17
Kevin me alcanza en la puerta principal y me encierra contra la pared. Forcejeo para que me deje ir, pero es mucho más fuerte que yo.
—¡Olivia, no hagas ninguna locura! —cuchichea—. Por Dios, mi amor, no sos así.
—¡Solo voy a hablar con él! —exclamo. Él rueda los ojos—. Sos abogado, podés defenderme en caso de que pase algo. Y si no llamo a Lautaro.
—No, no, no. Ninguno te va a ayudar, ¡estás loca si pensás matar a tu padre!
—Pero, amor, por favor... No le puede haber hecho esto a Julián, a su propio hijo. Es un desgraciado, no puedo dejar que le arruine la vida a mi hermano. —Sollozo y él me abraza. Acaricia mi pelo.
—Pensá en qué vas a hacer si lo matás, Oli. No solo arruinás tu propia vida, sino también la mía. —Levanta mi barbilla para que lo mire a los ojos—. Ahora somos dos, no estás vos sola. Yo sé que aunque te metan presa voy a seguir con vos apoyándote, entiendo tus ganas de matar un hijo de puta porque me gusta la justicia también, pero no es la manera.
—¿Y qué puedo hacer entonces? —cuestiono con voz temblorosa, recapacitando.
—Acompañar a tu hermano. Le sacaron fotos junto a la denuncia, quiere ir a juicio. Lo vamos a hacer mierda a tu viejo, pero no vas a matarlo —replica con seriedad. Bufo.
—Yo solo quería...
—Sí, solo querías hablar, pero te guardaste un cuchillo —me interrumpe.
—Por si tenía que defenderme. —Me encojo de hombros y se ríe mientras me da un beso en la frente.
—Aceituna, sos muy inocente, pero hacés estas cosas y me das miedo. —Se queda en silencio por un momento y hace un gesto pensativo—. Y a la vez me excita.
Suelto una carcajada y le doy un golpe juguetón en el hombro.
—Vos siempre pensando en sexo. ¿Qué pasará si no lo hacemos hasta nuestro aniversario? —interrogo traviesa. Abre los ojos con sorpresa.
—Primero, me muero. Segundo, cuando te toque te parto al medio y tercero, es imposible porque no aguantarías.
—Mmm, ¿vos decís? —Arqueo una ceja. Resopla.
—Por Dios, Oli, no me hagas esto. —Me río y tomo su mano para volver a subir—. De todos modos, con tu hermano en casa no vamos a poder hacerlo mucho. Buu, arruinó nuestras vacaciones.
No respondo nada mientras subo por las escaleras. Entramos nuevamente a casa y Julián está hablando por teléfono, creo que con Pablo. Me dirijo a la cocina para dejarlo hablar a solas y Kevin me sigue.
—¿En serio querés que no hagamos nada hasta febrero? —interroga preocupado. Me río y empiezo a preparar los ingredientes para hacer masitas de coco, que sé que a mi hermano le encantan.
—¿Te animás? Tomalo como un desafío —contesto mirándolo de reojo.
—Me voy a morir. —Chasquea la lengua y niega con la cabeza—. Una vez por semana es mi única oferta.
—Trato. —Le saco la lengua y esbozo una sonrisa pícara—. Creo que siempre lo hicimos más de una vez por semana, ¿no?
—Sí, ventajas de ser vecinos. Excepto cuando estás en tus días, ahí sí que esperamos una semana. Si esperar por eso me vuelve loco, imaginate si tengo que esperar para hacerlo con vos sabiendo que estás normal —replica apoyándose en la mesada y mirando mis movimientos.
—¿Normal? —cuestiono con tono divertido. Suelto una carcajada—. Tampoco es para tanto, tenemos muchas cosas para hacer además de tener sexo. Si vamos a convivir, tenemos que hacer otras cosas.
—¿Como por ejemplo...? —interroga acercándose a mí por detrás y me da un beso en el cuello. Me río con nerviosismo.
—Podríamos amasar al estilo Ghost con las cerámicas, por ejemplo. Sería algo divertido.
—Mmm, divertido... —murmura en mi oído, haciéndome estremecer. Pone sus manos sobre las mías y me ayuda con la masa—. ¿Algo así? —Se apoya más contra mi cuerpo y no puedo evitar suspirar.
—Claro —replico manteniéndome firme, incluso cuando sigue besándome la piel descubierta de mis hombros, nuca y cuello.
—Oh, Dios, creo que voy a vomitar —manifiesta Julián entrando a la cocina y viendo la situación en la que estamos. Kevin se aleja y lava sus manos—. ¿Cuánto me puedo quedar? No quiero molestarlos...
—No molestas, Juli, podés quedarte el tiempo que desees —replico. Me mira con expresión avergonzada—. Tranquilo, no hay problema.
—Muchísimas gracias, en serio. —Se sienta y hace una mueca de dolor—. Estuve hablando con Pablo, le conté todo. Ahora está trabajando, pero va a venir en cuanto salga. Si es que...
—Está bien —lo interrumpe mi acompañante—. Julián, sos mi cuñado y me caes bien. No te preocupes por molestar ni tengas vergüenza, a partir de ahora te tenés que cuidar porque tu papá...
—Papá conoce a Pablo —digo poniéndome seria—. ¿Si lo ataca a él también? —Mi hermano se pone pálido y Kevin niega con la cabeza.
—No creo, Oli, no va a ser tan idiota de ir a buscarlo. Ya tiene hecha la denuncia, seguro ya fue notificado, teniendo en cuenta que Gabriel actuó bastante rápido gracias a que está en deuda con nosotros. No va a jugar con fuego, al menos por ahora —contesta.
