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23 de febrero, 2019
—¿Entonces qué te dijo? —cuestiona Cinthia, mirándome a través de la ropa colgada en las perchas.
Al fin dejó de llover y estoy con las chicas en negocios de ropa, sobre todo de vestidos de novia, pero todavía no encuentro ninguno que me llame la atención. Todos son muy ostentosos y son más para casarse por iglesia que por civil. Romina, que está a mi lado, me mira esperando la respuesta.
—En ese momento nada, porque justo llegaron Lautaro y María —contesto, suspirando frustrada por no encontrar nada bueno.
Salimos de ese local y continuamos caminando por la peatonal, yo en el medio y entrelazando mis brazos con los de ellas, como hicimos toda la vida.
—¿Están oficialmente juntos esos dos? —interroga la colorada.
—Supuestamente están intentándolo, por lo poco que vi se llevan bien —replico—. Pobre Lautaro, es buen chico, espero que ella no esté usándolo.
—No importa si lo usa, mientras no moleste más a tu hombre —comenta Cinthia, tirando de nosotras hacia una galería donde venden vestidos.
Hace un poco más de una hora que estamos recorriendo los negocios y todavía no encuentro nada. Según ellas, es bastante difícil encontrar el vestido de novia en el mismo día y que lleva bastante tiempo elegir, pero yo soy impaciente y quiero tenerlo guardado desde ya, para quedarme tranquila.
Recorremos las perchas con normalidad, evitando a las personas que atienden para que no nos pregunten nada, pero finalmente una señora bajita, vestida elegantemente, de pelo corto y gris se acerca a nosotras con una sonrisa humilde.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlas?
—Buscamos un vestido de novia —contesta Romina, y me señala—. Es para ella.
La mujer me mira de arriba abajo para inspeccionarme y sonríe.
—¿Tenés pensado algo? —me pregunta interesada.
—Estoy buscando un vestido que se pueda usar en un casamiento civil, que sea corto, delicado y que siga teniendo el aire a novia, pero sin exagerar —replico. Observo su rostro pensativo y creo que estoy pidiendo mucho. Ella hace un gesto para que la sigamos hacia otra zona.
Subimos unas escaleras de madera y observamos el paraíso de vestidos de novia. Hay un sector exclusivamente para vestidos cortos y de civil. ¡Este es el lugar que quería! Intercambio una mirada de entusiasmo con mis amigas y la señora nos deja para que revisemos las prendas, con el comentario de que estará cerca por si necesitamos ayuda.
Las tres comenzamos a mirar los vestidos sin parar hasta que elegimos uno en particular. Uno con escote en v, forrado con encaje y satén, mangas tres cuartos y ceñido al cuerpo hasta la cintura, pero la falda tiene volumen. Es elegante, sensual, delicado y sencillo a la vez.
La vendedora me dirige al probador y, con el cuerpo temblando de expectación, me pruebo el vestido. Cuando salgo, mis acompañantes abren la boca con sorpresa y asienten con pequeños aplausos. Cinthia corre hacia mí para subir el cierre en mi espalda y eso termina de emocionarlas.
—¡Es perfecto! —chilla Romina.
Voy hacia el espejo y me miro. Tal cual, pareciera que está hecho especialmente para mí. El que esté ajustado me ayuda a que mis curvas se luzcan, llega hasta un poco más arriba de mis rodillas y es súper cómodo.
—Me lo llevo —confirmo intentando mantener mi emoción, algo que se me hace imposible porque a mis amigas se les da por ponerse a llorar de una manera impresionante—. ¡Basta, me hacen llorar a mí! —grito con voz temblorosa.
La señora se ríe viendo la escena y vuelvo al probador para sacarme el vestido. Por suerte me va a la perfección y no necesito hacerle ningún tipo de arreglo, así que directamente me lo llevo.
Cuando voy a pagar, la cajera me dice que ya está pago. Frunzo el ceño mientras ella señala a Romina desde lejos. Le doy las gracias a la chica y salimos del local.
