Capítulo Cuatro

Milk intentó concentrarse. ¿Cómo iba a quedarse en FryPan sabiendo que podría encontrarse con Black y su reciente esposa? Su reciente esposa embarazada y sería inevitable, ya que tenían amigos comunes y solían ir a los mismos sitios.

Ella no quería miradas de compasión, por eso había ido a la capital oeste pero las pesadillas de su infancia habían seguido persiguiéndola, destrozando su vida, poniéndola enferma hasta que no tuvo más remedio que buscar ayuda profesional; su terapeuta había sugerido que escribiese sus sueños en un diario y lo habían usado para trabajar sus problemas emocionales: una infancia con padres alcohólicos, su fracaso como mujer. Incluso el hecho de haber tenido que buscar ayuda era para ella un fracaso.

Había cambiado mucho desde que llegó a la capital oeste, pero el pasado seguía persiguiéndola cuando menos lo esperaba. Una palabra y volvía al purgatorio de su infancia, a su desastroso matrimonio.

-Entonces ¿no hay nadie especial en tu vida?

La pregunta, formulada con esa voz ronca, la puso de inmediato a la defensiva.

-No creo que eso sea relevante para
mi trabajo.

Él se quedó callado un momento, como pensando la respuesta.

-He descubierto que las mujeres que tienen una relación fija son empleadas más estables.

-¿Solo las mujeres? - Qué sexista, pensó, aunque no lo dijo. -Le aseguro que soy una persona muy seria, señor Son... Y ya que hablamos del tema, ¿qué pasa con las mujeres que no tienen una relación estable?

Él adelantó a un brillante Porsche rojo. -¿Tú tienes una relación?

¿Y Mai? ¿Creía que se había olvidado de ella? Por atractivo que fuese, por mucho que fantasease con él, ella no era la otra mujer porque sabía lo horrible que era que te dejasen por otra.

-Necesito saber si te esperan en casa esta noche -siguió él-. Ayer no pude ir a la oficina, y eso significa que esta noche tendremos que trabajar hasta muy tarde.

-Ah -ella tragó saliva.

Él y ella solos en la oficina... para trabajar. Qué ridícula y patética era por pensar en otra cosa.

-Nadie me espera en casa, vivo sola -esperaba no haberse puesto colorada.

-Espero que no tengas otros planes.

-No -respondió.

-Y eso me recuerda... -él indicó el teléfono del salpicadero mientras se ajustaba el auricular-. Llama a Mai, por favor. Está en la agenda.

La pelinegra hizo lo que le pedía con el estómago encogido y luego miró el paisaje por la ventanilla.

-Mai, soy yo -le escuchó decir-. No podré ir a casa a cenar, tengo mucho trabajo, no tengo tiempo de hablar de eso ahora, voy con alguien en el coche -él se levantó las gafas de sol para frotarse el puente de la nariz-. Y dile a Lazuli que pasaré mañana por el hospital, adiós -añadió antes de cortar la comunicación-. Mi hermana pequeña -murmuró después, mirándola durante un segundo.

Ella apretó los labios para disimular una sonrisa, intentando no sentirse contenta.

-No tiene gracia -comentó él.

-No me estoy riendo.

Por fin, llegaron al edificio. Sus miradas se encontraron y, por un momento, el espectro del sueño parecía estar entre ellos pero era imposible, porque él no sabía nada del sueño.

El rubio intentó concentrarse en la conversación con el cliente mientras guardaba los papeles en el maletín, recordándose a sí mismo que él no mantenía relaciones con sus empleadas.

-La reunión de las diez fue cancelada -le informó la pelinegra mientras subían al coche.

Estaba muerta de hambre, no había tenido tiempo para desayunar.

-En ese caso, me gustaría parar un momento antes de volver a la oficina.

Ella había esperado quedarse sola. El miedo a que Goku hubiese leído su diario estaba matándola al menos si lo supiera con seguridad podría lidiar con ello de algún modo, pero no iba a arriesgarse a preguntar.

