Recuerdos Del Parque

El verdadero viaje de Brent daba sus comienzos sobre el lomo de un dragón drosae, y paradójicamente, los atacantes a su hogar poseían a varios ejemplares de esta especie para usarlos en el ataque a El Reino Central. La noche no tardarían mucho en caer, por lo que el grupo tendría que aterrizar pronto y buscar un lugar para descansar. Mike prestaba atención a los alrededores. No quería encontrarse con mala compañía en lo que restaba del tiempo con luz solar. Las quejas de la amiga de aquel jovencito al que era su deber salvar lo tenían loco y drenó bastante de su energía.

«Si está no quería ser rescatada, mejor se hubiera quedado a que la rostizaran», pensó a manera de queja.

Por otra parte, él tenía experiencia acampando por distintas partes del mundo, y al cabo de unos minutos, y sirviéndose únicamente de su gran sentido de la vista, logró encontrar un buen punto que les serviría para construir un campamento en lo que parecía ser un vasto bosque.

—¡Es hora de descansar esos músculos de las alas, Dragtor! —comunicó el mayor del grupo al reptil volador. Este soltó un gruñido en el que parecía estar de acuerdo con su amo—. ¡Doroto fezis ho!

—¿Le diste algunas coordenadas o algo así? —preguntó Brent a su superior. Este no lo había soltado ni un poco desde que lo abrazó varias horas atrás.

La vergüenza ajena que sintió el menor al sentirse y verse rodeado de los brazos del otro se había convertido en una sensación parecida al calor del abrazo de un amigo, o tal vez de un hermano.

—Fue una instrucción para el aterrizaje —respondió el mago del fuego—. Él ya sabe el lugar en el que lo hará. Lo sé porque tenemos una conexión bastante única y especial.

»Por eso quise que mi dragón fuera un drosae y no cualquier lagartos sobre desarrollado con alas.

El chico de los ojos anaranjados mostró una sonrisa resplandeciente, aunque el otro no la pudo ver dado que la posición en la que Mike lo tenía abrazado no se lo permitió.

El dragón aterrizó con sumo cuidado. No estaba acostumbrado a cargar otros pasajeros además de su propio amo, aunque no iba a quejarse de ello. De hecho, al dragón le agradaba tener más compañía; no obstante, su estómago imploraba por recibir alimento pronto.

—Pobre Dragtor —parló el menor, acariciando el menor, tocando con sus manos la escamosa piel del dragón. Se sentía fría al tacto—. Parece que su pancita gruñé «de una forma más leve a los ronquidos de Oswald».

»Debe tener mucha hambre.

—¡Oye! —bufó el bestie del muchacho—. ¡Yo no ronco tan fuerte!

—Seguramente se debe a que pareces una piedra cuando te duermes —declaró la amiga de aquellos dos jóvenes.

Mike escuchó con atención las palabras de aquellos con los que viajaba, estando todavía arriba de los lomos de su reptil alado.

Una vez que los muchachos llegaron a la superficie, el mago del fuego quería tener todo en orden.

—¡Vayan a conseguir para acomodar un lugar en el que podamos dormir! —ordenó el mayor al resto.

Y por supuesto, la primera en quejarse fue Jenna.

—Yo me encargó —anunció Brent—. Todavía no sé nada de mis poderes, por lo que quiero ser útil por el momento.

Oswald no supo qué decir ante la situación al observar que la mirada traviesa de su amigo había desaparecido por completo, mientras que la muchacha pareció no importarle mucho la ida del chico.

«Esta reinota va a ser comida para un animal salvaje si no se comporta», protestó Mike mentalmente

«Lo digo así porque no dejaría que Dragtor se la coma, ya que puede que le caiga mal a su barriga».

Con ayuda de sus dos espíritus elementales, el Heredero Del Caos Y El Orden estaba en búsqueda de buena leña para encender un fuego que le brindara algo de luz a su grupo durante el tiempo que estuvieran bajo el sombrío cobijo de la noche, pero también para buscar relajar un poco su mente. Tanto había ocurrido en su vida en poco tiempo. Sentía una terrible mezcla de ansiedad, tristeza y enojo muy dentro de su ser.

La serpiente de estas emociones lo volvía a constreñir con fuerza. Sentía que le faltaba el aire, y cayó de rodillas. Tigrein disminuyó su tamaño, y lo cogió con su cola para ayudarlo a ponerse de pie, mientras su otro compañero se encargaba de rastrear la madera.

