Venemus Fego
Brent sintió un tremendo golpe en la nuca antes de dejarse llevar por una vista cada vez más ennegrecida. El dolor fue lo último que recordó mientras abría los ojos, había olvidado que alguien más había presenciado su caída y que parecía tener ciertas intenciones con él. A su sentido del olfato comenzó a llegar lentamente un olor a carne cocida y a madera quemada. Su apetito se iba abriendo
El muchacho intentó mover sus brazos y piernas. No tardó en darse cuenta de que le habían encadenado las extremidades a un poste de madera al sentir la fría y metálica textura de las esposas con sus manos.
«Ni siquiera sé usar mis poderes. ¿Creerán que soy un peligro?», meditó el muchacho.
Brent decidió echar un vistazo al lugar en el que se encontraba, encontrándose a sí mismo dentro de una enorme carpa de tela de escamas de dragón, varias cajas de madera y huesos de animales extintos en la era de países y continentes. Frente al muchacho se encontraban sus tres amigos, encadenados también. Mike, Jenna y Oswald se hallaban inconscientes, atados de pies a cabeza y recargados sobre otros postes de madera que estaban en el interior del lugar, a diferencia del moreno, que tenía atrapadas sus cuatro extremidadades.
El jovencito intentaba entender lo que pasaba a rededor suyo, encontrándose también con elementos poco alentadores, tales como: utensilios de cacería, trampas para animales, un estante lleno de libros de magia caótica, una gran variedad de pociones con múltiples usos, y huesos de dragones. Su supuesto «tío» lo había capturado para el bando del Señor del Caos.
«¡Perfecto! ¡Vine a caer con los hijos de "Don desmadre"!»
Los nervios comenzaron a invadir su mente poco a poco. No quería estar en ese lugar repleto de personas en las que ni su propia madre confío cuando estaba con vida. No podía moverse, y gritar por ayuda tampoco le serviría de mucho.
Fue así que se sintió derrotado. Su mente trajo el recuerdo en el que la voz femenina de su terapeuta lo invitó a respirar profundo con el objetivo de brindarle tranquilidad. Esto era un ejercicio que practicaban cuando él se mostraba muy ansioso, o para evitar ataques de pánico o de ira. Pero un día, todo fue distinto.
—¡De nada me sirve todo esto cuando los demás me siguen diciendo cosas feas! —El muchacho, con los ojos vidriosos y el rostro enrojecido por enojo, había llegado allí tras golpear a un compañero suyo que insultó a su madre—. ¡¿Por qué tengo que ser yo el que cambie y no todos esos que me insultan?!
»¡No es justo!
La mujer escuchaba con atención las palabras del entonces Brent de trece años. Este, con la mirada gacha, comenzó a sollozar como un niño pequeño que necesitaba un abrazo.
—Es difícil, Brent —afirmó la voz de la terapeuta—. El que reacciones con golpes, solamente hará que ellos crean cosas peores de ti.
»No le des la razón a aquellos que te molestan. Dales un motivo para que te vean de otra forma. Tienes que invitarlos a ser tus amigos, no tus enemigos.
El muchacho alzó la vista. Para él las palabras eran una entrada a la nada. Ya había intentado ser amable, recibiendo hostilidad y hostigamiento a cambio.
Ahora, aquello parecía tener más sentido. Estaba arrepentido de pedir a sus abuelos que lo sacaran de aquella terapia que para él era inútil.
Tal vez tendría a más personas a su lado que lo ayudaran a salir de esta situación en la que se encontraba. Con sus amigos desvanecido, no tenía a nadie más a su lado para afrontar el peligro.
—No está solo, joven maestro —comunicó la voz de Nerostic—. Nos tiene a nosotros.
—Lo ayudaremos en lo que nos pida —agregó Tigrein—. Estamos para servirle.
Brent respiró hondo y decidió tratar de invocar a sus espíritus elementales con el fin de que le ayudaran a escapar, pero los magos caóticos sabían que existían dos formas de anular la aparición de los espíritus elementales: matar a su amo o dejarlo inconsciente.
La segunda opción fue la que tomaron, ya que había sido noqueado con un nuevo golpe en la cabeza por alguien al que ni siquiera tuvo ni la oportunidad no el tiempo de ver.
