Capítulo 9

Vero llegó a su casa contenta, sintiendo por un momento que tenía todas las soluciones a los problemas de su vida. Sin embargo, cuando pensó en lo que debía hacer ahora, quedó en blanco.

Si su suposición era correcta y el problema había sido su falta de buena intención, lo más lógico era que para arreglar todo solo necesitase ser pura con su propósito, pero ¿cómo hacía eso? Podría decirlo, hacerlo, fingirlo, pero ya le había quedado claro que sus flores sabrían la verdadera intención de su corazón.

¿Y cómo cambiar la intención del corazón si uno no puede mandar en ese campo?

Vero se sentó en su sillón y desde allí observó las estanterías frente a la ventana, donde descansaban muchas plantitas que había ido coleccionando con el tiempo. La mitad de ellas estaban ya marchitas pero no las había botado porque dado que no estaban cortadas sino plantadas, Vero aún tenía la esperanza de que revivieran en cualquier momento.

—Ustedes saben lo que siento realmente —comentó en voz alta—. No puedo engañarlas. ¿Cómo cambio mis intenciones? Es frustrante querer hacer algo y no poder. Yo sé que debo arreglar las cosas, sé que debo desear con el corazón que Henry esté bien con Montse y estoy dispuesta a hacer lo que sea para que eso pase, pero... ¿cómo hago para poder sentirme bien con eso? No controlo lo que siento, no puedo...

Vero se mordió el labio inferior con tanta fuerza que al soltarlo le ardió por un buen rato. Se sentía en una encrucijada ridícula, en un laberinto demasiado confuso y resultaba demente pensar que solo una semana atrás todo estaba bien. Le sorprendió darse cuenta de lo rápido que la vida puede cambiar y de la velocidad con que todo se puede joder.

El entusiasmo que había conseguido por la revelación que Noah le ayudó a tener se fue desvaneciendo hasta desaparecer totalmente. Antes no sabía el problema y por ende, desconocía su solución. Ahora conocía el problema, sabía la solución pero no tenía idea de cómo llevarla a cabo.

¿Por qué tanta insistencia de las flores? Ya Vero estaba dispuesta a dejar ir a Henry, ¿es que era tan complicado tomar eso y avanzar? Para las personas era suficiente tomar la vida como viniera y seguir adelante, ¿por qué en este caso no se podía?

Porque las flores son flores, no personas, ironizó en su mente.

La cabeza de Vero era una enredadera llena de espinas pero tras un par de horas de asfixiarse con teorías, ideas y posibles argumentos de sus flores para castigarla, tuvo un momento de lucidez en que dijo algo inteligente en voz alta:

—Si esto es sobre Henry y sobre mi obligación de dejarlo ir con el corazón, tengo dos opciones: o me enamoro de otra persona ya mismo o me convenzo con cada fibra de mi ser de que Henry no es para mí.

Vero no se había movido de su cómodo sillón y ya casi era medianoche; había encendido solo su lamparita de lectura pero con esa luz bastó para que viera de reojo que una de las florecitas de sus macetas se irguió un poco de su estado casi marchito. Se le aceleró el corazón al sentir que eso era una aprobación de parte de sus flores.

—¡Es eso! Si puedo decirme a mí misma "Henry no es para mí" y de verdad sentirlo, me perdonarán, ¿verdad?

Otra florecita se irguió y avivó la llama de esperanza de Vero.

—Y si Henry no es para mí, se debe a que es para Montse —continuó—, porque están enamorados pese a los problemas. Yo quise sabotear eso. No me castigan porque di flores equivocadas sino por la intención detrás de eso, ¿cierto?

Un agradable cosquilleo entró en el pecho de Vero, una sensación que llevaba días sin sentir y que la hizo sentir completa de nuevo. Duró poco, solo un par de segundos pero era el empuje que necesitaba. Iba a recuperar a sus flores.

