Capítulo Siete

Después de una noche en vela, Milk pasó la mañana trabajando en los informes que se habían acumulado en el correo de Bulma. Había llegado diez minutos antes que Goku para organizar su agenda y lo saludó con fría amabilidad. Él hizo lo mismo, pero el brillo de sus ojos le recordaba la noche anterior.

Ese brillo era matador, pero recordó que entre esas paredes no iba a pasar nada; nerviosa, fue al baño para echarse agua fría en la cara y calmarse un poco.

Goku tenía reuniones durante toda la mañana, y por la tarde saldría. Estupendo; no le había pedido que fuese con él, en lugar de eso, le dejó una lista de informes y llamadas.

Poco después de las doce llegó un mensajero con una docena de globos en forma de corazón, atados con una cinta rosa.

-Esto no puede ser -murmuró ella.

-Me han dicho que los trajese aquí -respondió el joven.

Sin abrir el sobre, llevó los globos al despacho de Goku y los dejó frente a su ordenador. ¿Cómo se atrevía a recordar lo que había ocurrido entre ellos por la noche? Habían decidido olvidarlo.

Un almuerzo solitario al aire fresco sería una buena distracción, pensó, llevándose sus sándwiches a la playa, a unos minutos de la oficina.

Llevaba veinte minutos de vuelta en su escritorio cuando escuchó la voz de Goku. Estaba demasiado lejos como para entender lo que decía, pero parecía relajado y el pulso se le aceleró.

De repente, deseó no haber llevado los globos a su despacho, como no había leído la nota no sabía de qué acusarlo. Si pudiese entrar un momento y...

Demasiado tarde, Goku se acercaba con su hermana, con el corazón acelerado, tomó la carpeta que iba a llevar al Departamento de contabilidad y se levantó.

-Hola, Milk -el rubio se detuvo delante de su escritorio-. ¿Algún problema esta mañana?

El brillo de sus ojos le decía que no se refería a ningún problema administrativo.

-No, ninguno -respondió ella, muy seria-. Todo va perfectamente. Hola, Mai.

-Debes pensar que no tengo nada mejor que hacer que venir a ver a mi hermano a la oficina -bromeó la joven-. Te aseguro que no es así, es que va a llevarme a la universidad después del hospital.

-Vámonos -habló Goku, saliendo del despacho con el maletín en una mano y los globos en otra.

-Son preciosos, le van a encantar -Mai tomó la cuerda que los sujetaba.

Milk apretó los labios, de modo que no eran para ella sino para su hermana, Lazuli.

-Espera, quiero enseñarle la pulsera que le compramos a Marron.

-Mai, Milk está ocupada.

-Solo será un minuto -Mai sacó una cajita del bolso y le mostró el contenido-. ¿es preciosa?

Milk miró la delicada pulserita de oro, con el nombre de Marron grabado en un pequeño corazón. Preciosa, pero no tan preciosa como el bebé.

-Es muy bonita -admitió, intentando esbozar una sonrisa-. A Lazuli le encantará y a Marron también, cuando sea mayor.

El rubio estaba hablando por el móvil y Milk aprovechó la oportunidad para escapar.

-Si no te importa, tengo que bajar a contabilidad.

-No, claro, hasta pronto -se despidió Mai.

Milk se dirigió hacia la escalera, porque no quería compartir el ascensor con Goku, y se tomó su tiempo en el Departamento de Contabilidad; el tiempo suficiente para que Goku y Mai ya se hubieran ido, pero en caso de que no fuera así, decidió volver por la escalera.

~♡~

Diez minutos después, Goku salió del despacho y se encontró a Mai sentada en el escritorio de Milk, jugando con los globos pero Milk no estaba por ninguna parte.

Y cuando frunció el ceño su hermana sonrió como si supiera algo que no debería.

-Está en el Departamento de Contabilidad -le dijo, mirando el reloj-. Y nosotros tenemos que...

-¿Te dijo algo? -la interrumpió, impaciente.

Ella enarcó una ceja. -¿Algo de qué? Ahora que lo dices, parecía nerviosa. ¿Está enfadada contigo?

-No, no. Espérame en el coche -Goku le tiró las llaves y se dirigió a los ascensores.

-Bajó por la escalera, no tardes, tengo que ir a clase.

El rubio bajó las escaleras de dos en dos. Necesitaba una ayudante que pudiese olvidar las cuestiones personales mientras estaba en la oficina, no tenía tiempo para juegos.
Cuando escuchó que se abría una puerta miró por la barandilla y vio
a Milk subiendo por la escalera lentamente, como si no tuviera nada mejor que hacer.

O más bien como si quisiera darle tiempo para irse antes de volver al despacho.