En las tinieblas de su subconsciente, el chico no lograba entender la razón por la que los magos del fuego no habían dejado tranquilos a sus amigos. Los seres caóticos lo estaban buscando específicamente a él con posibles intenciones nada buenas según determinó. Sus amigos no debieron haber sido capturados. Ellos todavía tenían una familia que los esperaban, mientras que Brent debía de fijar un rumbo completamente separado de ellos para no exponerlos a más peligros por su mera culpa y existencia.
Dos figuras más ingresaron a la enorme carpa de tela de escamas de dragón. Se trataba del mismo hombre que lo había capturado junto a sus amigos. El hombre estaba acompañado por una mujer joven de entre unos dieciocho o diecinueve años. Ella, de figura esbelta y de una altura superior al promedio, de cabello largo y dorado que llegaba a la mitad de la escápula, tenía unos atractivos ojos anaranjados como un par de mandarinas, aunque también vestía un uniforme idéntico al de aquellos magos caóticos que atacaron El Reino Central.
—¡Es un gusto conocerte, Brenton! —exclamó la mujer con una mirada que penetró el alma del muchacho como el hielo cuando esté recuperó la consciencia—. Creí que mi sobrino sería algo más interesante.
»¡Es una pena, ya que luces joven! —anunció con una mirada cargada de un especial desprecio por el aspecto del chamo—. Aunque te vez algo escuálido y patético.
—Es un chico de catorce años, casi quince —comentó el supuesto tío de Brent—. Además, su nombre es Brent, no Brenton.
»No entiendo bien la razón de acortar el nombre, pero sí recuerdo que así lo llamó nuestro padre.
—Brent, Brett, Brenton… ¡Me da igual! —bufó la atractiva mujer, dirigiendo su mirada asesina en dirección a los amigos del chico. Era como si pudiera lanzar cuchillos para cortar el aire—. ¿Y esa bola de niñatos son?
—Al parecer, son sus amigos —respondió el hombre que capturó al jovencito—. Los trajimos aquí para observar las reacciones del muchacho.
»Podemos utilizarlos si es necesario para que nuestro pequeño y tonto sobrino acceda a trabajar para nosotros.
»Si no nos son relevantes, está la opción de mandarlos a dormir para siempre.
En el rostro de aquel despiadado sujeto se dibujó un sonrisa repleta de maldad, mientras la fémina parecía desinteresada. Ella bostezó. La vida de los otros muchachos era nada relevante para sus planes.
Al escuchar aquello, los vellos de los brazos de Brent se erizaron ante la idea de que ellos pudieran hacerle daño a las últimas personas importantes que le quedaban en el mundo. Tan sólo con pensar que aquellos magos caóticos podrían hacerle daño a sus amigos estremecía al muchacho. No podría soportar más pérdidas.
—Ya veo —dijo la mujer, observando con harta frialdad a Brent—. Muchachito, yo soy tu tía. Una de varias, de hecho. Gran parte de nosotros los magos del caos es hijo directo de Okuros, aquel que los babosos del Orden conoce como el Señor del Caos.
»Mi nombre es Ilena. Te lo voy a deletrear por si tienes popó por cerebro. Es «I-L-E-N-A».
»Y por cierto, denle algo de comer a mi sobrino —ordenó a un par de magos del caos que se encontraban allí dentro—. Hablaré con él después de un rato.
»De verdad me emperra ver su aspecto flacuchento y patético físico. Habrá que alimentarlo y entrenarlo bastante para cambiar esto.
Estas últimas palabras las dijo con una mirada similar a la de un depredador listo para lanzarse sobre su presa. A Brent vino a su mente la imagen de un dragón listo para freír a un pobre animal incauto que devoraría al instante.
[...]
Los dos magos caóticos entraron después de un tiempo a la carpa de tela de escamas de dragón, llevando comida a Brent. El muchacho seguía atado de pies y manos, así que no podía moverse. Ilena ordenó a aquellos hombres bajo su dominio que se hicieran cargo de alimentar al vato, aunque esté no quería que lo tocaran, y mucho menos cooperaba en su alimentación. Él estaba más interesado en descargar su furia, e insultar de mil y un formas a aquellos que atacaron su antiguo hogar sin piedad alguna.
La maga caótica se levantó de su asiento hecho de piel de lagarto del desierto con desganada total ante la rebelde actitud de su joven sobrino. Estuvo abofeteando al chico un par de ocasiones, mostrándole una mirada asesina. Brent se recuperaba con una furia que se acrecentaba al recibir tremendas cachetadas mientras que todos sus amigos recuperaron la consciencia.