🌸

Cuando la mañana llegó, Vero tuvo todo el tiempo del mundo para planear sus pasos a seguir; por desgracia no se le ocurría gran cosa.

¿Cómo iba a convencerse a sí misma de que Henry no era para ella? Las únicas dos veces que habían estado juntos por un lapso de tiempo considerable solo había hallado cosas positivas en su personalidad, cosas que le gustaban. Si buscaba a Henry, sin importar la certeza de lo que debía hacer, en realidad sentiría más apego por él y eso no servía de nada.

Luego de desayunar solo tuvo claro el paso inmediato a seguir: ir a comer gotitas de maracuyá.

Cuando llegó a la pastelería recordó de repente cómo había terminado su velada anterior, dejando a Noah con la palabra en la boca y un girasol muerto sobre su mesa; esperaba que Noah no se hubiera molestado con ella o la hubiera considerado demasiado desequilibrada como para volver a hablarle como un buen amigo.

No lo vio de inmediato al entrar así que compró sus galletas y se sentó en la misma esquina —que se había vuelto su lugar favorito— a comerlas acompañadas de un chocolate caliente. Se sentía glotona por haber desayunado recién y estar comiendo más pero también se sentía ansiosa y confundida; podía darse ciertos gustos.

—No le dejas gotas de maracuyá al resto de clientes —murmuró Noah a su espalda luego de un rato.

Vero giró de inmediato y al ver en su rostro una sonrisa amable, descartó lo del enojo y ondeó su mano a él.

—¡Hola, Noah! Ay, perdona por irme anoche así, te juro que no soy tan descortés usualmente.

Noah rió y esta vez tomó asiento frente a ella sin preguntar y sin que Vero lo ofreciera.

—No juzgo... bueno, sí lo hago pero no te lo diría en la cara.

—¡Qué gentileza! —exclamó Vero, luego recordó que le había contado a Noah sobre su conexión con las flores y por algún motivo se avergonzó—. Pero dime una sola cosa en la cara: ¿anoche pensaste que estaba loca?

—Algo me dice que cuando una mujer pregunta eso no puede haber respuesta correcta. ¿Estoy en problemas? —añadió, fingiendo temor.

—No. ¿Yo estoy en problemas?

—¿Qué tipo de problemas? —tanteó Noah.

—Problemas del tipo "dejaré de hablarte por siempre porque sí que estás cucú". —Vero hizo un círculo con su índice junto a su oreja.

—Estoy hablando contigo, ¿no?

—Pues sí, pero puede ser solo cortesía. O algo así como una prueba para corroborarte a ti mismo si estoy loca o no. Usualmente hasta este nivel llegan mis amistades.

—¿Nivel?

—Sí. Nivel uno: conocer a las personas y caernos bien mutuamente. Nivel dos: soltar en algún momento que tengo conexión con las flores. Nivel tres: el momento posterior a mi confesión, donde se dan cuenta de que no bromeo, que es en serio, que es real y que por ende, me debe faltar algún tornillo. Ahí vamos nosotros.

Noah arrugó la frente con seriedad. Puede que Vero hubiera usado un tono algo jocoso para explicar su dinámica de los amigos, pero ya ella estaba descubriendo que Noah se tomaba muchas cosas casuales como seriedades profundas. No sabía si su carácter era así de analítico o si simplemente no le gustaba tomar las cosas a modo de chiste.

—¿Cuál es el nivel cuatro?

Vero se encogió de hombros.

—Bueno, el nivel cuatro se divide en dos caminos dependiendo de cómo vayan las cosas. Por un camino la amistad simplemente termina y me convierto en el "imagínate que una vez una chica me dijo que hablaba con flores" de las personas, una anécdota divertida, pero no me vuelven a hablar, al menos no como grandes amigos, solo como conocidos incómodos.

—¿Te pasa realmente eso?

—Más seguido de lo que pensarías. Ya no me afecto por eso, de todos modos. Cuando era más joven me dolía, ahora cuando pasa solo pienso "pues ellos se lo pierden, mis flores y yo somos lo máximo", luego voy a mi florería, me siento en mi hogar y todo está bien.

