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10 de febrero, 2019
La mesa grande que pusieron para Navidad vuelve a ocupar el patio de la casa de Lorenzo. Ayudo a Guadalupe a poner la mesa mientras Kevin habla con Joaquín y su padre al lado de la parrilla. Estela habla con Lorena, la cual admito que no veo hace mucho, y Lautaro se ríe junto a los primos de Kevin. Me siento junto a las chicas cuando termino de acomodar.
En cualquier momento llegan Cinthia y Romina y me parece que ahí se arma el desmadre. Peor aún va a ser cuando lleguen Pablo y Julián.
Vuelvo mi vista a mi novio, que está riendo sin parar. Se lo nota completamente feliz, rodeado de gente que quiere. Cuando está así de relajado, que es él mismo y tiene esa sonrisa en su rostro siento que me enamoro aún más, y yo pensaba que no era posible seguir enamorándome.
—Cómo lo mira... —Escucho que dice Lorena. Clavo mi mirada en ella y suelta una carcajada junto con la rubia—. Sí, Oli, hablábamos de vos. Te quedaste viendo a Kevin embobada.
—Ah, no me di cuenta —miento sonrojándome—. Estaba pensando nada más, lo miraba sin mirarlo en realidad. Como cuando miras un punto fijo, pero en realidad estás concentrada pensando...
—Claro, y no sé en qué estabas pensando, pero se te caía la baba —comenta Estela. Me río nerviosa y niego con la cabeza.
—Solo quieren hacerme pasar vergüenza —digo con una sonrisa y tomo un poco de jugo. Miro a mi cuñada—. ¿No es incómodo para Joaquín estar con su madre biológica?
—Más o menos, pero no creo que le dé importancia. Él vino al cumpleaños de su hermano y listo, no vino a entablar amistad con su madre —responde.
—¿Él tuvo una madre adoptiva? —cuestiono. Asiente con la cabeza.
—Ella falleció cuando él tenía quince años a causa de un derrame cerebral. Sufrió mucho, él la amaba demasiado, por eso se puso bastante rebelde y se fue por el lado malo. —Suspira y lo mira con una sonrisa melancólica—. Pero ya está súper bien, por suerte.
—Después es Oli la embobada —expresa Lorena con tono burlón.
Las tres reímos a la vez que el timbre suena y Kevin va a abrir. Vuelve escoltado por mis dos amigas y sus bebés y me levanto de inmediato para ir a saludar a mis pequeños sobrinitos.
—¡Já! Ni hola nos dice a nosotras —murmura Romina con tono indignado, pero en broma.
Agarro a Fede en brazos porque Cinthia quiere darle el regalo a mi novio, así que me pongo a jugar con el bebé, bailando con Can't feel my face de The Weeknd que suena de fondo. Él no para de reír y no puedo evitar comer a besos sus cachetes regordetes.
Agarro a Mica con mi otro brazo y me pongo a jugar con ambos. Amo tanto a estas preciosuras.
—Mirala, le quedaría bien tener mellizos —comenta la colorada. Kevin suelta una carcajada y me mira con expresión enamorada.
—A ella le quedaría bien cualquier bebé —replica en un murmullo. Agradece los regalos y desaparece para guardarlos.
Las chicas estiran sus brazos para volver a agarrar a sus hijos, pero me escapo.
—¡Los tengo yo! —exclamo—. No los veo hace mucho, necesitan a su tía Oli.
Se miran entre sí y suspiran resignadas antes de irse a sentar con las otras. Me dirijo a Joaquín que quedó solo al lado de la parrilla y abre los ojos con sorpresa al notar lo que llevo en brazos.
—¡Fui tío en dos segundos! —grita. No puedo evitar reír y se pone a jugar con los bebés, agarrando sus manitos y haciendo que choquen los cinco—. Quiero un sobrino, Oli, ponete las pilas.
—Ja, para vos es fácil porque no tenés que parirlo, querido —replico con ironía. Él carcajea y asiente con la cabeza.
—Tenés razón. Bueno, cuando vos quieras vas a tener uno, todavía hay tiempo. Hoy estaba leyendo la noticia de una mujer que tuvo un hijo a los setenta y seis años. —Abro los ojos, sorprendida.
