Sin Rumbo

Los límites de Ciudad Astro estaban cerrados, y por alguna razón, nadie podía entrar o salir. Aquello no pintaba bien para los planes de Brent, pues confiaba en que sus amigos habían tomado una nueva ruta para dar con él, siempre y cuando lo estuvieran buscando, pero existía la posibilidad de que tal vez ya lo habrían dado como caso perdido y cerrado. El muchacho estaba un poco exhausto y desesperanzado al no tener más ideas en la cabeza, y tal lo predijo, sus pensamientos tormentosos tampoco ayudaban.

Ifero y Joel tampoco estaban satisfechos con los recientes sucesos

—Creo que no tenemos de otra más que descansar y pensar en algún punto de reencuentro, pero no tengo ni coña idea de en dónde estamos —dijo Brent, observando el paisaje en el que estaba junto a su «todavía no sé si llamar novio» y el amigo de este.

Los tres se hallaban en un gran bosque, cuyos colores revelaban que el otoño estaba cerca. El aire fresco acariciaba las mejillas de los presentes, haciendo recordar al moreno aquellos días en los que solía ir al parque junto a sus abuelos.

«Aunque el que más me gustaba era el de un pequeño pueblo que de pronto dejamos de visitar», caviló.

A pesar de que sentía que no habría esperanza de encontrarse con los suyos, una cálida mano tomó la suya. Ifero le dio un beso en la mejilla y se sonrojó como si fuera la primera muestra de afecto que se hubieran dado.

—¿En verdad esto sigue siendo una novedad para ti? —inquirió el castaño.

—Ya te había dicho que no soy muy bueno expresando estos sentimientos —replicó el albino de ojos rojizos—. Aunque cada día que paso contigo es menos complicado.

»Creo que me gusta, y quiero que seamos más que amigos. Es un hecho.

—Ya te habías tardado —respondió Brent con alegría—. Y de verdad agradezco que tú y Joel estén aquí.

—Brent, una promesa es una promesa —recordó el joven con cierto toque misterioso en su expresión—. Te hemos traído aquí. Así que no veo el caso de dejarte solo, mucho menos ahora. —La sonrisa que se dibujó en sus labios le dió cierto toque encantador ante los ojos del moreno—. Busquemos un lugar tranquilo y vacío, luego, luchemos.

«¿En verdad piensa en luchar luego de prácticamente declararle su amor a ese chico?», cuestionó Joel para sus adentros.

Brent también había olvidado aquello. En cierta ocasión le prometió a Ifero que lucharía contra él, pero no era para él el momento más adecuado. ¿Por qué de pronto le había pedido tal cosa?

«Tengo que cumplir mi palabra», reflexionó, pero ahora que sentía algo más profundo, sentía que sería un momento difícil.

Para añadir más presión al asunto, el Heredero Del Caos Y El Orden difícilmente rompía los tratos que llegaba a hacer, además de que Ifero ya había hecho bastante por él. Sería su manera de retribuirle.

Por otro lado, las miradas, como puñales de odio, que eran dadas por Joel, no provocan más que nerviosismo en Brent.

«¿Será que a este le caigo de la patada?», inquirió el moreno para sus adentros, mientras Joel lo observaba con cierto recelo, desconfianza y posiblemente de otras malas formas.

Brent exhaló y se apartó un poco de Joel, acercándose todavía más a Ifero, pero causando una mirada todavía más penetrante en el otro.

«¿Pero que fue lo que hice?», pensó Brent.

—Lord Ifero, yo no veo el caso de tener un combate contra esa pobre sabandija en estos momentos —manifestó Joel con un aire cortante, provocando tristeza en el aludido—. Puede que siga débil después de semejante drama que nos hizo pasar.

»Ya no tenemos nada más para ayudarlo a recuperar fuerzas.

