Capítulo 14

14. UN HENRY MENOS, UN NOAH MÁS

—Sé que el color está algo desvaído —dijo Vero en tono de disculpa, refiriéndose a las paredes de la nueva habitación de Montse—; quizás en estos días podemos pintarlo del color que quieras.

—No te preocupes por eso, está perfecto.

Montse se sentó con algo de duda en su nueva cama —en realidad vieja porque era una que Vero tenía desarmada en una bodega en el sótano del edificio donde vivía, era su antigua cama— y miró alrededor. Vero no sabía si en esos ojos había tristeza, decepción, desolación o una mezcla de todo junto.

Vero se sentó a su lado.

—Tómate tu tiempo, Montserrat.

—¿Para qué, exactamente? Y por favor, dime Montse.

—Para todo. No te sientas mal si esta noche te duele el alma o si en una semana sigue doliendo. No hay apuro alguno de que sanes, ¿de acuerdo? Ni yo ni nadie somos quien para decirte cuándo debe durar tu desamor.

Montse suspiró, cansada.

—¿Tú has pasado por uno? Un desamor.

—No tan fuerte como este. Mi relación más larga ha sido de nueve meses y cuando nos separamos no me dolió tanto como creía.

Montse asintió pensativa y entonces Vero descifró a la perfección su gesto: desorientación. Montse no sabía qué se avecinaba en su vida y como a todos, esa incertidumbre la mataba lentamente. Saber que estaba navegando por la vida pero sin un rumbo fijo que seguir la hacía sentir vulnerable, como si en cualquier momento su balsa se fuera a hundir y su recorrido llegaría a su fin.

En la sala del apartamento se escuchó la risa de Noah, y Vero pareció recordar de repente que sus amigos estaban ahí aunque ya era entrada la noche.

—¿Quieres salir a cenar? —propuso Vero—. Acá hay comida por si prefieres quedarte, pero invitaré a cenar afuera a Noah y a Zoe, si te quieres unir, eres bienvenida.

Montse de inmediato negó con la cabeza.

—Prefiero quedarme. No creo tener un aspecto muy de restaurante ahora. Muchas gracias de todas formas por invitarme.

—Está bien. Puedes tomar lo que quieras de la cocina, siéntete en tu casa. Bueno, ahora es literal, así que... —Vero le sonrió y su nueva compañera le devolvió el gesto—. Volveré en un par de horas.

—Gracias, Vero. Por todo.

Se asintieron una a la otra y Vero sorteó varios montículos pequeños de cosas del suelo para poder salir. Ya estaba todo instalado —cama, armario y mesita de noche— pero faltaba que Montse acomodase sus cosas a su gusto.

Vero les sonrió a sus amigos una vez los vio sentados en los sillones frente a sus plantas.

—Vamos a cenar afuera —dijo—. En agradecimiento por la ayuda. Y además tengo hambre.

—También yo —respondió Noah—. Y me da más hambre cuando sé que la comida será sin gas.

—¿Sin gas?

—Sin gastar un centavo porque me van a invitar —concluyó.

Zoe y Vero rieron mientras salían del apartamento. Había sido un día de lo más largo y extraño.

🌸

Vero sonreía.

Su gesto era tan amplio como su rostro permitía... y es que no podía ser de otra manera pues estaba en su florería, rodeada de vida, color y felicidad. Aún quedaban varios proveedores pendientes de traer sus flores pero ya con más de medio local lleno podía sentir la paz y alegría propios de estar en su hogar.

La campanilla de la entrada tintineó advirtiendo a Vero de que alguien había entrado. Salió de su diminuto cubículo de la parte trasera para recibir a un posible cliente y su sonrisa se amplió más cuando vio que no era un cliente, sino Noah. Aún le resultaba extraño verlo sin su delantal y sus manchas de harina aquí y allá, pero admitía que así vestido con un sencillo jean y una camiseta color crema se veía bien.

—¡Hola! Que inesperada tu visita —comentó Vero, sonriente.

—Bueno, le he pedido a Zoe que me diga dónde es tu florería. Estás algo así como re inaugurando tu negocio así que vi apropiado venir a hacer una visita de felicitación. —Alargó la mano y tendió a Zoe una bolsa de papel que traía consigo—. Y te traje gotitas de maracuyá para celebrar.

