Capítulo I
El agua del mar le helaba la sangre; el alivio de saber que Aegon logró escapar era grande, pero aun así no podía dejar de pensar en Viserys.
Cerró los ojos y se dejó arrastrar por la marea.
Vermax estaba muerto, lo sentía en lo más profundo de su alma.
Por un momento creyó que había muerto, pero los piratas de la triarquía rápidamente lo recogieron y, para su gran alivio, unas horas después logró ver a Viserys con vida; al menos en eso no había fallado.
No recuerda cómo es que logró escapar con el niño que lloraba y clamaba por sus padres; él también quería llorar, él también quería volver con su madre.
Soporta humillaciones y desprecios él, el legítimo heredero al trono, siendo tratado como un perro pordiosero.
Justo cuando tanto Jacaerys como Viserys parecían resignados a la vida que llevaban en aquella tierra en la que eran extranjeros, llegó el rumor de que en las montañas de la luna existía un dragón salvaje. Las catorce llamas les sonreían a los hijos de la reina legítima. Jacaerys no dudó en pagar una gran cantidad en una posada no cercana, no solo por alojamiento, también para que mantuvieran seguro a Viserys y le aseguró un lugar donde trabajar si él mismo no volvía después de 1 semana.
El dragón que encontró era uno más grande que los que él había visto; criado libremente, era casi tan grande como Vhagar y un poco más grande de lo que recordaba a Melys.
La bestia era de escamas tan negras como la noche con unos ojos rojos como rubíes.
Las palabras en alto valyrio fluyeron rápidamente; tenía tiempo sin hablar la lengua de sus ancestros, pero fluía con facilidad en sus labios.
La bestia parecía resistirse a ser montado, pero él era el legítimo heredero al trono de Westeros, él era un descendiente de Aegon el Conquistador y él reclamaría ese dragón.
—Soves—El viento en sus mejillas, la libertad que sintió, volverse a alzar en el cielo trajo los mejores recuerdos del heredero.
Se juró que volvería y él mismo pondría la corona en la cabeza de su madre y su dragón sería quien se encargaría de devorar a los traidores; vengaría a Luke y a la princesa Rhaenys, les haría pagar cada uno de sus crímenes a los verdes.
Dejar el cielo fue duro, pero tenía cosas que hacer. Volvió al lugar donde había dejado a Viserys y lo llevó a conocer a la bestia negra que ahora era su montura.
—¿Cuál es su nombre?
—Tempestad Carmesí, por sus ojos.
—Jace —los grandes ojos violetas del más pequeño de sus hermanos le vieron llenos de esperanza—Si tienes un dragón de nuevo, ¿eso quiere decir que podremos volver con mamá?
—Sí, Viserys, volveremos a casa.
Al llegar a la posada donde se quedaban, rápidamente se sentó en un pequeño escritorio, tomó un papel, tinta y pluma y comenzó a escribir.
"Lord Cregan Stark, Guardián del Norte y Señor de Wintherfell,
Desde las tierras más lejanas al este, más allá del alcance de los vientos del norte, te escribo con esperanza en el corazón y fuego en la sangre. Soy yo, Jacaerys Velaryon, príncipe legítimo de los Siete Reinos y heredero de la Casa Targaryen. Me dirijo a ti no solo como un aliado, sino como un amigo y confidente en la causa que ambos abrazamos: el retorno de la justicia al Trono de Hierro.
Las aguas del Gaznate no marcaron mi fin, como muchos en los reinos deben haber creído. La Triarquía me mantuvo cautivo durante meses, pero ni cadenas de hierro ni muros de piedra pudieron extinguir la voluntad del dragón. Con astucia y determinación, logré escapar junto a mi hermano menor, Viserys. Su inocencia fue mi faro en la oscuridad, y su seguridad, mi único juramento durante aquellos días de tormento.
El destino, o quizás la voluntad de los dioses antiguos y nuevos, me llevó a las Montañas de la Luna, donde encontré y domé un dragón salvaje de una fiereza incomparable. Lo he nombrado Tempestad Carmesí, pues sus ojos son los más rojos que alguna vez hubiera visto; su rugido parece arrancar el cielo y su fuego resuena con la furia de mi madre, la reina Rhaenyra. Juntos, mi hermano, Tempestad Carmesí y yo cruzaremos el Mar Angosto, dejando atrás las arenas ardientes de Essos y los puertos de traición.
