Reunión
Brent se había despertado temprano durante la mañana siguiente. El muchacho se sentía mentalmente aturdido y físicamente cansado debido a que le fue imposible descansar con plenitud durante la noche, y a qué tampoco pudo dejar de pensar en lo que Ifero dijo para él el día anterior.
Además, el chico extrañaba bastante al resto de sus amigos. Sentía que tenía una parte de sus abuelos al estar en aquel lugar de descanso que les perteneció, pero era como tener el alma llena de huecos.
Oswald se había quedado en el otro sillón. Odiaba ver triste a Brent y aunque en la noche trató de consolarlo con nalgas del viento, este no quiso dar ni un sólo bocado.
Él también despertaba también de una noche repleta de incertidumbre en la que una parte de él quería confiar en Ifero, y la otra, bueno, sinceramente estaba aterrado por lo que el albino llegó a confesar.
Brent se levantó. Camino a la derecha de la sala, pasando por un comedor para seis personas y se adentró a la cocina.
Durante las últimas vacaciones al lado de sus abuelos, estos dejaron comida que sabía que tardaría tiempo en caducar gracias a magia elemental que le permitía mantenerse fresca por más tiempo.
Cogió algunas latas de atún, verduras enlatadas, mayonesa, crema y algunas especias. Mezcló los ingredientes para crear una ensalada. Luego, cortó algunas nalgas del viento en pequeños trozos. Caminó a la alacena. Debajo de esta se hallaba un estante del que sacó una licuadora.
Tomó agua de un garrafón. Volvió a la alacena para tomar un frasco de azúcar y vertió unas cuantas cucharadas de esta junto con una amable cantidad de agua dentro de la licuadora, además de los trozos del fruto local.
«Hoy vamos a preparar agua de nalgas del viento», dijo su abuela en un momento en el que Brent recordó su voz.
Él había reído a carcajadas por el nombre de la fruta.
—Abuela, ¿por qué mi vida tuvo que dar tantos giros? —cuestionó al aire—. ¿Por qué no puedo tener tranquilidad?
»Me siento estafado por la vida misma.
—Sólo eres idiota —reclamó Brent—. ¿Y qué más da si te engañaron?
»Debes decidir lo que quieres hacer ahora, y la verdad es que Ifero no me inspira nada de confianza, pero te ha ayudado sin hacerte daño.
—Bueno, Brett tiene razón —intervino Brenton—. Tal vez quiere volver a ganarse tu confianza y por eso reveló lo que en realidad es, porque quiere ser honesto.
—¿Y ustedes dos desde hace cuándo se ponen de acuerdo? —demandó Brent, y justo en aquel momento, Oswald apareció.
—¿Y con quiénes hablas? —preguntó el pelinegro.
Brent ladeó la cabeza. No se había percatado de que su amigo había aparecido en la cocina, observándolo con notoria preocupación.
—Con lo locos de mis hermanos metiches —replicó con enojo—. Al parecer, esos dos se llevan tan bien y se ponen de acuerdo para confabular en mi contra.
Brent escuchó quejas de ambos, pero no respondió de vuelta. Sacó una sartén de una estantería, y de la alacena una lata de frijoles refritos. Colocó aceite en la sartén, fue al refrigerador y tomó un frasco con trozos de cebolla. Puso algunos de estos en la sartén con aceite hirviendo.
Después, colocó todo el contenido de la lata en esta. Comenzó a mezclar bien.
—Dile a Ifero y Joel que el desayuno está casi listo —manifestó el chico—. Tú también puedes tomar algo si así gustas.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó el chico a su pana del alma.
—Comeré solo —respondió—. Todavía no me siento de buen humor.
Brent había pasado del enojo a la tristeza. Caminó un poco más, encontrándose en la pared una foto de él cuando era más pequeño al lado de sus abuelos.
Y justo en aquel momento, recordó que a los cinco años fue la primera vez que visitó el lugar junto a ellos. Él tomaba de la mano a su abuelo, y este, contento, lo dirigió a su habitación. Era un cuarto grande con una cama matrimonial, pues Leonel siempre supo que Brent tenía un espíritu inquieto y la mayor parte del tiempo giraba de un lado a otro.
Tenía su propio guardarropa, un pequeño librero, el cual tenía varios de sus cuentos favoritos, historietas que llevó para tener algo que leer, algunos libros, un pequeño sofá y hasta un cuarto de baño.
Pero lo que más amaba del lugar, era estar un tiempo a su lado. Ellos fueron más que sus abuelos, fueron sus padres, su familia. Lo habían criado.