—¿Las gotitas de maracuyá no eran para los errores pequeños?

—Y para las victorias también —asintió—; en realidad nunca es mal momento para una gotita de maracuyá.

Vero sacó de la bolsita una de las galletas y sonrió al saborearla, haciendo sonreír de paso a Noah, que siempre gozaba ese gesto de satisfacción en sus clientes.

Noah echó un vistazo amplio de todo el lugar y volvió a Vero.

—Es muy bonita tu florería.

—¿Verdad que sí? —replicó orgullosa—. Estoy tan feliz de estar bien de nuevo con mis flores. Se siente como haber recuperado mi alma.

—Me alegra oír eso. —Noah hizo una pausa para sonreír con afecto—. ¿Y cómo está Montserrat?

La sonrisa de Vero flaqueó un poco.

—Como era esperado: destrozada por dentro. Me sonríe cuando me ve y se nota que se esfuerza por usar un tono animado pero... en sus ojos se ve el dolor. Me siento mal de no poder hacer más.

—Saldrá de esa —replicó Noah—. Lo único bueno del desamor es que en un noventa y nueve por ciento de las veces, no es eterno.

—Sí, eso le he dicho, pero...

La campanilla sonó de nuevo y ambos giraron a mirar a la puerta. El ceño de Vero se frunció con fuerza al ver a Henry, que lucía sonriente y amigable.

—Hola, Vero —le saludó.

Noah no lo reconoció a la primera y asumió que era un cliente así que dio un paso atrás para darle espacio a Verónica.

—¿Qué haces acá? —le espetó la florista.

Si Henry sintió extraño el tono de Vero, no lo hizo notar.

—Pasaba por acá y vine a saludar. —Pulió su sonrisa encantadora, esa que varias semanas atrás le hizo creer que se había enamorado de él—. No me dijiste que tus lirios tenían poder limitado —comentó con amabilidad, como si fuera una broma que ambos disfrutarían—, Montse finalmente no ha regresado conmigo. Y recordé además que te debo un café, así que...

Por la forma en que Henry miró a Vero era evidente que esperaba una reacción favorable, incluso feliz de la florista ante las noticias —y la invitación—, sin embargo, solo recibió un gesto enojado. Noah también giró a verlo con el ceño fruncido, reconociendo por fin a Henry como ese Henry.

—Mis flores ayudan a las personas de buenas intenciones pero no remiendan errores o traiciones fuertes. —Henry sintió entonces el recelo de Vero y dejó de sonreír—. Hazme el favor y vete de mi tienda, y nunca regreses. Ni Montse ni ninguna mujer te merece.

—¿Pero de qué estás hablando? —increpó Henry—. Fue ella la que me dejó. Llegué de un viaje y se había ido de casa, no dejó ni siquiera una nota y no me contesta las llamadas.

—Que triste historia. ¿También le diste esa versión a tu esposa y a tu hija, la familia que le ocultaste a Montse por años?

El rostro de Henry palideció y en unos segundos se ruborizó también.

—¿Qué? ¿Cómo es que tú...?

—¿Qué cómo lo sé? No seas cínico, ese no es el problema. Sea como sea que me haya enterado, es verdad y eres un asco de hombre por hacer lo que hiciste. Vete de mi tienda ahora.

—No deberías creerle a Montse, ella está loca y...

—¿Y debo creerte a ti? No, gracias. Vete.

—¿Tú sabes dónde está?

—Sí. Y no es asunto tuyo, ella ha decidido alejarse de ti.

Henry guardó silencio un segundo, mirando hacia el suelo y luego levantó la mirada con el brillo de un descubrimiento.

—Fuiste tú. El vigilante del edificio me dijo que Montse se fue con una chica joven de cabello oscuro, otra de cabello castaño y un hombre. —Henry miró de reojo a Noah, que no le quitaba la mirada rencorosa de encima; se la sostuvo hasta que fue Henry quien la desvió para mirar a Vero con indignación—. Fueron ustedes. ¿A dónde se la llevaron?

—Vete de mi tienda, ahora.