Nerostic era muy bueno localizando dicho material, mientras que Tigrein lo era para cortarlo en pedazos. Brent se sintió un completo inútil al caer preso de sus emociones, ya que no pudo hacer gran cosa más que recargar su espalda sobre el tronco de un árbol.

—Usted es tan importante para nosotros, que no nos importa trabajar mientras descansa y toma un poco de aire para despejar su mente —expresó el gato rayado.

—No debe sentirse así, joven amo —agregó el oso—. Mientras usted esté con nosotros, pelearemos y trabajaremos duro.

»El deseo de mi anterior amo fue que fuera útil para usted en varias formas.

—Contar con nosotros también fue una buena idea para acelerar el trabajo —comentó Tigrein. Este se acercó un poco al moreno y frotó su rostro en el cuerpo del chico. Aquello le generó un cosquilleo que rápidamente brindó un mejor ánimo al vato.

El chaval no se sentía con el derecho a ser halagado, aunque por dentro admiraba el esfuerzo que sus espíritus elementales hicieron para mejorar su humor. Era algo innegable la lealtad que ellos dos mostraban por él. Ya con la madera lista, el morro y compañía volvieron al campamento que Mike había formado sin ninguna ayuda de Oswald o de Jenna. El muchacho quedó boquiabierto al ver el buen estado de su refugio temporal, lo que fácilmente era una señal de que el mago del fuego tenía experiencia en el asunto.

—No está mal para un ladrón —mencionó Jenna—. Parece que ha desarrollado las habilidades necesarias para sobrevivir lejos de casa.

—¿Ladrón? —cuestionó Brent, algo confundido por lo dicho por su amiga.

—¡¿Qué no pones atención en nada?! —demandó la morra, molesta por la falta de información de Brent.

El mayor solamente levantó la ceja. Ya se había acostumbrado a ser llamado de tal forma por formar parte de un grupo de mercenarios que se oponían a aquellos corruptos por poder. Gran parte de El Reino Central lo estaba, y aunque no era su lugar favorito y prefería evitarlo a cualquier costa, de todos modos acudió a la petición que escuchó de la voz de Lefuto, el Señor del Orden.

—No es el momento —comentó Oswald a modo de protesta—. Además, sin Mike estaríamos fritos, Jenna.

»Aunque los espíritus elementales de Brent también ayudaron, tú me entiendes.

»Brent, gracias... creo. —Mentalmente, el chico de cabello negro estaba agotado. Sentía que ya no conocía a su mejor amigo. Se sentía desplazado de una u otra forma.

Brent era como su hermanito pequeño, y pensar que ya no compartía tanto con él fue como sentirse el elemento eliminado de una fotografía.

«¿Por esto no me habrá dicho lo de Jenna y él?

—Sí, es cierto —admitió Brent, con la mirada clavada en el suelo, al no poder negar que él no hizo nada importante mientras sus compañeros espirituales hicieron gran parte del trabajo. También ignoró por completo la disculpa del otro—. Ellos se ensuciaron las patas en mi lugar.

»Me siento bastante inútil.

—Lo siento, Brent —expresó su pana del alma—. No quise decir...

—¡No importa! —gruñó el moreno, dando la espalda a Oswald—. De todas maneras, lo importante es que estamos a salvo.

Jenna tenía muchas ganas de quejarse ante los muchachos. A ella le hervía la sangre, debido a que no fue idea suya el escapar del lugar que era su hogar. Posiblemente sus padres estarían buscándola en alguna parte, y por ahora, se sentía cautiva por sus dos amigos y un sujeto del que no se fiaba.

—No entiendo porque vine a dar con las caras del drama —resopló el mayor, sentándose sobre un tronco.

—¡Exijo que me devuelvan a casa! —berreó la chica.

En ese instante, Mike mostró una mirada furibunda. Estaba cansado de las quejas y cero acción por parte de la chica. Se levantó de golpe.

—Yo no voy a volver a estás horas a tu casa que seguramente arde en estos momentos —aclaró con firmeza—. Si quieres que te rosticen algo más que el culo, anda tú sola.

Después, se volteó a los otros dos muchachos.

—Dragtor anda cazando su comida en estos momentos —pronunció el mayor—. Si alguno de ustedes más quiere quitarme el último gramo de paciencia con sus quejas, voy a llamar a mi dragón para que ustedes sean su cena.