—Bastante maduro —admitió Noah—. ¿Y cuál es el otro camino del nivel cuatro?

—El "somos amigos de verdad". Zoe está en ese nivel. Mi vecino adolescente también porque más que considerarme loca, me considera una diosa o algo así. Y un par de personas más, pero pocas.

Noah asintió de nuevo, pensativo. Vero se había ya acostumbrado a verlo con su delantal puesto, sus manos algo blancas por harina y su sonrisa diligente que ofrecía un mundo de amabilidad, lo veía siempre con una chispa casi adolescente, brillante, pero tenerlo en momentos así con tanta seriedad le daba la impresión de que Noah era mucho mayor que un adolescente. No era viejo, por supuesto, pero su rostro inexpresivo le mostraba a cualquiera que ya era un adulto hecho y derecho, quizás en sus treinta y pocos años y con mucha vida recorrida; de repente Vero se sintió demasiado alocada e infantil para sus casi veintiséis años de vida. ¿Cómo se vería desde los ojos de Noah?

El silencio del pastelero empezó a ser denso para el cuerpo de Vero; odiaba el silencio cuando hablaba de ella misma, sentía que toda palabra no dicha era una forma de buscar cómo rechazarla con tacto y gentileza.

—Di algo —le exigió Vero luego de un largo rato—. Incluso si es malo. Ya te dije, he pasado por esto muchas veces y ya no me afecta. Si quieres puedo ser tu anécdota divertida, en serio, no hay lío.

Y al menos era sincera al decir que había pasado muchas veces por ello: las miradas incómodas, las de compasión, las de burla. Hablar con las personas que quería que fueran sus amigos era una sucesión de "creo que les puedo contar de mi conexión", luego "creo que me equivoqué al contarles" y finalmente "sí, en definitiva tuve que haberme quedado callada". Vero sabía que su vida sería más fácil si se guardaba sus secretos para sí misma pero una vez le tomaba aprecio a las personas, se sentía falsa si no les contaba sobre su conexión con la naturaleza, así que se arriesgaba como mejor podía.

—Diré esto solo una vez en tu cara porque lo mereces, has sido muy sincera: sí creo que estás algo loca. —Vero sonrió por el tono burlesco que usó—. Pero no puedes estar más loca que aquellas personas que te convirtieron en una mera anécdota. Es decir, es como hallar un unicornio y decir "naahh, eres muy raro con tu cuernito" y seguir con tu vida como si no lo hubieras visto y luego contar por ahí "una vez vi un unicornio y su cuernito era super raro".

—¿Me estás llamando unicornio?

—Sí, en esencia.

—¿Gracias?

—De nada —dijo con firmeza—. Bien, dicho eso, ¿ya solucionaste... —Noah bajó aún más la voz, en confidencia— lo del odio insano de tus flores?

Vero suspiró aliviada. Se había acostumbrado a las miradas incómodas pero no tanto a la aceptación con brazos abiertos, así que aunque fuera pocas veces cuando pasaba, era igual de refrescante y bonito cada vez.

—Sí, pero no. A riesgo de que pienses peor, peor de mí, te voy a contar todo el problema con lujo de detalles.

La noche anterior le había dado un buen resumen pero fue apresurado y extraño, así que ahora habló con calma y con la mayor cantidad de detalles insignificantes; narró todo: Henry entrando a comprar flores, ella enamorándose, él llevando flores equivocadas, ella viendo a sus flores morir, él siendo atacado por las flores en manos de Montse, ella prometiendo flores nuevas, él llevándola a almorzar, ella mandando flores correctas, él diciéndole que funcionaron, ella pensando que todo estaba bien para luego descubrir que no y finalmente, ella contándole a Noah su secreto y luego teniendo una revelación a medias.

Noah escuchó con paciencia y si su mente estaba tan concentrada como su gesto hacía lucir, en definitiva estaría armando el rompecabezas de la locura en su imaginación.

