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8 de febrero, 2019

¡Que alguien me explique qué estoy haciendo en una sex-shop! No doy más de la vergüenza, pero Romina no deja de decir que tengo que intentar con aceites y ropa interior comestible. ¡Ayuda! Solo estoy con ella porque Cinthia tenía control con su bebé y la colorada pudo dejar a su hija con su padre, así que es una salida algo incómoda.

Yo solo tapo mi rostro y continúo caminando mientras veo a los maniquíes con baby dolls, tangas de una sola tira, corsé y ligas, pezoneras... Por Dios, estoy perdiendo el último rastro de inocencia que había en mí. Al girar mi cabeza noto a Romina observando con atención un consolador doble. ¡La que falta es que me proponga estar con otra mujer mientras Kevin nos mira! Moriría acá, sin dudas.

Lo deja en el estante y se acerca a mí nuevamente.

—¿Ya te decidiste? —interroga con expresión divertida. Niego con la cabeza.

—Estoy pensando en que es muy mala idea esto, mejor vámonos. —Comienzo a caminar hacia la salida y me detiene.

—¡Oli! Le vas a hacer un striptease, sé traviesa. Si te incomoda todo esto, solo comprá la ropa interior comestible y listo. —Esboza una sonrisa sincera y bufo—. Es su cumpleaños, acordate. Se va a morir cuando te vea con eso.

Termino comprando la ropa interior de chocolate y un baby doll rosa y negro que pienso usar la noche de bodas. Nada más.

Salimos de aquel lugar tan extraño, con temor de que la gente note que acabo de salir de ahí, pero por suerte ni atención prestan. Caminamos hacia una cafetería, pedimos un par de frappes con medialunas y nos sentamos a comer.

—¿Entonces Kevin decidió darle una oportunidad a su mamá? —me pregunta mi amiga. Asiento con la cabeza.

—Sí, ahora está con ella, lo invitó al restaurante del que es dueña. —Muerdo mi medialuna y me mira con atención—. A mí me pone contenta —continúo—, creo que le va a hacer bien.

—Pienso lo mismo. —Suspira—. ¿Cómo vas con el tema de embarazarte? ¿Dejaste la inyección o querés esperar un poco más?

—No me la di este mes —comento con la cara ardiendo—, pero él no lo sabe. Si me embarazo quiero que sea sorpresa. Además, estoy menstruando raro.

—¿Raro? —Arquea una de sus finas cejas coloradas.

—Claro, como que no mancho mucho. O sea, sangro, pero no con tanta intensidad. Quizás sea producto de no haberme dado la inyección. —Me encojo de hombros.

—¡Aaah! —grita—. ¡Ya me veo a un pequeño tuyo corriendo por todos lados! —Aplaude mientras me imagino la escena y me llena de ternura. Lo veo igual a su padre.

—¿Y si es pequeña? —pregunto.

—Va a ser una gran amiga de Mica —contesta asintiendo enérgicamente con una sonrisa de oreja a oreja. Le da un sorbo a su bebida—. Deberías ir al ginecólogo para que te recete ácido fólico y esas cosas que hay que tomar cuando pensás embarazarte.

—Ya saqué turno para la semana que viene. —Le guiño uno.

—¡Esa es mi amiga! Siempre un paso por delante. —Nos reímos—. El trece de marzo podemos hacerte la despedida de soltera.

—¿Me van a hacer despedida de soltera? —interrogo sorprendida. Hace un gesto afirmativo y me mira como si estuviera loca.

—¡Por supuesto que sí! —Me saca la lengua y suelto una carcajada—. Una mujer se suele casar solo una vez en la vida, motivo suficiente para la despedida de soltera.

—No llamen strippers, por favor.

—¡Ay, par favar! Imposible, nosotras solitas sabemos divertirnos. —Me guiña un ojo y de repente me pongo roja al recordar que agarró el consolador doble—. Pero una sorpresa sexy no estaría mal, eh. El último hombre que vas a tocar que no sea Kevin.

—Me muero. Mejor salgamos a bailar o algo así, nada de club de strippers ni shows lésbicos —pido con tono avergonzado. Se ríe y niega con la cabeza.

—¡Oli! Ya estamos grandes para ser lesbianas, ¿no te parece? Si no lo intentaste a los veinte, entonces a los treinta mucho menos. A no ser que quieras probar para estar segura de que lo tuyo son los tipos —murmura sonriendo con picardía. Abro los ojos de par en par.

—¿¡Estuviste con una mujer!? —cuestiono incrédula y con la boca abierta a causa de la sorpresa. Se encoge de hombros.

—Era una chica de la universidad, solo estaba probando y ese día estaba muy fumada. Solo voy a decir algo, no me gustó nada. Me di cuenta de que lo mío son los chorizos —replica esbozando una sonrisa torcida. Me atraganto con un pedazo de medialuna.

—¿Cómo no nos dijiste nada? —inquiero—. ¡Siempre nos contaste todo! Como tu primera vez, y la segunda, y la tercera, y la...

—¡Bueno, ya está! —me interrumpe entre risas—. Admito que lo de la chica lo pasé por alto por eso mismo, no me gustó.

Nos quedamos mirando por un instante hasta que ambas estallamos en carcajadas. Esta mujer es un caso realmente serio.

Ya en casa, aprovechando que Kevin no volvió, guardo las sorpresas y me pongo a pensar. ¿No se derretirá el chocolate de la ropa interior? Hago una mueca y finalmente decido dejarla en la heladera, tapando la caja con varias bolsas para que no se vea el contenido. Espero que a Kevin no le pique la curiosidad, cosa que dudo.