»Tal vez sean un gran bocadillo para Dragtor, o puede que le provoquen una terrible diarrea. De todas formas, les garantizo que tendrán un viaje directo por su aparato digestivo si siguen de divos.

Hubo silencio total por parte de aquellos tres. Justo en ese instante, el enorme dragón apareció. En sus grandes y afilados colmillos colgaban un trío de cadáveres de monos de un metro de altura. Estaban dañados, ya que los había agarrado con una de sus patas y dejado caer a propósito sobre un área sin tantos árboles para acabar con sus vidas y poder degustar del resto sin tener que gastar más energía.

El reptil los dejó caer sobre el suelo. Fue un momento desagradable para los tres jóvenes provenientes de El Reino Central. Su dueño, sin embargo, ya estaba acostumbrado a su forma de cazar. Podría hasta ser más violento si se lo proponía.

El dragón miró a su amo. Parecía un poco confundido, pero hasta él se daba cuenta de la existencia de cierta tensión en el grupo.

—Tranquilo, amigo —bosticó Mike, caminando hasta colocarse frente a su dragón—. Solamente no están acostumbrados a verte devorar presas.

»Es su primera vez. Seguramente en casa sólo veían dibujitos estúpidos para niños sin cerebro.

Los tres chicos palidecieron ante lo amenazante que lucía el muchacho de brazos cruzados al frente de su lagarto volador.

—Los quiero bien quietos mientras hablan entres ustedes porque veo que tienen mucho que decirse.

Dragtor alzó la mirada, pero se veía tranquilo.

—Brent, yo quiero saber qué pasó allá antes de ser rescatada por ti —parló Oswald—. Por favor. Quiero ayudarte si es posible.

—Perdona si lo único que diré que es lo perdí todo menos a ustedes —respondió el moreno con la mirada gacha—. No me siento de humor para dar más detalles.

—Y tú perdóname por ser tan baboso —clamó el pelinegro. Abrazó a su panita y soltó en llanto.

—También lo lamento, Brent —afirmó Jenna—. Debí darte las gracias al menos por pensar en mí a pesar de la forma en la que te traté.

»De todas formas no me fío en ese otro. —Sus ojos apuntaron en dirección a Mike. Este solamente se encogió de hombros.

—Al menos disminuyó la tensión entre ustedes. Con eso estoy bien.

En ese instante, Dragtor daba un último bocado a la última extremidad inferior de uno de los monos que le faltaba por consumir. Eructó, pero todavía no estaba satisfecho. Extendió sus alas y sus patas se erguían. Pronto fue a buscar más comida. Los acompañantes de Mike perdieron el apetito al notar un charco de sangre dejado por las presas que devoró el dragón.

[...]

Al cabo de un rato en el que el mayor se dedicó a mantener el orden, la noche cayó sobre el grupo. Los cuatro muchachos se encontraban a oscuras. Mike se había retrasado para encender la fogata, aunque ya se encontraba preparándola.

—¡Fuego-Rum-Rey! —bramó el joven mago del fuego en repetidas ocasiones.

Después de otro par de intentos, la fogata se encendió por sí misma. Mike parecía muy satisfecho por su trabajo.

—¡Hora del aprendizaje para ustedes tres, mis jóvenes aprendices con la cabeza hueca! —El muchacho alzó el pecho, mientras los demás lobgeian con hastío dado su desafortunado comentario—. Este hechizo que acabo de lanzar, ayudará a que no nos detecten otras personas. Ocultará todo rastro de luz a quienes no estén en un radio de doce metros. Así que mientras dure el fuego, si nos buscan por aire, verán nada.

«Al menos que estén usando un potente hechizo rastreador», pensó Oswald.

«Hay algunos que hasta escapan de los contra hechizos conocidos por los profesores de nuestro colegio», prosiguió para sus adentros.

Brent y Jenna aplaudieron ante la explicación de Mike, mientras esté notó el rostro preocupado del otro.

«Creo que ese chico se estaba especializando en rastreo y su contraparte», reflexionó el mago del fuego.

Más adelante, el mayor compartió algunos bocadillos con el resto. No era mucho lo que tenían. Eran unas barras de cereales que había comprado en un pueblo cercano a la capital del mundo mientras se le encomendó la tarea de buscar a Brent.

El dibujo de un joven castaño de ojos verdes y una esfera verde sobre su espalda llamó la atención de Brent.

—Creo que se basa en una historia que leí hace poco —enunció el otro moreno, sentándose cerca del menor—. Estaba en un libro que le regaló...