Ahora, retorno a las costas de Poniente, no como un hombre derrotado, sino como un príncipe renacido. Mi causa no es una simple reclamación de trono; es el juramento de restaurar el orden, devolver la paz y honrar los sacrificios de aquellos que cayeron en el nombre de mi familia.
Te pido, Lord Stark, que una vez más te alces bajo el estandarte del dragón. Recuerda el pacto que sellamos con sangre y fuego, la promesa de justicia que tejió la alianza entre el Norte y la Casa Targaryen. Pronto llegaré a Invernalia, no solo para solicitar tu apoyo, sino para trazar juntos el camino hacia el futuro que nuestros ancestros soñaron.
El Norte siempre ha sido el baluarte de honor y lealtad. Hoy, te imploro que tu espada y tu voluntad se unan a mi causa una vez más. Con tu fuerza, y la de aquellos que se sumen a nuestra llamada, el fuego del dragón arderá con más intensidad que nunca, y juntos reescribiremos la historia de los Siete Reinos.
Por el fuego, por la sangre y por el Norte,
Jacaerys Velaryon, "Príncipe de Dragonstone y Heredero del Trono de Hierro".
Espero que la tinta secara antes de volver a escribir una nueva misiva.
"A mi querido abuelo
Te escribo desde la seguridad de un puerto lejano, un rincón olvidado donde el fuego del dragón arde una vez más. Ante todo, espero que estas palabras te encuentren con salud, fuerza y el mismo espíritu indomable que siempre te ha caracterizado.
Aunque el mundo me cree perdido en las aguas del Gaznate, la verdad es otra, y necesito que permanezca oculta por ahora. Logré sobrevivir a la traición de la Triarquía, aunque no sin cicatrices, tanto físicas como del alma. Durante meses fui su prisionero, pero ni el cautiverio ni su odio lograron romperme. Con la ayuda de los vientos y los dioses, escapé, llevando conmigo a mi hermano menor, Viserys, y el legado de nuestra familia.
Abuelo, me dirigí al este en busca de refugio y respuestas, y allí encontré un destino que parecía esperarme. He domado un dragón salvaje, uno cuyo poder rivaliza incluso con los mayores de nuestra estirpe. Lo he llamado Tempestad Carmesí. Con él y mi juramento intacto, regreso ahora a Poniente no como un joven príncipe, sino como un hombre dispuesto a reclamar lo que es nuestro por derecho.
Sin embargo, abuelo, te suplico una cosa: que mi retorno permanezca en el más absoluto secreto. La guerra no perdona la impaciencia ni los errores. Necesito moverme con cautela, preparar mis pasos y asegurar que los enemigos de nuestra familia no descubran mi regreso antes de que sea demasiado tarde para ellos. Si esta verdad se conociera demasiado pronto, pondría en peligro no solo mi vida, sino también la de Viserys y la causa por la que tantos de los nuestros han luchado y caído.
Sé que tu lealtad a nuestra familia es inquebrantable y que tu corazón late con orgullo Velaryon. Por eso confío en ti, abuelo, más que en nadie en este mundo. Te pido que te unas a mí cuando llegue el momento, pero hasta entonces, que esta verdad sea como el silencio del mar profundo, insondable e inquebrantable.
Por ahora, debo permanecer en las sombras, fortaleciéndome, forjando alianzas y asegurando que cuando alce el estandarte del dragón, sea para triunfar, no para morir en vano.
Siempre te he admirado, abuelo, y sigo aspirando a ser digno de tu nombre y tu legado. Cuando llegue el día, lucharé no solo por el trono que me corresponde, sino también por la gloria de la Casa Velaryon, que siempre ha sido un faro en medio de la tempestad.
Con respeto, amor y gratitud eternos,
Jacaerys Velaryon, príncipe de Dragonstone y heredero del Trono de Hierro.
Termino de escribir y dedico el resto del día a su pequeño hermano, quien no paraba de hablar de lo mucho que extrañaba a Aegon y a sus padres.
