Un Día En Los Recuerdos De Brett
El muchacho dormía tranquilamente en aquel lugar llamado «El Todo y La Nada». Él había visto que su hermano se reunía con sus amigos, pero sabía que esa vida era lejana para sí mismo. Los del grupo preferían a Brent como todo el mundo, incluyendo a sus padres, ya que siempre le hablaban de cómo les gustaría estar con él, lo que causó que muchas veces se sintiera menospreciado hasta por su propia sangre.
Pero aquello ya no le importaba como era antes. Él ya había logrado lo que más quería. Pudo ver el mundo exterior con sus propios ojos, hacer eso a lo que sus padres llamaban «respirar», y logró pelear en ese otro mundo. Sin duda, Brett había vívido sus propias aventuras. Pudo pisar aquel suelo y sentir las texturas de las cosas, incluso llegó a sentir su temido dolor cuando peleó contra su abuelo materno.
Aunque, por alguna otra razón, Brett sentía un extraño vacío por dentro. Uno provocado por la reunión de su hermano con sus amigos. Brett sentía que algo importante le faltaba en su vida, algo como sentirse apreciado por otros, ya que para el muchacho era bastante lamentable no ser tomado en cuenta ni por la chica que le gustaba a él y a sus dos hermanos mayores.
«Y ahora que Jenna tiene novio y Brent perdonó al otro imbécil, las cosas irán peor para mí», caviló mientras hacía pucheros.
El único momento en el que se podía sentir relajado, era a la hora de dormir.
Y ahora, tras un rato de haber cerrado los ojos, Brett soñaba con aquella época en la que no había muchas cosas que le preocupasen, y en la que todo parecía ser un más divertido. Él recordaba que un día que durmió al lado de su padre con quien solía jugar en ocasiones. Aquello era muy relajante, pues siempre apreció mucho estar en compañía de sus padres.
Le gustaba ser perseguido por él, así como le hicieran cosquillas. Cuando era pequeño, su padre lo cargaba sobre sus hombros y así sentía que era el rey del lugar.
«¿Por qué todo de complica cuando uno crece?», pensó en múltiples ocasiones mientras más crecía.
Su respuesta fue que mientras se crecía, sentimientos más complicados nos inundaban, a costa de perder la sencillez con la que mirábamos las cosas cuando éramos niños.
Él extrañaba sonreír y mirar su mundo de una forma más humilde.
Y tras soñar con su feliz infancia, finalmente abrió los ojos, encontrándose a su progenitor al lado suyo.
—Ya despertaste, Bretley —dijo su padre, colocando la diestra encima del cabello de su cabello el cual comenzó a revolver—. Debo suponer que tuviste un sueño bastante tranquilo, pequeño. Estuviste algo quieto, pero se te veía contento.
—¿Dónde está mi mamá? —preguntó Brett a su padre, mientras esté último lo abrazaba.
El pibe de ojos rojizos sintió que su padre lo besó en la frente, y su reacción fue sonrojarse.
—Ella está frente a nosotros, cuidando de tu hermano —respondió su padre con una sonrisa en el rostro—. Aunque nunca he entendido para que digo «cuidar».
»Este lugar siempre ha estado demasiado tranquilo desde que lo conozco, y no hay mucho por hacer, aunque es bastante agradable. ¿Tú que piensas, hijo?
—Quiero darle un abrazo a mi mamá —contestó el muchacho—. Me ayuda bastante estar con ella cuando pienso que tal vez me muera solo.
—¿Y por qué piensas eso? —inquirió su papá.
—Es bastante obvio, pá' —replicó cabizbajo el pibe—. Más allá de ustedes, no tengo amigos ni novia.
—Entiendo lo que dices —comunicó su viejo—, y en verdad me habría gustado que pudieras tener una vida más allá de este mundo.
»Solamente te quería decir eso, ya que no tengo la solución, aunque me habría gustado contar con esta.
El mayor se levantó y ayudó a su cría a incorporarse.
—¡Pero menuda tranquilidad es descansar sobre el pasto! —exclamó el hombre, estirando los músculos de su cuerpo, acción que fue imitada por su bendición—. ¡Vamos con tu mamá!