Ifero le lanzó una mirada fulminante al otro jovenzuelo, y este se quedó petrificado, ocasionando que los otros dos se detuvieran. Aquella mirada también asustó un poco a Brent. ¿Acaso Ifero le escondía algo? Era una posibilidad. Aquella mirada era tan intensa, que el moreno percibió cierta maldad que le caló en los huesos. El problema: lo disfrutó bastante. El albino se veía realmente ardiente cuando hizo aquel gesto.

Para deshacerse de aquella sensación con la que podría ocasionar más problemas con Joel, Brent se sacudió un poco la cabeza. Pero, para su mala fortuna, un recuerdo de él siendo más joven y pensando en cosas sucias con Oswald, su mejor amigo de la infancia, vino a su mente.

«¿Será que acaso a Joel le gusta Ifero», inquirió el moreno.

Aunque volviendo con el recuerdo de Oswald, este lo hizo sentirse sucio. El referido era algo más parecido a un hermano mayor que lo había cuidado del maltrato de otros. Y a pesar del distanciamiento que tuvieron en los días previos al ataque a El Reino Central, Brent lo quería demasiado, pero a causa suya se había alejado y no sabía de su paradero.

—¡A veces me gustaría que muestres más pasión! —exclamó Ifero. Al parecer, se lo decía a Joel según juzgó Brent por la mirada del albino—. Eres terco, te rindes fácil, y no sé la razón por la que me haces perder mi tiempo contigo.

»A pesar de todo, te deposito cierta confianza que sigue ahí, Joel. No quiero que me sigas decepcionando, pues yo confío y quiero lo mejor para Brent.

—Como usted ordene, Lord Ifero —expresó Joel, disculpándose con Brent al inclinar su cuerpo a casi un ángulo de cuarenta y cinco grados.

Brent lo miró arrepentido. No se había sentido ofendido ante sus comentarios.

—Por otra parte, tú tienes algo de razón —mencionó el muchacho de otro mundo a Joel, notándose más relajado—. Debo conceder cierto tiempo a mi oponente.

»Es obvio que lo puedo vencer fácilmente en este momento, pues hay asuntos que lo tienen perplejo.

Ifero sonrió, y por dentro, Brent pudo escuchar los quejidos de Brett y Brenton. Los dos tenían muchas ganas de destruir al albino debido a su comentario. Incluso, Brent sintió ciertas ganas de demostrarle que se equivocaba, pero entonces, recordó aquella escena en la que vio cuerpos de magos caóticos fueron asesinados por aquel chico, y de pronto, este le dio un beso en la mejilla que le hizo pensar muchas cosas.

—Mal y Caos son fuerzas similares —afirmó Brent—. ¿Se puede transformar una en otra?

—¡Veo que lo has notado! —expuso Ifero—. El Mal puede ser tan sólo una pequeña porción del Caos —explicó—. En este mundo, la energía maligna puede transformarse en energía caótica cuando es liberada, pero en mi mundo, la segunda permanece igual. No entiendo la razón. Aunque tampoco me sorprende del todo.

»Orden y Caos son más dominantes que Bien y Mal, ya que ambas son fuerzas más antiguas, por lo que tiene lógica que su transformación sea más difícil.

»¿Por qué la pregunta? —Ifero miró fijamente al moreno, y este último sintió que era observado con unos ojos tan penetrantes y gélidos.

—¿Ocurre algo? —Ifero ladeó la cabeza a su derecha y sonrió con aire pacifista.

«Tal vez ando medio "esquizo"», meditó Brent con preocupación, para luego, negar con la cabeza.

Brent sintió un mayor temor al recordar que Lefuto le había mencionado que había detectado cierta en el interior de Ifero, pero estaba decidió a saber un poco más sobre su... ¿novio?

De pronto, unos frutos verdes, parecidos a los mangos llegaron a su vista. Eran llamados "nalgas del viento". A los recuerdos de Brent llegó un sabor agridulce, bastante disfrutable, y un olor que combinaba el dulzón aroma del ya aludido mango con la fragancia cítrica de una naranja.