Una vez el más joven de los príncipes calló rendido; Jacaerys pudo salir de su habitación rentada en aquella posada cerca del puerto. Su trabajo cargando y descargando barcos le había ganado la amistad de algunos capitanes y lograr que las cartas llegaran a sus destinatarios no fue difícil. Esperaría una respuesta de cualquiera de los dos y entonces volvería.
Los días pasaban; Jacaerys seguía trabajando en los puertos. Su dragón no tenía problemas para alimentarse; con frecuencia lo encontraba comiendo algún animal montañés, por lo que no debía preocuparse de comprar alimento para él. Tormenta Carmesí prefería estar alejado de la civilización; solo respondía al llamado de su jinete cuando este le necesitaba.
Con el tiempo, el joven Carl, como se hacía llamar en el muelle Jacaerys, se ganó la amistad y lealtad de múltiples mercenarios que pasaban por ahí. Jace pudo volver a entrenar con ellos, hombres con una fuerza que podría igualar incluso a la de Harwin Strong, "el quebrantahuesos", o de Daemon Targaryen, "el príncipe canalla".
Los días se volvieron semanas, las semanas meses y, por fin, luego de una larga espera, la respuesta a una de sus cartas llegó. Jacaerys terminó su trabajo lo más pronto que pudo y se apresuró a la posada para poder leer.
"A Jacaerys Velaryon, príncipe de Dragonstone y legítimo heredero del Trono de Hierro,
Tu carta, llegada desde tierras lejanas, ha sido un rayo de esperanza en este largo y frío invierno. Saber que estás vivo y con la determinación intacta es un consuelo para este viejo corazón. No obstante, debo responderte con la verdad, tan dura como el hierro del Norte, pues el fuego del dragón debe estar preparado para enfrentar lo peor.
La guerra ha cobrado un precio terrible. Tu hermano, Joffrey Velaryon, cayó en combate. Su valentía y su sangre fueron un tributo al legado de tu casa, y su sacrificio no será olvidado mientras vivan hombres leales al verdadero trono.
Daemon Targaryen, tu noble tío, luchó como un dragón hasta el final, enfrentándose al más temible de los enemigos con el coraje que solo un príncipe guerrero podría mostrar. Su muerte, aunque trágica, será recordada como la de un verdadero héroe.
Tu madre, nuestra reina Rhaenyra, encontró un destino que ningún hijo debería soportar escuchar. La injusticia de su caída clama al cielo, y su memoria exige reparación. El Trono de Hierro se ha manchado con la traición y la sangre de los justos, pero su llama sigue viva en ti y en tu causa.
Para mayor pesar, Aegon el Menor, el único hijo restante de tu madre, es ahora un prisionero en Red Keep, bajo el yugo de los enemigos. Esta tragedia solo refuerza mi resolución de cumplir el juramento que hice a tu familia y de alzar una vez más la espada en nombre del dragón.
Jacaerys, el Norte no olvida. No olvidamos los pactos hechos en sangre ni las palabras pronunciadas con honor. Aunque nuestros números puedan ser pocos y nuestras tierras heladas, nuestra lealtad es más fuerte que cualquier tempestad. A tu llegada, encontrarás a un aliado dispuesto a alzarse contigo, a sostener el estandarte del dragón y a forjar un camino hacia la justicia.
La causa de tu familia es la causa del Norte. Estaré esperando en Invernalia, no solo como un aliado, sino como un hermano de armas. Prepararemos nuestras fuerzas, y juntos trazaremos el sendero que pondrá fin a este caos y restaurará el honor al Trono de Hierro.
Por el Norte, por el fuego y por la sangre,
Cregan Stark, "Señor de Invernalia y Guardián del Norte".
El corazón de Jacaerys se rompió al mismo tiempo que la esperanza lo abandonaba: su hermano, Joffrey, muerto tan joven; su amada madre, la reina legítima, muerta; Daemon, quien había sido como su padre, ahora también muerto; y Aegon, prisionero de los verdes. El fuego lo llenó y, aun cuando quiso tomar a Viserys, ponerlo a salvo y después ir a rescatar a su hermano, se obligó a pensar con la mente fría. Debía esperar la respuesta de su abuelo; eso le daría más información de la situación y tal vez sabía algo de Baela y Rhaena.