«¿Cómo se supone que supere el que ya no están si siempre hay algo que me los recuerda?», cuestionó para sí mismo dentro de sus pensamientos.
Mientras pensaba, él tomó parte de lo que preparó y lo puso en un plato. La cocina tenía teletransportadores cuya clave solamente eran conocidos por su familia. Fue llevado inmediatamente a su habitación junto a su comida.
Quería estar solo, para tener más tiempo de pensar en el asunto de Ifero, pero también, quería abrazar aquel rinconcito de su pasado que lo hacía tener consuelo.
Puso su plato sobre una mesita al lado de la cama, una con la que se había golpeado un par de ocasiones luego de algunos giros erróneos. Se acostó sobre su cama, abrazando la suave sábana que tenía debajo. No quería llorar, pero no pudo evitarlo.
En un supermercado, cuando acompañaba a sus abuelos, y él teniendo una edad de nueve años, las escogió por la suavidad de estas.
—¡Quiero estás, abuelito! —gritó extasiado—. ¡Están bien suavecitas!
Sus yayos rieron ante el comentario, y lo verían pasar su rostro una y otra vez en el juego de sábanas.
—Los extraño —comentó al vacío—, pero, debo ser fuerte.
»Si sigo con vida, debe ser por una razón.
Suspiró y comenzó a comer en total silencio, cuando de pronto, Oswald tocó la puerta de la habitación.
—Solamente te quería avisar que la directora Donna viene a buscarte para hablar contigo —pronunció el muchacho de cabello negro para el moreno.
Brent no respondió, y Oswald se fue de inmediato.
Al cabo de un par de minutos, el Heredero del Caos y el Orden se levantó de la cama y fue llevado inmediatamente a l puerta de entrada mediante el teletransportador que había en su habitación.
Allí recibió a Donna, aquella mujer que lo recibió el día anterior. Brent no se sentía muy cómodo con su presencia, pues siempre se había mostrado algo protectora con él. Hubo también ciertas ocasiones que Donna entró en discusiones con la abuela del chico por la forma en la que lo regañaba al hacer travesuras.
Donna siempre mostraba cierto lado maternal hacia el chico, Brent respetaba eso, aunque en ocasiones lo hizo entristecer debido a que su madre biológica nunca estuvo físicamente a su lado. Ese sentimiento era un poco más profundo luego de verla un par de veces en El Todo y la Nada. El chico tenía mucha envidia de Brett y Brenton por estar siempre a su lado.
—¡Hola, Brent! —expresó, Donna—. Me da mucho gusto verte despierto.
»Me gustaría saber qué ocurrió, pequeño.
—Pasaron tantas cosas que no sabría por dónde iniciar. —Se encogió de hombros—. En resumen, atacaron El Reino Central, mis abuelos perecieron, me enteré de que gran parte de los magos del caos son mis tíos, tengo que estar huyendo constantemente.
»De no ser por Ifero y su amigo, tal vez estaría sufriendo lo que sea que quieren hacerme.
»El asunto es que Ifero también me mintió, pesar de tener intenciones distintas a las que dijo tener en un principio.
Brent se sintió un poco abrumado por hablar de eso, y justo cuando se disponía a derrumbarse, Donna lo abrazó para que de nueva cuenta, pudiera desahogar sus penas.
Donna lo sostuvo hasta que el muchacho enjugó sus lágrimas.
La mujer depósito un beso en la nuca del pibe. Lo trataba como si fuera su propio hijo, igual que a sus sobrinos.
—¿Y cómo están Nico y Ulises? —cuestionó Brent a la mujer.
—A esos mequetrefes les gusta meterse en problemas —respondió con el entrecejo fruncido—. Arman broma en broma, y siempre los tengo que estar regañando, pero en el fondo, solo quieren que no se olviden de ellos, como creen pasó con sus madres.
—Creo que es algo que tenemos en común —mencionó Brent con una sonrisa que mezclaba alegría y tristeza—. Al menos no han perdido lo que los hace ser ellos mismos.
Donna revolvió el cabello al chico. Lo sabía responsable de muchas de las bromas de sus sobrinos, pero entendías que tanto ellos como Brent sufrieron bastante al no conocer a sus padres, mucho menos, tener la oportunidad de contar con su presencia.
—¿Y qué es lo que harás ahora, pequeño? —inquirió la mujer para el moreno.
—La verdad es que no lo sé —replicó el vato.