—¿Así agradeces una buena comida, muchacho maleducado? —preguntó Ilena con aquella mirada asesina clavada sobre el joven. El color de sus ojos la hacía lucir realmente amenazante—. Con razón estás escuálido y luces patético, maldita sabandija esquelética.
»Me imaginé que el todopoderoso heredero de mi padre sería alguien que me asombraría, no una verdadera decepción para mis ojos.
»No llegué a imaginarme a un estúpido muchachito de catorce años que no merece ni misericordia.
—¿Y usted cree que entiendo lo que buscan de mi cuando no me han dicho ni pío? —demandó Brent a la mujer-fatal.
—¿Es qué nadie se tomó la molestia de explicarle al muchacho? —cuestionó la indignada tía de Brent, arañando la mejilla derecha del chico, mientras esté gimió de dolor. Se carcajeó al ver el daño provocado.
—Yo lo haré. —Se ofreció el hombre que se había «auto-proclamado el tío del Heredero Del Caos Y El Orden»—. Brent, tu madre era una de las hijas favoritas de Okuros, el padre de la energía y magia caótica.
»Después de la gran derrota de las fuerzas del caos hace tiempo en una batalla en las diferentes ciudades elementales, y nuestra última derrota en El Reino Central, tu madre intentó apartarse de nuestro padre huyendo hasta la capital de este asqueroso y deprimente mundo. Seguramente allá la trataban como la peor escoria, ya que la gente de El Reino Central se centra demasiado en la comodidad y cosas banales.
»Ya en aquel vomitivo sitio, mi estúpida hermana se enamoró de tu debilucho padre, un descendiente de Lefuto; sin embargo, tus papás no imaginaron que engendrarían a un ser muy poderoso. Este ente del que hablo eres tú, Brent.
»¡¿Acaso no has entendido lo importante que puede ser tu vida para la magia caótica, jovencito?!
—¡Tu explicación me dio dolor tremendo de cabeza! —reclamó Ilena con un rostro lleno de furia—. ¡Debiste decirle que su madre era una poderosa maga caótica, que se enamoró de un ruin mago del orden, y nada más!
—Eso lo sé bien —afirmó el moreno, llevando su mirada en dirección a sus amigos—. Yo sé la verdad sobre mis padres.
»La gente no paraba de recordármelo mediante palabras que eran hirientes.
Suspiró, evocando el recuerdo de los pocos instantes en los que tuvo la fotografía de las personas que le dieron la vida. El verlos tan felices,era una señal de que habían luchado para estar juntos.
—Las personas en mi ciudad natal no lograron entender la razón por la que dos personas totalmente diferentes llegaron a enamorarse, pero yo sí.
»¡Yo soy prueba de ello!
—¡Me vas a hacer llorar! —expresó Ilena con voz sarcástica—. Nosotros te convertiremos en el mejor mago caótico en todo el mundo.
»Las fuerzas del tío Lefuto caerán, y el primero será tu amiguito el ladrón.
Sus ojos apuntaron en dirección a Mike. Ella sabía que aquel vato era uno de los descendientes del Señor del Orden. Además, lo miraba como si tuviera asuntos pendientes con él.
—También te ayudaremos a hacer que todos esos que se burlaron de tus «papis» caigan como las putas moscas repugnantes que son por subestimar tu valor.
»Así que te aconsejo que te unas a nuestro bando sin protestar, Brent.
La idea era en parte tentadora, pero el muchacho no tenía el deseo de dañar a nadie. Ya no importaba mucho lo que pensaran de él. Estaba preocupado por sus amigos, pero no podía confiar en esos sujetos que trataban de atraerlo con promesas. Si lo hacía, no había una verdadera garantía de que sus amigos realmente no sufrirían algún daño. Su instinto le susurró que no debía dejarse llevar.
Fue así que negó con la cabeza.
Los enemigos dirigieron sus miradas hacia Mike. El joven mago del fuego intentaba librarse de sus ataduras pero no conseguía hacerlo. Al parecer, aquellos magos del caos ya se habían encontrado con el referido en el pasado por la forma en la que lo observaban. Él se veía nervioso. El nuevo integrante del grupo de Brent seguía intentando escapar, únicamente consiguiendo herirse a sí mismo.
—¡Estoy de buen humor! —dijo Ilena a modo de guasa—. Seré un poco clemente con tus amigos, Brent.