El chico amaba dicho fruto, pues tenía una suave textura, y su sabor mejoraba con «un poco de chile en polvo», según su abuela.

Era un fruto ideal para los calurosos veranos y para acompañar alguna ensalada. Las agua hechas con la pulpa de esta fruta eran una exquisitez para su paladar.

—Si no me equivoco, creo que hay otro lugar que conozco bastante cerca —reparó Brent, observando a los alrededores—. Esas grandes montañas llenas de verde naturaleza nos llevaran a Los Poblados del Viento, lugar en el que encontraremos a varios magos del viento «por allá regados», y la verdad es que son gente muy respetable y amable. -El moreno ya conocía el lugar, así que en su rostro se dibujo una sonrisa nostálgica-. Podemos dirigirnos ahí, luego pensar qué rumbo tomar. No me gusta no saber qué hacer.

—A mi tampoco me agrada eso último que comentaste, Brent —expresó Ifero, y rodeó con su brazo izquierdo al moreno—. Aunque me parece buena idea. Joel, veo que lograste transformarte en un dragón drosae. ¿Te importaría llevarnos?

—Pero primero tomemos un bañito bien fresquito en el río —diji Brent con una sonrisa tan radiante que dio fulgor a los ojos de Ifero-. Puedo escucharlo fluir con tranquilidad, y luego de tanto caminar y sudar, me siento todo «cochino y puerco».

De pronto, el albino comenzó a carcajearse sin control alguno. Era la primera ocasión que Brent lo veía reír de tal forma, así que se unió a él, pero Joel no dijo nada, ni tampoco hizo algo.

Los mayores caminaron con la guía de Brent, quien confiaba que sus instintos lo llevasen hasta el río, pero de pronto, un gigantesco escarabajo les bloqueó el paso.

—¡Ah, sí! ¡Lo olvidé! —dijo Brent tras una profunda exhalación al ver a un bicho de casi tres metros y ver las gigantescas y babeantes pinzas que este tenía en la boca, así como sentir un olor metálico emanar cerca de este—. Son resistentes a casi todo tipo de magia elemental, pero arden en las llamas del infierno de un mago del fuego.

»Ya que Mike o Sue no están con nosotros, mi sugerencia es: ¡Corran!

Los otros dos siguieron a Brent. El enorme insecto iba tras ellos. Ifero, con una sonrisa en el rostro, pensó en algo.

—¿Un dragón podrá contra esa cosa? —inquirió.

—No lo sé, pero no tenemos uno aquí tampo...

El albino se transformó en un drosae, aunque de coloración más marrón a comparación de la flameante combinación de colores de Dragtor, el dragón de Mike.

—Mejor ya no digo nada, que luego salgo sorprendido —manifestó el Heredero del Caos y el Orden.

E Ifero lanzó una pequeña llamarada que fue directa al bicharrajo, mismo que no tardó en arder. El albino tomó su forma original, y sonrió triunfante, pero cientos más de aquellos escarabajos de estos aparecieron para hacerles frente.

»¡Mierda! ¡Debe ser la época de apareamiento!», reflexionó Brent.

En ese instante, el pibe recordó la charla con Umar acerca de las mutaciones de elementos.

—Ese tipo está estúpido —declaró Brett para su hermano—. Eres descendiente de dos grandes poderes y debes de tener en cuenta eso y ya.

—Lo que Brett quiso decir —intervino Brenton—, es que confíes en nuestra ascendencia de doble linaje.

»Caos y Orden ya de por sí mismos son fuerzas creadoras, y aunque tú elemento dominante es el astral, genéticamente somos descendientes de una múltiple variedad de... ¿cómo se les llama?

Usuarios elementales y magos elementales. —Agregó una voz desconocida para los hermanos—. No únicamente hay dos de cuatro fuerzas dominantes dentro de ti, jovencito.

»Hay una más que te hace destacar sobre otros candidatos a ser el Heredero del Caos y el Orden, lo sabes.