Justo en aquel mismo instante, Ifero y Joel hicieron su aparición. Brent sentía que Joel parecía estar enfadado con él, en tanto, el otro muchacho parecía podría haber pasado completamente desapercibido si Brent no no hubiese visto antes.
—Ya terminamos de comer, y te quería buscar para agradecerte por el buen gesto, Brent —anunció Ifero—. Y puedo notar que luces más relajado respecto a lo de ayer.
—Al fin podemos ponernos a trabajar. —Gruñó Joel.
—¡Un momento, señorito!—reclamó Donna, tomando de una oreja a Joel—. ¡Brent necesita descansar!
»¡Ha pasado por cosas muy difíciles en tan poco tiempo!
Joel se quejaba de dolor, pero a la mujer pareció importarle poco. No iba a permitir que aquel «mugroso» se metiera con el joven Heredero del Caos y el Orden.
Brent sintió algo de pena ajena por aquel chico, pero ciertamente todavía no había trazado ningún plan, además de que su alma imploraba por un breve descanso. Todo a su alrededor siempre parecía ir tan rápido, que no podía sentirse más inquieto por lo que el futuro podría tener preparado para él.
Suspiró, como ya era costumbre, para calmar sus ansias o simplemente para aclarar sus pensamientos. Y de pronto, le pareció escuchar el estruendo de un potente rugido de dragón que parecía conocido para el moreno.
—¿Acaso ese será Dragtor? —cuestionó el chamo.
Brent corrió a la entrada de su casa. El dragón descendió lo más cercano posible, siendo justamente el lagarto alado que el jovenzuelo llegó a pensar que era. La fe en que ellos lo estarían buscando dio frutos.
«Lo sabía. Jenna y Oswald también han venido conmigo para conocer el lugar, por lo que era obvio que Jenna hablaría del lugar a Mike», meditó.
Oswald y los otros dos también salieron a asomarse. Los dos mejores amigos se reunirían con el resto del grupo.
—¡Esto es increíble! — Brent con entusiasmo—. ¡Ellos están aquí!
Donna lo volvió a abrazar, y el muchacho mostró una sonrisa resplandeciente. Le alegraba mucho saber que se volvería a reunir con el resto de los suyos, por lo que no podía quejarse de la muestra de afecto de parte de aquella mujer.
—¡Muy bien! —expresó Donna, sonriendo a modo de respuesta,—. ¡Sal y reúnete con ellos!
Brent hizo exactamente lo que ella le aconsejó. Dragtor fue succionado por aquel artefacto de Mike, mientras que los amigos del chico comenzaron a caminar rumbo al pueblo.
Umar y Matt también estaban entre ellos. Brent no pudo evitar sentir aquel resentimiento que él tenía hacia Matt, aunque le agradaba bastante ver al resto una vez más.
—¡Allí está el papucho de papuchos! —exclamó una extasiada Sue al ver al moreno—. ¡Brent, sabía que sería la primera en dar contigo!
—Creo que debí quedarme adentro otro rato —vociferó el referido.
Tras el grito de la pelirosada, el resto de los viajeros se percató de la presencia del chico al que buscaban, pero también de Oswald y los otros que los acompañaban.
Con los cuatro jóvenes también se encontraba Donna, y observando a unos cuantos árboles a la distancia, Nico y Ulises miraban con curiosidad a Mike.
Quedaron asombrados cuando vieron a Dragtor siendo absorbido por el artefacto que el joven mago del fuego poseía.
—Imagina todo lo que podríamos hacer si tuviéramos nuestro propio dragón de bolsillo —comentó Nico a su primo.
—¡Sería asombroso! —manifestó Ulises, elevando los brazos al cielo, y mostrando una mueca alegre.
De pronto, Nico escuchó el crujir de una rama, y cayó del árbol, llevándose a su primo con él.
—Y yo les dije que daríamos con él, luego de encontrarnos con una masacre —dijo Mike, volteando a ver a Ifero, y observando con desconfianza un aura negruzca que lo cubría.
Sue se lanzó al pecho de Brent y lo comenzó a golpear allí mismo.
—¡Eres un tonto, tonto, tonto! —chilló la hermana de Mike–. ¡¿Cómo te pudiste dejar capturar por esas sabandijas?!
—Lo importante es que lo encontramos sano y salvo justo en el lugar que les comenté.
Mike apartó a su hermana del menor, y ella, protestando, volvió a iniciar la típica pelea con su hermano mayor.