—Nunca es tarde, dicen —comento entre risas. Él asiente dándome la razón y siento unos brazos rodeándome la cintura desde atrás.
—¿De qué hablan? —interroga Kevin tomando en brazos a Micaela, creo que es su favorita.
—De cosas que pasan en el mundo —responde su hermano guiñándome un ojo.
Mi novio hace una mueca de incredulidad, pero no le da importancia y sigue jugando con la bebé, haciéndole cosquillas en la panza. Ella no para de reír y contagia a todos. Hasta Fede ríe sin saber qué pasa.
Es una escena muy tierna, y puedo decir que estoy segura de que Kevin ya está preparado para ser un excelente padre. Me devuelve lo mirada con los ojos brillantes y sé que está pensando en lo mismo que yo. Definitivamente, quiero un hijo con este hombre.
Mi hermano y cuñado llegan justo a tiempo para almorzar, se integran bastante bien con los familiares de mi novio, puesto que ya se conocían desde antes. No paran de contar cosas divertidas respecto a su viaje a Catamarca y Kevin cuenta las partes divertidas de nuestro campamento, no queremos que nadie se entere de que estuvimos a punto de separarnos por un momento.
Después del asado, brindar y tomar un poco, nos ponemos a bailar. Lorenzo baila Sexy and I know it de LMFAO moviendo la pelvis con desenfreno, provocando la risa de varios y la vergüenza de otros. Es increíble, pero la verdad es que para la edad que tiene se mueve increíblemente bien. Guadalupe se ríe sonrojada, seguramente imaginando lo que el viejo puede hacer con esos movimientos de cadera... Aunque me imagino que ya lo comprobó por sí misma y está roja porque lo recuerda.
—¡Papá, por Dios! —exclama Kevin avergonzado.
—¿Qué, hijo? ¡Estoy bailando! ¡Deberías moverte como yo! Sos más joven y más duro que una tabla.
No puedo evitar soltar una carcajada porque tiene razón.
No sé en qué momento, pero se armó una batalla de baile entre los hombres que todas estamos fascinadas y no podemos dejar de sacar fotos o filmar los pasos tan ridículos que se inventan mientras reímos sin parar. Empiezan a mover las caderas con tanta velocidad que estallamos más fuerte.
—Se nota quién tiene sexo seguido y quién no —comenta Lorena señalando a Joaquín y luego a Lautaro. La velocidad de sus movimientos es tan amplia que noto cómo Estela se pone extremadamente roja, como nunca la vi.
Como mi novio está haciendo otro tipo de paso con sus piernas, al estilo de Michael Jackson con el paso hacia atrás, me libero de las burlas, pero me da la sensación de que él podría incluso ser más rápido que su hermano.
Me río fuerte cuando empiezan a hacer "el trencito" bailando Y. M. C. A. de Village people y tocan la cola de mi hermano y Pablo. Ellos también ríen sin parar, se nota que se están divirtiendo realmente.
Kevin estira la mano para sacarme a bailar y la acepto. Me mueve de acá para allá y yo no doy más de la risa, me duele la mandíbula, pero me siento tan feliz. Quizás tomamos un poquito de más, lo suficiente como para ponernos alegres.
—Oli, dame un beso —murmura en mi oído—. Por favor.
Tomo su rostro en mis manos y planto un beso suave en sus labios. No voy a negarle un beso el día de su cumpleaños ni mucho menos frente a los demás, pero me alejo disimuladamente cuando quiere profundizarlo.
Sacan miles de fotos, le cantamos el feliz cumpleaños con la torta que hice junto a Guadalupe y nos damos cuenta de que el día pasó rapidísimo cuando vemos que es de noche.
La mayoría ya se fue a su casa, como Cinthia y Romina porque sus bebés ya estaban cansados. Mis suegros decidieron dejarnos solos porque, según Lorenzo, "la fiesta es para los jóvenes". Yo creo que ya le dolían las piernas de tanto bailar.
Como en el último cumpleaños, estamos sentados en círculo mientras tomamos cerveza, solo que esta vez no estamos tan alcoholizados y no hay comentarios ofensivos, simplemente estamos contando anécdotas divertidas.
—Kevin, dijiste que ibas a presentarme a alguien —dice Lautaro de repente. Sus ojos grises expresan diversión, pero hace de cuenta que está enojado.