»¿Cómo piensas en proteger a los tuyos?

Y ante el cuestionamiento, Brent pensó en una forma de proteger a Ifero y a Joel. A su mente llegó aquello que aprendió con el mago oscuro del orden.

El fuego interno alumbró su joven corazón de un adolescente que se autodescubría, y sus ojos centellearon en un intenso amarillo.

Cerró los ojos, y para él, todo se ralentizó. Extendió la diestra al frente suyo y se dejó llevar por una sensación poderosa y repleta de júbilo.

Pequeñas llamas, con formas de agujas de tejer, aparecieron al frente de Brent. Las dirigió contra los bichos gigantes con una gran precisión que dejó boquiabierto a Joel, mientras que Ifero sonreía gustoso del espectáculo con el que Brent daba fin a los bicharrajos.

Después, el chico golpeó el suelo con su pie, creando un muro de roca sólida entre sus amigos y otros escarabajos que iban llegando a la acción. Para aquellos que intentaron atacar por el aire, una salvaje ventisca les dio la bienvenida.

De pronto, el muchacho cerró los ojos. Podía escuchar el río cerca, pero al no dar con el con su vista, se le hizo lógico que fuera lo contrario. Alzó la zurda, mientras mantenía el muro con al diestra.

Sintió que era casi arrastrado, cuando de pronto, sintió que unos brazos lo rodeaban.

—No sé qué está pasando, pero estoy impresionado —dijo la voz de Ifero—. Además de que me gustas y te quiero tanto como para perderte de esta forma.

Aquellas palabras del albino brindaron ánimos al pibe. Aquella fuerza que se lo quería llevar perdió contra él, un simple muchacho de quince años.

Pronto, sus ojos se abrieron. Él mismo estaba asombrado, y pudo sentir su corazón palpitar con éxtasis.

Una gran corriente de agua era fácilmente manipulada con sus mano derecha. En ese mismo instante, deshizo la barrera y golpeó al resto de escarabajos con aquella masa acuosa en distintas ocasiones, ocasionando que estos finalmente emprendieran la retirada. El agua volvió por sí sola a su ubicación.

Jadeando y empapado en sudor, Brent cayó sobre su trasero. Ifero le tendió la mano para ayudarlo a levantarse una vez más y allí el albino lo recibió con un abrazo que lo reconfortaría y ayudaría a relajarse tras un ataque apresurado de parte de la naturaleza.

—Estuviste increíble, Brent —aseguró el albino—. Es la primera vez que te veo desplegar tanto poder en tan poco tiempo.

—Estoy agotado —replicó el chico con una sonrisa alegre—. Además de que tengo hambre.

»Creo que el agua me dio pistas de dónde encontrar el río, así que creo que estamos como a medio kilómetro por la izquierda.

»También podemos comer nalgas del viento mientras descansamos un poco.

—De acuerdo —contestó Ifero, tratando de contener la risa por el nombre de los frutos.

Los tres caminaron juntos, con Brent e Ifero juntos y tomados de la mano. Joel en cambio, no parecía muy cómodo.

Las hojas de los árbol cada vez más tomaban un color otoñal.

Llegaron finalmente al lugar prometido tras unos minutos.

—Joel, ya que tú traes el equipaje, saca lo que necesitamos para la ocasión.

—¿Traes traje de baño? -inquirió Brent para el albino y este asintió.

—Los necesarios para los tres, y uno extra por si se llegaba a ocupar —replicó Ifero y guiñó el ojo.

Los tres se cambiaron y se pusieron cómodos para sumergirse en el río de caudal tranquilo.

Brent aprovechó para remover la suciedad de su cuerpo antes de nadar, pero era difícil dejar de mirar a Ifero, que aunque delgado, tenía el cuerpo tonificado, además de que los rayos del sol lo hacían ver tan encantador ante su mirada.

«¿Cómo es que me enamoré y siento cosas así de fácil por Ifero?», cuestionó Brent para sus adentros.

