23
1 de febrero, 2019
Ya pasamos cuatro días de empezar la tortura que al final estoy disfrutando. Al ser viernes por la noche, los guías del campamento nos dejaron para que hagamos lo que queramos, así que ahora estamos alrededor de una fogata, un viejo llamado Eduardo toca la guitarra y cantamos mientras tomamos algunas cervezas que los líderes nos regalaron.
Kevin está a mi lado derecho, mientras en el izquierdo se encuentran Alan y su prima. Exactamente al frente están Benjamín y María, que cantan y ríen sin parar.
Me parece raro ver a mi ex de esa manera, siempre fue muy serio, incluso aburrido, bastante reservado, ¿qué le pasó? Nota que lo estoy mirando y me guiña un ojo. Rápidamente desvío mi vista a Kevin, que está hablando con un muchacho sobre juegos de Xbox y discutiendo sobre qué consola es mejor.
Alan está comiendo maní y le robo un puñado. Él me sonríe y me ofrece más, pero me niego. Termino de tomar mi cerveza y suspiro. Mi prometido rodea mis hombros con su brazo y me acerca a él.
De repente, justo en medio de la ronda, aparece un sapo. Una chica se levanta y lo agarra con las manos, yo arrugo la nariz porque es algo asqueroso, pero bueno.
—Ojalá se convierta en un príncipe —dice antes de darle un beso. Reprimo mis náuseas por el asco que me da esa escena.
—Olivia, ¿vos besaste a un sapo para tener a ese bombón? —me pregunta María. Ruedo los ojos y decido no responder.
Es obvio que me está provocando, pero no voy a arruinar nada. Falta poco para que nos vayamos y a la vuelta planeo decirle a Kevin que nos mudemos a una casa propia, sin vecinos pegados, sin paredes finas, sin pisos arriba. Solo una casa para nosotros y así alejarnos de esta vecina irritante.
—Yo besé a una rana y se convirtió en Oli, por eso es una princesa —replica Kevin. No puedo evitar sonreír cuando la rubia pone cara de disgusto. Que se joda, ella empezó.
Benjamín suspira y toma un trago de su bebida. Por lo menos él no volvió a dar señales de reconquista, se mantiene lejos y, aunque de vez en cuando dice algo o actúa como si intentara acercarse, no lo hace. Le agradezco mentalmente por haber dejado de ser pesado.
—Te amo —murmuro en el oído de mi novio. Sonríe y me da un beso en la frente.
—Yo más, mi aceituna.
Más entrada la noche, algunos van cayendo rendidos al sueño, así que de a poco se van despidiendo.
—¿Puedo ir a su casamiento? —cuestiona Alan.
Apenas quedamos siete. Kevin y yo, Alan y Julia, María y Benjamín, aunque él ya está durmiéndose, y Eduardo.
—No —responde mi novio con una sonrisa divertida—. Va a ser solo para gente que probó el incesto al menos una vez en su vida.
Me río y el chico se pone rojo como un tomate. Su prima lo agarra y le da un beso en los labios, a pesar de que fue un pico corto y casto, me dieron ganas de vomitar. Qué asco besar a un primo.
—Bueno, supongo que ahora sí estás invitado —le respondo a Alan, que sigue completamente atónito con lo que acaba de pasar.
—Alguien va a tener acción esta noche —murmura Eduardo.
—Ah, como ellos dos el otro día —comenta la rubia señalándonos. Me quedo paralizada—. ¿Pensaste que no íbamos a darnos cuenta? Gritaste más fuerte que la tormenta, nena.
—Ay, Dios —logro decir mirando a Kevin. Este se ríe y se encoge de hombros.
—¿Y qué tiene? Tampoco es para tanto, solo tuvimos sexo, lo normal entre parejas.
—Sí, pero no en un campamento —agrega Alan. Lo miro con cara de pocos amigos—. Retiro lo dicho, en un campamento sí se puede coger. —Suprimo una carcajada.
Escucho un ronquido proveniente de Benjamín. María le da un codazo y este se sobresalta.
