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15 de marzo, 2019

Las chicas me sostienen el pelo mientras vomito. Qué lindo que empecé el día, ni bien me levanté tuve que ir corriendo al baño. Entre los nervios y el embarazo creo que voy a desmayarme.

—Te voy a dar unas gotitas que me dieron a mí cuando estaba embarazada para cortar los vómitos —comenta Romina, buscando algo en unos pequeños armarios.

Cinthia me ayuda a levantarme para que deje de abrazar el inodoro y tomo el remedio que la colorada me preparó.

—¿Se imaginan si no dejo de vomitar en todo el día? ¿Cómo voy a hacer para casarme? —interrogo asustada.

—Tranquila, Oli. Va a estar todo bien —contesta Laura asomándose por la puerta del baño. Siempre chusma.

Las cuatro nos dirigimos a la cocina, donde Estela está preparando el desayuno. Me entrega un durazno mientras me guiña un ojo y le sonrío a modo de agradecimiento.

Las cinco nos sentamos a comer, a pesar de que apenas puedo masticar porque tengo el estómago revuelto y la ansiedad me saca el apetito. Mis amigas intentan distraerme al notar lo nerviosa que estoy, pero a duras penas les presto atención e intento relajarme, solo va a ser un ratito y después, cuando la ceremonia termine, voy a estar más tranquila.

Luego del desayuno vamos a ducharnos veinte minutos cada una, tiempo suficiente para que pueda relajarme un poco. La sesión de belleza que nos hicimos ayer sirvió muchísimo para que hoy nos veamos impecables, al menos ellas se ven hermosas. Yo apenas pude dormir y los vómitos me volvieron pálida, así que parezco un cadáver andante. ¡Justo hoy! Se supone que es el día en que más linda tengo que estar y es todo lo contrario.

Faltan cuatro horas para casarme, no puedo aguantar más. Tengo un nudo en el medio del estómago y mi corazón cada vez late más fuerte. Juego un ratito con los bebés de las chicas mientras ellas comienzan a producirse, prefieren hacerlo antes que yo así después ponen toda la atención en mí y me ayudan a prepararme.

—De todos modos, el registro es chiquito y no vamos a entrar todos —dice Laura mirando los dos vestidos que trajo—. Porque obviamente van a estar ellas, los padres de Kevin, el abogado, tu hermano y Pablo... Y bueno, yo espero afuera para tirarles arroz.

—Le podés decir a Lautaro y Pablito que te hagan compañía, no son familiares directos y quizás no entran —contesto, cambiando de brazo a Fede. Está bastante pesado ya.

—Además vos sola no les vas a tirar arroz, van a haber varias personas —agrega Estela, que está meciendo a Mica.

Me quedo en silencio mientras escucho el debate de cuántas personas deben tirar arroz, así como el lugar que hay en el registro y hasta cuánto dura la ceremonia. Yo suspiro, perdida en mis pensamientos.

Mi celular suena y doy un salto a causa de la sorpresa, pero cuando voy a leerlo mis amigas me lo prohíben. Suelto un quejido y ellas solo se ríen.

—Si es Kevin se tiene que aguantar, no pueden hablarse —comenta Cinthia mientras se alisa el pelo. Hago puchero con los labios y rueda los ojos.

—¿Y si se arrepintió y me avisa que no va? —interrogo con voz temblorosa.

—No digas estupideces, Olivia —responde Romina—. A ver, dame el celular que lo leo y te digo qué quiere. —Con algo de duda, le extiendo el aparato y me lo saca de un tirón. Se pone a revisar—. Es Julián, quiere saber si puede venir a acompañarte.

—Ah, decíle que sí —expreso con un gesto afirmativo. Ella niega con la cabeza—. ¿Por qué no?

—¡Somos todas chicas! Y además tiene que estar con Kevin, debe tener una resaca terrible —agrega la colorada apagando mi celular. Me dirige una mirada de reproche antes de que me queje y termino aceptando.

El tiempo pasa, saco muchas fotos mientras ellas se arreglan y nos divertimos. Cuando mi turno llega, las cuatro empiezan a correr hacia todos lados.

—¡Te vamos a hacer un extreme makeover! —chilla Laura.

Abro los ojos de par en par, no quiero nada muy ostentoso. Me sientan en una silla giratoria de espaldas al espejo. Estela es la que más sabe de peluquería, así que es la que se apodera de mi cabeza. Siento como humedece mi cabello y luego lo peina, noto que empiece a ponerme ruleros y de vez en cuando me quejo de algunos tirones de pelo, por lo que se disculpa.

Cuando mi cabeza ya está llena de esos pequeños objetos, Laura se acerca a mí con una maleta llena de maquillaje. Me asusto un poco, pero me pide que me relaje porque ya sabe que soy bastante natural y no me va a pintar como un payaso.