»Me encargaré de que sigan con vida. Al menos, hasta que me aburran y decida acabar con sus miserables existencias.
—¡Déjalos tranquilos! —chilló el chico—. ¡Es a mí al que ustedes quieren!
»¡Ellos no tienen nada que ver con todo esto!
—Lamento decir que te equivocas —comunicó el tío de Brent—. Tus amigos decidieron formar parte de ti.
»Ellos te hacen débil, sobrino mío. Puedo verlo con esa mirada de perrito triste por estar atado con collar y cadena con la que los miras.
—¡Deja de llamarme sobrino! —protestó el muchacho—. ¡Tú no eres nada para mí!
Ilena volvió a aproximarse al pibe abofetearlo un par de ocasiones más. El muchacho sentía que su furia crecía a cada instante; sus pensamientos se convertían cada vez más en los de un animal salvaje. El chico sentía mucho enojo, pero, a la vez, sentía miedo. Algo malo ocurría en su interior, y él podía darse cuenta. Sentía que algo oscuro y poderoso
se apoderaba de su ser.
El chaval luchaba consigo mismo para recuperar el control de su persona, cosa que logró, aunque algo más estaba por suceder dentro suyo. Lo sabía. Algo estaba cada vez más cerca. Su frente ardía, y su vista se sentía cada vez más pesada. Sentía duro su abdomen.
—¿Viste las reacciones de nuestro sobrino? —preguntó Ilena, mofándose del chamo—. Ni nuestra ilusa hermana fue capaz de protegerlo de la magia caótica por completo.
»¿Qué sentiste cuando tu papi y mami se murieron? —cuestionó la mujer en aire de burla, además de que sonrió, como si el hecho de fuera divertido.
La pregunta sarcástica de la mujer-fatal hizo que la sangre de Brent hirviera una vez más. El chico no estaba de humor para escuchar más tonterías sobre sus familiares; no obstante, el jovenzuelo recordó una extraña sensación agradable justo en el que sus padres murieron, algo relacionado con la protección que ellos le habían brindado para que pudiera seguir con vida. Sentía que ellos lo habían cobijado con su último aliento para protegerlo del accidente que tomó sus vidas.
Había sido la voluntad de ambos que siguiera con vida, así que no podía estar más que agradecido. Tras recordar con cariño a aquellas personas que le dieron vida en más de una ocasión, el muchacho volvió a retomar el control de sus pensamientos y emociones.
—¡Interesante! —comentó Ilena entre risas—. Estamos viendo un poco de la esencia del orden del chico. Aunque sé que dentro de él hay mucha energía caótica esperando ser liberada.
»¡Imaginen al más poderoso mago caótico de todo el mundo! Uno con algunas cualidades de un mago del orden —mencionó Ilena con una sonrisa maliciosa. Extendió los brazos y miró hacia arriba—. ¡Es genial!, ¿no creen?
¡Asegúrense de que el ladronzuelo de mierda viva para que me encargue de él yo misma! ¡Quiero ver las reacciones de mi sobrino!
Brent no lograba entender la razón por la que llamaban de esa manera a Mike, aunque sabía bien que algo malo le ocurriría pronto al joven mago del fuego a causa de esa loca.
Un grupo de cinco magos caóticos aparecieron de la nada. Mientras tanto, otro par de aquellos liberaron al muchacho de sus ataduras, llevándolo al centro de los cinco.
Los sujetos amenazadores levantaron su mano derecha y exclamaron al unísono: ¡Fuego-Rum-Simplum!, creando chispeantes bolas de fuego de medio metro sobre sus manos.
—¡Fuego-Rumero-Protecto!—bramó Mike, creando una barrera de fuego para defenderse de los ataques.
Varias bolas ardientes se dirigieron en contra del amigo de Brent. El mago del fuego intentaba protegerse de los ataques, a pesar de que sus atacantes siguieron invocando bolas de fuego para persistir. Ilena apartó a un par sus sirvientes.
—¡Son tan incompetentes como un grupo de slimes! —gruló la mujer fatal—. ¡Se me van a la chingada ahora mismo!
»¡Serpentum-Fuego-Rum-Maxi!