Mientras lo observaba cerrar la puerta del coche se recordó a sí misma que en unas semanas sería tan libre como las gaviotas.

-¿Te apetece comer filete con patatas fritas? -le preguntó él, quitándose la chaqueta.

-Claro - Respondió la pelinegra.

Un momento después él se detuvo frente a una tienda de bebé.

-Ven, ayúdame a elegir un regalo para mi sobrina. Treinta segundos, te lo prometo. ¿Qué opinas, un osito o un canguro de peluche?

Ella estaba mirando un vestidito con estampado de rosas. Anhelando... No había vuelto a entrar en una tienda de bebés desde entonces, y sintió un escalofrío familiar.

-No sé mucho de bebés -murmuró-. Entra tú, te espero aquí.

Intentó sonreír mientras buscaba las gafas de sol en el bolso y, esperando que no se diera cuenta, señaló unos metros más adelante.

-¿Ese es el restaurante del que hablabas?

-Sí.

-Entonces, te espero allí.

Un pie delante de otro, se decía a sí misma pero le sudaban las manos. De todas las tiendas que podría haber elegido, tenía que ser precisamente una de bebés. La había agarrado desprevenida, durante los últimos cuatro años había sido fácil evitar esa trampa.

No había caminado más que unos metros cuando él llegó a su lado.

-Oye...

Él se había quedado inmóvil, como si intuyese algo raro, y Milk se sintió culpable.

-Es tu hermana, entiendo que tienes que comprarle algo.

-No importa, lo haré más tarde -él siguió adelante y empujó la puerta de cristal del restaurante.

-Buongiorno, Rico.

-Buongiorno -respondió un hombre alto, sonriendo -. No esperaba verte aquí.

Afortunadamente para ella, Goku parecía haberse olvidado de su presencia. Cualquier cosa para no mirarlo o más bien para no admirar cómo los pantalones se le ajustaban al firme trasero.

-Tenías razón, están riquísimas.

-Hacía tiempo que no venía por aquí-admitió él.

-Mejor para ti; sal, grasa, calorías... esto es demasiado bueno.

-Uno nunca se cansa de lo bueno, Milk -bromeó él.

Lo había dicho en voz baja, como si estuviera hablando de sexo.

Ella tomó otra patata y cerró los ojos para saborearla. Si no podía tener sexo, al menos podía comer.

-Esa es tu opinión.

-Una cosa buena solo es buena el tiempo que la disfrutas.

Black pensaba lo mismo, recordó la pelinegra mientras tomaba un trago de café que le supo amargo.

-¿Y luego qué? ¿Lo descartas cuando encuentras algo que te apetece más?

-Si ya no me gusta, desde luego.

Ella apretó el vaso de plástico. -A mí me parece muy egoísta.

Él rio.-Seguramente lo sea. ¿Y por qué no? Mientras no le hagas daño a nadie...

-¿Y tu lista de cosas favoritas? ¿De qué no te cansas nunca, Milk?

-Dinero -respondió-. E independencia.

-Eso suena un poco triste y solitario.

-¿Por qué? -replicó ella, molesta-. Tú no pareces solitario ni triste, así que no digas que el éxito no te hace feliz.

-Imagino que hablas del éxito económico y sí, es cierto, me hace feliz, pero eso no significa que no haya tenido decepciones.

Sin saber cómo responder, la azabache tomó otra patata, todo el mundo sufría decepciones en la vida. La cuestión era cómo lidiar con ellas.

-Imagino que entre el dinero y la independencia también habrá sitio para formar una familia -comentó él.

Unos años antes la respuesta de Milk hubiera sido afirmativa a pesar del trauma emocional que había experimentado de niña con una familia alcohólica y violenta, siempre había creído que ella sería diferente. Pero después de su matrimonio...

Por segunda vez en menos de una hora recordó que su cuerpo la había decepcionado en el tema de la procreación. Lo cual era irrelevante, ya que no tenía intención de volver a casarse.

-No, yo no -murmuró -. ¿Para qué atarse con hijos cuando puedes viajar por todo el mundo, hacer lo que quieras y vivir la vida como te parezca? Sí, soy egoísta, lo admito.