Padre e hijo se acercaron al lugar en el que descansaba la madre del chico junto a su otro hijo. Ella estaba sentada con la espalda recargada en el tronco de un árbol, con la cabeza del mayor de los hermanos de Brett recargada sobre sus piernas. En ese momento, Brett pudo ver que su hermano mayor estaba tomando una siesta, como de costumbre.
«¡Vaya flojo!», juzgó con la mirada.
—Veo que Brenton se volvió a quedar dormido —dijo el padre de ambos chicos—. En realidad, no es una enorme sorpresa.
»Brenton se despierta de cinco a diez minutos y vuelve a dormir.
El ojirrojo miró con atención a su progenitor.
—¿Cómo sabes cuánto tiempo pasa, papá? —preguntó Brett con una mueca de sorpresa que obviamente estaba dirigida hacia el mayor.
El hombre extendió la mano, y con la zurda, descubrió un poco más allá del cúbito de su brazo derecho, dejando al descubierto un artefacto.
—Incluso muerto llevo conmigo este reloj —replicó el padre de los dos muchachos—. Cuando llegué aquí, me dijeron que nunca se detendría en este lugar.
»Siempre es bueno contar con algo que nos será útil.
Brett miró con entusiasmo el reloj de su viejo. Era una verdadera novedad para él, y de daba gusto que su padre compartiera algo de su vida.
—¿Quieres que te muestre cómo funciona? —inquirió el mayor, y su retoño asintió con la cabeza.
Y así, Brett se acercó más para que su papá le enseñase el funcionamiento de aquel «místico artefacto».
La madre del muchacho observó aquella escena con ternura. Le gustaba ver un momento padre e hijo como lo fue en los viejos tiempos. Para el hombre, aquello era algo tan preciado, pues sabía que si madre era tan importante para él, ya que era el único ser de origen caótico a su lado, y con la persona con la que tenía mayor afinidad dada su ascendencia. Llegó incluso a sentirse desplazado, pero entendía a su bendición.
En cuanto a Brenton, él se dejaba consentir por ambos, aunque era más solitario debido a que tenía que dormir bastante al no usar su poder constantemente.
Y de pronto, observó con ánimo el momento en el que su hijo entendió que su reloj volvía a la hora de manera automática.
—Según entiendo, fue forjado con magia del tiempo —explicó el padre de Brett.
—Y ya entendí que la manecilla chiquita es la que marca la hora —replicó el menor, y su padre asintió con la mirada.
De pronto, Brenton se despertó. Estiró los brazos y piernas antes de caminar por un bosque.
Brett aprovechó el momento para correr en dirección a su madre para darle un cálido abrazo.
—¡Veo que alguien anda de buenas! —alegó la mujer, pasando con suavidad sus manos sobre la espalda de su pequeño.
Ella también notó que Brett era muy apegado a su persona, Bretón más solitario, y le desgarraba el alma no tener a Brent a su lado todo el tiempo para abrazarlo y conocerlo mejor. Aunque de vez en cuando observaba al tercero de sus retoños, le hacía falta.
—¿Otra vez piensas en Brent, mamá? —demandó Brett con un amargo sabor de boca.
—Como madre de tres, me es imposible no pensar en mis hijos, lo que incluye a tu otro hermano mayor —afirmó la fémina—. Los amo a los tres, y me preocupo por el bienestar de todos, pero me siento mal por no poder estar con Brent, pues nuca sabré lo que la vida le depara.
Ella dio un beso en la nuca de Brett.
—La verdad es que le tengo envidia, porque siempre luces preocupada por ese baboso —vociferó el ojirrojo, y su madre le dio un coquito.
—No me parece justo que te expreses así de tu hermano —parló la mujer—. Ha quedado bastante desprotegido desde que el hechizo que lo protegía se anuló.
»Ahora, mis hermanos lo están buscando, y temo que hayan logrado agruparse como tanto sugería mi madre.
—¿La «sirena malvada»? —inquirió el menor.
Su madre, con la mirada en el suelo y una mirada que reflejaba tristeza, asintió en silencio. Brett había escuchado que su abuela era una mujer malvada y manipuladora que usaba su voz para subyugar a quienes osaban desobedecer sus instrucciones.
—Me da gusto que tú no seas así como la abuela —dijo Brett a su progenitora—. Tú eres una mujer dulce, mable y cariñosa.
