Capítulo Diez

Goku se apoyó en la barandilla del balcón, mirando las copas de los árboles movidas por la brisa.

Milk había abierto la puerta del balcón para que entrase la brisa y lo había invitado a ponerse cómodo mientras ella hacía el café. ¿Cómodo? Él había estado a punto de soltar una carcajada mientras salía al balcón.

Unos minutos después, ella volvía con dos tazas de café. ¿Quien necesitaba café? Ella era preciosa y calentaba sus entrañas como no podría hacerlo ninguna otra mujer. Olía a flores, a ardientes noches de verano. No, no quería café había esperado toda la noche para volver a besarla.

Pero antes de que pudiera moverse, ella se quitó el prendedor del pelo y sacudió la cabeza. Una clara invitación, pensó él. No se dio cuenta de que había dado un paso hacia ella, pero allí estaba, con el pulso acelerado. En la penumbra, los ojos le brillaban mientras le acariciaba la cara con las yemas de los dedos.

En aquel momento no encontraba palabras para decirle lo hermosa que era o cuánto la deseaba.

Cuando le deslizó un dedo por las clavículas, ella dejó escapar un gemido que le vibró en la entrepierna. Le colocó los brazos al cuello, apretándose contra él, sus piernas enredadas. El deseo amenazaba con hacer que los dos estallasen por combustión espontánea.

Y entonces el móvil le empezó a sonar.

Él estuvo a punto de responder, pero algo dentro de él se rebeló y la apretó con más fuerza, como si eso pudiera hacer que el teléfono dejase de sonar. Pero ella se apartó, sin aliento.

-¿No vas a responder?

-No -respondió. Ni en un millón de años.

El ruido cesó, y él le deslizó un dedo por la clavícula, excitado solo con ver cómo se pasaba la punta de la lengua por los labios.

-¿Dónde estábamos? -bromeó antes de volver a besarla, intentando no pensar en la persona que llamaba o si el mensaje era importante.

Pero por mucho que lo intentase, el momento estaba roto.

Y Goku quería ponerse a aullar. Tantos años de responsabilidad hacían imposible que olvidase el teléfono por mucho que quisiera estar con la pelinegra.

Y podía sentir que ella se enfriaba, había un ligero temblor de tensión en sus brazos, como si de repente hubiera recuperado el sentido común. Ojalá a él le pasara lo mismo.

Dejando escapar un suspiro, apoyó la frente en la suya. -Voy a tener que escuchar el mensaje.

-Tal vez sea bueno que hayas recibido una llamada -contestó ella.

-¿Por qué va a ser bueno? -murmuró, tomando el teléfono. La llamada era de Mai, y el pulso se le aceleró por una razón bien diferente.

Goku, ¿piensas volver a casa pronto? Lo siento mucho, pero dejé la llave. ¿Podrías venir para abrirme la puerta?

El rubio cerró los ojos.

-¿Ocurre algo? -le preguntó Milk.

-Mai dejó la llave en casa -respondió él mientras pulsaba el botón de llamada.

-Goku, menos mal. Siento haberte molestado.

-¿Por qué has vuelto a casa tan temprano?

-Me dolía la cabeza, así que tomé un taxi, y me di cuenta de que no tenía la llave. En fin, si estás ocupado...

-Quédate ahí, llegaré en diez minutos -la interrumpió él, volviéndose a Milk-. Mai no se encuentra bien, tengo que irme.

-Ya veo.

-Lo siento -él se detuvo en la puerta para mirarla-. ¿Qué vas a hacer este fin de semana?

-Voy a hacerle compañía a Bulma. Llevaré películas románticas, helados de chocolate y crucigramas.

Él sonrió-Parece que lo tienes todo planeado.

De modo que Milk era la clase de persona dispuesta a olvidar sus planes para estar con una amiga. Ella sabía lo que le estaba ofreciendo, pero lo rechazaba para hacerle compañía a Bulma.

«No eres tan egoísta como dices ser, Milk Ox».

-Estaré fuera el lunes por la mañana y volveré tarde el martes -le recordó mientras abría la puerta.

-Que tengas buen viaje.

-Si hay algún problema, llámame -se despidió bruscamente.

