Rosa de Utgard
Título: LAS HERMANAS QUE LLORAN
Autora: Clumsykitty
Fandom: MCU (Thor)
Parejas: Thorki, entre otros.
Derechos: Siempre Marvel, siempre.
Advertencias: una historia algo bizarra como triste pero llena de ciertos elementos mitológicos no ciertamente escandinavos. Como siempre, dándome gusto con estas ideas.
Gracias por leerme.
VI. Rosa de Utgard.
"Todo el mundo tiene secretos. La única cuestión es encontrar donde están." Stieg Larsson
Fandral miraba a todas partes excepto hacia el trono dorado desde donde retumbaba la rabiosa voz de Odín, Padre de Todo. Estaba furioso con sus cazadores que no podían hallar a un joven como herido Djinya en lo largo y ancho de los Nueve Reinos, sin mencionar que no le había agradado nada al rey de Asgard sus palabras sobre el desconocido paradero del Dios del Trueno quien, aparentemente estaba obedeciendo sus órdenes sobre traerle la cabeza de ese Djinya. Eso fue lo que el guerrero había dicho para no levantar sospechas y encubrir a su buen amigo de la furia de su padre a quien desconocía en esos momentos, como a buena parte de la Corte que estaba más que en concordancia con el humor del Padre de Todo como si de pronto aquel reino se hubiera convertido en una pesadilla viviente donde la intolerancia, el rencor y algo más gobernara los pensamientos de sus habitantes.
Incluso había evadido toda conversación con sus amigos, Volstagg, Hogun y Lady Sif, quienes de solo verle le reclamaron su ausencia como su conocimiento sobre la última ruta que había tomado Thor para alcanzarle y hacerle entrar en razón. ¿Qué razón? De solo recordar sus ansias por ver los labios cosidos de Loki, y a éste sonreír divertido con esa colita esponjada sacudirse mientras caminaba sin que nada le perturbara por aquella bahía, tenía enormes ganas de tomar su espada y retarlos a un combate por el honor del ojiverde. Pero ya no iba a contagiarse del mal que azotaba Asgard, así que prefirió salir discretamente de la sala del trono, fuera del palacio e incluso fuera del reino antes de que se lo impidieran, viajando hacia Vanaheim donde buscó más información sobre Lalita y su hijo Asoka, para tratar de entender cómo era que el Embustero había terminado con su forma.
Fue refrescante estar en un sitio donde no escuchaba sobre cabezas cortadas o torturas merecidas, paseándose entre la multitud, ganándose uno que otro sonrojo de una doncella que se cruzaba por su camino y cuyo dorso de la mano besaba elegantemente. Esas maneras le abrieron puertas que de otras formas no hubiera conseguido, nada menos que la puerta de una nieta del jardinero real del palacio que había conocido a Lalita y de quien escuchó sus consejos para mantener las rosas en la forma creada por ella. Aunque había transcurrido mucho tiempo, datos importantes seguían presentes en las anécdotas familiares que no había escuchado antes. Como por ejemplo que la Djinya no solo había tenido a la princesa Frigga de Vanaheim como pupila... también había educado en las artes mágicas a Farbauti de Jotunheim.
Tardó en reaccionar cuando escuchó que la madre de Loki también había conocido a Lalita porque algo muy oscuro se entretejía alrededor de la hechicera y Odín. El Cofre de los Viejos Inviernos había sido creado por la joven Farbauti gracias a la instrucción de su poderosa maestra, pero aquel hecho aparentemente no fue conocido porque alguna circunstancia dentro de la Familia Real de Vanaheim impidió que se supiera más de Lalita después de que Frigga anunciara su enlace matrimonial con Odín, recién coronado rey de Asgard. El jardinero lo supo porque la propia Djinya se lo comentó, desapareciendo después de aquel reino para siempre para desconsuelo del pueblo que ya se había encariñado con ella. No quedaba otro camino que ir hacia Jotunheim. Fandral agradeció a la joven, quien al verle angustiado por la singular visita, le obsequió una flor de cristal helado que dejaba escapar un vapor fresco de entre sus gruesos pétalos.
