuestra unión es nuestra mayor fortaleza–, comenzó a decir Daniela, con voz firme pero suave. Mientras hablaba, sentía un eco de sus palabras resonando en mis propios temores y anhelos. Mis manos temblaban, no solo por el frío y el hambre, sino también por la carga de emociones que había estado reprimiendo. –El incidente de hoy nos ha mostrado que aún tenemos mucho que aprender, no solo acerca de nuestros poderes, sino también sobre cómo apoyarnos mutuamente en situaciones de crisis...– continuó Daniela.

–Estoy completamente de acuerdo contigo, Dany, pero antes de que continúes, creo que todas aquí tienen demasiadas inquietudes y no pueden esperar a ser escuchadas–, interrumpió Andrea. Daniela la miró con comprensión y asintió. –Dilo, Marlen–, instó Andrea enseguida.

Marlen, con los ojos empañados de lágrimas, apenas pudo articular sus palabras. –Yo... perdí el control– balbuceó antes de que el llanto sofocara su voz. –Me siento tan avergonzada, he fallado–.

El ambiente en la sala se volvió aún más denso. Las sombras danzaban en las paredes, proyectadas por la luz cálida de las lámparas, creando una atmósfera casi irreal. Al verla así, mi corazón se paralizó por un instante. Observé a las demás, sus ojos brillaban con lágrimas reprimidas, conmovidas por la situación. Tayde, sentada a su lado, extendió su mano hacia Marlen en un gesto silencioso de consuelo.

–Marlen, tranquila–, intervino Andrea con una voz suave. –Todos cometemos errores, y es natural que te sientas afectada por lo que pasó hoy. La clave es aprender de estas experiencias y crecer a partir de ellas.– Su mirada reflejaba una comprensión profunda.

Daniela asintió, agregando: –Es cierto, Marlen, y aunque debes ser cuidadosa en el futuro, no dejes que este incidente te defina. Eres una parte vital de este grupo, y tu valentía y compromiso son incuestionables. Tenemos que seguir adelante–.

Dalia, sin embargo, expresó su preocupación: –No podemos ignorar los riesgos, Daniela. Marlen debe aprender a no dejarse llevar por sus emociones. La seguridad de todos depende de nuestra capacidad para controlar nuestros poderes–.

Antes de que Daniela pudiera responder, Tayde intervino, su mirada reflejaba una profunda inquietud. –Yo también tengo algo que decir. No sé qué está pasando conmigo, pero me siento extremadamente cansada y mis poderes parecen debilitarse. Es como si los estuviera perdiendo–.

El aire se llenó de un silencio tenso mientras todas procesaban las palabras de Tayde. La suave melodía ambiental se tornó un mero murmullo en comparación con la evidente inquietud en la sala. Andrea, con una expresión de desconcierto, fue la primera en romper el silencio. –¿Pero cómo es eso posible?– Su voz y rostro reflejaban tanto preocupación como incredulidad.

–Quizás solo estás muy cansada, Tayde. Hoy ha sido un día largo para todas, y necesitamos descansar.– Dijo Daniela con paciencia, aunque sus ojos delataran su propio agotamiento. En sus palabras resonaba una implícita invitación a ir a dormir.

Sin embargo, Tayde no parecía convencida. Se levantó, si figura recortada contra el resplandor titilan de alguna lámpara lejana e insistió: –No, esto es diferente, no es solo cansancio.– Su voz resonó con miedo y determinación.

Un silencio incómodo siguió sus palabras.Mis ojos recorrieron el semblante desconcertado de mis compañeras. Fue entonces cuando la serenidad aparente de Dalia llamó mi atención y no fui la única que lo notó. Pronto, todas las miradas se dirigieron hacia ella, expectantes.

Dalia con un gesto de retiro se excusó con una naturalidad forzada y se deslizó fuera del salón.y se dirigió hacia un pasillo iluminado que conectaba con el resto de las habitaciones. Tayde, impulsada por un deseo de revelaciones la siguió, pero la puerta tras la cual Dalia desapareció selló cualquier esperanza de respuestas inmediatas.

–Tayde, tienes que tranquilizarte, todo se resolverá a su tiempo– dijo Andrea con suavidad, levantándose para seguirla. –Si Dalia comenta algo, el posible futuro podría verse afectado, las piezas caerán sobre su propio peso.

–¡¿Y qué hay de mí, Andrea?!, ¿Y si no puedo esperar?– Gritó Tayde antes de salir corriendo y perderse de mi vista.

La situación con Tayde era preocupante, pero las palabras de Andrea sobre el futuro y cómo nuestras acciones podrían influirlo me dejaron pensativa. ¿Hasta qué punto nuestras decisiones estaban en nuestras manos?¿ Éramos realmente amas de nuestro destino o meras figuras en un juego predeterminado? La sala se había sumido en un silencio reflexivo. Cada una de nosotras parecía sumergida en sus pensamientos, ponderando las recientes revelaciones y lo que significaban para nuestro futuro como grupo.

Durante toda la conmoción, había olvidado completamente a mi familia y mis responsabilidades. Un remolino de angustia se apoderó de mi corazón al recordar que mañana faltaría nuevamente a clases, arriesgándome a repetir el curso. El miedo me hizo sentir un impulso de huir de ese lugar. A pesar de su atmósfera acogedora, me sentía ajena, como una extraña entre sombras conocidas. Apenas conocía a las chicas y la sensación de no pertenecer crecía en mi interior. Una presión incómoda se formó en mi garganta, y sin darme cuenta, mis manos se enroscaron alrededor de mi cuello en un gesto inconsciente. La mirada de Andrea se posó en m í, sus ojos verdes brillaron con un atisbo de comprensión y preocupación.

–Daniela, deberías hablar con Karen– escuché que Andrea le susurraba en un tono apenas audible. –Creo que se siente fuera de lugar–.

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