Con Jenna era un cariño y atracción bastante única. Desde que la conoció quedó cautivado por ella y su radiante sonrisa, pero con Ifero fue inesperado para él. Admitía su atracción por chicos y chicas, pero cada que pasaba más tiempo al lado del albino, era como una obsesión que no podía entender. Ahora, viendo de cerca parte del cuerpo al descubierto de este, se sentía encantado.

—Deja de pensar y mirarme tanto, que no iré a ningún lugar —mencionó Ifero, rodeando al chico con sus brazos y llevando a este a la altura de su pecho. Depósito un beso en la nuca de este, mientras pasaba suavemente sus manos por la espalda del moreno.

—Es que me vuelves loco —replicó Brent—. En verdad me encantas demasiado y no entiendo, pues siento que es mucho más fuerte que cuando quería que Jenna saliera conmigo.

»Además, tu tienes buena figura y yo en cambio parezco estar en los huesos.

—¿Tiene algo de malo? —demandó Ifero, mientras que vio a Joel nadando de espaldas con tranquilidad—. Tú me gustas por ser tú.

El moreno sonrió y agradeció con la mirada al albino.

De pronto, Brent se separó del chico, para preguntar algo importante.

—¿Quieres ser mi novio oficialmente? —cuestionó Brent.

—Pensé que ya lo era —respondió Ifero con una ceja arqueada.

Después, Ifero sonrió y extendió su mano para arrojar agua a Brent. Se acercó a él para besarlo en la mejilla.

—Sí quiero —contestó al Heredero del Caos y el Orden.

—¿A alguno de ustedes les es familiar un sujeto llamado Joshua? —cuestionó el muchacho, teniendo una especie de déjà vu.

«¿Acaso ya habíamos hablado del nombre?», pensó.

Joel soltó un rugido de enojo. Brent sintió que algo molestaba al chico desde adentro, y entonces, Ifero se dispuso a responder a su pregunta.

—Es un nombre muy común en gran parte de los varones del Reino Astral en mi mundo —contestó el chico misterioso—. Recuerda que también te mencioné que es el nombre del Heredero de Xamián.

Luego, el Heredero del Caos y el Orden recordó aquel evento en el que vio a un chico al que llamó por aquel nombre.

«¿Cómo fue que llegué a olvidarlo?», reflexionó con nerviosismo.

—Hace tiempo vi a un chico de cabello castaño al que llamé con ese nombre en una biblioteca desconocida —pronunció el moreno—. Aunque el resto ahora está borroso.

Ifero observó con la ceja arqueada al moreno, mientras que Joel seguía nadando.

Hubo un silencio incómodo. Brent dejó a un lado al tema.

Los chicos continuaron nadando un rato más. Brent se dispuso a preparar algunas de aquellas nalgas del viento para su novio y el amigo de este.

—Tienen que comerlas al menos una vez en la vida —comentó Brent a sus acompañantes—. Tienen un buen sabor y así comeremos algo antes de seguir.

»¡Vengan acá los dos! -manifestó sonriente.

Ifero fue de inmediato, mientras que Joel se tomó su tiempo. Brent los recibió con trozos de aquella fruta, mismo que cortó con una cuchilla de viento creada con su energía. Estaba contento de tener mayor control de sus poderes.

El albino tomó uno, y sus ojos se abrieron de par en par.

—En verdad sabe muy bien —mencionó el albino de ojos rojizos.

Joel dio un pequeño bocado. Sus mejillas adquirieron un rubor. Su rostro se suavizó, y luego, prosiguió a comer más de la fruta.

—¡Se ve que les gustaron bastante! —pronunció Brent, invitando a los otros dos a comer más—. Hay más por si gustan.

Y el chico se unió a los otros dos. Degustó del sabor de aquel fruto que tanto le encantaba. Se trasladó a su infancia en compañía de sus abuelos. Recordó una casa hecha de madera en la cima de un par de frondosos árboles en compañía de sus abuelos. La abuela seguramente cocinaría pescado o filetes de pollo, y su abuelo lo cargaría sobre sus hombros para que pudiera ver el bosque.

