Capítulo Dieciséis

-No quiero moverme nunca más -dijo Milk, con la cabeza apoyada en el hombro de Goku.

-¿Ni siquiera para tomar un helado?

-Ni siquiera, estoy satisfecha.

Habían hecho el amor a la luz de la luna y luego en la habitación, sobre el edredón de seda y más tarde en la ducha.

-Pero -murmuró, haciendo un esfuerzo para levantar un dedo y pasar la yema por su pectorales-, si te apetece, no me importaría nada tomar un poco de helado.

-En el dormitorio no, vamos a la cocina. No quiero ensuciar la colcha.

-Hablas como un hermano mayor ¿Tratas a todas tus novias como si fueran niñas pequeñas?

-Iba a decir que tomásemos el helado en la cocina... desnudos. Por cierto, ¿mis novias?

Milk deseó no haberlo dicho. -Bulma me dijo que siempre salías con chicas diferentes, así que pensé que habías tenido muchas.

Goku enarcó una ceja. -Bulma se equivoca.

¿A quién debía creer Milk?

-¿Entonces no sales con muchas chicas?

-Sí... no. La verdad es que no me acuerdo. No tiene importancia -él dejó escapar un suspiro de impaciencia-. No soy Casanova, si eso es lo que crees. No tengo tiempo para eso.

-¿Nunca ha habido nadie especial en tu vida? Alguien con quien hayas salido más de una vez.

-Launch, pero eso fue hace mucho tiempo.

-Háblame de ella.

-¿Por qué? Es el pasado.

-Yo te he hablado de Black, así que ahora te toca a ti. ¿Estabas enamorado de ella?

-¿Enamorado? -repitió él, como si estuviese hablando en un idioma extranjero-. No, éramos demasiado diferentes.

Milk quería saber qué le había hecho decidir que Launch no era para él. Cuál era su ideal de mujer.

-¿Por qué te sentiste atraído por ella? ¿Y por qué cambiaste de opinión?

-Cuántas preguntas.

-Solo es curiosidad.

-Solo curiosidad, ¿eh?

Ella miró su perfil mientras se ponía las manos en la nuca, pensativo.

-Éramos iguales en muchos sentidos. A los dos nos gustaba el aire libre y disfrutábamos de las mismas actividades, pero Launch no quería que un hijo interrumpiese su vida y yo no podía vivir con eso.

A Milk se le encogió el estómago. La razón por la que su relación con Launch no había funcionado era la misma razón por la que nunca querría tener una relación con ella.

No tenía lo que un hombre esperaba de una esposa, lo que Goku necesitaba para casarse... acabaría sentando la cabeza y formando una familia y no lo haría con ella porque nunca podría darle hijos.

Desesperada por poner espacio entre ellos se sentó en la cama y buscó el camisón que había dejado sobre una silla.

-Cambié de opinión, me apetece un helado, pero no desnuda.

Se puso el camisón como si fuera una manta de seguridad y se dirigió al pasillo.

Esa conversación había sido un recordatorio de que sus vidas iban en distintas direcciones. Ella iba a marcharse al otro lado del mundo para ser independiente y vivir su sueño.

Era extraño como, de repente, no era ni la mitad de emocionante que unos días antes.

-Muy bien, vestidos entonces.

Al escuchar la voz de Goku, Milk se volteó, se había puesto los calzoncillos y estaba extrañamente serio.

-El helado está muy bueno -murmuró, sirviéndolo en dos tazas.

-Es de fresa -habló él, con un brillo burlón en los ojos.

-Ya me di cuenta.

-Vamos a sentarnos en algún sitio, así podrás contarme qué te parece este sitio.

Le parecía estupendo cambiar de tema, pero le sorprendió que él fuera tan sensible. Tal vez porque siempre había estado rodeado de mujeres.

Se tiraron en el sofá, con las piernas enredadas, los pies sobre la mesa de café y las tazas de helado en el estómago.

-Te compraste una casa para reformarla, me lo contó Bulma.

-Sí, pero no tengo prisa por eso estamos aquí, me gustaron algunas ideas y quería verlas de cerca.