—¿Por qué pagaste mi vestido? —le pregunto a la colorada. Ella se encoge de hombros.
—Soy la madrina y es un regalo que te hice, la verdad es que deseaba regalarte un vestido de novia —contesta emocionada. Mi rostro arde de la furia, pero me contengo.
Sé que no lo hizo de mala, también sé que ella suele hacer regalos caros, pero que me haya comprado el vestido... Siento como si me estuviese tirando la indirecta de que soy pobre y de que no sería capaz de pagar algo que no esté accesible para mi economía.
Cinthia nota mi expresión y se aclara la voz.
—Fue un regalo de las dos, Oli, yo también puse mi parte —comenta. Romina asiente—. Sabemos que no te gusta esto, pero la plata gastala en otra cosa, en la noche de bodas o en los zapatos o en lo que desees. No te enojes, solo queríamos regalarte esto porque es muy importante para nosotras.
Mi rostro se suaviza y suspiro.
—Está bien —digo—, pero podrían haberme dicho que planeaban esto.
—¡No nos ibas a dejar! —exclama la colorada soltando una risita. Toma mi brazo mientras la rubia toma el otro, pero apenas puedo sostener la bolsa con el vestido, así que decidimos caminar separadas.
Llegamos hasta el auto de Romina.
—¿Podrías guardar vos el vestido? —le pregunto—. No quiero que Kevin lo vea.
—No hay problema —contesta rápidamente, esbozando una sonrisa. Le agradezco con la mirada y subimos al auto—. ¿Quieren ir a cenar algo? —interroga.
Cinthia y yo decidimos que es buena idea. Saco mi celular para avisarle a Kevin que voy a llegar más tarde y que no me espere para la cena.
Idiota/20:58
Bueno, ¿pero te espero despierto o me duermo? Bah, de todos modos no me voy a poder dormir hasta que vuelvas. Que te diviertas, te amo mi amor. <3
Olivia/21:00
No sé para qué me preguntas, apuesto a que te vas a quedar a ver una de esas comedias que siempre miras. ¿Tenés mucho sueño?
Idiota/21:01
Jaja, me conocés muy bien, ya puse La pistola desnuda y me estoy haciendo un café... Y no, no tengo sueño. ¿Querés que te espere con la pistola desnuda? ;)
Suelto una risita que afortunadamente mis amigas no escucharon porque están cantando Wannabe de las Spice girls como dos perras.
Olivia/21:03
Esperame con todo desnudo ;)
Llegamos a un pequeño restaurante familiar, de esos que no son para nada elegantes y que en el menú solo hay comida chatarra. Las tres pedimos hamburguesas bien completas con gaseosa light y la mesera nos mira como ¿En serio?, aunque nosotras no tomamos eso por dieta, sino porque nos gusta.
—Terminá de contar lo que pasó cuando Kevin se enteró de que no te cuidaste —pide Cinthia.
—Primero contá qué pasó con María y Lautaro en la pastelería —agrega Romina.
—Bueno, no pasó nada, en realidad. Kevin se sentó con ellos a comer, trató bien a la vecina aunque ni siquiera la miró. Lautaro me invitó a que me una a ellos, pero me negué con la excusa de que tenía que estar en la cocina —comento. Me miran como si hubiese hecho mal—. ¿Qué? No me interesa compartir el mismo aire con esa mujer. Estuve como dos horas encerrada comiendo chocolate.
—¿Y qué te dijo Kevin con lo del bebé? —interrogan a la vez con la boca llena. No puedo evitar soltar una carcajada cuando a la colorada se le escapa una lechuga de la boca.
—No hablamos de eso hasta que llegamos a casa, porque los clientes comenzaron a llegar en cuanto salió el sol. Pero en casa lo que menos hicimos fue hablar —cuento, sonrojándome al recordar todo lo que hicimos—. Lo que me preocupa es que Kevin se obsesione con esto y empiece a hacerme el amor con el único fin de un bebé. Y la relación se empiece a caer.