Una enorme serpiente de fuego apareció, mandando lejos la carpa de tela de escamas de dragón. La culebra de fuego emitió un extraño ruido que se escuchó muy similar al gruñido de un dragón drosae. Luego, la enorme víbora rastrera lanzó una llamarada de un fuego de un tono azulado contra Mike. El muchacho no tuvo tiempo para responder, por lo que recibió el ataque de aquella criatura. Cuando la llamarada finalizó, cayó de rodillas, totalmente inconsciente; sin embargo, continuaba con vida. Al menos la peligrosa rubia se había asegurado de ello, pues era su deseo torturarlo hasta la muerte.
—Debo admitir que ese tipejo del orden me impresiona —pronunció Ilena, pisteando a Mike en repetidas ocasiones—. Creí que estaría más que frito, pero se las ingenió para soportar un gran ataque de uno de mis sirvientes favoritos. Así que tendré más tiempo para divertirme con él.
»El siguiente en recibir algo de cariño, será el otro amiguito de mi sobrino.
Chasqueó los dedos. Nuevamente, un par de magos caóticos se acercaron a los amigos de Brent. Ellos desataron a un aterrado Oswald que suplicaba por piedad, y lo llevaron ante el mismo grupo que atacó a Mike, empero, Ilena avanzó, y gritó:
—«¡Flamo-Rum-Totum!»
Una veloz bola de fuego impactó contra la espalda Oswald, lanzándolo contra un gran poste de metal. El mejor amigo de Brent quedó fuera de combate al instante. El chico gritó de furia, y Jenna soltó uno de nerviosismo. Ella era la siguiente en la lista, el muchacho también lo sabía muy bien. Ya no podía soportar más.
Brent ya le había fallado a dos de sus amigos. No podía permitirse no hacer nada para ayudar a Jenna. Ella y el resto de sus amigos eran muy importantes para él. Él se sentía frustrado, enojado y molesto por la forma en la que habían atacado a los otros dos. Él debía de hacer algo para ayudar a la chica. Tenía que luchar contra esa frustración que no le permitía seguir adelante.
Nuevamente, el jovencito sintió que perdía el control de sí mismo. Llegó a tocar su rostro, sintiendo que una furia todavía más grande quería tomar el control. ¿Y si esa era la respuesta que necesitaba? Tal vez el morro necesitaría dejar de temer a sí mismo, y dejar que aquella sensación se apoderara de él. Podría ser la única forma en la que llegaría a ayudar a sus amigos y vencer a sus enemigos.
Se sumergió en una oscuridad que se adueñaba de su alma, y vio a alguien similar a él flotando en dirección contraria. Tal vez solamente era una representación suya de ese poder durmiente en su interior.
El suelo comenzó a estremecerse de manera violenta. Las cadenas que sujetaban a Brent se rompían por sí solas. El odio del muchacho por los tipejos que atacaron a sus amigos había aumentado. En ese momento, el pibe dejó de ser él, dando paso a un ser caótico. Sus ojos se tornaron tan rojos como la sangre, y mostraba una mirada de un animal rabioso.
Él levantó sus manos para crear figuras monstruosas hechas con la tierra de los alrededores. Las figuras cobraron vida propia y después se lanzaron al ataque contra los magos caóticos por rededor suyo. Gruñó como una bestia indomable.
Segundos más tarde, el muchacho extendió sus manos, chocándolas en un par de ocasiones. El suelo comenzaba a agrietarse, fuertes vientos se hicieron presentes, y una terrible tormenta eléctrica dio comienzo. Brent dio un enorme salto, usando su puño contra Ilena. La maga caótica logró evadir el golpe que impactó contra el suelo, dando origen a un enorme cráter.
Mediante hileras flamantes de fuego, un incendio comenzó a formarse alrededor del área que conformaba toda aquella base improvisada. Ningún mago caótico del fuego era el responsable. Todos se miraban sorprendidos, ignorando al muchacho que debían mantener cautivo. El poste al que estaba atada Jenna se hundió en el suelo, por lo que la chica logró liberarse al notar que sus ataduras se rompieron. Dos enemigos más la rodearon, no obstante, no contaron con que Brent se había dado cuenta de ello. El muchacho lanzó una esfera de energía caótica contra sus oponentes, llegando a pulverizarlos. Jenna estaba asustada e incrédula de lo que acababa de ver con sus ojos. ¿Acaso ese era su amigo?
Después, el jovencito soltó un terrible rugido bestial que aturdió a los presentes. Viendo desde la oscuridad, quería retomar el control, pero no podía conseguirlo. Se sentía débil y mareado. Él dejó que su energía caótica desatara lo peor de su persona. Más tarde, escuchó una voz que lo animaba a ser fuerte. Era la dicción de su madre.