Me dirijo a la habitación y me tiro sobre la cama. Cuando despierto de la siesta que ni imaginé que iba a dormir, escucho la puerta abrirse. ¿Recién vuelve? Se nota que la pasó bien con Guadalupe.

Entra a la habitación y se acuesta a mi lado mientras lo observo con atención. Sus ojos están brillantes y una sonrisa decora su rostro.

—¿Cómo te fue? —cuestiono, arrastrándome hasta apoyar mi cabeza en su pecho. Suspira y acaricia mi cabello.

—Muy bien, aceituna, creo que juzgué muy mal a Guadalupe. Es una buena mujer y entiendo porqué no apareció en mi vida durante tanto tiempo —comenta con tono tranquilo. Decido no indagar en el tema, me lo dirá cuando esté listo—. Fuimos a su restaurante, aproveché y traje comida, así que no tenemos que cocinar esta noche. Podemos comer mientras miramos una de esas películas que te gustan a vos.

—¡Qué alegría! —exclamo con entusiasmo. Él se ríe y siento que acaricia mi cintura.

—Te sigo contando. Después del restaurante, salimos a comprar algunas cosas, me aconsejó con cosas del casamiento y me comentó que le caíste bien. —Sonrío y suspiro de alivio—. ¿Vos qué hiciste hoy?

—Salí a tomar un café con Romina —cuento. Mejor resumen que ese no hay.

—¿Qué cuenta la loca? ¿Cómo está Micaela? —cuestiona con interés.

—Bien. No la trajo porque su padre quiso llevarla a su trabajo, al parecer se porta excelente y la aman todos. Es una bebé hermosa y muy buena —contesto—. Cinthia no pudo venir con nosotras porque tenía que llevar al control a Fede, la pasé bien. Me dijo que me van a hacer una despedida de soltera.

—Uf. Mis familiares también quieren hacerme despedida de soltero, me da miedo porque no confío en ellos, me da la sensación de que más que divertirme voy a sufrir —comenta. Suelto una carcajada y asiento con la cabeza.

—Te entiendo, me pasa lo mismo. Igualmente, vos tenés muchos más amigos que yo. ¿Quién puede venir a mi fiesta? Cinthia, Romina, Laura y Estela. Somos pocas. —Me quedo un momento en silencio—. Quizás puedo invitar a la vecina también...

—Oli... —empieza con reproche.

—No voy a decir nada, Kevin, no digo nada.

—Entonces yo voy a invitar a Benjamín —dice—. Así lo vigilo de cerca para que no te bese en tu despedida... Aunque, ahora que lo pienso, no hace falta que esté lejos para que te bese. Si lo hizo en la puerta de casa o en la cabaña, lo puede hacer frente a mis narices. —Ruedo los ojos y aprieto los labios para no contestar—. Y vos tampoco te negarías con un par de copas encima.

—¡Basta ya, Kevin! —Me levanto con brusquedad, alejándome de sus brazos de la misma manera, y me tiro el pelo hacia atrás—. ¡Te pedí que me perdones mil veces! ¿Qué querías que hiciera? ¿Acaso yo te reprocho por haber dejado que la rubia te hiciera masajes en bolas, eh? ¡No! ¡Estoy cansada de que me trates de este modo! No sé qué hice, ni te engañé ni pensé en hacerlo porque ese tipo me da malditamente igual. —Resoplo y comienzo a caminar de un lado a otro. Él solo me observa con expresión culpable.

Abre la boca para responder, pero hago un gesto con la mano para que no hable.

—Te dije, te digo y te reitero que jamás te engañaría. —Suspiro y me acerco para tomar sus manos, él esquiva mi mirada—. Quiero ser tu mujer, solo tuya y de nadie más. Quiero que conmigo te sientas seguro, para mí sos el hombre más hermoso del mundo, el único con el que quiero estar. ¿La imagen que tenés de mí es de una infiel que sale detrás de cualquiera?

—No —contesta en un murmullo.

—Pareciera. Me hace sentir mal que desconfíes tanto de mí, Kevin. Quizás debería haber prevenido el momento del beso, quizás debería habértelo dicho en el momento, estoy arrepentida de no haber hecho eso —manifiesto con tono sincero—. Pero creo que te demuestro todos los días que te amo, y vos solo me corrés la cara cada vez que quiero besarte. Te estoy dando tiempo para que vuelvas a confiar a mí, pero no sé cuánto más pueda aguantar el rechazo.

—Desconfío de él, Oli. No va a parar hasta que vuelvas con él.

—No desconfíes más. Te amo, ¿cuántas veces más tengo que decírtelo para que me creas? Yo confío en vos, y eso que coqueteabas con la rubia y técnicamente le viste las tetas.

—Perdón —susurra—. No sé qué me pasa últimamente, juro que estaba bien, pero de repente... —Mis ojos se llenan de lágrimas—. Quizás sean los nervios por el casamiento.

—Bueno, ya está, pero prometeme que no vas a hacerme estas escenas de nuevo o realmente me voy a enojar —pido.

—Te lo prometo.

Lo abrazo y él me envuelve entre sus brazos con fuerza. De repente, toma mi barbilla y alza mi rostro. Mi corazón se acelera en cuanto me besa y noto que quiere más. ¡Ja! Ahora no se lo voy a dar, que se joda.

Le doy un leve empujón y niego con la cabeza.

—Me voy a bañar, amigo —anuncio con tono burlón.

Me mira embobado cuando me desnudo frente a él y entro al baño.

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