—¡A esos dos los sobra bastante energía! —expresó Donna.
—La verdad es que se llevan así al ser magos del fuego muy jóvenes —comentó Oswald.
«Y Sue es tan botona cuando sonríe, se preocupa, y muy ardiente cuando se enoja», pensó el pelinegro.
Brent se dio cuenta de que esté tenía las mejillas enrojecidas y parecía mirar contento la batalla entre tatos.
—¿Así, más notorio que Sue te gusta? —preguntó Brent tras dar un codazo en el costado a su pana.
—¿Se me nota? —inquirió Oswald, sorprendido por el cuestionamiento.
—Y se siente —pronunció Matt, luego de aparecer sigilosamente con los demás.
El chico volteó en dirección a Brent.
—Quería pedir disculpas por lo que pasó en Ciudad Valentía. —Su rostro se tornó sombrío—. Me habría gustado hablar más con mi padre, luego de reclamarle la forma en la que te expuso, pero... —Tragó saliva.
Matt no tuvo que decir más. Brent pudo darse cuenta por su propia cuenta.
—Lo lamento mucho, Matt —replicó el moreno—. ¿Y qué harás a partir de ahora?
—Soy libre de ser el hijo de un presidente —replicó—. Aunque no quería que las cosas terminaran de esa forma.
»Por ahora quiero acompañarte en tu viaje y... —Se detuvo en seco antes de mirar fijamente al muchacho—. ¿Me leíste la mente?
Brent asintió con la cabeza.
De pronto, el Heredero del Caos y el Orden notó que Umar estaba alejado del resto. Se acercó a él con la hacerlo sentir parte del grupo.
—¿Pasa algo, Umar? —inquirió Brent.
—¿Tiene que pasar algo? —demandó el chico de gafas a modo de respuesta.
—Solamente quería saber si estabas bien —respondió el penoso muchacho de cabello castaño.
—Mi trabajo con ustedes es que no sean flojos y estudien —respondió Umar con una mirada que dejó helado a Brent—. Obligué a la sabandija de la lagartija desgraciada voladora que se hizo mierda encima de mí a comprar libros y mochilas mágicas que se encogen para que no olviden que no están en un día de campo, pero veo que tendremos que comprar más.
Brent no prestó mucha atención. Simplemente no puso evitar pensar en Dragtor haciendo sus necesidades sobre Umar, lo que con tal seguridad provocó su furia.
—Y sí nos ha hecho estudiar bastante —reclamó Jenna, acercándose a Brent para darle un beso en la mejilla—. Y a mí me da gusto verte a salvo.
Lo abrazó.
—A mí también —comentó Sue, corriendo a abrazar al chico.
—Y a mí —expresó Mike, uniéndose al abrazo.
Oswald acudió también.
—Ustedes también pueden venir —dijo Brent al resto del grupo, e invitándolos con una sonrisa al abrazo grupal.
Joel, Ifero y Matt se unieron. Umar permaneció alejado.
—¿No vienes, Umar? —inquirió el Heredero del Caos y el Orden para su primer tutor elemental.
—Me dan asco los abrazos —respondió el referido con un gesto de desagrado.
Todos rieron ante la negativa del mago oscuro del orden de unirse a ellos, cosas que les valió ser mirados con desprecio por el único alejado.
Una vez más, desde la cima de aquel árbol, Nico y Ulises observaban al grupo.
—Todos allá se ven felices —comentó Ulises a su primo.
—¡Yo también quiero eso! —manifestó un extasiado Nico—. Quiero irme de viaje como Brent y conocer el mundo.
—Yo también —declaró el otro—. No me gusta este encierro en el pueblo, pero la tía Donna se quedaría sola.
—Ella tiene a su amorcito a larga distancia y de vez en cuando viene a verla —respondió Nico.
—¿Y si viene hoy? —inquirió Ulises.
—Seguramente la tía se lo presentaría a Brent —pronunció el otro primo.
—A Brent le gustaría conocerlo —expresó Ulises.
—Así sería —enunció Nico—. Tal vez así Brent se daría cuenta de que no está solo.
Los dos primos avanzaron lentamente. Tenían hechizos propios para no caer una vez más. Brent y compañía entraron a la casa, y entonces, el moreno decidió hablar.
—Gracias por venir a buscarme —manifestó cabizbajo—. He pensado que podría quedarme a vivir aquí, ya que después de todo, está casa me debe pertenecer siendo el heredero de mis abuelos, pero, sé que será imposible tener un descanso.