»Conocer a papá fue en parte, parte de la culminación de tu camino a la libertad, mamita.
Ella sonrió para su hijo y lo abrazó con fuerza.
—Me siento con suerte por tomar la decisión de estar a su lado, pues me dio tres lucecillas más que iluminaron mi camino.
Aunque la cercanía con su madre lo hacía feliz, el hermano menor de Brent no conseguía liberarse de aquel vacío en su corazón. Además de ver el mundo en el que vivía Brent, también anhelaba tener amigos y conseguir pareja. Quería formar su propia familia un día. Su padre y su madre ya no le bastaban para ser feliz dentro de El Todo y La Nada, por primera vez en su vida, él quería conocer otras personas fuera de ese lugar, aunque sus limitaciones eran más que obvias.
Él no tenía un cuerpo físico propio, pues él único cuerpo que tenía era aquel que debía de compartir con sus dos hermanos, además de que Brent le tenía que dar su autorización para salir al mundo que deseaba habitar. Y bien, aquello era algo demasiado frustrante para los sueños de Brett.
«Cada día te envidio más Brent, porque tú vives allá afuera, conociendo gente y haciendo nuevos amigos en el camino», pensó con desgana.
—¿Pasa algo, pequeñito? —cuestionó si madre tras escucharlo exhalar.
Él negó con la cabeza, pero su mirada decía otra cosa. Estaba triste por estar condenado a una vida en El Todo y La Nada.
El pobre muchacho tenía que limitarse a ser un simple observador de la vida de su hermano.
—Sé que te sucede algo, cariño —enunció su madre con una voz suave—. Puedes hablar de ello.
—Es que cada día más pienso en que no tendré más en mi vida más que a ustedes.
»No me malentiendas, pero quisiera tener mis propios amigos, conocer más gente por mi cuenta, y un día, quisiera hasta tener mi propia familia.
»¿Está mal tener estos sueños?
—No lo está, cariño —comentó su madre, colocando la zurda en el hombro derecho del chico—. Es bueno que tengas tus propios sueños y metas.
»Tal vez podrías pedirle a Brent que te deje salir más seguido allá donde se encuentra.
—Y estoy seguro de que la gente va a creer que solamente soy una personalidad distinta en lugar de alguien completamen... —Tragó saliva— Alguien diferente a él.
—Supongo que en parte tienes razón, hijo mío. —Su madre suspiró—. Creía que es en parte mi culpa dado que mi cuerpo fue incapaz de soportar la cantidad de energía tuya y de tus hermanos en un sólo embarazo.
El chico quedó impactado ante tales palabras, pero no debido a que fuera algo desconocido para él, sino a que no quería que su madre cargara con aquella responsabilidad.
—Nadie es culpable —dijo—. Fueron simples circunstancias las que eligieron que Brent absorbiera mi cuerpo y el de Brenton para que tú pudieras seguir con vida, pero más tarde morirías a manos de mis tíos.
—Suena en parte a echar la culpa sobre Brent, ¿no crees, Bretley? —cuestionó su madre.
El chico se encogió de hombros. Sabía bien que Brent no era del todo culpable, pues de nos ser por su actuar durante el periodo de gestación, nadie habría sobrevivido el resto del embarazo.
—No —declaró el muchacho—. Es que de no ser por él, todos estaríamos muertos.
»Así que no lo puedo culpar, aunque a veces se me pasa la mano.
—Bueno, habrá que ser creativos para tu problema —aseveró la madre del ojirrojo—. Aunque tal vez podrías, no sé, ser más amable y tener acercamiento con los amigos de tu hermano, ¿no crees?
»Ellos tal vez puedan ser tu primer acercamiento a conocer nuevas personas en aquel mundo.
El vato se encogió de hombros una vez más, pero pensó en las posibilidades. Tal vez su madre tenía razón y debía trabajar con lo que tenía desde otros ángulos.
—Bueno, una caminata no me vendría mal por el momento, así que charlaremos más tarde, pequeño —prometió su progenitora.
De pronto, el muchacho se sentó en el suelo para observar a aquel otro hermano al que únicamente podía mirar desde la lejanía cuando no se presentaba en El Todo y La Nada.