—Sí, pero no vino —contesta el cumpleañero evitando mi mirada. Frunzo el ceño.
—¿A quién le ibas a presentar? —le pregunto. Él suspira y me ve.
—A María.
Ruedo los ojos. Claro, ¿cómo no iba a invitar a su nueva amiga al cumpleaños?
—Seguro que Lautaro le gusta, y de paso me la saco de encima —agrega rápidamente.
Suspiro y asiento con lentitud. Comprendo que era una buena oportunidad para que se enganche con otro tipo, pero que raro que no vino teniendo en cuenta que quiere estar pegada a mi novio como una garrapata. Espero que la haya pisado un camión. Uf, qué mala soy, pienso riendo por dentro.
—Estoy seguro de que con brownies locos la conquisto —vuelve a decir el abogado mirándome con expresión pícara. Le tiro un pedazo de torta que le da justo en el pecho.
—¡Ya me parecía raro que no me lo hubieses dicho en todo el día! —exclamo riendo.
—Estaba esperando el momento perfecto —contesta, sacándome la lengua. Me voy a vengar y juro que le voy a dar esos brownies cuando menos lo espere.
—¿Ya tenés los calzones masturbadores? —interroga uno de los amigos de Kevin, cuyo nombre no recuerdo y eso que estaba en la fiesta del año pasado. La ronda se ríe y Lautaro se sonroja, pero sonríe con satisfacción.
—Por supuesto. Si funciona voy a recomendarlo.
—Espero que no te pases de cuarenta y dos pajas, dicen que ahí es la muerte —comenta Joaquín entre risas.
Cruzo una mirada de desagrado con las demás chicas. ¿Cómo pueden hablar de eso con tanta naturalidad? Como si fuesen solo hombres en la fiesta.
Terminamos la velada despidiendo a cada uno de los invitados y, al ver que ya son un poco más de las doce de la noche, Kevin propone que nos quedemos a dormir acá.
—Oli, ya es tarde, tengo sueño, tomé un poco de más y no voy a poder manejar hasta casa —dice intentando convencerme—. Esta noche dormimos en mi antigua habitación y mañana volvemos al departamento.
Termino aceptando. En parte tiene razón, ambos queremos llegar vivos a casa y creo que no es conveniente volver con él medio borracho. Sé que todavía está lúcido, pero mejor no arriesgarse.
—Vamos —murmura.
Toma mi mano y me conduce por las escaleras hasta llegar a la pequeña habitación. Me hace recordar a cuando hace unos días vine a hablar con él, solo que ahora se siente el ambiente un poco menos tenso.
La cama está tendida solo con una sábana y él enciende el ventilador de techo. Hace demasiado calor. Nos sacamos la ropa hasta quedar en ropa interior y nos acostamos.
—¿La pasaste bien? —pregunto apoyándome sobre su pecho.
—Más que bien, mi amor, la pasé genial. Hace años no me divertía tanto en un cumpleaños. Quiero que la fiesta de nuestro casamiento sea igual de divertida que esta.
—Lo va a ser—contesto esbozando una sonrisa que él no puede ver por la oscuridad—. Va a ser una fiesta donde todos van a estar demasiado alegres, y nosotros aún más.
—Estoy seguro de eso.
—Decime una cosa. ¿En qué momento invitaste a María y por qué? ¿Cuándo la viste? ¿Todavía le hablas después de lo que hizo? —interrogo conteniendo mi enojo, intentando sonar calmada. Él suspira.
—Me la crucé en el ascensor, hablamos bien y me pidió disculpas diciendo que no se iba a meter más con nosotros. Le dije que tengo un amigo soltero que puedo presentarle y aceptó, eso es todo —responde con tranquilidad, cada vez más bajo.
—Podrías habérmelo dicho. Si llegaba a venir la iba a agarrar de los pelos, ¿sabés?
—Sí, lo sé, Oli. Pero yo ya sabía que no iba a venir, me dijo que no quería tener más problemas con vos ni conmigo, creo que se asustó bastante con tu golpiza.
Me río por lo bajo y suspiro.
—Bueno, más le vale que sea así —digo.
No responde nada, pero por su respiración puedo decir que ya se durmió. Y yo también me dejo ir por el cansancio.
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