Él la estudió, en silencio. No podría decir si estaba siendo sincera o irónica, porque tenía los ojos ocultos tras las gafas de sol.

-Me alegro por ti -murmuró, aplastando la bolsa de papel-. Me gusta la gente que no teme decir lo que piensa.

-Bueno, es hora de irnos.

Rico tenía razón: Milk era una mujer guapísima y excitante y él no era capaz de quitársela de la cabeza. Guapa, soltera, viviendo el momento...

Lunch era igual, pensó, con su belleza sensual y su estilo de vida bohemio. Se había creído enamorado de ella y le había pedido que se casara con él.

Pero Lunch se negó a aceptar a Mai que entonces tenía doce años, como parte del trato y como lo más importante en la vida de Goku era el bienestar de su hermana pequeña, tuvo que decirle adiós.

Milk no buscaba una relación estable, ella misma lo había dejado claro. Iba a marcharse del país, de modo que no podría haber nada serio entre ellos y él nunca tendría nada serio con una mujer que no quisiera tener hijos, no estaba buscando casarse inmediatamente, pero cuando sentase la cabeza lo haría con una mujer que tuviese los mismos valores que él. Quería una vida de compromiso, una familia.

Pero Milk no quería nada de eso.

Una aventura le sentaría bien, estupendamente. Tendría que seducirla, tentarla con aquello que tanto parecía desear: sus fantasías íntimas.

Goku esbozó una sonrisa. ¿Y quién conocía sus deseos mejor que él? ¿Quién mejor que él para hacer realidad sus fantasías?

~♡~

Tuvieron reuniones el resto del día y, por la tarde. Había dejado a Milk en la oficina haciendo informes.

Goku era el primero en reconocer que Bulma era estupenda, conocía bien su trabajo, pero también debía admitir que tras el escritorio pasaba
desapercibida, al contrario que Milk.

Cuando volvió a la oficina casi podía oler esa fragancia suya, tan fresca, que había estado en su cabeza durante todo el día, haciendo que perdiese la concentración.

En lugar de centrarse en un proyecto, Goku había estado visualizando a Milk sobre él en el sillón de la oficina, su piel cubierta por una fina capa de sudor, mientras lo montaba una y otra vez...

De modo que cuando entró en la oficina hizo un esfuerzo para no mirarla.

-¿Puedes terminar esos informes en media hora, por favor?

Luego, suspirando, se dejó caer sobre el sillón. Bulma volvería al día siguiente, y a partir de entonces podría relajarse y conocerla mejor.

Unos minutos después, un ruido en la puerta hizo que levantase la cabeza del ordenador.

-Mai, no te esperaba...

Ella enarcó las cejas. -Pareces sorprendido. ¿A quién esperabas? -le preguntó, dejando una bolsa de comida china sobre el escritorio-. Sabía que ibas a trabajar hasta muy tarde, así que trague comida.

-Gracias, Mai, pero esta noche no trabajo solo.

-¿No dijiste que Bulma estaba de baja? ¿Esa guapa mujer de piernas largas es la sustituta de Bulma? Ahora entiendo lo de trabajar hasta tan tarde.

-No, Mai -él se levantó del sillón para sacar una carpeta del maletín-. No es eso.

-Ya -murmuró ella, burlona, poniéndose de puntillas para darle un beso-. No trabajes demasiado -añadió luego, en voz baja.

Milk se detuvo en la puerta del despacho, con una taza de café en cada mano. Al ver a la bajita, pero preciosa, chica de cabello negro dándole un beso a Goku, se le encogió el estómago.

Mientras veía a la pelinegra volverse hacia la puerta, Milk apretó los labios. Debía tener diez años menos que él.

¿Y ella podía tirar la primera piedra?¿No había sido ella diez años más joven que Black? Tan joven, demasiado como para entender los peligros de enamorarse del hombre equivocado. Lo único que quería era escapar, sentirse segura, estar con alguien que la quisiera, importarle a alguien. Pero había ido de un desastre a otro.

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