Confusión en el Comedor
El aire del mediodía, con su toque cálido y un ligero zumbido de insectos alrededor, me rodeaba. Podía sentir la textura áspera del concreto de las gradas bajo mis manos mientras el aroma a césped recién cortado y el distante olor de los alimentos del comedor llenaban el aire. Estaba sentada en las gradas de la escuela, una estructura de concreto aparente que llevaba años mostrando signos de desgaste, mientras el receso transcurría lentamente. Desde aquí podía ver la cancha de basquetbol y en seguida los salones de segundo grado de secundaria con su fachada de cristal.
Mis amigas de la secundaria estaban a pocos metros de mi, sus uniformes color escarlata resaltaban con el verdor del campo de fútbol detrás de ellas, las observaba discutir animadamente sobre qué vestido usarían en nuestra graduación. A decir verdad, nunca me había sentido del todo cómoda con ellas. Aunque intentaba encajar, a menudo me sentía distante de sus conversaciones. Sus obsesiones con chicos, fiestas y otros temas simplemente no resonaban conmigo.
El aislamiento era una sensación frecuente. Mientras ellas reían, yo me sentía como si estuviera dentro de una burbuja, lejos de su mundo. A diferencia de mis amigas, los chicos no despertaban interés en mí. Sin embargo, temía compartir mis sentimientos, preocupada por las posibles burlas o el rechazo.
Un gruñido proveniente de mi estómago me recordó mi olvido habitual: comer. Me levanté y me dirigí al comedor de la escuela. El murmullo constante de conversaciones, mezclado con el olor de la comida caliente, llenó mis sentidos. Al hacer fila, percibí miradas furtivas de un grupo de chicas mayores, ellas se encontraban cerca de las máquinas expendedoras, que destellaban anuncios de refrescos y snacks. Sus cuchicheos y el modo en que me examinaban con detalle me hicieron sentir incómoda. ¿Por qué ese interés en mí? Insegura, evité el contacto visual y traté de concentrarme en elegir algo para desayunar.
La sensación de ser diferente y estar bajo el escrutinio de esas chicas me incomodaba.
Mientras esperaba mi turno, las voces de los estudiantes resonaban en la cafetería, creando un murmullo constante interrumpido por el sonido ocasional de una bandeja cayendo o una risa estallando. Apenas estaba decidiendo qué tomar cuando la campana anunció el final del descanso. Fastidiada por no haber podido comer, me dispuse a salir, pero la multitud de estudiantes en el comedor me bloqueó. Opté por un atajo detrás del edificio.
En mi afán por llegar a tiempo a clase mis pasos resonaban en el corredor desierto. Un extraño susurro pareció deslizarse sigilosamente cerca de mi oído, envolviéndome en una sensación de escalofrío. Instintivamente, giré mi cabeza en todas direcciones, pero no había nadie a la vista.
El miedo se apoderó de mí, acelerando mi paso mientras intentaba ignorar la inquietante sensación que se aferraba a mis pensamientos. Sin embargo, antes de que pudiera recuperar mi compostura, sentí un fuerte tirón repentino en mi camisa haciendo que me detuviera en seco.
Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, giré lentamente para enfrentar a la oscura figura que se erguía frente a mí. Era una de las chicas que me había observado antes, su mirada penetrante y su expresión ominosa enviaban escalofríos por mi espina dorsal.
–No tan rápido– expresó, apretando mi brazo. ¿Por qué me había detenido de esta manera?
Mis manos temblaban ligeramente mientras luchaba por mantener la compostura, mis sentidos estaban alerta y mi mente trabajaba febrilmente para encontrar una explicación a este encuentro.
–¿Qué quieres?– inquirí, notando cómo mi pulso se aceleraba.
Otra chica, con cabello oscuro y ojos penetrantes, intervino: –Necesitamos hablar en privado, Karen.
–¿Qué pasa aquí?– demandó la chica de melena de fuego con una mezcla de confusión y preocupación en su voz.
–¡Marlen, ayúdame! –grité, esperando su intervención. Pero, para mi asombro, ella solo cerró los ojos y se alejó, dejándome con una sensación de traición y abandono. Las chicas me rodearon, y mientras luchaba por liberarme, mi mundo comenzó a difuminarse en un torbellino de miedo y confusión.
Las chicas me rodearon, y mientras luchaba contra ellas, todo a mi alrededor empezó a volverse borroso.
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