Antes de que me pueda ver al espejo, traen mi vestido y me lo pongo con cuidado. Debo decir que me queda un poquito más apretado que la otra vez, pero al menos todavía puedo respirar.

—¿Ves? Se te nota la pancita —comenta Cinthia sonriendo. Miro para abajo y hago una mueca.

—Yo no veo nada —replico.

—Lo vas a notar cuando te mires al espejo. Igualmente, no es mucho, pero de a poco se va viendo. Puedo apostar a que tenés más de un mes —dice Romina. Estoy por responder, pero Estela sale del baño y abre la boca sorprendida.

—¡Estás hermosa! —exclama abrazándome—. Ahora vamos a sacarte los ruleros.

Miro disimuladamente su panza. Ella no tiene casi nada y está de más meses que yo, creo. Mis amigas deben estar locas.

Me vuelvo a sentar mientras mi cuñada me saca las cosas de la cabeza y las otras siguen sacando fotos. Cuando ya estoy, gira la silla y me miro en el espejo. Por suerte el maquillaje es súper natural, apenas tengo un leve rosa en los labios. El pelo quedó suelto, con ondas y volumen, es elegante, pero simple. Contengo la emoción que se formó en mi garganta para no arruinar mis ojos y me levanto para abrazarlas y darles las gracias.

—Oli, nos vas a hacer llorar —susurra la colorada con lágrimas en los ojos y desvía la vista para agarrar las llaves de su auto y a la vez secarse las lágrimas—. En media hora empieza la ceremonia, vamos.

Me da mucha ternura que sus hijos también estén vestidos elegante, son una cosita hermosa. En el viaje al registro civil me voy mordiendo las uñas y ellas me retan para que deje de hacer eso, que voy a arruinarme el esmalte, pero lamentablemente no puedo parar, ¡estoy demasiado ansiosa! Respiro hondo y cierro los ojos, de paso calmo mis náuseas al relajarme.

Cuando al fin llegamos y Romina estaciona cerca, vemos al auto de Joaquín y a los chicos apoyados en él. De lejos puedo notar que Kevin está más nervioso que yo, porque mira hacia todos lados. Sus amigos intentan hacerlo reír, pero esboza una sonrisa ansiosa que me hace reír y no deja de mirar su reloj.

Ellas empiezan a abrir las puertas, pero las detengo.

—¿No se supone que tengo que entrar después del novio? —cuestiono. Se ríen.

—Es un casamiento civil, no por iglesia. A veces te dejan entrar sola, pero es más común que entren los novios con los testigos y algún que otro familiar —responde Cinthia con tranquilidad. Suspiro y bajamos del auto todas juntas, pero cuando estoy cerrando la puerta, siento una mano agarrando mi brazo con fuerza.

—Por favor, Oli, no te cases con él —me dice con desesperación.

—¿Qué hacés, Benjamín? —pregunto intentando sonar calmada. Les hago un gesto a las chicas para que no hagan nada, ya que se estaban acercando para sacarlo. Al girarme para estar de frente con mi ex, puedo ver que está vestido con traje. Ruedo los ojos—. ¿En serio creés que voy a casarme con vos?

—Casate conmigo. —Se arrodilla y resoplo negando con la cabeza—. Por favor, Oli, yo te amo.

Suelto una carcajada irónica y él vuelve a ponerse de pie. Me toma el rostro y me acerca a él para besarme, pero giro el rostro y lo aparto con un empujón.

—Llamalo a Julián —murmuro en dirección a Romina. Ella sale corriendo y vuelvo a mirar a Benjamín. Sus ojos están rojos, como si hubiera llorado, y sus manos tiemblan.

—Te necesito, Oli —susurra con expresión triste—. Sé que fui un estúpido al abandonarte hace años, pero me di cuenta de que te amo, no te cases con él, no va a hacerte feliz.

—¡Más feliz que vos sí me va a hacer! —exclamo enojada y alejándome, pero aprieta sus manos en mis caderas para impedirlo y suelto un gemido de dolor. Las chicas que están mirando la escena se acercan, pero vuelvo a detenerlas. Al instante quita sus manos pidiendo disculpas.

—¿Qué pasa acá? —pregunta mi hermano, agarrando a Benjamín del brazo y apoyándolo contra el auto. Sé que después de lo que le hizo nuestro padre empezó a ir a clases de defensa personal y le podría dar una buena paliza a mi ex.

—Un puto como vos no me da miedo —escupe este con los dientes apretados.

—Debería —contesta Julián con la mirada más fría que vi en mi vida. Aprieta más el brazo del hombre y este hace una mueca de dolor—. Si no querés quedarte sin brazo, más te vale irte y no vuelvas.

