Despertar al Clan
Un temblor recorrió mi cuerpo, trayendo vida a mis extremidades adormecidas, como si emergiera de un sueño profundo. Mis ojos luchaban por enfocarse en la habitación envuelta en sombras, iluminada apenas por el resplandor cálido de una lámpara en la esquina. Las siluetas de los muebles se delineaban suavemente, proyectando sombras danzantes que cobraban vida en las paredes. Intenté recordar cómo había llegado allí, pero mis pensamientos se disolvían en una neblina, como una fotografía desvaneciéndose.
Me senté en la cama al escuchar un eco de voces proveniente del otro lado de la puerta, la luz se colaba por debajo de la misma. Con cautela me levanté y me aproximé, escuchando el eco de mis pasos en el suelo de madera. Un mosaico de emociones me invadía: curiosidad, miedo, una punzada de esperanza. Parte de mí anhelaba entender, mientras otra parte quería huir de esa realidad inverosímil.
—¿Y cómo le vamos a decir? —sonó una voz familiar, teñida de incertidumbre.
—No lo sé, pero no podemos posponerlo más —respondió otra voz, resonando con un matiz de frustración.
—¡Mira, la sombra debajo de la puerta! —exclamó una tercera con sorpresa y expectación en su tono.
Un escalofrío me recorrió la espalda al oír la puerta abrirse, dejando entrar un haz de luz que llenó la habitación. Instintivamente, cubrí mis ojos con el brazo, espiando a través de mis pestañas entrecerradas las siluetas que se delineaban en el umbral. El aire fresco rozó mi piel, acentuando la sensación de desnudez y exposición que me embargaba.
Poco a poco, mis ojos se acostumbraron a la luz y el rostro de Daniela se hizo visible ante mí. Bañada por el resplandor de la luminaria, su expresión irradiaba una calidez que casi podía sentir en el aire, recordándome el por qué siempre la había visto llena de seguridad y carisma.
Junto a ella se encontraba su hermana Dalia, acompañadas de Marlen y las dos chicas que antes me habían confrontado. Todas emanaban ese aire enigmático que las caracterizaba, como si guardaran secretos antiguos.
El nudo en mi garganta se apretó, atrapada en la dualidad del miedo y una curiosidad que me consumía. ¿Qué lugar era este? ¿Y qué papel jugaba yo en su historia?
Daniela, con su brazo aún alrededor de mis hombros, rompió el silencio. –Lamento mucho lo que pasó,– comenzó, su voz desprendía un eco de sinceridad. –Andrea, Marlen y Tayde actuaron precipitadamente. Hay algo importante que necesitamos discutir contigo.–
La habitación pareció encogerse, las miradas de las chicas tejian un tapiz de emociones y preguntas no formuladas.
–¿Por qué estoy aquí?– conseguí articular con un susurro frágil en la tensión que nos rodeaba.
–Es complicado, Karen,– respondió Daniela, su tono era un equilibrio perfecto entre seriedad y comprensión. –Compartimos algo muy especial, algo que nos ha unido bajo circunstancias fuera de lo común.–
Miré a cada una de ellas, intentando descifrar el misterio en sus ojos. Marlen parecía buscar las palabras justas, mientras Andrea me ofrecía una mirada empática. Tayde por su lado observaba todo con una cautela.
–Creo que hay un error; yo no tengo nada en común con ustedes,– repliqué, luchando contra el temblor en mi voz.
–No hay ningún error,– intervino suavemente Dalia. –Te hemos estado esperando.–
El impulso de huir se apoderó de mí, un deseo frenético por escapar de ese lugar y sus revelaciones. Pero antes de que pudiera moverme, Marlen se adelantó. –Karen, por favor, escúchanos.–
Daniela lanzó una mirada que fluctuaba entre la exasperación y la comprensión hacia Marlen.
–Vamos, Daniela, es hora,– insistió Tayde, su voz reflejaba la molestia que sentía ante aquella situación, parecía como si estuviera forzada a estar ahí.
–Karen merece entender y necesita nuestro apoyo. Ahora es una de nosotras,– agregó Daniela.
–Entonces, díselo. Yo... necesito aire,– dijo Tayde, levantándose bruscamente de su asiento.
–Andrea, por favor,– empezó Daniela, dando pie a que Andrea tomara la palabra con su tono suave y firme.