—Tengo tanto que decir al respecto y a la vez nada que ayude —confesó finalmente, luego de una pausa—. No sé si lo quieres oír.

—¿Me juzgas?

—Así es —admitió—, pero suelo decir las cosas con tacto, por si te interesa.

Vero rió y entonces escucharon el timbre del cronómetro de Noah en su bolsillo, lo que usualmente daba fin a sus conversaciones. Sin embargo, esta vez Noah no se levantó de inmediato, sino que la miró con seriedad:

—Es en serio, ¿te interesa escuchar mi opinión que posiblemente es inútil?

—No pierdo nada y tengo tiempo. —Se encogió de hombros—. Así que sí.

—Vale, ven conmigo.

Noah se levantó y, sin preguntar, Vero fue tras él hasta atravesar la puerta del fondo que los llevaba, luego de un pasillo, a la cocina donde ocurría la magia. Era más grande de lo que Vero esperaba, incluso daba la impresión de ser más grande que el mismo local. Había hornos en dos paredes, dos neveras grandísimas, mesas espaciosas para amasar, estantes llenos de todo tipo de moldes y utensilios. olía delicioso y había una cálida temperatura ambiental... era grandioso y Vero se quedó en el marco de la entrada.

—Wow —musitó.

—Lindo, ¿cierto? Este es mi hogar. —Volteó a mirarla—. Ahora, puedes entrar pero no toques nada. Tengo mucho que hacer pero puedo hablar mientras tanto. No toques nada —repitió.

Ni se atrevería, eso Vero lo tenía claro.

Noah le señaló una sillita en una esquina y con obediencia Vero fue a sentarse allí, cuidando de no quedar cerca de nada que pudiese tocar y dañar o comprometer.

—De acuerdo, empieza con tu juicio destructivo —dijo Vero.

Noah primero se apresuró a sacar la bandeja por la que su cronómetro había sonado del horno. Vero vio que eran cupcakes color vainilla y tuvo que reprimirse para no pedirle uno.

—Empezando por lo más obvio... ¿amor a primera vista? ¿es en serio?

Usó un tono entre lo despectivo, lo incrédulo y lo burlón.

—¡Así lo sentí! —se defendió—. Oye, no puedes juzgar lo que no has vivido.

—Es que... vamos, Vero, ¿amor a primera vista? No sé, me suena demasiado a película.

—¿Te has enamorado alguna vez acaso? —dijo, a la defensiva.

—Es evidente que tú no —contraatacó Noah, buscando la manga pastelera llena de glaseado azul.

—¿Qué? Tú que sabes.

—Porque yo sí me he enamorado y por eso tengo la certeza de que no funciona a primera vista. Al conocer a alguien te puede gustar, claro que sí, te atrae, te cautiva, pero ¿amor? Claro que no.

—Ajá, según tú ¿qué es el amor?

—Imagina esto: ha entrado un hombre a tu tienda, no pienses en Henry, cualquier otro. Te ha cautivado, es físicamente lo que siempre has buscado en un hombre. ¿Puedes enamorarte de eso? ¿Crees que el amor es ver bonita a una persona? ¿verla deseable, guapa? Es bastante superficial de tu parte.

—Es que no es así como funciona.

—¿Entonces cómo? —Noah le dio un vistazo mientras trazaba círculos decorativos en los cupcakes—. Y no es sarcasmo, es en serio, dime cómo funciona lo de enamorarse a simple primera vista.

Vero titubeó intentando hallar una respuesta buena y verdadera.

—Lo sientes en el pecho. Visualizas un futuro con esa persona en medio segundo. No es deseo, es...

—¿Amor? —ironizó.

Vero blanqueó los ojos.

—Sí.