—Ah, sí, eso mismo —dice. Me río al notar que dijo cualquier cosa para hacer de cuenta que estaba escuchando—. ¿Dónde consiguen los jefes agua caliente para el mate?
—Creo que hay una cabaña por allá. —Señalo detrás de él y gira la cabeza. Entrecierra los ojos.
—¿Me acompañas? —pregunta—. Me da miedo ir solo.
—Que te acompañe María —contesto rápidamente. La rubia se ríe irónicamente.
—Con este en el bosque, en medio de la oscuridad y bichos alrededor... Ni loca —comenta ella. Ruedo los ojos.
—Dale, Oli, quiero mate —murmura Benjamín. Miro a Kevin, quien está con una mueca de disgusto, pero me hace un gesto con la cabeza para que lo acompañe.
—Andá con el salamín —dice—. No pasa nada, te espero.
Nos quedamos en silencio por un instante y suspiro mientras me levanto. Mi ex también se pone de pie y entra a su carpa para luego sacar una linterna.
—Igual no es lejos —agrego, dándole un beso a Kevin.
Me alejo para adentrarme en la oscuridad con el otro. Me pone nerviosa estar a solas con él, pero si intenta hacer algo voy a gritarle, lo juro.
—Debe ser medio kilómetro —comento siguiendo un sendero de piedras.
Él hace un sonido afirmativo y alumbra el camino.
—Realmente lo amas, ¿no? —cuestiona. Lo miro de reojo.
—Sí —respondo con firmeza.
—¿Alguna vez me amaste así? —interroga con tristeza. Suspiro y no respondo.
Sinceramente, jamás amé a nadie como amo a Kevin. A Benjamín lo quise mucho, pero no se acerca a lo que siento por mi futuro marido. Sonrío para mí misma, qué lindo que suena futuro marido.
Seguimos caminando en silencio, pero de repente comienza a cantar y me detengo en seco. Él, que va adelante, se gira para mirarme con las cejas arqueadas.
—¿Desde cuándo cantas tan bien? —pregunto atónita. Es el que cantaba en el micro.
—Desde siempre. —Se ríe y se encoge de hombros—. ¿Nunca te canté?
—No. —Frunzo el ceño, nunca supe que cantaba, en los tres años que estuvimos juntos, jamás me dijo nada.
—Tengo una banda, pero eso es hace poco.
—¿Qué te pasó? —cuestiono. Me mira sin entender—. Cuando estabas conmigo eras serio, aburrido, sin ofender, siempre ocupado... Y ahora estás en una banda, en un campamento con gente random y... diferente.
—Crecí, supongo. —Resopla y continúa caminando—. Vos también eras otra, no sonreías tanto, no te veías fresca como ahora... Tampoco disfrutabas el sexo conmigo.
Trago saliva y me sonrojo. Él sigue cantando para llenar el silencio, pero no lo interrumpo, tiene una voz preciosa. Es una canción que no conozco, así que debe ser una de su banda.
—¿Hacés presentaciones en vivo? —cuestiono.
—Sí, en bares pequeños por el momento.
Apaga la linterna en cuanto divisa una luz a lo lejos, creo que es la de la cabaña. Nos acercamos lentamente y toma mi mano cuando escuchamos un ruido raro. Me hace un gesto para que guarde silencio y asiento con la cabeza.
Al no volver a escuchar más nada, continuamos hasta el lugar. Abrimos lentamente la puerta y encontramos una pequeña cocina. Benjamín festeja e inmediatamente pone a calentar el agua para el mate. Recién me doy cuenta de que trajo una mochila con el termo, así que me tranquiliza.
Miro a mi alrededor, no hay absolutamente nada más además de una heladera, la cocina y una canilla. Por suerte no hay nada en lo que Benjamín pueda apoyarme en caso de que quiera hacer algo.
—¿Por qué me miras con miedo? —interroga entre divertido y preocupado. Arqueo las cejas.
—No te miro con miedo —contesto con normalidad.