—Vaya tiempos —vociferó Brent—. Es como si mis abuelos estuvieran cerca.

Miró los alrededores y puso atención en los cánticos de las aves, los aullidos de los monos y en el agua del río avanzando con toda calma.

Anocheció, y los chicos se turnaron para tomar turnos y vigilar. Nada ni nadie los molestó durante la noche.

La tranquilidad reinaba por sobre lo demás, acompañada por el brillo de una luna llena y los sonidos de los insectos que nocturnos, emitían chirridos.

Cuando la luz del sol reemplazó a la de la luna, Brent estiró los brazos, sacudió ambas piernas y se levantó más confiado en sí mismo.

—Creo que podemos seguir a pie —enunció con una mueca nerviosa—. Me lo crean o no, tuve algo así como una visión del futuro que creo que nos puede guiar hasta los poblados del viento.

—¿De verdad lo crees? —inquirió Ifero—. Creo que te estás volviendo muy bueno con tu propio poder, pero dime, ¿es normal en un mago astral tener aquellas visiones?

Brent negó con la cabeza, aunque habría escuchado que los magos aurales tenían visiones cortas en comparación de los magos del tiempo.

—También Brenton me dijo que puede ser que tenga ciertos genes aurales dentro de mí antes de despertar —comentó el moreno a su novio y a Joel.

»Espero que lo que les pediré no sea mucha molestia —añadió Brent—. ¿Alguno de ustedes me puede decir algo de la forma en la que llegaron a conocerse?

Ifero lo observó mientras terminaba de acomodar su equipaje.

—Nos conocimos en un bosque —replicó el albino—. Joel estaba casi muerto. Uno de los ayudantes de mi padre estaba por allí, y logró reanimarlo.

»Alguien lo había dejado a su suerte, así que sentí gran curiosidad hacia él, además de que decidí no dejarlo solo.

»Aunque a veces es algo malagradecido, me agrada bastante y confío en él.

«Es como un «perrito faldero», pensó mientras sonreía.

Brent se quedó algo pensativo, y un par de minutos más tarde, escuchó que el mayor mencionó el nombre del sitio en el que se encontró con Joel por primera vez, un lugar llamado el Bosque Aural.

El Heredero del Caos y el Orden recordó sobre un cuento que leyó en su último año en el jardín de infancia, en el que se mencionaba un bosque magnífico, lleno de aire puro, con árboles que cambiaban de forma dependiendo de la estación del año, y algunos de esos árboles daban frutos en forma de corazón, y curiosamente ese lugar tenía aquel nombre, pero lo que a él lo tenía fascinado, fue algo que leyó posteriormente en el siguiente grado escolar. Una leyenda en la que se hablaba de ese bosque, y de alguien que nació y creció en un sitio cercano. Se trataba nada más, y nada menos que de Jacob el Grande, un hombre que edificó ciudades y reinos. El moreno sentía mucha admiración hacia tal hombre, y a veces llegó a sentir que tenía una conexión especial con él.

—Brent, me gustaría hacerte algunas preguntas —comentó Ifero con tranquilidad-. ¿Crees con toda honestidad que volverás a ver a tus amigos?

»Digo, igual con Joel y conmigo puedes tener un lugar seguro, además de que te he visto avanzar bastante en tus poderes, así que podrías defenderte bien de ataques de aquellos que te buscan.

El muchacho salió bruscamente de sus pensamientos sobre una de las personas a las que más admiraba en todo el mundo, ya que no le agradaba pensar que tal vez ya no volvería a ver a las personas de un pasado cada vez más remoto al que de vez en cuando añoraba volver.

—La verdad quisiera que fuera así, pero ni yo mismo tengo la respuesta —replicó con un amargo sabor de boca—. Si no los vuelvo a ver, espero que les vaya bien en dónde sea que se encuentren ahora.