—Más le vale —digo apretando los dientes. Miro a Julián—. ¿No querés ir al doctor para que te receten algo para el dolor? —interrogo y niega con la cabeza—. Bueno, pero si necesitas no dudes en pedir, por favor.
Suspiro y continúo haciendo las masitas. Kevin sigue hablando con su cuñado y yo solo pienso en olvidar la idea de matar a mi padre. Ese hombre no debería existir más, engañó a mamá, tuvo un hijo con otra mujer y para colmo ni lo quiere. Ese tipo nunca quiso a nadie, ¿por qué deberíamos tener piedad con él?
Pongo la masa en una tartera, hago la mezcla del coco y el dulce de leche y lo meto al horno. Miro a la nada cruzada de brazos, esperando a que esté lista a pesar de que tarda veinte minutos. Creo que todavía tengo síntomas de resaca, porque siento todo lejano, como si ellos estuvieran hablando en otra sala. Tengo algo de náuseas y el lugar empieza a ponerse oscuro lentamente.
Cuando puedo mirar bien, veo el techo de mi habitación. Frunzo el ceño y me remuevo en la cama. Kevin me observa con preocupación y me extiende un paquete de papas fritas.
—Te bajó la presión —comenta—. Te desmayaste.
—No puede ser —murmuro comiendo una papita—. Nunca me pasó esto.
—Amor, ¿no hay chances de que estés...? Bueno, esperando un bebé —susurra sonrojándose. Frunzo el ceño.
—No. Me di la inyección y menstrué hace dos semanas, es imposible tener síntomas tan rápido —replico con firmeza. Hace una mueca entre incrédulo y triste y suspiro. Lo acaricio y cierra los ojos ante el tacto—. Solo esperá un poco más, mi amor.
Asiente con la cabeza y vuelve a alejarse. Me obliga a dormir un poco y cierra la puerta de la pieza. Intento descansar, pero a la media hora me despierta un martillazo en la pared, proveniente de la vecina. Resoplo y doy media vuelta para levantarme, pero escucho la voz de Kevin desde el otro lado.
—¿Ahí está bien o un poco más arriba? —interroga. Siempre odié las paredes finas, pero en este momento lo agradezco. Se escucha otro martillazo—. ¿Y para qué sería? ¿Vas a tener un bebé?
—¡Ojalá! —exclama María. Ruedo los ojos—. Muero por tener un bebé. —Sí, claro—. ¿Y vos?
—Yo también quiero un bebé —responde él—. Pero es complicado.
—¿Tu mujer no quiere? —interroga ella y noto el tono burlón que empleó. No escucho si le responde—. Bueno, supongo que vas a encontrar a alguna mujer que sí quiera hijos y sobre todo con vos. Benjamín me dijo que ella quería tener uno con él.
Frunzo el ceño. Yo no recuerdo haberle dicho eso a Benjamín nunca, jamás se me pasó por la cabeza tener un hijo con ese hombre. Cada vez estoy más segura de que esta mujer nos quiere separar. Ya me imagino los celos que Kevin debe estar sintiendo en este momento por una mentira.
—Yo respeto sus tiempos —dice finalmente—. Quizás lo que ellos tenían era algo acelerado, nosotros queremos ir lento, paso por paso.
—¿En serio? A mí me encantaría un bebé, y a vos también... Podríamos tener uno juntos...
—Mari, yo...
—Digo, no hace falta que estemos juntos, simplemente sería una especie de alquiler de vientre. —Todo queda en silencio y se me cierra la garganta—. Podríamos empezar ahora, sé que querés...
—Por supuesto que quiero, me atraes mucho más que Olivia...
¿Qué? No, no puede ser... Mis ojos se llenan de lágrimas y me levanto de golpe, salgo corriendo y en el pasillo entre el living y la pieza me choco contra un cuerpo. Al mirarlo, es Kevin. Arquea las cejas al ver que estoy llorando y hace una expresión preocupada.
—¿Qué pasa, amor? —interroga secándome las lágrimas.
—Vos... Te escuché con la vecina, ibas a darle un hijo y le dijiste que te atraía más que yo. —Sollozo y esboza una mueca de confusión.
—Yo no salí para nada, habrás soñado... Estuve todo el tiempo con tu hermano. —Lo miro a los ojos—. Solo lo soñaste, aceituna, jamás le daría un hijo a otra. Estás loca.
—¿En serio lo soñé? —cuestiono dudando. Hace un gesto afirmativo y lo abrazo, gesto que él me devuelve con fuerza—. Gracias a Dios, te juro que casi me muero. —Le doy besos por todo el rostro y se ríe—. Te amo.
—Yo también te amo, mi aceituna dulce, pero dejá de soñar esas tonterías. Si no me creés, podés preguntarle a tu hermano y vas a ver que no salí ni por un segundo.
—Fue tan real... —murmuro. Acaricia mi cabello con delicadeza—. Yo sí quiero formar una familia con vos, jamás se lo pedí a Benjamín.
—Bueno, ya, amor. Fue solo un sueño, ya sé que querés tener un hijo conmigo, pero más adelante. ¿Está bien? No te preocupes —comenta con tono cansado.
Toma mi mano y nos dirigimos a la sala, donde Julián está mensajeando tirado en el sillón. A pesar de que sigue bastante golpeado, sus ojos ya están bastante deshinchados y su mejilla más desinflamada, por suerte.
—Está por venir Pablo —anuncia. Hacemos una señal afirmativa y nos dirigimos a la cocina para tomar algo.
Me duele muchísimo la cintura, pero no digo nada, mejor no seguir dándole señales falsas a Kevin porque es capaz de ilusionarse con cualquier cosa.
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