Cregan estaba en el lejano norte; su abuelo era su fuente de información más cercana a la capital. Si quería vengar a su familia, debía tener cada pieza de información que pudiera.
Pasaron solo pocos días antes de que le entregaran una nueva carta; sabía que esta vez tendría la respuesta de su abuelo.
"A mi nieto
Leerte, vivo y resuelto a reclamar tu lugar en este mundo, es un alivio que no creí volver a experimentar. Las noticias de tu desaparición en el Gaznate fueron un golpe cruel para mi corazón, pero ahora sé que el fuego del dragón arde aún más fuerte en ti.
Sin embargo, debo escribirte con un peso que siento tan pesado como el hierro que llevamos en nuestros estandartes. La guerra, esa cruel amante de la ambición y la sangre, ha cobrado su precio en nuestra familia. Mi querido nieto y heredero Joffrey, valiente y lleno de vida, cayó en batalla. Aunque murió como un guerrero, su pérdida es una herida que jamás sanará.
Daemon, tu tío, el mayor guerrero de nuestra estirpe, luchó hasta el último aliento, enfrentándose a Aemond en una batalla que el mundo recordará mientras haya bardos para cantar canciones. Cayó como un verdadero príncipe dragón, pero su muerte dejó un vacío que ningún rugido de dragón puede llenar.
Tu madre, Rhaenyra, nuestra reina, fue traicionada de la manera más vil. Sus enemigos la entregaron al fuego de un dragón que alguna vez fue suyo. Su muerte no fue solo una pérdida para nuestra familia, sino una herida profunda para los Siete Reinos, que han perdido a su legítima soberana.
Aegon el Menor, tu joven hermano, está ahora prisionero en Red Keep. Baela, tu prometida, también se encuentra cautiva. Por el bien de su seguridad, me vi obligado a tomar una decisión que nunca imaginé: incliné la rodilla ante Aegon el Usurpador. Mi lealtad no es más que una máscara, un acto necesario para proteger a aquellos que aún viven y para preservar la oportunidad de luchar otro día.
Jacaerys, mi corazón late con orgullo al leerte, pero también con temor. Las llamas de la guerra han consumido tanto, y aunque el dragón en ti se ha fortalecido, tus enemigos se han vuelto más astutos y peligrosos. Aun así, mi lealtad a ti y a nuestra causa permanece inquebrantable. Cuando el momento llegue y alces el estandarte del dragón, estaré a tu lado, aunque me cueste mi vida y mi honor.
Eres un Velaryon y un Targaryen. El fuego y el mar se unen en tu sangre, y creo firmemente que las mareas aún pueden cambiar a tu favor. Por el bien de nuestra familia, por la memoria de aquellos que hemos perdido y por el futuro que representas, seguiré tus pasos y prestaré mi espada y mis recursos a tu causa.
Por ahora, guardaré tu secreto como el mar guarda sus tesoros más profundos. Pero cuando estés listo, nieto mío, serás más que un príncipe errante: serás el rey que este mundo necesita.
Con orgullo y fe en tu victoria,
"Tu abuelo".
Leer la cruel muerte de su madre endureció aún más su corazón. Estaba decidido: volaría en dirección a Invernalia y desde ahí alzaría un ejército desde el helado norte hasta su capital. Todo aquel que no hincara la rodilla ante él sería consumido por el fuego; no quedarían sobrevivientes a su paso, nadie que le informara al usurpador de su retorno y, cuando el momento llegara, él alimentaría a Tempestad Carmesí con el usurpador y todo aquel que lo apoyara. Después de eso se sentaría en el trono que le pertenecía por derecho y reinaría.
No era el príncipe heredero, era el rey ahora y regresaría por su corona; arrancaría de la cabeza del usurpador la corona del conquistador y él mismo la pondría sobre su cabeza. Nadie le daría la corona; él la tomaría.
—Viserys, tenemos que irnos.
—¿Regresamos a casa? ¿Veremos a madre? —El alma del ahora rey se hizo añicos por la inocencia en las palabras de su hermano; se obligó a contener las lágrimas y mantenerse firme antes de hablar.
—Viserys... Vamos a volver, veremos a Aegon y a Baela y Rhaena.
—A papá y mamá también y a Joffrey, por supuesto.