Tenía que hacer un esfuerzo para no volver a tocarla, porque si le daba un beso, no podría apartarse, y Mai estaba esperando.

~♡~

Milk se alegraba de tener algo que hacer el fin de semana y durante el día la compañía de Bulma hizo que se olvidase de Goku, pero por la noche fue diferente. En la cama, su cuerpo ardía de tal modo que se preguntó si también ella habría contraído la varicela; observó las estrellas fugaces cruzar el cielo nocturno, sabía que habrían terminado en la cama si no hubiera tenido que irse a toda prisa.

Ella nunca había hecho el papel de seductora, pero con Goku era diferente y había tomado suficiente champagne como para liberar a la mujer que había ocultado durante tanto tiempo. Tal vez él era lo mejor que podría haberle pasado.

No, no. No podía pensar eso; no lo haría tenía que concentrarse en su futuro, en el viaje. Él solo era esa aventura con la que tanto había fantaseado.

-Una aventura -murmuró. Iba a ser frívola e irresponsable y arriesgada, le dijo una vocecita. ¿No merecía una aventura antes de cumplir los treinta? Solo le faltaban dos años.

La azabache intentó no sentirse melancólica, pero siempre había
soñado con estar casada y tener una familia a los treinta años. En fin, las circunstancias cambiaban y las expectativas también.

De vuelta en la oficina el lunes por la mañana había una montaña de trabajo esperándola, pero la imagen de Goku aparecía en su cabeza cada dos minutos, su nombre, cómo besaba, algo que había dicho.

¿Qué era aquello? No parecía haber sitio en su mente para nada más que él, nunca le había pasado algo así. Ni con Black.

Goku llamó el martes por la tarde y, como no había esperado escuchar su voz, el pulso se le aceleró. La hacía sentir como una adolescente, vergonzosa y tímida. Estaba deseando volver a verlo. ¿Desde cuándo sentía eso? Su felicidad no podía depender de otra persona. Y entonces llegó el miércoles.

Goku iría a buscarla después de comer, y ella se miró al espejo por última vez, vacilando. Se puso algo cómodo y femenino al mismo tiempo: un vestido de punto de seda.

El rubio llamó a la puerta, el corazón le dio un vuelco. Llegaba temprano otra vez quería estar relajada cuando llegase, pero no era así, y tuvo que hacer un esfuerzo para respirar antes de abrir la puerta.

-Hola -apenas le salía la voz.

-Hola.

Algo en esa arruguita en la mejilla hacía que se le doblasen las rodillas y miró hacia abajo...

Un error. Ay, lo que Goku Son podía provocarle en vaqueros. La tela estaba gastada en los sitios adecuados...

Levantó la mirada a toda prisa, pero el polo blanco que se le ajustaba a los sólidos pectorales y destacaba sus anchos hombros no la calmó en absoluto.

-Bonito vestido -elogió él-. El color naranja te sienta muy bien.

-¿Naranja? No es naranja, es color amanecer tormentoso.

-Ah, aún mejor - sonrió-. Tal vez veremos uno en estos días.

-¿Ah, sí? ¿Hará mal tiempo?

-No, cielos limpios durante toda la semana -respondió él mientras se dirigían al ascensor.

Ella lo siguió sin decir nada, sería ridículo bajar por la escalera con la bolsa de viaje cuando ya habían compartido besos y estaban a punto de hacer mucho más en los días siguientes.

Antes de tomar la autopista él le preguntó: -¿Te importa si pasamos un momento por la casa de Lazuli?

-No, claro que no -respondió, sorprendida-. ¿Se encuentra bien?

-Sí, estupendamente. Volvió del hospital el sábado, pero Krilin tiene trabajo y es su primer día sola con la niña.

-Yo creo que quieres ver a tu sobrina-bromeó.

Él sonrió mientras detenía el coche frente a una casa de ladrillo rodeada de palmeras.

-Esperaré aquí...

No quería molestar y tampoco quería ver a una niña recién nacida.

-¿Por qué? Entra conmigo, Lazuli quiere conocerte.

-¿Le has hablado de mí?

-Le he dicho que Bulma está enferma y que ibas a acompañarme a Paoz.

Ah, claro, ella se puso colorada y sonrió para disimular, alegrándose de llevar puestas las gafas de sol.

-No quiero molestar.