—No voy a hacerte nada, Oli. —Se acerca a mí y me aparta un mechón de los ojos—. Al menos, nada que no quieras.
Desvío mi vista de sus ojos a sus labios y trago saliva. ¿Desde cuándo es tan provocador? Esboza una sonrisa torcida y me arrincona más contra la pared. Saco fuerza para empujarlo, pero no lo logro.
—No quiero hacer nada —digo finalmente y con tono decidido—. No lo necesito, tengo a Kevin.
Toma mi barbilla y alza mi rostro para que lo mire. Está más cerca de lo que pensé y no puedo evitar sonrojarme, me hace recordar el porqué me había enamorado de él. Y es que sus facciones masculinas son tan atrayentes que me encantan. Sacudo la cabeza para olvidarme de esos pensamientos, Kevin es aún más masculino.
Con delicadeza, le doy un pequeño empujón, pero apenas se mueve. Por el contrario, aprieta más su cuerpo al mío y siento su excitación a través de la tela.
—Benjamín... —susurro—. No hagas esto.
—Yo también quiero escucharte gemir mi nombre, Oli —murmura, pasando sus labios por mi cuello y depositando pequeños besos en la zona—. Al menos por última vez, antes de que te cases.
—No puedo, estoy enamorada de Kevin, no voy a engañarlo. Y vos tuviste tu oportunidad y la perdiste, ahora no quieras seducirme porque no va a pasar nada —comento con firmeza, logrando zafarme de su agarre.
—¿Cuándo te casas?
—No te importa.
Bufa y va a apagar el fuego de la cocina, ya que el agua ya está lista. Pasa el agua al termo y me avisa que ya está listo antes de volver a salir.
La tensión entre nosotros se puede cortar con un cuchillo. Es tanta que no puedo evitar sentirme incómoda durante todo el recorrido de vuelta, y su canto tampoco ayuda mucho. Canta una canción que cuenta la historia de un hombre arrepentido por dejar a su mujer y siento que está dedicada a mí.
—¿Cómo conociste a María? —le pregunto de repente. Se aclara la voz.
—Fue cuando tuvimos una discusión y fui a bailar con Pepe —responde. Pepe es su mejor amigo y recuerdo muy bien ese día, fue una de las últimas antes de separarnos—. Ella me miró desde la barra y me acerqué.
—Entonces me engañaste —digo con tono de confirmación. Chasquea la lengua.
—Te dije que no. No estuve con ella hasta que te dejé.
Sé que es cierto. Él no sabe mentir y me daría cuenta si no dice la verdad. Seguimos en silencio hasta el campamento.
Al llegar, no hay absolutamente nadie alrededor de la fogata. Escucho gemidos desde el interior de mi carpa y mi corazón da un vuelco. Benjamín intenta agarrarme al notar mis intenciones, pero lo esquivo. Abro el cierre, veo que María está sobre Kevin y la saco de los pelos mientras chilla como una loca.
Kevin se sobresalta y me agarra de los brazos para que la suelte, pero sigo arrastrando a María. Todos los compañeros salen de sus carpas para ver el espectáculo, pero solo Benjamín y mi novio intentan separarnos.
¿Qué es lo que más me molesta? Ver que la rubia solo está en ropa interior y Kevin en calzoncillos. Un nudo se apodera de mi garganta y suelto a la chica para solamente llorar. Entro a mi carpa sin decir palabra y mi pareja lo hace detrás de mí.
—Oli, no es lo que pensás, te lo juro —murmura con desesperación. Suelto un sollozo y me muevo cuando intenta tocarme. Resopla—. Estaba haciéndome masajes porque le comenté que me dolía la espalda y...
—No me hables —susurro—. Kevin, no me hables.
—Fue solo un masaje, aceituna.
—Me da igual. Tu erección no decía lo mismo.
Dicho esto, salgo de la carpa y me siento al lado de Benjamín, que está tomando mate solo.
Al menos por ahora, empiezo a sospechar que Kevin no es el amor de mi vida.
Oli-2, Rubia-1
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top