—¿Qué pasa, Mike? —inquirió Brent.

—Además de un calambre en el dedo gordo del pie —mintió—, creo que ha llegado el momento de dormir. Yo haré la primera guardia.

—¡Olvídalo! —manifestó Jenna llena de desconfianza—. ¡Lo haré yo!

—¡Eso no, señorita! —chilló el mago del fuego-. Mi bosque, mis reglas.

»Si tanto te gusta ordenar cosas, primero ordena tu cabello.

La morra lanzó una mirada fulminante que provocó que Mike no discutiera más, y aceptó que esta tomara la primera guardia. Brent nunca la había visto tan molesta, así que prefirió no decir nada. No le agradaba la idea de recibir más bofetadas de la chica de la seguía enamorado.

Tigrein y Nerostic también quisieron sumarse a la guardia, aumentando así, la capacidad de vigilancia del grupo. Además de que tendrían una forma de defenderse por si se presentaba algún imprevisto.

La chavala no se negó a tener la compañía de los espíritus elementales del moreno. Para ella era reconfortante tener de cerca al tigre y al oso, aunque comenzó a preocuparse por el muchacho, ya que era común que un novato se cansara rápidamente cuando sus compañeros elementales permanecían con ellos por mucho tiempo; sin embargo, este no mostraba muchas señales de agotamiento. De hecho, era todo lo contrario. Brent se veía lleno de energía.

—Brent... —enunció la mina, acercándose un poco al chico. Quería hablar un poco con él.

—No tengo ganas de hablar —replicó este—. Sólo quiero que... No sé ni lo qué quiero en estos momentos.

»Siento que no he tenido tiempo de respirar un poco con todo esto que acaba de pasar.

»Además, tu me debes de odiar, ¿no?

—¡Ya cállense y dejen dormir mientras se besan apasionadamente! —proclamó Oswald—. Se pelean igual que una pareja casada.

Ambos se detuvieron un breve momento ante lo dicho por su amigo. Estaban indignados por lo que él pronunció. Con un par de miradas asesinas, se lanzaron contra el joven de cabello negro, mientras el mayor de ellos comía cómodamente un emparedado que había preparado.

—¡Y yo que creí que el drama entre estos tres ya había terminado!

Dragtor se asomó un poco, anunciando con un rugido que su cacería había sido exitosa. Él se veía masticando felizmente un alce asado que encontró en el camino, mismo que hizo arder con una potente llamarada.

—Cuando acabes, será momento de usar ese hechizo para evitar el olor a sangre y a presa de dragón, amigo —anunció Mike al colosal lagartijo—. Aunque me alegra mucho ver qué te estás dando un festín.

Tras escuchar con atención las palabras de su amo, Dragtor dio el último bocado a su presa, y eructó en señal de que se hallaba satisfecho con el alimento que logró atrapar y consumir.

El dragón volvió a ser absorbido por el colgante que Mike llevaba consigo.

—Advierto que si se les ocurre robarme a mi dragón mientras duermo, este se los comerá si no me ve cerca —amenazó el joven—. No es ninguna broma de mi parte.

»La especie drosae es muy fiel a sus amos, así que se puede desatar un caos si no hay gente de gran confianza para Dragtor.

Aquellas palabras asustaron a Jenna y Oswald, mientras que Brent estaba sumido en sus pensamientos. La falta de sosiego era provocada por la preocupación que sentía por Ifero tras haberlo dejado a él cuando esté solamente querían ayudarlo. En su mente no podía sacarse aquella idea de decirle a Tigrein y Nerostic que volvieran por él.

—Una vez dado el aviso, con su permiso o sin él, me voy a dormir un poco —declaró el mago del fuego.

Mientras que Jenna y Oswald comenzaron una discusión por algo de pescado frito, Brent se preparaba para dormir. El cansancio comenzó a apoderarse de él. Necesitaba dormir un poco y pensar en su futuro. Finalmente, comenzó a sentir como se adentraba a su propio mundo de ensueño, así que no tardó mucho en caer totalmente endormecido, comenzando a sentir una sensación reconfortante, parecida a ser cargado por los brazos de alguien más

Aunque el muchacho sentía que alguien lo sostenía, temblaba de miedo y frío. La sensación del gélido viento sobre su rostro parecía ser una completa novedad para él.

—¿Qué te parece este lugar? —cuestionó una voz masculina que parecía conocida para el muchacho—. ¿Te parece un lugar muy bonito, pequeñito?