—Vos no me das órdenes, me voy a ir con Oli o no me voy nada.

—Te vas a ir sin brazo y sin Olivia —agrega mi hermano, aumentando la presión de su agarre. Benjamín suelta un quejido—. Ella ya te dijo que no quiere nada con vos, ¿qué parte no entendés? ¿Tengo que llamar a la policía acaso?

Mi ex dice que está bien, que va a irse, y así es. En cuanto Juli lo suelta sale corriendo como un miedoso.

Mis amigas se acercan para consolarme y arreglarme un poco más, ya que me despeiné un poco por culpa de la brusquedad del hombre.

—No le digan a Kevin, no quiero que se preocupe —pido. Se miran dudosas, pero terminan aceptando.

Comienzo a caminar hacia Kevin escoltada por ellas. No sé si primero voy a morir por la vergüenza o por los nervios, pero con cada paso que doy siento que mi pulso se incrementa y mis piernas tiemblan cada vez más. Cuando al fin estamos frente a los chicos, mi novio levanta la vista y sus ojos se posan en los míos. Solo esa mirada color miel basta para derretirme, para hacerme olvidar de todo lo sucedido hace minutos, aún más cuando me observa de arriba abajo y su rostro se ilumina con una sonrisa cargada de amor.

Se acerca a mí con lentitud y pasa una mano por mi mejilla, luego la apoya en mi nuca y me atrae hacia él para darme un beso apasionado. Nuestros acompañantes gritan y chiflan, pero no les hacemos caso. Mis brazos rodean sus hombros para poder tenerlo más cerca y siento su otra mano sobre mi cintura. Se aleja de a poco, cortando el beso con pequeños piquitos que me producen cosquillas en la panza. Sonríe contra mis labios y apoya su frente sobre la mía.

—Estás hermosa, aceituna —murmura.

—Y vos estás muy... galán —contesto. Nos reímos y me da otro beso antes de tomar mi mano y hacerme girar.

—Guau, ¡esta va a ser mi mujer en diez minutos! —exclama a los gritos, provocando las risas de los demás y mi sonrojo.

Mi suegro se acerca y me da un beso en la mano.

—Bellísima mi nuera —comenta esbozando una sonrisa divertida.

Guadalupe y Joaquín me dan un pequeño abrazo, Pablo y Julián me abrazan fuerte al mismo tiempo, como si fuera el relleno de una galletita. Cinthia saca fotos sin parar, o quizás está filmando, eso es lo bueno de tener a una amiga fotógrafa, hace todo sin que se lo pidas.

—Hola, brownies locos —me saluda Lautaro con tono burlón, pero más amistoso que ofensivo—. Estás muy linda, y estás gorda.

Kevin le da un golpe en la cabeza y le dirige una mirada asesina.

—¡No está gorda, estúpido! —me defiende. Yo solo me río y estoy por decir algo, pero Kevin se acerca a mi oído y susurra—: No les conté nada, quiero que le digamos juntos en la fiesta.

—Pero yo sí les conté —respondo con tono triste.

—No te preocupes, amor, al menos mi familia se va a sorprender.

—Y si todos los invitados son tuyos —manifiesto con diversión. Se ríe y me abraza—. No puedo creer que al fin llegó el día.

—¡Ni yo! —replica con emoción—. Lo esperé tanto tiempo y ahora estoy tan contento que siento que voy a explotar. —Nos quedamos mirando en silencio—. Espero que no se retrase mucho el casamiento que están haciendo ahora, me dijeron que suele pasar que las ceremonias empiecen más tarde de lo previsto. —Asiento distraída y toma mis manos en cuanto me llevo las uñas a la boca—. No creo que al bebé le gusten las uñas. ¿Cómo te sentís hoy?

—Primero, al bebé no le llega el alimento entero, sino los nutrientes. Y segundo, me siento como si fuese a vomitar en cualquier momento, espero no hacerlo ahí adentro. —Señalo con la cabeza el lugar y él suelta una risita.

—Tranquila, amor, va a estar todo bien. Ni bien salgamos, vamos a lo de mi papá. Festejamos, a la noche volvemos a casa y mañana ya nos vamos para la playa. El auto ya está listo para el viaje y creo que nosotros también —dice con una amplia sonrisa. Me dan ganas de comerle la boca.

—Está todo perfecto, entonces.

Charlamos un poco con nuestros acompañantes, luego vemos salir a la pareja anterior y llega nuestro turno. Tomo la mano de Kevin y entramos al lugar, seguidos por Joaquín y Romina. Luego los padres de él, y más atrás todos los otros invitados. ¡Ay, qué nervios!

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