-¿Qué es lo que te gusta? -le preguntó ella, chupando la cuchara.

-La piscina al lado del dormitorio, por ejemplo. Si no puedo dormir, me gusta nadar.

-Es una idea muy peligrosa si hay niños en la casa -observó ella.

-Pero yo no tengo hijos.

-¿Y Marron? En un año empezará a caminar.

Goku frunció el ceño, pensativo -Tienes razón, no lo había pensado.

-Aparte de eso, la piscina es una idea estupenda.

-¿Alguna otra idea más?

-Me gusta que el salón sea tan amplio y que tenga las paredes de cristal, es casi como estar al aire libre.

-Hablando de maravillas arquitectónicas... -Goku le quitó la taza y lo dejó sobre la mesa de café- hay una en el dormitorio que aún no te he enseñado.

Y era una maravilla, desde luego.

Mucho después de que Goku se hubiera dormido, Milk seguía mirando las estrellas. Estaban siendo mágicos esos días, pensó, suspirando, con el hombre de sus sueños. Literalmente.

~♡~

-Tengo otro trabajo para ti, si quieres -le dijo Goku al día siguiente.

Habían llegado a la oficina después de comer y el trabajo se había acumulado en su ausencia.

-¿Qué clase de trabajo?

-Le prometí a Mai que organizaría su fiesta de cumpleaños, pero he estado demasiado ocupado. Si quieres hacerlo, te seguiría pagando lo que ganas hasta la noche de la fiesta. Además, seguramente tú entenderás mejor lo que quiere mi hermana.

La expresión de Milk se iluminó, pero enseguida frunció el ceño.-¿Cuándo pensabas pedírmelo? Me marcho en un par de semanas.

Goku lo recordaba y era como una piedra en el zapato, una molestia constante.

-Estupendo, porque su cumpleaños es en dos semanas.

-¿Dos semanas de sueldo por organizar una fiesta de cumpleaños? Eso es muy generoso, gracias.

-Eres tú quien me ayuda, así que gracias a ti. Le di a Mai una tarjeta de crédito. Úsala, gasta lo que necesites.

-Muy bien, suena divertido, voy a dejarlo todo preparado para Bulma antes de irme.

-Bulma te lo agradecerá.

Trabajaban bien como equipo, se entendían y respetaban el uno al otro. Podían ser profesionales cuando hacía falta, pensó él.

Y también podría tenerla desnuda sobre su escritorio en cinco segundos. Al fin y al cabo, la falta de profesionalidad también tenía su interés.

Eran las cinco y media de un viernes por la tarde y los empleados que no se habían ido estaban tomando un refresco en la cocina. Nadie iría a buscar al jefe.

«Cierra la puerta y baja las persianas. Por una vez, haz algo que nadie espera de Goku Son».

-Milk... -apenas reconocía su propia voz, y cuando ella entró en el despacho, vio un brillo de humor en sus ojos.

-Ni en tus sueños, Goku. En mi casa, en media hora y no me hagas esperar.

Él sonrió. -Estaré allí con una botella de vino.

Sacudiendo la cabeza, intentó concentrarse en el trabajo, pero era imposible. Qué demonios, decidió, apagando la laptop. Merecía marcharse temprano por una vez.

Durante el fin de semana no dejó que el trabajo interrumpiese su tiempo con ella. Ni correos, ni mensajes de texto, ni llamadas.

Pasearon, fueron de compras, tomaron café y merendaron donde todo era fresco y verde.

Le enseñó el nuevo bloque de apartamentos que pensaba reformar y en el que pensaba vivir algún día y la llevó a su casa, donde Mai y ella charlaron como si fueran amigas de toda la vida.

Pero no se quedaba con ella por la noche. Temprano de madrugada dejaba su cálida cama para irse a casa, sabía que no iba a engañar a su hermana, pero no era tanto por Mai como por él mismo. De ese modo era más fácil recordar que aquello no era algo serio, que solo era algo temporal.

Una aventura con fecha de caducidad.

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