Llevaba un vestido de color verde claro, de cuello cuadrado y falda recta, con un cinturón de color esmeralda. Era un vestido discreto y, sin embargo, la suave piel de su cuello le recordaba la noche anterior en el ascensor... el sabor de su piel, sus gemidos mientras la besaba, cómo sus ojos se habían encontrado cuando notó su erección. Milk lo deseaba tanto como él, hasta que Bulma llamó por teléfono.

Y seguía interesada, si contratase a otra persona, podría ver a la pelinegra fuera de la oficina esa misma noche. No había pensado con claridad cuando le ofreció que se quedase otra semana.

Muy bien, por el momento era su empleada, pero no lo sería durante mucho tiempo, unos días más y nada podría evitar que acabasen en la cama. En unas semanas se marcharía del país y le parecía bien, porque no tenía intención de mantener una relación seria por el momento y evidentemente, tampoco ella estaba interesada. Perfecto, bueno, casi, tenían que aclarar la situación de inmediato. Mientras bajaba por la escalera ella levantó la mirada y, al verlo, apretó los labios.

-Milk...

-¿Quieres revisar estas cifras antes de que las archive?

-No, para eso te pago a ti -él se sentó dos escalones por encima de ella para mirarla a los ojos-. Anoche dijiste que eras una profesional, una persona responsable.

-Y así es.

-Estás evitándome.

-No, es que estoy ocupada, como te ibas, pensé que...

-No tengo tiempo para esto y tú tampoco -deseaba tanto tocarla que tuvo que apretar los puños-. No sé qué planes tienes para esta noche, pero cancélalos.

-No puedo.

-¿No puedes o no quieres?

-Voy a pasar la noche con Bulma -respondió -. Es como de la familia para mí y está enferma. Despídeme si quieres, pero un jefe comprensivo sabe qué es lo importante.

Él lo sabía y la admiraba por plantarle cara. -Muy bien -asintió, dejando escapar un suspiro de frustración-. Entonces, mañana por la noche.

-No sé si podré.

-Seguro que sí. Compra unas flores para Bulma en la floristería de la esquina y cárgalas a mi cuenta.

-Muy bien -asintió ella.

Cuando una sonrisa iluminó su rostro, Goku olvidó que era su jefe y aquel su sitio de trabajo.

Las imágenes que su mente parecía determinada a conjurar lo asombraban y lo excitaban al mismo tiempo. Contuvo el aliento, pero cuando volvió a respirar le llegó el aroma de su perfume; la sonrisa de Milk había desaparecido y se agarraba a la barandilla con la mano libre como si le fuera la vida en ello.

Él sonrió para aliviar la tensión.-Relájate, no voy a hacerte el amor en la escalera por mucho que me supliques.

Ella no sonrió como esperaba, no reaccionó de ningún modo. La broma cayó en el vacío, dejándolo confuso e
incómodo. ¿Qué le pasaba? Excitado como nunca, se inclinó hacia delante, desesperado por probar de nuevo esos labios.

Ella no intentó apartarse y, un segundo después, cuando sus labios se encontraron, todo su cuerpo pareció suspirar de satisfacción, él lo sabía porque él sentía lo mismo.

Pero cuando alguien abrió la puerta en el piso de arriba, Goku reaccionó rápidamente. ¿Qué demonios estaba haciendo? Besar a una empleada en la oficina... aquello no podía ser.

Le puso las manos en los hombros a la pelinegra para sujetarla, pero ella se echó hacia atrás bruscamente.

-¿Goku? -escucharon una voz impaciente-. ¿Estás ahí? No tenemos todo el día...

-Voy enseguida, Mai.

Milk, que se había lanzado escaleras arriba como un cohete, se volvió, susurrando: -Es lo que pasa cuando se incumplen las reglas.

Goku era incómodamente consciente del bulto bajo sus pantalones. -Espera, dame esas carpetas.

Ella se las dio, con un brillo burlón en los ojos. -Le diré a Mai que irás enseguida -murmuró, antes de seguir subiendo.

-Dile que la espero en el aparcamiento, comprueba la agenda para el miércoles y familiarízate con los detalles.

-¿El próximo miércoles?

-Te envíe un correo.

-Muy bien.

La puerta se cerró y Goku dejó escapar un largo suspiro. No podía creer lo que acababa de pasar, en las horas de oficina, con su ayudante. Idiota. Él nunca había hecho algo parecido, nunca había sentido la tentación, Milk era la primera.

Cuando la besó por la noche no había anticipado que seguiría siendo su ayudante, pero se aseguró a sí mismo que en menos de un mes todo volvería a la normalidad. ¿A quién quería engañar? Sacudió la cabeza mientras subía a la oficina. Estaba seguro de que nada volvería a ser igual.

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