—¡Tú puedes hacerlo, Brent! —afirmó su progenitora—. ¡Tú eres un buen chico! ¡Yo sé que eres mejor que esto, mi pequeño!
—¡No te rindas! —expresó una voz más—. Eres mi hijo, y sé que eres muy fuerte.
Los padres de Brent lo animaban a confiar en su poder y voluntad propia. Sus palabras fueron muy reconfortantes para el muchacho. Estas lo llenaban de una fuerza que lo hacía sentirse poderoso. Él podía sentir que recobraba sus energías con tan sólo escuchar a sus progenitores, por lo que también debía luchar con todo lo que tenía para retomar el control de su propio cuerpo. Lo primero que hizo, fue invocar a sus espíritus elementales, ya que debía poner a salvo a sus amigos, y después, concentró toda su fuerza para controlar su energía caótica. Poco a poco su vista se volvió más clara, hasta que pudo ver de vuelta a su amiga.
—¡Brent! —lo llamó, Jenna. Temblaba. Parecía asustada de lo que acababa de presenciar, pero observó a los ojos al chaval.
Sus ojos habían vuelto a la normalidad, y su rostro se había relajado bastante. Cayó de rodillas.
Volver a tener el control de su ser requirió mucho de la energía que consiguió tras escuchar a sus padres; no obstante, volvió a ver aquel ser tan parecido a él, desvaneciéndose en las sombras. Estaba inconsciente.
«Es como si fuera otro yo», pensó.
Las llamas se extinguían, y ya casi todos estaban a con el tigre blanco espiritual del moreno, aunque inconscientes tras los ataques de Ilena. Solamente faltaba el par restante para poder huir. Ambos se acercaron lentamente al gato rayado y sobredesarrollado.
Tigrein estaba por usar su cola para subirlos lentamente sobre su lomo. Ilena no iba a permitir que ellos se salieran con la suya, así que se preparó para evitar que aquellas «cucarachas viles y rastreras» pudieran escapar con vida. Tenía que usar ese as bajo la manga para causar todo el daño que fuera posible
—¡Venemus Fego! —gritó la tía de Brent, lanzando un fuego de un color verdoso y un olor similar al azufre.
La bola de fuego se dirigía hacía la chica, entonces, ni cortó ni perezoso, Brent la interceptó, por lo que recibió el hechizo de la mujer-fatal. El chico aulló de dolor, mientras su tía mirada con incredulidad como no causó mucho daño al vato.
Al ser testigo de lo que aquella fémina hizo, Nerostic golpeó con su garra a la maga del fuego, dejándola inconsciente, y descargando su furia contra el resto de los esbirros del Señor del Caos. Tigrein logró subir a Jenna y a Brent sobre su lomo en aquel momento.
El tigre blanco espiritual comenzó a correr lejos de la base enemiga. Por su parte, Brent sentía que algo andaba mal. Su fuerza desaparecía a cada segundo, pero prefirió no decir nada para no preocupar a sus amigos. Su prioridad en ese momento era ponerlos a salvo. Algo que podía significar su propia perdición si no trataban la herida que recibió. Jenna estaba tan asustada, que no se dio cuenta de que en realidad en chamo había sufrido más daño del aparentado.
Ilena lo sabía muy bien, por lo que actuó fingiendo que no pasó mucho en aquel instante. El hechizo que usó era uno de un fuego venenoso. Si Brent escapaba, no lo dejaría vivir para que pudiera unirse a las fuerzas contrarias a las de su padre.
Además, el muchacho podía recordar el haber eliminado a dos magos caóticos, por lo que se sentía muy mal: sin embargo, Jenna lo tomó de la mano, explicándole que había sido la energía caótica de su interior la causante de aquello, pero Brent no estaba completamente seguro. Pensaba que había otro ser viviendo en su interior. Uno más peligroso.
—A veces los descendientes de Okuros suelen perder el control cuando son dominados por emociones negativas —mencionó Jenna, viendo en dirección al chico—. La culpa fue de aquellos sujetos que te provocaron, jamás fue la tuya.
El muchacho agradeció las palabras de la morra, pero sintió un extraño mareo. Esperaba recuperarse, pero con una herida como esa, era probable que su vida estuviera en un peligro real.
¿Cómo conseguirían ayudarlo antes de que aquello fuera fatal?
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