-Preséntala cuando llegues con los Gigantes de Hielo. Te ayudará.
-Estoy en deuda contigo, hermosa dama.
Con su flor de hielo en un cofre, el guerrero partió de Vanaheim hacia Jotunheim, meditando seriamente en cómo iba a presentarse ante aquellos feroces como hostiles Jotun una vez que se plantara en sus tierras. Su rostro era más que conocido, así como su relación con el Dios del Trueno de quien tenían muy malas memorias. Una nave mercantil le hizo el generoso favor de llevarle hasta las heladas tierras, bajando bien abrigado y con su espada lista en caso de que tuviera que usarla, cosa que esperaba no fuese así. Era una visita diplomática en todo caso. Cuando la nave se retiró, bajó por la pendiente de hielo, atento a cualquier emboscada o animal de esas tierras que pudiera saltarle encima sin previo aviso. Para su fortuna, nada de eso ocurrió, viendo a lo lejos a uno de esos Jotun que aparentemente descansaba sobre unas rocas.
Tomando aire, uno muy helado, Fandral se adelantó con el cofre en las manos, haciéndose escuchar al pisar con mayor firmeza la nieve. El Gigante de Hielo giró de inmediato su rostro, frunciendo su ceño al ver un pequeño Aesir caminando perdido en sus tierras. Su gruesa mano sujetó un mazo de picos discretamente pero lo soltó cuando el guerrero abrió un pequeño cofre entre sus manos y le mostró una rosa de hielo. Le miró en silencio por largos minutos que fueron angustiosos para Fandral, notando una expresión de asombro en el Jotun que luego fue de enfado, seguramente por el significado de la flor entre sus dedos.
-¿Quién visita estas tierras?
-Fandral, guerrero al servicio de Thor Odinson.
-Thor Odinson... ¿y por qué tienes una Rosa de Utgard entre tus manos?
-... quisiera intercambiar unas palabras con quien pueda decirme sobre Lalita, la Djinya.
Aquel Gigante de Hielo le miró de arriba abajo, levantándose pesadamente.
-Sígueme, diminuto forastero.
Así lo hizo, resistiendo la tentación de replicar aquel comentario malintencionado, abrigándose mejor conforme una nevada ligera caía sobre ellos con un cielo oscuro. Rosa de Utgard. Las cosas no podían empeorar más. Subieron y bajaron colinas, barrancos, prismas de hielo hasta que por fin llegaron a una cordillera de montañas llenas de cuevas de todos tamaños, varias de ellas ocupadas por bestias que asomaron sus hocicos o dejaban ver sus brillantes ojos depredadores sobre la pequeña figura que seguía el andar lento del Jotun, quien se detuvo ante una de esas cuevas, bastante amplia donde señaló de mala gana hacia el interior.
-Ahí dentro encontrarás a Mangoldt, hechicero de estas tierras. Él te dirá.
Sin más, el Gigante de Hielo se retiró. Fandral se apresuró a entrar antes de que los monstruos de las otras cuevas tuvieran el deseo de saltarle encima al verle solo. Había pebeteros flotando cerca de las paredes de estalactitas iluminando el camino impreciso y lleno de nieve como piedras sueltas. Le fue obvio que aquel hechicero no era muy visitado, no quiso preguntarse las razones para ello, acelerando un poco más todavía preocupado de los depredadores afuera. Tenía que sobrevivir para llevar la información a Thor. Perdió la noción del tiempo andando de esa manera, más se le antojó que transcurrieron buenos minutos antes de que al fin viera a Mangoldt, tumbado sobre una roca de hielo, durmiendo pesadamente con gruesos ronquidos. Vestía como todos los Jotun salvo su cabeza coronada por múltiples cuernos, todos suyos.
-Am... -el guerrero tosió tratando de despertarle.