»Tampoco quiero exponer a nadie a más peligro por mi culpa, así que el que quiera marcharse, puede quedarse aquí y contactar a su familia para volver a casa.
Nadie dijo ni una sola palabra. De pronto, Jenna dio un paso. Brent sabía que ella era quien más tenía ganas de volver a con los suyos.
—Yo no pienso dejarte —anunció—. Eres uno de mis dos mejores amigos, y quiero estar contigo más tiempo.
»Brent discúlpame de verdad si estoy saliendo de verdad con Matt ahora, pero, quiero que sepas que vas a encontrar a alguien más en tu vida.
Ifero volteó en otra dirección. Brent por su parte, no habló del asunto.
—Quiero ayudarte hasta donde pueda —agregó la chica.
—Yo también —declaró Oswald—. Todo este tiempo he estado preparándome para el rastreo, que la mejor forma de trabajar con el contrario a este es acompañándote.
—Cuenta conmigo, tarado, menso, baboso —pronunció Mike.
—¡Y yo quiero que te cases conmigo! —mencionó Sue.
—Pero él no quiere eso —recriminó su hermano, llevándose a la chica, pero está se libró de su agarre, y de nueva cuenta, ambos comenzaron a pelear.
—Yo te pondré a estudiar —advirtió Umar.
—Yo ya dije que estoy dentro —parló Matt.
—¿Y qué opinas de nosotros? —inquirió Ifero, refiriéndose a él y a Joel—. ¿Nos quieres fuera de tu grupo?
Brent se acercó al chico, para luego, darle un beso que dejó atónitos a los amigos con los que recién se unió.
—Aunque tú mismo admitiste mentirme, fuiste honesto, y eso es lo que apreció —respondió el muchacho, volteando a ver al resto—. Ifero me confesó que en realidad es hijo del Señor del Mal, no de Xamián.
»Me contó que tenía planes de llevarme consigo a base de engaños.
—Pero no pude —dijo Ifero cabizbajo—. Lo hacía con mero propósito de servir a mi padre, pero Brent, su sola presencia me hace sentir humano.
»Es la única persona por la que siento amor —dijo, como si cada palabra fuera difícil de manifestar—. Para alguien como yo, es realmente complicado expresar lo que siente.
—Pero no soy el primero que has llegado a amar —intervino Brent—. Has dicho que te preocupas por tu hermano y que lo quieres proteger.
»Eso es amor fraternal.
—Supongo que tienes razón —pronunció un Ifero ruborizado—. No me siento orgulloso de ser malo con él, pero temo que si no muestra más actitud como mi padre espera, si llegase a aceptar ser su sucesor en caso de que papá perezca, George podría dejar de existir para siempre.
—¿Qué fue lo que dijiste? —demandó Mike al albino.
—Yo creé a George hace tiempo —confesó Ifero—. Papá quería tener un hijo con ciertas «cualidades»; sin embargo, solamente el ADN no relacionado a estas fue aceptado por el suyo mezclado en una semilla de la vida.
»Y es así como nació George, un humano tan frágil como los demás.
—Hablas como si tú no lo fueras —dijo Sue al chico.
—No lo soy —replicó el muchacho—. Soy el único experimento sobreviviente de papá con solamente su ADN, el cual pudo moldear a voluntad para adquirir una forma lo más humana posible.
»Y curioso es que puedo cambiar mi forma por la de cualquier otro ser vivo a voluntad.
Todo el lugar quedó en silencio. Aquella información fue demasiado impactante, pero tanto Brent como Matt podían sentir que Ifero hablaba con honestidad.
Había bajado aquellas barreras que lo hacían ser imperceptible a su poder de empatía. Escondía algunas cosas, pero que al parecer sellaba con una sensación de arrepentimiento.
Por su parte, Ifero se sentó. Quería esperar el juicio de los amigos del muchacho, así que se preparó a externar su preocupación.
—Me iré si los demás lo desean —comentó—. Lo que menos deseo es causar más conflictos entre ustedes.
Brent sabía que el asunto era complicado, así que se te ocurrió una idea.
—Votemos —dijo—. Si veo al menos una mano levantada, Ifero y Joel se van.
»Yo por mi parte puedo decir que de nuevo me siento inquieto y algo molesto, pero pude sentir que habló con plena sinceridad.
»Estoy dispuesto a confiar, luego de tener más claridad.
Nadie levantó la mano, pero Brett y Brenton sí, aunque Brent no los vio a ellos por estar en aquel peculiar lugar en el que se encontraban.