Brett era testigo de Brent estando dormido, aunque también había algo en su postura que le hacía notar cierta tristeza en él, y eso era de las pocas cosas que Brett no envidiaba de Brent, ya que siempre consideró la tristeza como un sinónimo de debilidad. Aquello era algo que Brett no se quería permitir nunca jamás.
«La sentimentalidad es patética», juzgó.
De pronto, escuchó el rugir de las ramas. Notó que el mayor de sus hermanos se acercaba a él, y justamente, se sentó a su lado.
—Nada interesante ocurre mientras Brent duerme —pronunció Brenton para Brett—. Nuestro hermano es algo complicado, aunque es un buen tipo.
»Me agradó mucho ver que por fin logró reunirse con nuestros amigos.
Brett lo miró incrédulo y se levantó de su sitio.
—¿Nuestros amigos? —demandó Brett con el entrecejo fruncido— ¿No querrás decir «sus amigos»?
»Nosotros sólo somos un estorbo para ellos. —Se cruzó de brazos—. Ni siquiera nos mencionan debido a lo poco que significamos.
»Por el contrario, Brent es casi un ídolo.
—Vaya que eres un poquito tonto, hermanito —replicó Brenton tras levantarse y dar un coquito en la nuca a su hermano menor—. En cierta forma, ellos también nos consideran sus amigos al creer que vivimos dentro de nuestro hermano.
»Creo que inclusive Brent a veces cree que vivimos dentro de él porque nos puede escuchar cuando lo llamamos.
—¿De verdad crees que ellos nos consideran amigos? —preguntó cabizbajo Brett para su tato.
—¡Claro que sí, hermanito! —exclamó Brenton con gran alegría, y colocando su brazo derecho sobre la espalda de Brett—. Les dio gusto ver a Brent, y claro, ellos se alegraron porque saben que nosotros también estamos a salvo.
«Este de seguro cree que soy zopenco, pero él fue el que se cayó de un árbol mientras estaba bien dormidote como de costumbre», dijo Brett para sus adentros.
—¡Ya lo creo! —respondió Brett, pero no estaba convencido del comentario de su hermano.
—Lo digo con sinceridad —aseguró el ojiverde—. Ellos nos también nos aprecían a nosotros.
—No creo eso —proclamó el de ojos rojos a su hermano de ojos verdes.
En ese momento Brenton señaló que Brent estaba despertando, y los dos hermanos se sentaron lado al lado para ser espectadores de la vida de Brent, uno de sus pocos hobbies dentro del lugar que habitaban.
Ambos compartían el anhelo por vivir sus vidas en el exterior. A pesar de su forma de vida, y tomando una apariencia similar a la de aquel hermano suyo que existía en aquel otro sitio, ambos tenían su propia personalidad, metas y deseos que permanecerían incompletos por el resto de sus vidas.
En parte, sentían cierto consuelo al mirar la vida de su hermano a ratos. Les daba compresión de lo que era aquel lugar, y de lo difícil que podría ser estar allá, especialmente siendo cazados por aquellos que trabajaban para su abuelo materno.
De niño, Brett solía imaginar que estaba allá afuera, peleando contra quienes se atrevían a insultar, golpear y acosar a su hermano, o, haciendo énfasis en su madre.
También solía pensar en que ambos se metían en problemas juntos a Oswald, o que hacía unos con otras personas que llamaron su interés.
Otro de sus pasatiempos era el de saltar árboles y correr de un lado a otro para ejercitarse, cuando no estaba metido en la vida de Brent.
Su madre de vez en cuando le enseñaba algunos hechizos, y aunque también practicaba con su papá, no era muy afín a la magia del orden.
—¿Qué pasa? —cuestionó Brenton al menor al verlo callado.
—Nada —replicó Brett—. Parece que Brent tendrá un día de lo más aburrido.
»Aunque al menos parece divertirse cocinando.
»Si estuviera en ese mundo, tal vez me gustaría dedicarme a algún deporte.
Brenton sonrió, mientras lo veía con interés.
—Sabía que dirías algo así, pues parece que no sabes estar quieto —comentó el ojiverde para su pequeño tato.
—Y tú te la vives dormido —profirió este, apuntando con la mirada a Brenton.