—¡Claro qué lo es! -contestó una voz femenina que a Brent le pareció muy agradable y reconfortante de escuchar. Fue como escuchar el cántico de una siren—. Me alegra que este sea el primer lugar al aire libre que visitamos con nuestro hermoso bebito.

—A mí también me alegra que estemos juntos los tres en familia —respondió la misma voz masculina que el muchacho había escuchado unos segundos atrás—. Este parque es el más grande y hermoso que hay en todo El Reino Central.

—Y me parece el mejor lugar que hay en todo el mundo —comentó la voz femenina entre risas—. Hay que dar un breve paseo, amor mío.

»Creo que nuestro pequeño hijo está un poco nervioso.

Aquella mujer tenía razón. Brent se sentía faltó de armonía. Él estaba recordando sus primeros y únicos momentos al lado de sus padres. El jovencito podía volver a sentir lo reconfortante que fue estar en los brazos de su madre, y también recordaba lo alegre que se escuchaba la voz de su progenitor. Y lentamente, dentro de aquel recuerdo. abrió los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, vio a su papá.

El chico no podía negar el gran parecido que tenía con su papá, a excepción de la nariz, obviamente. En tanto, el hombre pareció darse cuenta de que el bebé había abierto los ojos, así que le dedicó una sonrisa repleta de una felicidad que sólo un padre podría dedicar a su bendición. Frotó su nariz contra la del bebito, y ambos compartieron un momento de alegría única.

—¡Veo que nuestro pequeño hijo comienza a observar parte de lo que hay a su alrededor! —comunicó el padre del jovencito de poco tiempo de haber nacido, observando atentamente a su retoño—. Es un chico listo.

Escuchar a las personas que más deseaba tener a su lado hizo que el corazón del muchacho se sintiera repleto de una desbordante felicidad. Deseaba extender aquel momento por toda la eternidad. Quería correr a abrazarlos y decir a ambos lo mucho que los amaba.

Sus deseos se vieron interrumpidos al recordar su presente.

—Parece más listo que su padre —bromeó la madre de Brent, meciendo con ternura al entonces bebé. Ella comenzó a tocar y deslizar suavemente sus dedos en rededor del rostro de su retoño. Cantaba una canción de cuna, mientras el chico se relajaba y se acurrucaba en los brazos de su progenitora.

El chaval escuchó las risas de sus familiares, situación que le fue bastante curiosa. Él también quería participar, pero para su desgracia, no ocurrió lo mismo con él en el recuerdo.

Y entonces, algo llamó la atención del chico. Reconocía los árboles de ese parque. Era el mismo sitio en el que rescataron a Jenna, aquel lugar con el que siempre sintió una conexión, a pesar de creer que nunca en su vida lo había visitado antes. Para el muchacho, el estar allí y el enlace con el lugar cobró un nuevo sentido. Ahora tenía un mayor aprecio por el sitio.

Había estado allí cuando sus padres todavía estaban a su lado, y fue el lugar en el que también encontró cierto valor, uno que desconocía hasta hacía poco.

El muchacho pudo sentir algo similar a una sensación de anhelo y felicidad. Aunque el evento que ocurría ante él era algo que se encontraba en su memoria, quería llorar y advertirles de que evitarán a toda costa las carreteras. Quería gritar con toda alma lo mucho que le hicieron falta en su vida y poder desplomarse en sus brazos y muestras de cariño que seguramente lo reconfortarían.

Sus progenitores siguieron caminando hasta la fuente que se encontraba en medio del parque, asimismo Brent pudo escuchar el fluir del agua por aquella escultura, dándole una sensación de tranquilidad y seguridad, por añadidura, el muchacho estaba al tanto de que al ser un recuerdo. no podría modificar nada de lo ocurrido. Tras darse contra la pared por aquel triste golpe de realidad, comenzó a sentirse abrumado al desconocer el tiempo que seguiría al lado de sus padres. Las personas que le dieron la vida a Brent significaron todo para el joven a través de esta remembranza suya.

El chico quería detener el tiempo para vivir al lado de su padre y su madre por toda la eternidad, aunque eso nunca más sería posible. Lo sabía bien, y se sentía sobrepasado por saber que ellos no estarían a su lado en el momento que despertara en el presente.

—Parece que algo te está molestando, mi bello hijo —dijo su madre, dándole un beso en la frente, acción que lo tomó por sorpresa.