Los otros dos trillizos no estaban de acuerdo, pues temían que Ifero ocultase más información.
—Una cosas es que lo perdone, pero otra que viaje con él —expresó Brenton.
—Y más con lo revelado ahora —respondió Brett—. Significa que podría ser alguien peor a lo que creí en un principio.
—Entonces, está decidido —habló Brent—. Ifero y Joel se quedan con nosotros.
Los demás intercambiaron miradas. Las palabras del albino fueron inesperadas, pero hasta ahora no había hecho nada para dañar la integridad de Brent. De hecho, lo ayudó bastante.
—Yo tengo una objeción, pero no contra de que se quede —anunció Oswald, pues Brent se acercó tanto a este para tomarlo de la mano—. Amigo, ¿no crees que estás yendo con esto de volver a tomar a Ifero como pareja demasiado rápido?
El albino lanzó una mirada penetrante al pelinegro. Brent suspiró con demasía.
—Quiero tomar el riesgo —afirmó el Heredero del Caos y el Orden—. No lo sé explicar bien, pero hay algo en Ifero que me vuelve loco.
—Y yo siento lo mismo por Brent —replicó el albino.
Ambos se dedicaron una mirada cómplice y sonrieron para el otro.
Allá afuera se escuchaban los gritos de niños jugando, o las voces inentendibles de la gente comprando. Brent por su parte, se percató de algunos sonidos de pisadas que se acercaban a la puerta de entrada. Alguien tocó la puerta. Decidió acudir al llamado.
Al abrir esta, se percató de la presencia de Nico y Ulises, aquel par de primos sospechosamente parecidos el uno al otro.
—¿Pasa algo, chicos? —inquirió el moreno para aquellos dos inesperados invitados.
—¿Qué si pasa algo, viejo? —demandó Nico—. Lo que pasa es que tenemos envidia de tantos nuevos amigos que has hecho.
—Y la verdad es que como el sonido es viento, hemos estado espiando —comentó Ulises, recibiendo un codazo de su primo, a lo que gimió de dolor—. Queremos ir contigo, pues ahora sabemos que la has pasado difícil, pero también porque te queremos, al igual que creemos que saliendo allá afuera, lejos del pueblo, podemos encontrarnos a nosotros mismos.
—¿Y a mí no me lo iban a decir? —inquirió la voz de la tía de este par.
Una chancla voladora llegó a impactar contra los dos jóvenes primos, y luego, llegó a la mano de esta.
—¡Perdón, tía Donna! —suplicó Nico.
—¡Te íbamos a decir más tardecito! —expuso Ulises.
—Y yo la verdad es que no tengo planes todavía.
En ese instante, ambos primos se levantaron, se sacudieron el polvo, y miraron al grupo de su mentor.
—¡Hay una biblioteca bien grande en Ciudad de los Vientos! —pronunció Nico con alto entusiasmo.
—Una voz nos ha estado hablando en sueños del lugar —prosiguió Ulises.
—Y también nos habló de acompañarte —agregó Nico.
—¡Deja que vayamos con Brent, por favorcito, tía Donna! —clamó Ulises, mirando de reojo a su primo.
Donna exhaló profundamente y observó a sus sobrinos.
—De acuerdo, pero van a dejar que Brent descanse hasta que se sienta listo para viajar —enunció la fémina—. Y yo hoy prepararé algo para todos ustedes, chicos.
—Muchas gracias, Donna —replicó Brent para la mujer—. Y en cuanto a mis amigos, hay mucho espacio para ellos aquí.
»Espero que se sientan cómodos.
El muchacho se sentía contento de contar con dos nuevas adiciones al grupo, pero se dijo a sí mismo que dejaría el pasado atrás, pues era algo que no podía cambiar, a diferencia de su presente y futuro.
«Papá, mamá, abuelos, lo mejor que puedo hacer por ahora es ver de cara al presente y ponerme a trabajar para mejorar mis habilidades. Espero que me hayan visto brillar aquel momento en el que pude demostrar mi poder allá afuera cuando nos atacaron los escarabajos», comentó para sus adentros.
En respuesta, una suave brisa acarició sus mejillas. Sentía la compañía de aquellos que amaba desde la lejanía. Era como tenerlos a su lado, y fue aquella sensación la que decidió abrazar con fe.
Después, Brent pronunció algo en voz baja, y la puerta de entrada se cerró por sí misma. Se unió a su grupo y a Donna para charlar con orgullo sobre sus próximos movimientos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top