—Es que tengo que controlar mi energía para no causar destrozos al no usarla —replicó Brenton, mirando al cielo donde se proyectaba la vida del hermano sándwich.
»Aunque si estuviera en aquel mundo, tal vez me gustaría estudiar leyes.
—Aburrido igual que tú —manifestó Bretley, y segundos después, se dispuso a marcharse.
De pronto, el chico y su consanguíneo escucharon que todos los amigos de Brent aparecieron en el comedor, por lo que Brett decidió quedarse un rato más.
—Tus abuelos tenían información de que la ciudad más cercana es Ciudad de los Vientos —pronunció Oswald para Brent, pero siendo escuchado también por los hermanos de este.
—Hay una mega biblioteca en el lugar que podría contener información muy importante de hechizos de nivel medio o superior que podrían servirnos —aseveró Mike, quien miraba con complicidad al amigo de Brent.
Umar, como siempre, parecía molesto por alguna razón.
—Eso estaba también en sus libros de geografía —recriminó—. Tendré que hacer que estudien todavía más.
Todos lo miraron con aires de incredulidad.
—Al menos hay un nuevo plan por el momento —declaró Brent—. Así que pido que cada quien se aliste para nuestra nueva aventura juntos.
Brett se alegró de que ya tuvieran un nuevo rumbo fijo.
—Hermano estúpido, ¿me escuchas? —dijo el ojirrojo para el hermano del exterior—. Mamá me habló alguna vez del lugar, así que es posible que entre los hechizos des con algo para derrotar a las sectas elementales.
—Brett tiene razón, hermanito —intervino el mayor de los tres—. Esfuérzate al máximo, y nosotros entrenaremos desde dónde estamos para apoyarte en si es necesario.
—Gracias, chicos —respondió el muchacho, pero lucía distraído.
—¿Dijiste algo, Brent? —inquirió Jenna—. Me pareció escucharte decir algo.
—Agradecía a mis hermanos metiches por algo que compartieron conmigo —replicó el moreno de ojos negros—. Aunque ciertamente, tuve un sueño extraño en la noche, pero similar a uno que tuve días antes del ataque a El Reino Central.
—¿Y de qué fue aquel sueño? —interrogó Oswald al chico.
Los hermanos de Brent miraban con atención los acontecimientos alrededor suyo.
—No recuerdo si se los había comentado antes, pero en los últimos días que estuvimos en El Reino Central, yo soñé con espadas que bailaban en círculos —replicó el moreno—. Luego vi otras cosas, pero no recuerdo mucho.
Tomó una expresión pensativa. Desde El Todo y La Nada, Brett y Brenton se miraron fijamente.
—También he tenido un sueño similar —confesó Brett al mayor de sus carnales.
—Yo vi lo mismo antes de despertar —declaró Brenton.
Ambos quedaron boquiabiertos tras lo que revelaron el uno para el otro. Un escalofrío recorrió sus cuerpos.
«¿Por qué soñaríamos con lo mismo que Brent?», pensó el menor de ellos.
Brenton parecía pensar exactamente lo mismo.
Y sin tener más tiempo de indagar en el asunto, ambos escucharon a alguien más hablar del tema.
—Debiste soñar con Las espadas danzantes —afirmó Nico, haciéndose notar al lado de su primo Ulises—. Lo lamento, debí anunciar mi llegada.
»La tía Donna me mando a decirte que está preparando cosas para tu viaje, pues intuyó que te marcharías pronto.
—Y yo lo vine siguiendo por si planeaban irse sin nosotros —confesó Ulises con una mueca traviesa.
—Agradezcan a su tía de todos modos —ordenó el pibe castaño y de ojos negros—. No nos iremos sin ninguno de ustedes dos, par de mensos.
Brett y Brenton observaron a aquel par. Ellos dos eran casi como hermanos, lo que llamó su atención por lo bien que se llevaban.
—Me recuerdan un poco a nosotros —anotó Brenton para su carnalito—. ¿Tú qué piensas, Brett?
—Opino que están tarados —dijo, provocando una mueca de reproche en el mayor—. Aunque no voy a negar que se llevan mejor que un par de primos.
»Su parecido es bastante, que uno diría que son gemelos.
De pronto, Nico se acercó más al Heredero del Caos y el Orden.