–Hay cosas que debes saber sobre nosotras... y sobre ti.– Comenzó Andrea
–¿Qué cosas?– pregunté, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba, anticipando sus palabras.
Andrea me miró con una serenidad que ofrecía consuelo. –Puede que aún no lo hayas notado, o que no estés completamente consciente de esto, pero aquí estamos para guiarte. Es momento de que confíes en nosotras, sé que todo esto puede parecer confuso. Pero hemos llegado a un punto en que ya no podemos ocultarte la verdad.
Fruncí el ceño, intentando procesar sus palabras. –¿Qué intentan decirme?– Logré preguntar. Las chicas intercambiaron miradas. Después de un momento, Dalia habló con una calma reconfortante.
–Karen, todas nosotras poseemos habilidades que trascienden lo ordinario. Poderes únicos. Y estamos seguras de que tú también los tienes– Dijo Marlen
Me quedé en silencio durante unos segundos que se sintieron eternos sin saber como reaccionar ante esa confesión.
–¿Es esto alguna especie de broma?– Pregunté, intentando controlar el temblor en mi voz mientras trataba de deshacer el nudo en mi garganta. –Realmente no sé de qué hablan y preferiría no involucrarme en esto.– Dije dando dos pasos hacia atrás.
Andrea me miró con una sonrisa tranquilizadora. –Es posible que aún no lo hayas presenciado, pero pronto notarás un cambio, no tienes que preocuparte ahora por nada, estamos aquí para ayudarte, tienes que confiar en nosotras ahora.
–¿Y si prefiero irme?– La pregunta salió de mí con una mezcla de desilusión y miedo. La idea de ser el objeto de una broma cruel desgarraba mi pecho, tenía un sentimiento de vergüenza y desesperación que luchaba por contener. Divisé cómo Tayde ponía los ojos en blanco, aumentando mi sensación de vergüenza. Andrea y Dalia intercambiaron miradas antes de que Daniela soltara un breve suspiro.
–¿Puedes mostrarle, Tayde?– Preguntó Daniela.
Tayde asintió en silencio. Extendió su mano hacia una pequeña caja de madera sobre la mesa frente a mí. Inhalé profundamente, intentando prepararme para lo que vendría a continuación.
En cuestión de segundos, la caja comenzó a levitar, suspendida a unos centímetros de la mesa. El asombro me golpeó con tanta fuerza que no pude articular palabra. La caja giró en el aire, danzando suavemente, mientras Tayde miraba fijamente la caja controlando su movimiento con la mano. Las demás chicas observaban con respeto y familiaridad, como si ya hubieran sido testigos de tal proeza en ocasiones anteriores.
Finalmente, con un gesto delicado, Tayde permitió que la caja regresara a la mesa. El suave sonido del objeto al tocar la superficie rompió el denso silencio que había envuelto la habitación.
–Eso fue... – empecé, buscando las palabras adecuadas para expresar mi asombro.
–Eso fue solo una muestra de lo que somos capaces de hacer– interrumpió Tayde con determinación recargandose nuevamente en la pared con desinterés.
–¿Significa que yo también puedo hacer algo así?– murmuré, más para mí que para las demás.
Tayde soltó una breve risa. –No, este es mi don– dijo, clavando sus ojos azules en los míos con una intensidad penetrante –Pero tú tienes el tuyo–
Daniela intervino con calidez. –Queremos ayudarte a descubrir y controlar lo que llevas dentro, Karen.
Las palabras de Daniela resonaron en mi interior. Las imágenes de lo que había sucedido instantes antes se reproducían en mi cabeza, y no podía ignorar lo que había visto. Sentía miedo, sorpresa, pero también, en algún rincón, una pizca de esperanza.
Tomé aire, tratando de organizar mis pensamientos. –Pero... ¿por qué yo? ¿Cómo puede ser esto posible?–
-Karen, sé que todo esto es abrumador para ti - intervino Andrea con su voz suave. - poco a poco iremos respondiendo tus preguntas, por ahora es importante que sepas que no estás sola.
Las chicas asintieron en silencio, y algo en mí comenzó a cambiar. A pesar de mis dudas, algo me decía que esta era mi verdad, un camino que siempre había estado allí, esperando ser descubierto.
—Bienvenida al clan, Karen —dijo Marlen con una sonrisa que ofrecía un calor que nunca había esperado.
Y mientras las chicas me rodeaban en un abrazo colectivo, sentí que una nueva etapa de mi vida acababa de comenzar
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