-No vas a molestar a nadie, vamos serán cinco minutos.

La azabache lo siguió, a regañadientes. ¿Qué otra cosa podía hacer? No quería ver al bebé, pero sabía que no lo entenderían. Claro que podía tener suerte, los bebés dormían mucho, ¿no? La tensión hizo que mantuviese la espalda erguida hasta la puerta, donde los recibió un precioso perro.

-Te presento a Goldie -habló Goku. acariciando al animal-. Hola, guapa.

La perrita lo miró con adoración cuando tomó su cabezota entre las manos.

-Es preciosa -Milk se puso en cuclillas para acariciarla-. ¿Tú tienes perro?

-No, nuestra querida Betsy murió hace años y estoy demasiado ocupado para entrenar a un cachorro además, ahora que Mai está cada vez menos en casa, no sería justo para un perro.

Parecía convencido, pero ella vio una sombra en sus ojos.

-¡Hola! -los saludó una guapísima Lazuli-. Tú debes ser Milk, he oído hablar mucho de ti.

-¿Ah, sí?

-Entra, por favor.

Goku dejó la bolsa con los regalos sobre la mesa y desapareció por el pasillo, para ver a su sobrina. Al contrario que Mai, que no se parecía nada a su hermano, Lazuli era su versión en femenino. Alta, con el mismo cabello rubio, los mismos ojos, el mismo carisma y considerando que acababa de tener un bebé, estaba muy delgada.

Era tan agradable como Mai y, como ella, parecía sutilmente interesada en su vida.

Milk estaba empezando a relajarse, convencida de que Goku volvería pronto, cuando Lazuli dijo: -Tienes que conocer a Marron antes de irte.

-No quiero molestarla...

Pero Lazuli ya estaba llevándola por el pasillo, y lo último que quería era ofenderla además, se estaba convirtiendo en una experta en disimular sus sentimientos. Nadie sabía que cuando estaba sola su corazón aún lloraba por ese milagro que no se había hecho realidad.

Podía oler a talco antes de entrar en la habitación de la niña, y ese olor le encogió el corazón, pero intentó sonreír.

Goku estaba inclinado sobre la cuna, acariciando la carita a Marron.-Acaba de despertarse -aclaró, mirando a su hermana-. ¿Puedo?

Lazuli dejó una bolsa de pañales en el cambiador. -Sí, claro, pero tienes que cambiarle el pañal.

Sonó un teléfono.

-Vuelvo enseguida -murmuró Lazuli antes de salir de la habitación.

Milk lo vio tomar a la niña en brazos con infinita ternura, acariciando su cabecita con una mano.

-Hola, princesa -murmuró.

La niña lo miraba con unos ojitos de un color indefinible.

Milk nunca había visto nada tan hermoso como aquella cosita tan frágil en contraste con el fuerte brazo masculino.

Goku estaba hecho para ser padre. Ese pensamiento la sorprendió, había conocido a muchas mujeres hechas para ser madres, pero nunca a un hombre y sin embargo, mirando el marcado bíceps mientras sujetaba a su sobrina con todo cuidado, supo que él era ese hombre tan capaz de abrazar a una mujer como de sujetar a un bebé.

El corazón se le encogió y pareció abrirse como los pétalos de una flor: se estaba enamorando de él.

Algún día haría muy feliz a una mujer y esa mujer no sería ella; no podía ser ella.

Sus ojos se encontraron inesperadamente, y ella rezó para que no pudiera leer sus pensamientos.

-¿Quieres tomarla en brazos?

-No, no, seguramente la dejaría caer, no tengo experiencia.

-Eso no es verdad -él la miró un momento, pensativo.

-No se me dan bien los niños -ella se encogió de hombros-. Me miran y se ponen a llorar.

-Marron no llora, es demasiado lista -él le besó la naricita-. ¿Verdad que sí, cariño?

Para alivio de Milk, no insistió, dejó a la niña en el cambiador y le cambió el pañal como si lo hiciera todos los días.

Tenía que recordar un par de cosas importantes: la primera, que Goku no quería comprometerse con una mujer. La segunda, que ella se marchaba de Japón y sobre todo, que un hombre que quería tener hijos nunca sería el hombre para ella.

Ningún hombre podría serlo.

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