—La tía Donna me dijo que hace muchísimo tiempo, mi padre trabajó en Ciudad de los Vientos en una exposición que se celebraba cada año sobre Las espadas danzantes, y que mi madre la conoció en aquel lugar.
—¡¿Qué?! —cuestionó Ulises con los ojos abiertos de par en par—. La tía me dijo exactamente lo mismo.
Hubo un silencio espectral. Los hermanos de Brent se miraron fijamente. Tenían sus sospechas.
—Pobres chicos si es que llegan a descubrir que son hermanos —manifestó un Brett cabizbajo.
—Lo mismo opino —dijo Brenton, con una expresión similar a la de su hermano menor.
Ambos suspiraron de una forma similar a como lo hacía Brent últimamente.
Desde aquel mundo, Brent se dispuso a romper el silencio.
—Entonces, espero que el viaje ayude a develar sus orígenes, chicos —comentó el moreno para los primos
Ambos agradecieron con la mirada al jovencito, y corrieron a abrazarlo. Lo apreciaban tanto por ser una de las pocas personas que se dignó a mirarlos a los ojos y aprender algo de ellos.
—¡En esta nueva aventura, también quiero aprender nuevos hechizos! —exclamó un enérgico Nico—. Estoy cansado de hacer bromas todos los días.
»Me gustaría aprender algo un poco más serio.
—Opino más o menos lo mismo, pero diferente —comentó el primo de Nico—. Yo quiero conocer un poco más aquel lugar, porque me gustaría vivir en la ciudad cuando sea grande, así que me vendrá bien conocerla, al igual que lo que vea al lado de ustedes.
Brent y compañía les dieron de inmediato la bienvenida a sus nuevo integrantes. Brett se sorprendió por la cálida recepción de aquel par, muy por el contrario que su hermano mayor.
—Creo que alguien más al lado de nuestro hermano no es mala idea, ya que las posibilidades para cuidar el uno del otro son mejores —expresó Brenton tras estirar los músculos de su cuerpo y ver al cielo, al tanto que colocaba sus brazos detrás de la cabeza.
—Me da mucha envidia ver qué Brent siempre las tiene fáciles para relacionarse con la gente desde que abrazó su destino de ser el Heredero del Caos y el Orden —manifestó el ojirrojo—. Creo que por mi naturaleza caótica e inmadura, yo nunca tendré la misma oportunidad, en especial al vivir atrapado es este lugar.
—¡Basta de lamentarte, Brett! —chilló Brenton, casi a manera de orden—. Tú no deberías de hacerte ese estúpido etiquetado.
»Los dos somos Herederos del caos y el Orden al igual que nuestro hermano, pues fuimos procreados por aquellas dos fuerzas opuestas.
»Lo único que haces al decirte eso, es lastimarte a ti mismo, hermanito tonto. —Le dio un coquito y el otro se quejó—. Yo te quiero, y a la vez envidio lo honesto que eres.
»Creo que esta vez fue mi ligera porción de caos en mi interior la que me ayudó a expresarme contigo.
Brett se quedó pensando un poco sobre las palabras de Brenton, quien se alejaba un poco para tomar una siesta. Realmente quería ver las cosas con mayor tranquilidad como suponía que el mayor de sus hermanos lo hacía.
«El gran problema, siempre será nuestro corazón de tres», pensó con un nudo en la garganta.
—Siempre he odiado la profecía en la que se nos involucra, porque parece no referirse a nada bueno para nosotros —comentó al aire, al mismo tiempo que sus ojos se tornaron vidriosos—. Es por eso que sé que nunca cumpliré mis más anhelados deseos, y es algo que me pone triste.
El chico siguió caminando, hasta encontrarse con sus padres. Corrió a abrazarlos y sollozó sobre el regazo de su progenitor.
Este último miró con consternación a su esposa.
La profecía a la que se refería Brett decía:
«En momentos amargos en los que una luz pequeña este en peligro, el corazón de tres se ha de volver uno.
Con aquella unión finalmente consolidada, aquel de en medio obtendrá el poder de sanar a los muertos, siempre y cuando, el tiempo sea corto.
La decisión más importante será tomada cuando tres se vuelvan uno, y uno deje de ser tres.
Habrán llantos y penas, pero un ente completo».
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