No tuvo éxito así que intentó otra táctica, lanzarle pequeñas piedras a ese cuerpo azulado de piel dura donde rebotaron sin siquiera perturbar el sueño del hechicero. Fandral bufó, sacando su espada y acercándose a uno de los pies del gigante, picándole con la punta de la hoja. Mangoldt murmuró cosas en su lengua materna pero no despertó.
-¡HEY!
El eco vino a ayudarle, agitando al fin a Mangoldt, quien se irguió de golpe, sacudiendo su cabeza de nieve acumulada sobre su cabeza y cuernos decorados con anillas de oro y cadenas de perlas de diferentes tamaños con trozos de pieles de animales desconocidos para Fandral, quien se alejó lo suficiente para que le viera, agitando sus brazos para atraer su atención, mostrando de inmediato la Rosa de Utgard con el fin de protegerse de cualquier ataque cuando el Gigante de Hielo clavó su mirada carmesí sobre él con el ceño fruncido. Sus ojos se abrieron y entrecerraron al notar aquella flor, bufando mientras se acomodaba sobre su helado asiento, tronando los nudillos de sus manos mirando alrededor como si no creyera la presencia de Fandral en su cueva. Para alivio de éste, recargó un codo sobre la roca donde había estado su cabeza, apoyando una mejilla en su dorso.
-Pequeño Aesir, eres atrevido o has perdido la razón al venir a mí.
-Mangoldt, hechicero. Estoy en busca de respuestas que se han perdido con el tiempo.
-Si están perdidas, será mejor dejarlas así. Hay cosas que es mejor no recordar.
-Por favor, una vida depende de ellas.
-¿Qué vida, Aesir?
-Mi nombre es Fandral y trato de salvar al hijo de Lalita, la Djinya.
El hechicero rugió, mostrando sus colmillos. –Además de pequeño, eres mentiroso. Asoka está muerto.
-Lalita tiene otro hijo.
-¿Otro? ¿Qué clase de treta intentas arrojarme tan descaradamente?
-Ninguna, hablo con la verdad, tú como hechicero puedes leer la sinceridad de mis palabras.
-Puedes tener sinceridad en una trampa elaborada.
-No, Mangoldt. Por favor, necesito saber, es importante, y el tiempo apremia.
-¿Por qué, frágil Aesir?
-Odín quiere muerto al hijo de Lalita.
-¿De nuevo? No me extraña.
Fandral frunció su ceño. -¿Qué significa eso?
El hechicero negó, sin dejar de mirarle, quedándose en silencio de pronto, como si decidiera ya no hablar al respecto pero continuó casi en susurros.
-Lalita amaba las rosas, su flor favorita, porque le recordaba las maravillas del océano del universo. Aquellos que la conocieron tan bien lo saben, como quien te dio esa rosa. Djinya misteriosa como fantasmal, llegó primero a Vanaheim donde la buena fe de los Vanes que la recibieron le hicieron quedarse un tiempo, suficiente para entrenar a una princesa de sangre real. Más no era egoísta como lo son todos los Aesir, vanidosos faltos de humildad, así que compartió sus conocimientos con una familia menos pomposa, la hija de uno de los nuestros, los hechiceros de Jotunheim.
-Farbauti –dijo el guerrero.
-Era apenas una niña cuando Lalita la inició en sus enseñanzas, pero fue digna aprendiz y quizá mejor que aquella princesa. Hasta que Odín empezó a cazarla.
-¿Tienes conocimiento de sus razones, hechicero Mangoldt?
-Ninguno. Lalita se refugió entre nosotros, los Jotun. Ayudó a Farbauti a crear el Casco de los Viejos Inviernos, un poco antes de que diera a luz a su hijo Asoka.
-¿Asoka nació en Jotunheim? –Fandral abrió sus ojos.
-Por supuesto, infantil guerrero, ¿dónde más sino en esta tierra que sabe de refugiados y desprecios?
-No quise ofender este mundo.
-Siempre han dicho lo mismo.