—Bien, ahora imagina que tu hombre ideal resulta ser un patán. O no, no seamos negativos; es muy decente pero es diferente a ti. Tú prefieres pizza, él prefiere ensalada. Tú prefieres ver series de misterio y él prefiere el cine clásico. Tú prefieres el rock y él prefiere el jazz. Tú prefieres las gotas de maracuyá y él prefiere las empanadas. ¿Aún sería tu hombre ideal?

—Es un argumento vacío, todas las personas tenemos distintos gustos.

—Es cierto, pero para el amor debe haber cierto equilibrio, al menos en ese tipo de amor romántico. Cuando estás con tus amigos puedes diferir en casi todo y no hay lío, pero con una pareja es distinto. La disparidad entre cine clásico y series de misterio puede ser un dilema un domingo por la noche cuando quieran pasar un rato juntos, ahora añade el hipotético caso en que ambos sean tercos e imponentes. Él querrá ver cine clásico, tú querrás ver una serie y sin importar lo que se decida al final, uno de los dos estará molesto. No digo que necesitas ser cien por ciento igual a una persona para poder ser afín con ella, pero sí debe haber balance. Los opuestos totales en realidad no se atraen sino en la física y las personas no somos polos de un imán y por eso no funcionamos así. El amor es conexión, Vero, y no puedes hallar una conexión a primera vista. A primera vista, valga la redundancia, solo ves a alguien, pero no lo conoces.

Tenía completo sentido. Quisiera Vero o no admitirlo, Noah tenía razón en todo. Es decir, la coherencia y lógica del argumento de Noah era sólido, mientras que el suyo se basaba en algo intangible, en fe, aunque también era justo decir que Vero vivía por su fe así que, de cierto modo, ambos tenían la razón y ninguno la tenía. Era cuestión de perspectivas.

—De todos modos —retomó Vero—, he hablado con Henry varias veces y cada vez me gusta más. Creo que el amor a primera vista tiene sentido porque no nos pasa con cualquiera, sino con el indicado.

Noah terminó de decorar la docena de cupcakes en la bandeja del horno y empezó a pasarlos a una bandeja normal para poder sacarlos a la pastelería. Los dejó en un lado de la mesa para que se enfriaran un poco y sin darse un respiro, se lavó las manos y empezó a sacar ingredientes de la nevera.

—Si ese hombre es el indicado, ¿por qué a tus flores no les agradó?

Touché, pensó Vero. Ese era el asunto.

—Tengo la teoría de que porque ya está comprometido.

—Si tus flores tienen conexión contigo y él fuera realmente el amor de tu vida, no creo que ellas hubieran interferido.

—¿Cuál es tu teoría?

—Que esto no es por Henry, esto es por ti —soltó. Vero lo miró fijamente, intentando encajar esa nueva información en el barullo de su cabeza. Noah siguió hablando mientras separaba algunos huevos en claras y yemas—. Corrígeme si me equivoco pero no eres así de egoísta en la vida diaria. Y no seas modesta.

Vero no lo fue.

—No, no lo soy. Soy muy gentil casi siempre.

—Eso es. Tus flores te conocen y por lo que dices, sienten lo que tú. Actuaste con egoísmo y esa no es la Vero que ellas quieren. Creo que si tienes esa conexión con las flores es de por sí porque eres buena persona, tus flores son algo así como un regalo de la vida, y cuando cambiaste tu bondad, ellas decidieron hacer lo mismo. Y eso concuerda con tu suposición de que el problema es la mala intención que tienes con Henry.

Vero meditó esas palabras, desviando la mirada desde Noah al suelo. Pensó de nuevo en su abuela y cómo ella siempre decía que su conexión con las flores no era azar sino un regalo, un don. Siguiendo esa lógica, era justo que a cambio de una mala acción, recibiera una pésima reacción.

—Y no sé cómo cambiar eso —dijo, admitiendo lo que Noah decía como una verdad absoluta; era de momento la mejor teoría que tenía—. Uno no manda en el corazón, Noah, ¿cómo se supone que puedo desear que Henry esté bien con su novia si una parte de mí sigue queriéndolo conmigo?

