3|Las últimas Estaciones.

El invierno había terminado y la primavera había llegado, pero con ella traía malas noticias.

—Sofía, tienes que quedarte en el hospital, está es la segunda vez que te internamos en solo una semana. —el doctor se encontraba serio.

—Lo sé, es solo que quiero disfrutar un poco más. —la mirada de ella era de total suplica, miraba a su madre y al doctor rogando que por favor la dejaran salir.

—No está vez. Sofía. —declaro su madre con voz ronca. —Te vas a quedar y harás los tratamientos como se debe y no está a discusión.

Sofía soltó un suspiro y se hundió más en las sábanas de la cama del hospital.

La puerta de la habitación sonó anunciando que llegaban invitados, Esteban, Maite y Ariel, entraban por ella con chocolates y flores.

—No estoy muerta... Aún. —comento mirando las flores que Ariel se encargó de dejar en el florero de la mesa.

—Lo sabemos. —Maite le entrego los chocolates que tanto le gustaban. — Pero sería genial poder darle una vista diferente a esta fea habitación.

—No puedo comer chocolate. —comentó molesta.

—Mala mía, fue mi idea. —La dulce voz de Esteban se escuchó haciendo que la chica relajara sus hombros y dejara de fruncir su seño.

***

El tiempo pasó y la sonrisa amigable y feliz de la chica de ojos café, dejo de ser alegre, la pobre muchas veces no tenía fuerzas ni para sonreír y aún que sus amigos hacían todo lo posible por qué ella mantuviera un buen ánimo, era casi imposible.

Tampoco podía mantenerse de pie sola o mantener la espalda erguida, este tiempo que estuvo en el hospital se pasaba con la cabeza metida en un tacho mientras volteaba el estómago.

Todos sabían que era cuestión de tiempo.

Y ella mejor que nadie, se dormía con el miedo de no despertar, temía el no poder volver a escuchar la risa de Ariel, los llantos de Maite cuando veían una película triste, no poder probar otra vez las comidas deliciosas que su madre preparaba, pero lo que más temía era el no poder volver a ver los ojos azules de Esteban, su cabello rubio moverse con el viento, los aretes que llevaba en las orejas, el tatuaje que tenía en el cuello o escuchar su voz cada vez que estaba con ella.

— ¿Estas despierta?—pregunto Maite sentándose en la cama.

—No, aún duermo, con los ojos cerrados —respondió con sarcasmo

—Chistosa. —el semblante de Maite cambio y su mirada comenzó a verse triste. —Yo... Bueno hay cosas que quiero decirte. —menciono bajito mientras tomaba la mano de su amiga más querida.

—Está bien. —la voz de Sofí salió despacio y acarició la mano de la contraria, mientras una pequeña sonrisa se asomaba en su rostro. — Puedes decirme lo que sea.

—No quiero perderte Sofí. —los ojos de la morena se llenaron de lágrimas. — No quiero que me dejes, pero sé que estás sufriendo, y no solo por lo que te ocurre, sé que piensas que voy a quedarme sola, pero quiero que sepas que no es así. Sofí te prometo que voy a estar bien, así que no te preocupes por mí.

Sofía trataba que las lágrimas no salieran, era verdad que hace tiempo se había dado cuenta que su amiga ya no estaba sola, y que al principio tal vez dejo de preocuparse por lo que podría pasar una vez ella muriera, pero ahora que el momento estaba llegando, se había preocupado de más pensado en el después.

—Pero no me mal entiendas, no quiero que te mueras aún, digo no pienses que quiero deshacerme de ti. —Sofía rio y procedió a callar a su amiga.

—Lo sé tonta.

Después de eso las dos amigas charlaron sobre el pasado y rieron a carcajadas por recordar las anécdotas que tenían juntas de que eran niñas.

***

— ¿Quieres comer algo? —Esteban le pregunto mientras revisaba si traía todo en el bolso.

—En realidad no tengo hambre. —contestó la más baja sin dejar de mirarlo.

Esteban suspiró agotado y paso la mano derecha por su cara, hace varios días que Sofía había dejado de comer, cada vez que le preguntaban si quería comer algo o tenía hambre contestaba que estaba llena o que se le había cerrado el estómago.

—Tienes que comer, no puedes seguir así.

—Ya, por favor no peleemos, ¿Si? —Sofí puso cara de perrito mojado, sabía que Esteban jamás podría contra eso.

El chico rio y negó con la cabeza, por más que conocía esa táctica nunca podía negarle nada a ella.

— ¿Te arrepientes? —la pregunta tomó desprevenido al rubio que miro asombrado a la chica. — ¿Te arrepientes de haberme conocido?

—Claro que no Sofí, el haberte conocido fue el mejor regalo que el cielo pudo haberme dado.

—El cielo ahora va a quitarte el regalo. — Esteban vio con cara de desaprobación a la chica y está levanto las dos manos en son de paz.

—Yo realmente no me arrepiento de nada, los momentos que pase contigo fueron los mejores y se quedarán guardados en mi memoria por siempre. —está vez el semblante de él era serio, y ella sabía que no bromeaba.

Lo sabía por qué para ella había sido igual, se iría sabiendo que en la tierra conoció a la mejor persona que la había habitado.

— ¿Puedo besarte? —pregunto dudosa de su respuesta.

El rubio sin esperar nada tomo delicadamente la cara de su amada para juntar sus labios, los chicos cerraron sus ojos y se dejaron llevar por el momento, no importaba nada más, solo ellos. Era un momento que quedaría guardado en la historia de sus recuerdos, un momento mágico que por un segundo los hizo olvidar el infierno que estaban viviendo y fue su beso de despedida.

Esa noche Sofía Cardozo de veinte años, falleció mientras dormía, abrazada por el que fue el amor de su vida y así seria para la eternidad.

Los doctores dijeron que se fue sin sufrir, pero los que estuvieron con ella hasta el último momento sabían que era una cruel mentira y que ya necesitaba un descanso.

Antes de morir las últimas palabras de ella fueron para Esteban y aún que él se encontraba triste por la partida de su princesa, estaba feliz por qué sabía que la había hecho sonreír por última vez.

Las últimas estaciones que presencié, fueron las mejores porque las pasé contigo.

-Sofía Cardozo.
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***
Bueno este es el último capítulo de este pequeño libró, me siento muy feliz de haber terminado de escribirlo y espero a ustedes les guste tanto como a mí.

Una vez más muchas gracias por leer y acompañarme en este paseo.

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