«¿Acaso mi madre sabe que me siento frustrado?», meditó el moreno.

El joven sintió las cálidas manos de su madre sobre sus mejillas. Poco a poco lo colocaba cerca de su seno para abrazarlo. Volvía a cantar para él y lo mecía con delicadeza hasta que vio su rostro más relajado. Lo bajó con cuidado hasta la carriola, y sonrió para él. Sus papás se colocaron frente suyo, con el objetivo de dedicarle algunas muecas de traviesas. Al ver las expresiones de sus rostros, el bebé Brent se sintió lleno de tranquilidad.

—Siempre estaremos contigo, hijo —enunció su padre con una voz tranquila, mientras él tomaba el índice de su progenitor con su manita—. Incluso cuando no estemos contigo físicamente, lo estaremos en tu corazón, hijo mío.

Una vez más, pudo ser testigo de que padre era una versión adulta de él, con todo y un naso que nunca sufrió un accidente. En cambio, su madre era muy hermosa. Tenía el cabello oscuro y ondulado que caía a un par de centímetros por debajo de sus hombros. Poseía unos ojos llenos de amor y vida en un verde turquesa, y las facciones de su rostro eran muy finas. Ella tenía una tez clara. Además, de una embelesedora sonrisa, y al verla, el jovenzuelo tuvo la sensación de tirar a la basura todos aquellos malos comentarios que la gente hizo sobre su progenitora. Ella era todo lo contrario a lo que decían.

«¡A la verga todo eso que decían de mi mamita!», pensó con una sonrisa llena de orgullo al ver a la hermosa mujer que le dió la vida.

El Heredero Del Caos Y El Orden se sintió conmovido al verla, y su versión bebé parecía querer que ella lo cargará.

De manera brusca, aquella escena cambió. Ahora el chaval se sentía envuelto en una cobija suave y calientita, al mismo tiempo que escuchaba los gritos desesperados de sus padres. La conmoción hizo que no pudiera entender lo que ellos decían, aunque sabía que era justo el momento en el que los perdería para siempre.

A los pocos segundos, Brent despertó de golpe. Jenna le zarandeaba con desesperación. Había estado tratando de despertarlo al escuchar quejidos y gritos suyos, así que temió que estuviera en una situación más allá de una pesadilla. Al verlo despierto,no pudo contener las ganas de abrazarlo.

—¿Qué sucedió? —preguntó la vata al chico-. Estabas gritando.

»Parecías todo un loco, Brent. De verdad me tenías con el Lefuto en la boca.

El pibe observó que Mike y Oswald también estaban despiertos, y lucían angustiados por él. El muchacho tuvo que asimilar los recuerdos que tuvo antes de decir lo que había ocurrido en sus sueños

Unos segundos más tarde, tomó un poco de aire, para después, decir lo que había ocurrido.

—Tuve una especie de sueño con el pasado —afirmó con la mirada gacha—. Vi a mis padres por primera vez en años.

»Papá es, era muy parecido a mí. Mamá era la mujer más hermosa que he conocido.

Sonrió un poco, pero se sentía destrozado por la ausencia de las personas que le regalaron la vida. Después de haber dicho lo que tenía que decir, se levantó. No quería preocupar más a nadie, pero tampoco quería que lo vieran llorar. Para él fue muy doloroso escuchar el último momento en el que sus padres estuvieron a su lado.

Lo que más le ardía en el alma, fue saber que él no existió posibilidad alguna para salvarlos. Aunque también volvió a cuestionarse un poco la conexión entre algunas palabras de sus progenitores y algunas reacciones suyas.

Al no tener respuestas, soltó en llanto. Oswald y Jenna decidieron acompañarlo a pesar de que posiblemente se quejaría. No lo iban a dejar solo. Sabían bien que él muchacho extrañaba más que nada a los padres que perdió siendo solamente un bebé de pocos días de nacido.

Jenna se sentó a la izquierda del moreno, recargando su cabeza en el hombro del muchacho, y tomando las manos de este. Oswald se colocó a su derecha, permitiendo que su pana también colocará su cabeza sobre su hombro izquierdo, y usando su brazo derecho para rodearlo por la espalda, permitiendo que se desahogara.

Mike simplemente se limitó a observar. Había una similitud entre ese chico y alguien que llegó a conocer.

—Me habría gustado que estuvieras aquí —susurró el mago del fuego, observando la escena con anhelo—. Ustedes dos ya serían grandes amigos.

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