»Aunque admito que quisiera estar con ellos al menos una última ocasión.

-¿Y que hay tu otro amigo? -cuestionó Ifero, observando fijamente al muchacho-. No recuerdo bien su nombre, pero esa algo así como Osbert.

»Sólo recuerdo que era tu mejor amigo desde tu infancia.

Esa pregunta le dolió todavía más a Brent. Oswald siempre fue su amigo, y él fue la primera, y quizá única persona que no lo juzgaba por ser hijo de una maga caótica. Además, el chico se sentía mal. Él se había distanciado de su mejor amigo desde que abandonaron El Reino Central, para luego decirle una sarta de idioteces en Ciudad Sombría.

Brent recordaba las bromas que ambos solían hacer juntos, y los problemas y castigos que ambos pasaban por todas aquellas travesuras que hacían a sus compañeros. Trajo a su memoria aquella vez que chocó contra un árbol, y su nariz quedó chueca. También se acordó de las veces en las que su abuela regañó a los dos, debido a que siempre se metían en problemas juntos.

En cierta forma, Oswald siempre estuvo a su lado. Incluso los padres de su camarada les mencionaron a los dos que nacieron en el mismo hospital, aunque con dos días de diferencia, siendo Oswald el primero.

El chaval no supo contestar. Ifero lo tomo de la mano, mientras él moreno era invadido por pensamientos amargos. Quería volver a verlo y disculparse por todo.

—Ifero, quiero que me ayudes a buscar a mi mejor amigo —dijo finalmente, provocando que el albino llevase su mano a la altura de su boca para darle un beso—. Y te prometo que lo verás pronto.

Ifero se detuvo junto a Brent. Acarició la mejilla del moreno y le acomodó un mechón de cabello.

—Hoy tengo un buen presentimiento —comentó con una sonrisa cálida.

El aire movió sutilmente su camisa hawaiana de color azul obscuro con estampado de flores azul celeste que estaba sobre una camiseta blanca en la que se marcaba su pecho y abdomen.

Dejó ver más del cinturón marrón que sostenía el pantalón beige de Ifero, y Brent quedó encantado con la masculina figura de este. Se hallaba completamente feliz de tener a alguien que lo hiciera sentir especial a un nivel más allá de una amistad.

—Te amo, Ifero —pronunció—. Creo que he soy muy afortunado a tu lado.

«Bastante sospechoso», pensó Brett para sí mismo, dado que no quería ser escuchado por Brent dadas las sospechas que tenía.

—Aunque Ifero puede tener lo suyo, suyo siempre voy a preferir a Jenna —dijo, aunque no se dio cuenta de que fue escuchado por su hermano mayor.

—Complicado es nuestro caso —parló Brenton—. En cuanto al amor, tú y Brent pasan por lo mismo de tener la complejidad de sentir algo por ambos sexos, según mamá y papá, es debido a nuestra ascendencia del Caos y el Orden, siendo la primera la que más se les mete en la cabeza cuando alguien les gusta.

»No pueden dejar de pensar en una persona por cierto tiempo, pero simpean por alguien más de la nada.

-¿Y qué hay de ti? —demandó Brett con el entrecejo fruncido—. También eres un descendiente de aquellas fuerzas bastardas.

—Me tocó ser el lado del Orden, ¿lo recuerdas? —inquirió con un nudo en la garganta—. La maldición de los magos del Orden me llegó a mí.

»Pero es posible que una parte de esta sea en parte lo que hace que Brent estuviese aferrado a Jenna por mucho tiempo.

«Y el enamoramiento con Ifero no me gusta del todo, aunque por ahora lo vea muy contento a su lado», reflexionó Brenton.

Y en lejos de este par, Brent pudo visualizar algunas casas en los árboles. Finalmente estaban en el lugar que había prometido encontrar.

—¡Hemos llegado a Los Poblados del Viento! —anunció con entusiasmo.

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