—Vis, hermanito, no podemos ver a Daemon, a mamá o a Joff.
—¿Por qué?
—Porque ellos murieron, fueron asesinados por los verdes. —Las lágrimas de ambos hermanos bajaban como cántaros—Mírame, Viserys, te prometo que quien nos quitó a nuestra familia lo va a pagar caro, te lo juro.
Viserys solo pudo asentir y seguir a su hermano hasta la cueva en la montaña donde dormía el dragón de Jacaerys.
Alzaron el vuelo siendo cubiertos por la oscuridad de la noche. Era un vuelo largo; gracias a los dioses, Viserys rápidamente cayó dormido y solo despertaba cuando el hambre era demasiada.
El viaje duró un día y medio; las gruesas capas con las que los hijos de la fallecida reina sirvieron de mucho cuando su destino comenzó a acercarse más y más. Los vientos helados del norte los abrazaron rápidamente.
Al descender de su dragón en las afueras de la fortaleza, fue rápidamente recibido por su hermano jurado Cregan Stark. Viserys despertó y se notó inmediatamente incómodo por el frío que calaba hasta los huesos; su anfitrión y los siervos de este rápidamente le tendieron pieles más abrigadoras que los hermanos agradecieron.
Tempestad Carmesí se mostró inquieto ante el clima y se lo hizo saber a su jinete con un gesto. El ahora rey se giró a su dragón, apoyó su frente en el hocico de este y habló.
—Ziry iksos okay, ao kostagon rest.
<<Está bien, puedes descansar>>.
Una vez en el castillo, Lord Stark ordenó que el príncipe fuera llevado a las cocinas por algo caliente y tal vez un baño.
—Mi rey —Jacaerys pareció desconcertado al inicio por el título, pero rápidamente se recompuso.
—¿Con cuántos hombres cuenta?
—Cien mil hombres dispuestos para salir mañana mismo si lo ordena Su Majestad.
—Espero que con usted a mi lado, Lord Stark.
—Claro que sí.
—Debo escribir a mi abuelo. Cregan, debes saber que no quiero que el usurpador sepa de mi regreso. No sé qué les haría a Aegon o Baela; si no incan la rodilla, morirán todos. No quiero que nadie pueda revelar la verdad de mi retorno a mi muy querido tío.
—Se hará como mi rey lo ordene.
Lord Cregan dio las órdenes pertinentes para una cena descomunal para los hombres que marcharían con ellos y esperaba que a su lado se unieran aún más. Aegon no se sentaría mucho más en el trono.
Al terminar la cena, una cena como la que el príncipe y el legítimo rey no se habían podido permitir durante su tiempo en Essos, fueron a dormir.
—Viserys, voy a ir a la capital; debes quedarte aquí.
—Pero yo quiero ir contigo, Jace.
—No puedes, correrás peligro. Cuando ganemos esta guerra, vendré a buscarte y traeré a Baela, Rhaena y Aegon conmigo; seremos una familia otra vez, lo prometo.
El rey fue a sus aposentos prestados y comenzó a escribir una carta dirigida a Lord Corlys. Sabía que su abuelo había vuelto a Driftmark; solo esperaba que el maestre del castillo en el que pasó parte de su niñez fuera leal a su señor y no al dinero de los verdes.
"Abuelo
Desde las tierras heladas del Norte, donde el honor y la lealtad son más firmes que las mismas raíces del anciano, os escribo con determinación y esperanza. Los vientos del cambio soplan con fuerza, y el dragón está listo para alzar el vuelo una vez más.
He encontrado en Cregan Stark no solo a un aliado, sino a un hermano en armas. Su lealtad a nuestra causa es tan inquebrantable como la misma nieve que cubre sus tierras. Me ha jurado la fuerza del Norte: cien mil hombres listos para marchar bajo nuestro estandarte en cuanto yo lo ordene. Con semejante ejército, no enfrentaremos a los enemigos de nuestra familia, sino que los aplastaremos.
Abuelo, he decidido regresar a la capital en dos meses. Sin embargo, este regreso no debe ser conocido por nuestros enemigos, en especial por mi tío, el usurpador. Si sospechara de mi llegada, temo por la seguridad de mi hermano Aegon y de Baela, quienes ya han sufrido demasiado por esta guerra.