—No va a pasar eso —expresa Cinthia con seguridad, aunque su rostro muestra algo de duda.
—Cuando era psicóloga traté a un hombre obsesionado con ser padre —digo—. El tipo trataba a su mujer como si fuese una incubadora, lo hacían todo el día, ella no se embarazaba y lo terminó dejando porque él ya no satisfacía sus deseos, sino que era una máquina monótona que eyaculaba una y otra vez adentro de la mina y la dejaba tirada al segundo siguiente.
—¡Qué horror! —chilla Romina. Asiento con la cabeza—. Pero Kevin te ama, no creo que haga eso.
—Eso espero. ¿Saben qué pasó con el hombre? Al final no embarazó a nadie porque era estéril y se suicidó —termino de contar con tristeza.
Ambas se sobresaltan por la sorpresa y sus rostros se transforman en una mueca de espanto.
—Creeme, Oli, estoy segura de que Kevin no va a ser así —dice finalmente Cinthia, para sacarnos del estupor de la historia—. Entonces, tu cuñada está embarazada...
—Sí. —Muerdo una papa y tomo algo de la bebida—. Así que si me embarazo, voy a pasarlo con ella. Va a ser algo incómodo. Y para colmo, si me embarazo pronto, mi bebé sería de escorpio y ese signo no me gusta. —Me cruzo de brazos y estallan en carcajadas.
—Le das mucha importancia a los signos, Bellota —comenta Romina—. El bebé va a ser como vos lo críes, el signo es completamente aparte.
Cinthia asiente mientras le da un gran mordisco a su hamburguesa.
—Estoy de acuerdo —dice con la boca llena. Sonrío y niego con incredulidad, mis amigas son tan asquerosas.
—¿Les llegó la invitación de la fiesta? —pregunto. Asienten con la cabeza y suspiro aliviada. Enviamos las tarjetas por correo para ahorrar tiempo, pero tenía miedo de que no llegaran.
Cuando terminamos la cena, el postre y nos quedamos sin ningún tema más para chusmear, decidimos volver a casa. En el camino, Romina deja a Cinthia y yo aprovecho para pasarme al asiento del copiloto.
—Cuidá mi vestido, por favor —le pido.
—Ay, Olivia, por supuesto. No hace falta que me lo digas, voy a cuidarlo como si fuese mío.
Suelto una carcajada y ella me mira con el ceño fruncido.
—Eso no me da tanta confianza —confieso, recordando lo que pasó con su vestido de novia.
Lo guardó en el ropero dos meses antes de la boda y, cuando lo sacó, estaba lleno de humedad. No solo se había olvidado de poner algún tipo de antihumedad entre la ropa, sino que también olvidó envolverlo con la bolsa que lo mantenía intacto.
—¡No vayas a decir nada! —grita al saber lo que estoy pensando—. Fue un accidente, esta vez no va a volver a pasar.
—Más te vale, Bombón. —Le saco la lengua y se ríe con expresión divertida.
Al llegar al departamento, intento entrar a casa sin hacer mucho ruido. Todo el living está apagado, así que voy directamente a la pieza.
La televisión está encendida, pero película terminó hace rato. Kevin está durmiendo con la boca abierta, un hilo de baba colgando y un ronquido leve escapando de su garganta. Me río por lo bajo. El control de la tele está en su mano, así que se lo saco lentamente para no despertarlo.
Antes de apagar el aparato, aprovecho la poca luz que emana para desvestirme, mirar el recorrido hacia el baño y volver a acostarme mientras apago el televisor.
Hoy fue un excelente día. Conseguí el vestido, la pasé genial con mis amigas y hasta puedo decir que estoy doblemente entusiasmada con el casamiento.
Al darme vuelta en la cama, me doy cuenta de que Kevin realmente me estaba esperando desnudo. Me muerdo el labio inferior. Sí, fue un excelente día, pero podría haber terminado mejor si hubiese llegado más temprano.
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