-Por favor continúa, te lo suplico.
-Luego del nacimiento de Asoka, Lalita se marchó para siempre, jamás le volvimos a ver sino hasta mucho tiempo después, cuando buscaba a su cervatillo perdido por las maquinaciones del Padre de Todo. Le ayudamos cuanto pudimos y ella bendijo a Farbauti por su matrimonio con nuestro rey asesinado, Laufey.
-... quien le arrebató la vida...
-Fue su propio hijo, lo sabemos. Así de mala es la sangre Aesir.
-Laufey le dejó morir.
-¿A la mitad del templo de Utgard? Sí que son ciegos ustedes.
Fandral hincó una rodilla en el suelo, lo de menos era su orgullo de guerrero, cada palabra de aquel hechicero solamente traía más nubes a su alma.
-Por mi honor que las cosas no debieron suceder así, y mi disculpa tiene oídos sordos por el tiempo tan tardío en que es expresaba, más es dicha con honestidad, Mangoldt.
Éste arqueó una ceja, señalándole con una garra. –Dime lo que ocultas con ése hijo de Lalita y te diré algo más, pequeño Aesir.
-Bueno... -el guerrero tomó aire- Tal hijo es nada menos que el propio Loki Laufeyson...
Mangoldt se puso de pie al acto, rugiendo con sus ojos ennegreciendo. Fandral se preparó para lo peor, con una mano sobre el mango de su espada. Tensos minutos transcurrieron con ambos en aquella posición hasta que el hechicero caminó alrededor del guerrero, negando lentamente y meciendo los adornos de su cabeza.
-Cuando Odín, Padre de Todo supo que Farbauti había sido educada por Lalita y además creado el Cofre de Viejos Inviernos, declaró la guerra a Jotunheim. Para entonces nuestra reina esperaba a su primer hijo. No es necesario contar los eventos de tal tragedia, solo apuntar que Farbauti murió en el parto porque su cuerpo había sido herido por los Einherjars de Asgard. Laufey dejó la batalla por venir a alcanzar su último aliento, prometiéndole cuidar de su hijo, que había nacido prematuro como diminuto igual que un Aesir, a causa de las fatales heridas. Nuestro rey lo puso en el templo de Utgard, llamando a Lalita para que le salvara antes de que el Padre de Todo diera con su heredero.
-Pero Lalita no respondió...
-Se había enterado de que Asoka estaba en Alfheim y enfrentaba su propia pelea con el ejército orgulloso de los Elfos de la Luz. Ése día perdimos nuestra libertad como a nuestro príncipe. Laufey confió en que si mostraba desprecio a su heredero, Odín no le asesinaría como lo hizo con Asoka.
-¿Por qué dices que lo asesinó?
El hechicero le miró, frunciendo su ceño. –Eso hizo, murió en las mazmorras de Alfheim.
Inclinando su cabeza, Fandral se tomó tiempo en digerir la historia que el Gigante de Hielo estaba contándole, uniéndolo a lo que él ya sabía.
-Poderoso Mangoldt, ¿dijo Lalita quién fue el padre de Asoka?
-Cuando llegó con vientre abultado, nos dijo que su hijo era solamente su hijo porque había perdido a su padre. Nombre o seña de él no fue dicho ni tampoco preguntamos por respeto a su persona.
-¿Jotunheim sabe acaso que Lalita está siendo perseguida de nuevo por haber despertado a las Hermanas Que Lloran?
Mangoldt le miró serio unos segundos antes de carcajearse despectivo. El rubio le observó ligeramente airado por aquel gesto pero resistió una vez más en nombre de su amigo Thor con tal de obtener unas cuantas palabras más del Jotun, el cual al fin se sentó sobre el suelo, frente a él de piernas cruzadas con una mano sobre una rodilla y otra apuntándole acusadoramente. Sus ojos carmesí brillaron llenos de venganza.
