XVI
Te agarré nerviosamente por las manos y le arrastré entre la multitud para no ser vistos por él. No podía dejar que utilizase aquella cosa del demonio contra nosotros.
Casi sin pensarlo nos metimos en el coche de una de tus amigas y le pedimos a la madre que saliera rápido del lugar. Aquella mujer nos salvó, pero solo durante aquel día.
¿Acaso las armas
son más fuertes
que la dulzura
de una flor?
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