Te pido que te prepares en Marcaderiva para nuestra ofensiva. Reune a tu flota, asegura tus posiciones y mantenen el secreto de mi regreso tan firme como las profundidades del mar. La discreción será nuestra aliada más importante en este momento.
Cuando llegue el momento, espero contar con tu fuerza, consejo y determinación para tomar lo que nos pertenece por derecho. Mi regreso no será como el de un príncipe que regresa a su hogar, sino como el de un rey que reclama su trono.
Hasta entonces, te ruego que mantengáis la fe, y que nadie más sepa de estos planes. Por nuestra familia, por los que hemos perdido y por los que aún pueden ser salvados, confío en ti como siempre lo he hecho.
Pronto nos encontraremos en el campo de batalla, y juntos reescribiremos la historia de los Siete Reinos.
Por el fuego y por la sangre,
Jacaerys Velaryon, "rey legítimo de los Siete Reinos".
El alba aún no despuntaba cuando Tempestad Carmesí alzó el vuelo sobrevolando al ejército que el señor del norte dirigía y llevando en su lomo al legítimo rey. El camino fue fácil, no hubo oposición. En cuanto Lord Cregan bajaba de su corcel y, desde el cielo, el amado heredero, ahora convertido en rey, descendía, el señor de cualquier castillo hincaba la rodilla y llamaba a su ejército.
Para cuando Jacaerys había logrado llegar a la capital, justo 2 meses después, como lo acordó con su abuelo, la flota Velaryon tenía ya rodeado todo King's Landing.
Tomar la ciudad fue lo más sencillo que alguna vez pudo hacer; algunos de sus hombres se habían infiltrado y se encargaban de las torres donde los arpones para atacar a los dragones se alzaban. Habiendo tomado posesión de dicho puesto, Tempestad Carmesí no corría peligro alguno.
Cuando entró en el salón del trono, una sonrisa burlona cubrió su rostro al ver a su tío quemado y en una silla de ruedas.
—Tío —la mirada de Aegon era de asombro.
—Estás muerto.
—De alguna manera lo estoy.
—La guerra terminó.—Declaro Alicent—Aegon es el rey, no puedes cambiarlo bastardo.
—Tengo a más de quinientos mil hombres que me siguen y piensan lo contrario, reina viuda.
Cuando los labios de Jacaerys terminaron de decir esas palabras, miles de hombres entraron; la mayoría habían sido fieles a la reina y estaban decididos a darle la corona al legítimo rey.
—Llévenle a los traidores a las celdas.
—Maldito bastardo.
—No se preocupe, mi reina, pronto usted dará a luz a sus propios bastardos.
Los hombres ya arrastraban al inválido Aegon II para cumplir la orden del rey.
—Alto —El rey se acercó al usurpador—. Mi hermano y mi prometida, ¿dónde están?
—Pudriéndose en una celda.
El rey golpeó el rostro del mayor y corrió en búsqueda de su pequeño hermano.
—Aegon. —El grito resonó en las mazmorras.
—Jace. —Era la voz de Baela.
El joven ordenó que la celda fuera abierta, ingresó y abrazó a su hermano por largo tiempo.
—Tenemos que ir por Viserys Aegon, vamos.
Con emoción, rey y príncipe fueron hasta el patio donde el rey había ordenado a su dragón aterrizar.
—Mi rey.
—Abuelo, le prometí a Viserys que lo buscaría en cuanto esto terminara. Encárgate de los traidores en mi nombre y envía una carta a Dorne. Es hora de que la hija pródiga decida si hinca rodilla o se unirá a sus hermanos en la muerte.
Todos sabían a quién se refería, la más joven de las hijas de la reina Alicent, la princesa Maenyra; la joven debía de tener tal vez 15 o 16 días del nombre.
—Jace, es decir, Majestad —Corlys recordaba vagamente a la niña, pero sus inocentes ojos violetas eran algo que nunca olvidaría—. ¿No sería prudente que la carta dirigida al príncipe Qoren Martell sea del puño y letra del rey?
—Tienes razón, abuelo, al volver yo mismo impartiré la justicia del rey; iré en búsqueda de mis hermanos ahora.
Y así el rey ordenó a su bestia de alas negras ascender al cielo.
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