—Tú te conoces a ti misma, sabes cómo actuarías o como creerías que es correcto actuar. Pero tu... amor repentino —Noah hizo un énfasis incrédulo en las palabras— te nubla la capacidad de razonar una solución, así que míralo como una espectadora. Imagina que es Zoe la que está en tu lugar. Zoe se ha flechado de un hombre comprometido y tú como su amiga sabes que está mal. Zoe no puede dejarlo ir verdaderamente pero tú sabes que debe soltar sí o sí. Zoe tiene un buen corazón, es bondadosa, es gentil, comprensiva, no actuaría con egoísmo por mano propia ¿cómo le dirías que debe sacarse de la cabeza y del corazón a un hombre comprometido?

Vero escuchó cada sílaba y Noah repitió tantas veces la palabra Zoe que la mente de Vero llegó a creer que el caso era así. Al menos lo creyó por unos segundos exactos para dar una respuesta involuntaria y sacada del subconsciente:

—Está comprometido. Zoe no interferiría en una relación estable porque eso está mal. No está mal que se enamore, está mal meterse en el amor de otro, así que yo le diría que piense en esa mujer y no en ella ni en él.

Noah sonrió y al tiempo empezó a batir un tazón lleno de claras de huevo.

—Ahí tienes.

Vero miró a Noah, saliendo del trance de su momentánea epifanía.

Se quedó sin aire. Eso era.

Vero no podía sentirse culpable por haberse enamorado a primera vista de Henry, eso no la hacía sentir mal porque lo consideraba algo bonito y por ende, no se arrepentía de querer que las cosas no se arreglasen con Montse. Su intención nunca sería pura si pensaba en ella y en sus sentimientos.

Pero ver la situación desde el otro ángulo sí le provocaba malestar: el hipotético caso de tener a Henry con ella implicaba que otra mujer se quedase sin él, una mujer que llevaba seis años a su lado, una mujer que lo amaba y que planeaba casarse con él. Ese acto sí la hacía repudiarse a sí misma, se sentía traicionera, sucia y sumamente egoísta, incluso cruel.

—Noah, eres un genio —dijo Vero igual que la noche anterior y con la misma emoción.

—Genios, magos, psicólogos, nos llaman de muchas maneras —bromeó, sonriendo—. Así pues, Vero me-enamoro-a-primera-vista, debes dejar de pensar en ti y así tu intención será pura.

Vero elevó las comisuras de su boca, pero pronto dejó de hacerlo.

Aún había un inconveniente y dudaba que Noah pudiera ayudarle mucho con eso:

—¿Y cómo le demuestro eso a mis flores?

Tal como esperaba, Noah se encogió de hombros, quizás ya demasiado abrumado por tanta rareza.

—No tengo ni idea —admitió—. Pero podemos barajar más opciones; de todas maneras no hay manera de que esta conversación sea más extraña.

Vero soltó una carcajada.

—¿Crees que ha sido una conversación extraña?

—¿Es un chiste? Estoy hablando sobre flores que actúan como seres con sentimientos con una mujer que cree que es posible amar profundamente con un vistazo. Además incluí unicornios y a Zoe. Solo me falta hablar de vaqueros y del área 51 para completar la lista de extrañezas. ¿Y sabes que es lo mejor? —preguntó emocionado—. ¡Que es lo máximo!

Vero rió y Noah la acompañó.

—Ser loca puede llegar a ser sumamente divertido.

—¡Y estoy a bordo! Vamos a averiguar cómo comunicarnos con las caprichosas flores o moriremos en el intento.

Vero, aún con muchos asuntos por resolver, se sintió feliz por primera vez en varios días; qué bonito era poder añadir un amigo a su lista de personas en quien confiar.

Era una sensación maravillosa. 

🌸🌸🌸

¡Mil gracias por leer!

ENCUESTA: En cuanto a argumentos sobre el amor, ustedes son más afines con:

Noah

Vero

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