Vero intentó rodearlo para abrirle la puerta y exigirle que se fuera, pero de camino Henry la tomó de la muñeca con intención de detenerla. Vero se soltó bruscamente y lo empujó, Noah dio un paso al frente.

—No me toques de nuevo. Nunca.

Henry miró a Noah y esta vez le sostuvo la mirada. Noah no se amedrentó y alzó más el mentón.

—Es mejor que te vayas —le murmuró.

Henry soltó una risa, como si toda la escena en sí le pareciera absurda. Había llegado un rato atrás con la esperanza de buscar una cita con la bonita florista y ahora esa florista lo sacaba a patadas. Aún con todo, Henry fue inteligente y prefirió obedecer, dando media vuelta para salir. Cuando ya tenía el pomo de la puerta en la mano, se giró y sonrió con malicia.

—Dile a Montse que sé que volverá rogándome. Ella no es nada sin mí.

—Corrección: no era nada contigo —soltó Vero—. Eres un mal hombre y la vida te lo cobrará, pero que te cobre lejos de aquí. Lárgate.

Soltando ofensas entre dientes, Henry salió de la florería. Vero se quedó mirando la puerta por un buen rato, furiosa, decepcionada, dolida por Montse y sí, un poco por ella. Henry lucía tan perfecto, tan correcto y era... un asco de persona.

¿Cómo es que las apariencias engañan tanto?

—Vaya, en serio debes revisar tus gustos en hombres —musitó Noah en tono bromista, logrando que Vero se riera y le diera un golpe amistoso en el hombro—. Dime que este es el más idiota en el que te has fijado, que no ha habido peores.

Vero retrajo el labio interior y arqueo sus cejas hacia abajo, en gesto culpable.

—Pues...

—¡No puedo creer que haya habido peores! —estalló Noah en una risa—. A lo mejor por eso tus flores fueron tan drásticas esta vez, se dieron cuenta en el pasado de que tu gusto es terrible.

—Puede ser —admitió Vero—. Pero bueno, algún día lo haré bien.

—Lo creeré cuando lo vea.

A Vero le gustó esa frase porque traía implícito el "seremos buenos amigos por mucho tiempo, tanto como para ver ese momento" y le encantaba saber eso. Ya quería a Noah, ya lo apreciaba demasiado y le alegraba ver la incondicionalidad que de forma tácita le prometía.

—Así será.

Noah le dedicó una sonrisa cómplice.

—Bueno, mi visita era corta, debo irme ya. Felicidades de nuevo por tu reconciliación.

Vero ya había caminado hasta la parte de atrás del mostrador y cuando Noah dijo aquello, lo rodeó de nuevo para llegar a él. No lo pensó dos veces antes de ofrecer y dar un abrazo que tomó a Noah por sorpresa; no lo rechazó, sin embargo, sino que sonrió sin que ella lo notara.

—Gracias por todo, Noah. No habría logrado nada sin ti y sin Zoe. Gracias por no tacharme de loca y abandonarme.

Vero dijo cada palabra con su cabeza recostada en el hombro de su amigo, lo murmuró bajito y esperando que su tono y su abrazo transmitieran lo mucho que en serio significaba la ayuda de Noah. Lo mucho que lo quería ahora.

—No tienes nada que agradecer. Me hacía falta una persona demente en mi vida, ya sabes, para que sea más divertido. —Vero se separó lo justo para mirarlo y sonreír—. Y eres una excelente clienta dejando medio sueldo en mi local. Creo que es una transacción justa y mutuamente beneficiosa.

—Mi sueldo a cambio de tu amistad.

—Y de postrecitos. No olvides los postrecitos.

Ambos rieron y Vero lo soltó finalmente; luego asintió y apretó la mano de Noah por un segundo, de nuevo esperando que ese gesto le dijera "en serio, en serio agradezco que seas mi amigo".

—Sí, es una buena transacción. 

🌸🌸🌸

¡Hola, amores míos!

¡Mil gracias por leer, los amo mucho!

Dado que este es el penúltimo capítulo, creo que subiré el último hoy mismo, así que espérenlo y ¡mil gracias por el apoyo! Sobrepasamos los 2mil votos y yo estoy muy contentísima por ello. 

Nos leemos prontito <3


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