-He decidido ser claro contigo porque has presentado una Rosa de Utgard, que ya no crecen aquí gracias a la destrucción que Odín trajo consigo en su invasión. También porque noté tu ansia por saber de Lalita y tal cual afirmas, el deseo sincero de proteger a su nuevo hijo, ese príncipe Jotun perdido ahora jurado Djinya si hablas correctamente. Siglos han transcurrido desde que yo hablara con alguien más, soy el último de los herederos de las enseñanzas de Lalita. Seguramente Padre de Todo vendrá a por mí igual que tú me has encontrado. Escucha bien porque es posible que sean mis últimas palabras.
-Mangoldt...
-Si Lalita ha despertado a las Hermanas Que Lloran, su maldición traerá la caída de Asgard... pero si Odín toca uno solo de los cabellos de Loki, los Nueve Reinos habrán de perecer. Ahora largo de aquí, corre con el heredero del Padre de Todo, no sea que los hados estén en tu contra, indefenso Aesir.
Fandral lo hizo, confundido como azorado, llevándose entre las manos el cofre con la Rosa de Utgard preguntándose cómo iba a salir de Jotunheim. Al llegar a la entrada de la cueva, su respuesta estaba esperándole, un portal mágico de su tamaño. Con un bufido se adelantó sin temor, Mangodlt no iba a matarle, parecía un Gigante de Hielo adolorido, como el resto de su pueblo. Terminó en las tierras de Alfheim como pudo darse cuenta, sospechando que el hechicero lo había enviado ahí para que buscara respuestas en cuanto al encarcelamiento de Asoka por los Elfos de la Luz. No lo necesitaba, ya lo tenía antes de volver a Asgard. Cazadores ungidos por Odín lo habían capturado y dejado preso en las mazmorras en espera de su orden para proceder. Asdrain le había suplicado misericordia a nombre de su reina Frigga, la pupila de Lalita quien justo había anunciado a la Corte su feliz estado, un heredero al trono venía en camino.
Loki llegó después y cuando ambos príncipes eran todavía muy pequeños, el Padre de Todo envió un mensaje a los elfos, ordenando que le fuese arrebatado todo poder mágico al pequeño Djinya, siendo objeto de torturas cada vez más salvajes al no conseguir el objetivo. Así fue como ocurrió su misteriosa fuga que más bien lucía como un secuestro por parte de los Chitauri, criaturas que tenían por amo a un señor más cruel, escondido en terrenos peligrosos para los Nueve Reinos. Luego de eso, tanto el nombre de Lalita como el de Asoka se perdieron con el tiempo. Fandral no dejaba de preguntarse quién habría sido el padre del hijo de Lalita, si acaso había muerto a manos de Odín y de ahí ya nacía aquella rivalidad que estaba alcanzando límites que rayaban en la destrucción del universo por demostrar quién tiene deseo de venganza. Él tenía los suficientes conocimientos de Vanaheim como para saber de alguna figura elegible como progenitor de Asoka.
Ningún nombre se le vino a la mente, como tampoco acontecimiento alguno de alguna ofensa ocurrida en tierra de los Vanes en contra del Padre de Todo que involucrara a Lalita. Esos misterios que guardaban celosamente la verdad alrededor de la hechicera Djinya iban a tener que ser buscados de otra manera. Fandral pensó en el pueblo de Thyan, donde habitaban entre pescadores varios bibliotecarios cuyas canas alcanzaban para recordar viejos sucesos. Xandar El viejo era uno de ellos, de quien había escuchado era protector de la más grande biblioteca del pueblo, llamada el Acervo del Tiempo. Ese nombre prometía mucho y si Loki tenía acceso como pupilo suyo, era probable que el Dios del Trueno pudiese convencerlo de buscar entre sus anaqueles algún canto o registro de los hechos perdidos. Jamás iba a olvidar las palabras de Mangoldt, tenían una tolerancia de tiempo cada vez menor, pues ya fuese Lalita u Odín quienes dieran con el pueblo de Thyan, las cosas no iban a resultar amenas para el ojiverde.
Ni para Thor.
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